Disclaimer: Bleach y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Tite Kubo.
«Existen tantas verdades como personas.»
Ryōji Kaji —Evangelion
Alas & Llave
Me puse un par de Jeans ajustados y un jersey negro envolvente. Sigo pensado, una y otra vez en el mismo sueño que me persigue desde que fui una adolescente, primero, al ser más joven no le daba atención al asunto, pero al ir madurando y ser consciente de lo extraño en que esto se volvía, me di cuenta de que, ésto, no es nada normal. Una persona no puede tener el mismo sueño desde adolescente una y otra vez y haber pasado años y seguir siendo el mismo. Me miro en el espejo que tengo en mi habitación, doy una inhalación larga y suelto un suave suspiro resignada. El recuedo está fresco; un chico de tez blanca, muy blanca, incluso más que mi piel, porque sé que soy muy pálida, pero éste chico... bueno aunque él se ve mayor que yo, el sueño es intenso, insistente y se siente muy real, comienza así:
Estoy en un bosque espeso, los árboles no dejan de mecerse de un lado a otro, un viento gélido choca contra mis mejillas, camino hacia el centro de éste y miro alrededor, un oteo de ciento ochenta grados. Algo viene lo presiento; se cerca, se me pone la piel de gallina y espero, siento que ha pasado un siglo, pero sólo han sido unos segundos. Al final nada o nadie aparece, pero sigo teniendo la sensación de que alguien me observa, lo único que puedo pensar es en salir de aquí antes de que algo suceda, no sé qué, pero antes de que sea tarde. Miro a mi alrededor para ver por donde salir, veo un poco de luz solar, no debe haber muchos arboles por allí en esa dirección así que debe ser la salida del bosque y me encamino hacia allá. Camino y me fijo en estoy cerca de la claridad, derrepente oigo un golpe en seco. Fue un plaff, como algo rompiéndose, tal vez un tronco, ¿pero quién lo hizo?, ¿y si quiere hacerme daño? En cuanto las preguntas se formulan en mi mente el pánico se apodera de mí y salgo corriendo. La luz que antes estaba tan cerca, ahora está muy lejos, y nuevamente estoy en medio de éste espeso bosque, el olor a pino inunda mis fosas nasales, mi corazón late tan rápido que lo escucho como si en vez de tenerlo en pecho lo tuviera en mis oídos, cierro los ojos con fuerza intentando deshacerme de todas las extrañas sensaciones que me invaden. Y sin aviso alguno, aún con los ojos cerrados, una intensa luz se manifiesta en frente de mí para luego hacerse iridiscente; azul oscuro atraviesa mis párpados, instintivamente abro los ojos y miro; la luz intensa se ha disipado como por arte de magia, pero ahora delante de mí hay un muchacho. Él me mira, de forma... extraña, como si viera lo que hay dentro de mí, y no hablo de mi cuerpo sino de mi alma y mis sentimientos. En un segundo está frente a mí, una velocidad sobrenatural, teniendo en cuenta que estaba como a ocho metros cuando abrí los ojos. Él es alto, cabellos largos que caen encima de sus hombros, y muy negros en contraste con su pálida piel, su rostro me mira con un par de ojos... ¿azules, violetas?, no tengo idea de como diferenciar por los colores parecen entremezclarse. Toma mi mentón con sus dedos acariciándome y sonríe. Pasa a mi mejilla y con su pulgar hace círculos, tiemblo, ¿de miedo?, no lo creo, es como si reconociese el toque, aunque jamás lo he visto antes. No que yo recuerde. Y Entonces el me habla:
—Te voy encontrar, siempre, estés donde estés —su voz grave y ronca.
Cuando quise hacer toda clase de preguntas, ring ring, el sonido de la alarma de mi despertador.
Y así al igual que siempre desde hace años el sueño acabó. Sacudo mi cabeza con el recuerdo de mi sueño aún dentro, mejor me doy prisa, tengo que llegar al Instituto Tecnológico Superior, y puesto que no tengo auto, el transporte público es algo indispensable hoy, a menos que me vaya caminando y llegue tarde para ser la comidilla de mi profesor de historia; un anciano con terrible humor, que a pesar de amar la historia y querer formar parte de ella, parece odiar el presente donde darle clases a un montón de chicos a principio de su adultez, está de lejos ser el sueño que quería para él.
Me paso los dedos por mi cabello peinando rápidamente, tomo mis libretas y lapices, apuntes y trabajos por entregar, y los meto en la mochila celeste con algunos cuadros morados y una hache bordada. Mi madre adoptiva está abajo terminado de hacer mi desayuno, el cual siempre me llevo porque no me da tiempo comerlo en casa. Zapatillas cerradas de cuero y salgo corriendo de la habitación. Bajo tropezando por las escaleras y me cruzo en una esquina para adentrarme en la cocina, y ahí está mamá, tan alegre como siempre. Su nombre es Aoi, Kamiya Aoi. No tengo su apellido, a pesar de haberme adoptado cuando era pequeña, yo ya tenía un apellido. Aunque tampoco es que lo recuerde, pues estoy amnésica desde los quince años, actualmente tengo 20, no he podido acordarme de algo, pero estoy bien de cierta manera. Lo que me molesta es no saber mucho sobre mí misma, y también el hecho de tengo esos raros sueños.
—Buenos días, Hisana. Tu desayuno está envuelto, no olvides meterlo a tu mochila —me saluda y señala la mesa donde está mi comida.
—Gracias, mamá. Lo siento, pero voy tarde. ¡Nos vemos luego! —y salí corriendo a tomar el autobús.
Logro alcanzarlo por poco, voy hacia atrás. Siempre me siento sola, pues al parecer estoy en el grupo de los raros. No sé por qué razón, motivo o circunstancias, pero el hecho es que acabé en ese gremio, y nadie o casi nadie se me acerca. Excepto Abarai Renji. No sé, pero siempre anda como pendiente de mí, y eso me da un poco de miedo. Pero no puedo ser mala persona, así que dejo que se siente a mi lado cuando estamos en la biblioteca del instituto tecnológico superior de Karakura.
Me siento al lado de la ventanilla, y algo que me gusta de los puestos de atrás es que son un poco más altos que lo demás, el bus sigue su ruta haciendo las mismas paradas de siempre. Me pongo mis audífonos y empiezo a escuchar música, me encanta la música. Justo ahora escucho Spiral, de Dustz.
Llegamos a una parada que está muy llena, la parada de Abarai Renji. Entran unos adolescentes, seguido de una anciana y él ayudándola a entrar. Se fija en que voy en mismo sitio de siempre y viene hacia mí, noto que otro montón de gente entra y los asientos están llenos, cierran las puertas del bus y el chofer arranca.
Él se sienta a mi lado y me habla, pero no lo escucho, así que quito los audífonos.
—Lo siento, no te escuché —digo. Hago una seña hacia mis audífonos.
—Te dije Hola —dice él.
—Ah, hola —le saludo también.
—¿Lista para el debate de hoy? —me pregunta.
Más que lista, he estudiado un montón. No quiero obtener una baja calificación.
—Sí, creo que estudié lo suficiente como para obtener una buena nota.
Él sonríe como si hubiera recordado algo y entonces me dice:
—Como siempre, tú no cambias.
¿Qué?
—¿Disculpa? —pregunto, pues no me conoce lo suficiente como para decir algo así.
—Olvídalo. —Finalizó.
Lo que me hizo sentir más curiosidad al respecto. Me puse nuevamente los audífonos y seguí escuchando música el resto del camino, llegamos al ITSK (Instituto Superior de Karakura) y seguí mi camino hasta mi aula. Abarai Renji venía detrás. Aún no lo conozco del todo, por eso lo llamo por su nombre completo.
La mayoría ya habían llegado, como siempre yo nunca podía llegar entre los primeros. De todas formas al menos siempre logro llegar antes que el profesor de turno. Mi compañero de asiento en el bus llegó detrás de mí y se sentó en su lugar de siempre. Justo a mi derecha, mientras que a la izquierda estaba el gran ventanal, una vista panorámica excelente. Desde aquí se ve claramente una plantación de cerezos, pero están desnudos, aún no es primavera, faltan dos estaciones para que lo sea.
Escucho un ruido y volteo mi vista, es la puerta; el profesor ha llegado.
—Buenos días. —Dice con rostro hermético. Su voz es fuerte.
—Buenos días, Licenciado Yamamoto. —Decimos en un coro todos al unísono.
Él es un anciano de aspecto venerable, es quien más se respeta en el ITSK, incluso más que al director. No entiendo cómo es que no le han ofrecido el puesto, o tal vez ya lo ha rechazado.
—Como teníamos programado, el debate sobre el descubrimiento de occidente es para hoy. Me temo que quien no haya organizado bien sus estrategias y tácticas para esta prueba, reprobará, y le costará la mitad de la nota final.
Mis compañeros asintieron.
—Muy bien, entonces demos comienzo —anunció el licenciado Yamamoto.
Empezó ofreciendo una introducción, prestamos mucha atención, en ese aspecto mis compañeros son en su mayoría bastante aplicados. Cuando llegó a la parte de la resistencia de las tribus, escuché que Abarai Renji murmuraba un "Diablos" con molestia. Me pregunto por qué.
El licenciado comenzó el debate, el argumento en cuestión estaba siendo analizado y ya muchos presentaban su argumentación de los conceptos. Tuve sensación un poco extraña, un pequeño hormigueo en mi piel, así que me quedé pensando en ello unos instantes, hasta que me di cuenta de que si no hablaba, daba mi opinión, presentaba mis argumentos me iba costar la mitad de la nota del semestre. Dije todo lo que tenía preparado, y creo no lo hice mal. Abarai Renji también demostró conocimiento en el tema, lo hizo bastante bien.
El tiempo se nos hizo corto para un debate tan extenso, pues íbamos por el final, el licenciado juzgaba el debate en general y también individualmente.
—Me han demostrado que tienen una capacidad excelente, su perspectiva en cuanto al tema y la investigación realizada fue muy desarrollada y bien estructurada. Sus notas le serán informadas vía correo electrónico. Aquel que aún no tenga mi dirección de e-mail aproveche el momento para tomarla —dicho esto, lo copió en una hoja blanca y nos la dejó en su escritorio. Pero yo ya la tenía—. Hemos terminado, que tengan un buen día.
Se marchó dejando la dirección en el escritorio, algunos pocos la tomaron y guardaron en sus celulares. Me acuerdo de el mío y le envío un texto a mi madre sobre el debate y que intuitivamente creo haber aprobado.
Cuando estoy guardando mi celular en mi bolsillo trasero, mis compañeros empiezan a salir charlando efusivamente entre ellos, pero me ignoran por completo.
Me pregunto ¿Qué hay de malo en mí? Sé que soy un poco extraña, pero tampoco soy un alienígena ¿Será mi aspecto? Mmm yo creo soy muy sencilla y normal... mi cabello negro azabache corto en puntas, mis ojos azules, son muy anormales, sólo que con mi tez blanca me da un aire oscuro. Cosa que no creo ser. Además soy de estatura baja, cómo podrían tener ese rechazo tan profundo hacia alguien que no tiene ni siquiera la suficiente estatura como para hacer daño a otros, aunque tampoco lo sé exactamente; no es como que lo haya intentado.
Por ahora no tengo más clases, por hoy era sólo historia, así que aprovecharé el tiempo y daré una vuelta por la librería de Urahara Kisuke. Se encuentra en una parte de la ciudad muy tranquila y sencilla, además tiene los mejores libros que puedas creer, al igual que también muy extraños o difícil de conseguir. Según tengo entendido hace algunos encargos del mercado negro. No sé si sólo rumores, pero ¿Acaso se pueden traficar libros? Suena algo hilarante y tonto.
—Hisana —me llama Abarai Renji sacándome de mi cuestionario interno.
¿Por qué me llama por mi nombre de pila como si me conociese? Ni siquiera útiliza un honorífico concorde a nuestra relación compañeros en transición de amigos.
—¿Sí? —pregunto y vibra mi celular. Debe ser mamá.
Lo dejo allí por ahora.
—¿Tienes pensado ir a algún sitio? —sonríe y empiezo a clavar mi mirada en sus tatuajes—. Es que ya no hay nada que hacer, me refiero aquí. Entonces podríamos ir a un lugar, juntos a pasar el rato.
Por como lo dijo sé que no está intentando una cita o algo, parece amistoso, aún así tengo planes.
—Lo siento. Es que tengo planes. Tal vez otro día, mañana por ejemplo, después de clases ¿Te parece bien? —no me gustó rechazarlo, es el único que me trata.
Lo he observado desde que empezó a tener contacto conmigo, es un chico alegre, competitivo, por lo que se nota, pero últimamente anda muy raro y mucho más serio. Y con su aspecto rudo, esos tatuajes y su gran altura hacen que algunos no deseen meterse con él. Y ahora que lo tomo en cuenta, se trasladó aquí cuando íbamos a mitad del semestre anterior. Al parecer hizo un intercambio de sede, hay otros institutos tecnológicos a los que éste está ligado. Sería muy fácil hacer una transferencia.
—De acuerdo, pero ten mucho cuidado. No te quiero alarmar, pero se han estado registrando hechos violentos en la ciudad últimamente —me dijo serio. Luego cambió su semblante por una sonrisa y agregó—. Nos vemos mañana, adiós.
Salió del aula y me dejó allí algo desconcertada. Decidí salir y seguir mi rumbo.
Cuando iba a tomar el bus para llegar hacia la dirección de Urahara Shōten, noté que el cielo estaba un poco oscuro, como si quisiera llover. Subí al bus que se detuvo y me fui hacia atrás, mis asientos favoritos. Recordé el mensaje de texto sin leer y me dispuse a sacar el celular. Efectivamente era mamá, me felicitó y me dijo que me esperaba en casa con una sorpresa. No logro retener la sonrisa que empieza a formarse en mis labios, ella me trata como su niñita. Pero la adoro. Le envío una carita alegre y le informo que llegaré más tarde, una de las razones porque elegí una universidad aquí fue por ella, para no dejarla sola. Pude haber ido a Tokio, pero no sé, algo me retuvo, aparte de no querer dejar a mi madre. Noto que he llegado, paso la tarjeta por la máquina de pago que trae consigo en bus y salgo.
Me dirijo a la tienda y veo a los niños que siempre están limpiando el sitio, Jinta-kun y Ururu-chan. Los saludo con mi mano y sonrío mientras entro.
Hay un hombre de gran tamaño adentro. Es Tsukabishi Tessai.
En cuanto me ve, saluda formalmente.
—Bienvenida, Hisana-dono ¿Busca al jefe, o un encargo? —hace una leve reverencia en forma de saludo. Y yo se la correspondo.
Ya me he acostumbrado al honorífico que desencaja con la época.
—Hola, Tsukabishi-san. En realidad venía a ver si hay mercancía nueva —le hice saber.
Su bigote se movió y hizo un gesto de reconocimiento a mi lado.
—Jefe, se ha levantado —notó Tsukabishi-san.
—Así es. Oh, qué grata sorpresa. Pero si es Hisana-san. Bienvenida —apareció el dueño de la tienda con los ojos adormilados.
Se notaba que acababa de levantarse.
—Buenas tardes, Urahara-san —correspondí su saludo—, he venido a comprar algunos libros. ¿Ha llegado mercancía nueva?
—Me temo que la mercancía que nos ha llegado es muy... peculiar. Por así decirlo, no ha sido fácil conseguirla, así que teníamos pensado venderla a otras tiendas por un alto valor. Pero al ser tú una fiel cliente y muy selecta, te apartamos algunos —su voz irónica era un poco desconcertante.
Así que hoy haría unas adquisiciones, que bien. Traje suficiente dinero, creo.
—Muchísimas gracias, Urahara-san —agradecí. También hice un gesto hacia Tsukabishi-san.
—A la orden mi querida Hisana-san. Entremos hacia la casa, no tengo este tipo de mercancía dentro de la tienda como tal.
Entramos como si estuviéramos apunto de hacer una negociación ilegal. Casi reí.
Llegamos a una pequeña sala, había una mesita y unos cojines al rededor. Tsukabishi-san se adentró a otra habitación y cuando estuvo de regreso traía consigo una caja de cartón que se identificaba con marcador al frente: «Mercancía unitaria».
Los colocó frente a Urahara-san y yo.
—Bueno bueno, ofrecele un te a nuestra clienta Tessai-san —le pidió hacer Urahara-san a Tsukabishi-san.
—Enseguida, jefe.
Se retiró dejándonos solos a ambos.
—Muy bien, Hisana-san. Verás, te voy a dejar la mercancía, pero quiero que por favor no compartas nada de nuestro trato con nadie, y solo tú debes tenerla cuando la adquieras, no puedes mostrársela a nadie ni hablar de ella con nadie —Me hizo saber, y su rostro cambió.
Estaba muy serio, así que me lo tomé en serio, aunque no entendía nada, seguramente era una política de comerciante cuando hacía éste tipo de ventas.
Sacó tres libros: uno blanco, otro gris y finalmente uno negro. Los tres tenían unos jeroglíficos dorados en las portada, no tengo idea de qué signifiquen.
Tsukabishi-san volvió con te para, me dirigió el mío y uno para su jefe.
—Bebe tu té calmadamente, pero ten mucho cuidado en la calle al salir —me advirtió.
Eso me recordó a Abarai Renji, él también me dijo algo similar.
Bebí mi te, guardé los libros en mi mochila, agradecí a Tsukabishi-san por el te tan bueno y Urahara-san por la venta al tiempo que le pagaba, no fue tan costoso como creí, pensé que no sería suficiente, pero me alcanzó. Al salir me despedí de los niños quienes estaban cargando unas cajas en la tienda.
Me fui caminando hasta la siguiente estación de buses, y me puse a pensar en el extraño día que fue. No habían muchas personas a a mi alrededor, y así pasaron varios minutos, y varios más mientras no había rastro de algún bus de esa ruta. Decidí caminar, se está haciendo tarde, no quería preocupar a mi madre.
No me di cuenta pero la tarde pasó muy rápido porque empieza a oscurecer. Me doy prisa para llegar a la siguiente estación y tomar un bus a casa.
Paso por un callejón oscuro y recuerdo las advertencias de Abarai Renji y Urahara-san y me da un poco de miedo. No sé por qué, pero siento que la atmósfera a cambiado. Empiezo a caminar rápidamente para salir de ahí lo antes posibles.
Y cuando estoy a punto de llegar a la claridad, se aparece una criatura de aspecto no humano.
—¿A dónde crees que vas, pequeña? Ven conmigo, vamos asegurar esa llave —su voz era rara, fea.
¿Qué llave?, pensé.
Estaba paralizada, ese monstruo, que ahora veía bien, era negro con marcas rojas en sus brazos largos no normales, eran demasiado largos. Sus manos eran horrorosas dedos largos con uñas afiladas. Sus piernas, más bien parecían patas de un animal, al igual que las uñas de sus manos, las de sus pies también eran puntiagudas y muy largas. Se le notaban las costillas, y su rostro era horrible y terrorífico; ojos ambarinos y dientes filosos.
Salí de mi trance y empecé a correr.
—Oh, tenía pensado no hacerte daño... por ahora. Pero ya que insistes —habló al tiempo en que empezó a seguirme.
Me alcanzó muy rápido y me rasguñó mi pierna derecha, a la altura del muslo. Rasgó mis jeans y pronto la sangre empezó a brotar. Me mantuve en pie gracias a una malla ciclónica que ahí estaba.
—Al parecer tendré que decir que tuve que asesinarte por tu culpa, cosa que así es.—Se disparó hacia mí para darme mi último golpe.
Desplegó unas horribles alas rojas y negras, fue lo último que visualicé antes de cerrar los ojos y esperara mi muerte.
Sentí el tiempo muy lento, el ataque no llegaba. Así que abrí mis ojos, mi mayor sorpresa fue ver el cuerpo del monstruo cortado en dos tirado en el suelo.
Alcé mi vista hacia al frente, y ahí sin notarse mucho por la sombra que lo bañaba, estaba parado con una espada en la mano el chico que siempre aparece en mis sueños. Se me acercó, guardo su espada y me cargó, vi sus ojos y éstos eran violetas pude darme cuenta ahora que lo tenía tan cerca y de manera real. Vestía una camisa blanca, pantalones negros y abrigo negro.
—Pasa tus brazos al rededor de mi cuello, Hisana —su voz...
Desplegó unas oscuras alas y se impulsó hacia el cielo.
Continuará...
«No es necesario destruir el pasado, se ha ido; en cualquier momento, puede volver a aparecer, parecer ser y ser presente.»
John Cage
Debo aclarar que la personalidad de Hisana no es igual a la que solemos estar acostumbrados debido a la base del argumento de la trama. Estuve dándole vueltas a esta historia, y con la personalidad Byakuya se me hizo perfecta para un Byahisa.
Muchísimas gracias por leer.
Les saluda, Gene.
