N/A: Hola, pastelitos :)

Como el summary explica, abro espacio para colgar una serie de relatos independientes centrados en multiples parejas. Todos acerca de angst, tragedia, cosas feas y tristes en general.

Empiezo con una fantasía IronWitch (Tony/Wanda). Básicamente porque la querida Petta (Pettxmon) y yo buscamos desesperadamente ganarnos un lugar en el infierno (? ¿Qué mejor manera de hacerlo que con la pareja más crack del mundo mundial?

Ironwitch al que quise meterle sentido a la fuerza, igual luego me paso totalmente por el forro canon cinematográfico y del comic, pero por ahora algo de coherencia respecto a ambos. Mezclados, porque YOLO.


Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, todo es propiedad de Marvel.


Pairing: Tony/Wanda.

Rating: T Género: Angst/Frienship

Palabras: 726

Música: Take Me Somewhere Nice de Mogwai.


Último consuelo

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No hubo ilusiones o promesas, ni la expectativa de ninguna gran pasión. Fue sincero cuando juntó valor para hablarle de la sencillez casi insulsa de su futuro, ahorrándose la farsa barata de una relación en rosa. Tony ya conocía el mal fin de esas cosas y lo mucho que solían doler.

No le prometió no fallarle, porque sin duda iba a hacerlo.

En cambio, ofreció todo el cariño que ella había conseguido de él a lo largo de los años. Ofreció amistad, un lugar de paz al cual llegar al final del día para dejarse caer, vencida ya por el cansancio, por no dejar de intentar a pesar de todo. Un sitio seguro para descansar, donde siempre habría alguien que la comprendía.

Wanda no necesitaba otra cosa, de cualquier manera. Había dejado demasiado atrás. No aspiraba a un afectado romance que, al fin de cuentas, Tony ni siquiera podía brindar. No quería nada de él, dijo, salvo el alivio que viniera con aquella llana soledad que compartían.

La culpa, el miedo, el camino difícil para llegar hasta allí. Que alguien supiera lo mucho que el remordimiento pesaba, cual fría mortaja en vida.

Lo abrazó tantas noches, en un lecho que ya no toleraba las tórridas pautas del pasado pero sí una piedad tierna y taciturna. Él la sostuvo, con algún cariño latiendo junto a su corazón. Ella apretó una mejilla contra el pecho desnudo, delineando la cicatriz que dejara el reactor, mientras la luz de la luna se desperdigaba en la habitación en un momento reservado para evadir el pasado.

—Lo siento —Tony decía a menudo.

—Yo también —Wanda respondía.

No hacía falta agregar todo por lo que Tony se arrepentía. Haber contribuido a la infelicidad de "su bruja preferida". Porque en las largas noches, sobre su cama, antes de lograr dormir arrullado por el corazón de la pelirroja, no podía evitar especular hasta qué punto había sido culpa suya toda la infelicidad de Wanda. Lamentaba los misiles Stark en Sokovia, lamentaba a Ultrón y la pérdida de Pietro. Lamentaba la Guerra Civil, perseguirla. Lamentaba haber hecho de ella una prisionera cuando se concluyó que era un peligro para el mundo, sin reparar en su sanidad mental y todo el daño que se pudo haber evitado… No hubo día en que no se torturara con los errores que habían sentenciado a Visión frente a Thanos.

Siempre iba a sentir culpa, no importaba cuánto se esforzara por corregir lo que hizo mal. Hay cosas que simplemente no regresan, hay cosas que se hacen y son eternas. La infelicidad de Wanda, de Pepper, de Steve, de cada persona que se cruzó en su camino.

Pero Wanda tal vez estuviera muy cansada incluso para odiarlo, quizá su propia culpa y su desesperado anhelo por el pasado, la impelieran irremediablemente hacia él. Porque Wanda se aferraba a Tony, sin hablar mucho, enredaba sus largos dedos entre el cabello castaño y mirándolo a los ojos susurraba por fin con dulzura "Eres mi todo, Anthony".

Tony suponía que sería quizás porque ya no le quedara nada más. Sus hijos no habían existido jamás; Erik había creado una criatura hermosa y peligrosa y luego se fue.

No le dio ilusiones, no pudo hacerlo. Mentirle. Decirle que iba a amarla como pudo amar a Virginia. No juró no arruinarlo, porque por seguro, terminaría haciéndolo.

En cambio, la sostuvo contra él, la besó con delicadeza, como si pudiera desvanecerse en el aire si la tocaba con demasiada fuerza.

No le dio mentiras románticas, porque de nada servían.

Le hizo el amor, vertiendo ternura en cada roce. Recibió besos y caricias como bálsamo sobre su cuerpo exhausto. Sus manos sobre él tenían una sensación extraña. Tony sabía entonces que era porque no estaban hechas para él, habían sido para alguien mejor. Alguien que ya no estaba, a quien él no había podido salvar.

Cuando llegó la hora de morir, recordó sobre todas las cosas, los momentos en que Wanda Maximoff se aferraba a sus hombros y lo miraba directo a los ojos. Su piel salpicada de pequeñas cicatrices tras interminables batallas, la dulce y decadente firmeza de sus pechos contra su piel, sus ojos verdes, hondamente melancólicos pero serenos, fijos en los suyos como si fuera lo único.

Quizá realmente lo fuera.

Tony ya no tenía nada, salvo a ella. Así que no sería mentira decirlo.

Decir que en la inmensa nada en que había caído, ella era su todo. Pudo haber dicho eso, pudo haber expresado tanto.

Sólo tenía que abrir la boca y poner en palabras un último consuelo para la soledad de Wanda antes de partir, pero falló. Incluso en eso, Tony le falló.