La estaba mirando. Otra vez.
No era su culpa. No es a propósito. Por supuesto que quiere hacerlo; el brillo esmeralda en sus ojos, la forma en que sus labios húmedos se mueven y, mejor aún, las cosas que dice (o canta).
A veces tenía la sensación de que Lauren había sido hecha para exponerse en el Museo Metropolitano de Arte. Si fuera así, ella compraría el abono para toda la temporada. Es más, hasta podría ofrecerse como guía para el maldito recorrido: "En esta pieza podemos ver a la señorita Jáuregui en su primera audición para X-Factor" "A continuación, durmiendo una siesta tras bastidores", "aquí, saliendo de la ducha envuelta en una toalla ínfima". Tragó saliva e intentó pensar en otra cosa, pero era en vano. Sintió el codo de Normani en su vientre, quien disimuladamente le reclamaba su completa falta de atención durante la entrevista.
Tenía que controlarse.
Pero era realmente muy difícil, porque la mayoría de las veces no se percataba de la cantidad de segundos seguidos que podía observarla sin siquiera pestañar, o peor aún, de cómo su mirada se fijaba directamente en su boca. Lauren tampoco parecía hacerlo. O al menos no las primeras veces, cuando sus ojos -o sus manos, o cualquier parte de sus cuerpos- se encontraban y ella la miraba con ternura y la deleitaba con dos hileras de dientes blancos que la hacían sentir en casa.
-¿Alguna vez han probado Cronuts? – pregunta la entrevistadora, una vez que zanjaron la discusión sobre los platillos de Acción de Gracias. A Camila no se le escapó la expresión de Lauren cuando la escuchó responder en español – son la combinación perfecta entre cuernos y donas...
Toma una, la parte al medio y le ofrece el resto a la mayor con un movimiento de muñeca.
-¿Y? ¿Cómo sabe? – la voz de la periodista se escucha entre las exclamaciones de satisfacción del resto de las chicas. Normalmente no ingieren esa cantidad de carbohidratos, y mucho menos en cámara.
-Mejor que el amor – responde, una vez más, y no puede evitar mirar a Lauren por el rabillo del ojo. Genial, lo ha dicho en voz alta.
Si fueran dos adolescentes normales quizás todo el asunto pasaría desapercibido.
Pero la gente normal no sale en televisión, ni tiene un millón de reproducciones en sus canales de Youtube, ni se pasa meses enteros en la carretera.
Odia sonar como una chiquilla malcriada. Está realmente agradecida. Pasó de sentarse sola en la hora del almuerzo a tener centenares de fans que darían un ojo de la cara por invitarla a cenar y de cantar únicamente en la ducha a tener un solo en televisión nacional. Algunas veces, sobre todo cuando recién despierta, le cuesta entender dónde está y por qué hay un empapelado elegante en lugar del caos de su habitación.
Y entonces piensa en cómo serían las cosas si ella y Lauren se hubieran encontrado en las calles de Miami, y no en los pasillos de aquél estudio. A veces fantasea con algún que otro beso y por fin entiende de qué va el amor del que tanto hablan en los libros. Otras veces son sólo amigas, amigas inseparables, que pueden hacer lo que les plazca sin rendir cuentas a nadie (ni siquiera a sus padres).
Aunque la mayor parte de las veces la fantasía se torna en pesadilla. Lauren está en la rambla con un numeroso grupo de chicos -generalmente no tienen rostro, pero en ocasiones no puede evitar imaginárselos como sus ex compañeros de secundaria- y la ignora. La ignora, o se burla. Camila no sabe qué es peor. Se resigna a que una chica tan segura y llena de vida como Lauren jamás hubiera dejado entrar en su vida a una chica tan tímida como ella si no fuera por su talento. Y entra en un letargo del que sólo la verdadera Lauren (la que la invitaría a pasar una y mil veces aunque cantara como un gato ahogándose con una bola de pelos) puede sacarla.
-¿Camz? – el corazón le da un vuelco cada vez que la llama así, que es todas las veces. Estúpidas hormonas adolescentes – ¿Está todo bien? Vi que no bajaste a cenar así que te subí un poco de pizza...
Ya es de noche. La producción ha arreglado que se queden en un hotel y que partan mañana a primera hora en el autobús de la gira. No sabe si a un concierto, a una entrega de premios, a grabar un álbum o a un evento benéfico. Podría ser en este Estado -¿Dónde están ahora? ¿Ohio? ¿Misuri? - o en cualquier otro. Ha dejado de llevar la cuenta. De esas cosas se encargaba su mamá, pero sólo al principio. No puede dejar a Sofi y a su marido para perseguirla por todo el país.
-Oh, es muy dulce de tu parte. Pero no tengo mucho apetito, gracias.
Se sobresalta cuando Lauren acorta la distancia y prácticamente se coloca a horcajadas sobre ella. Es lo más cerca que han estado desde que los rumores se salieron de control.
-¡Diosito mío, que se nos va! – le encanta cuando habla en español, aunque su acento no sea tan genuino como el suyo. Está armando un circo propio de Fidel... le toca la frente y las mejillas y hace un esfuerzo por sonar desesperada - ¡M'hijita, que estás ardiendo! ¿Camila Cabello rechazando una pizza? ¡Necesito todas las unidades posibles...!
No puede evitar sonreír. Su temperatura corporal estaba perfectamente bien, pero es difícil controlarla cuando tiene a la falsa cubana (como le gusta llamarla para hacerla cabrear) encima. Siente cómo de a poco se le van desnaturalizando las proteínas.
-Estoy bien. Me llené con el Cronut... - sabe que ha sonado más seca de la cuenta, pero no puede evitarlo. O mejor dicho, ha hecho tanto en estas últimas semanas para sonar así que ahora vive en modo automático.
-Cierto, ¿de qué fue eso hoy? ¡Sonabas como un personaje de Tim Burton! – el circo se detuvo, y Camila supo que la mayor no se iba a ir hasta no sonsacarle toda la información necesaria. Era su especialidad.
-Nada, fue sólo una expresión – no es muy elocuente, y sin embargo la ojiverde no se ha apartado ni un milímetro. Es más, juraría que se pegó un poco más. – Además, como si yo supiera algo del amor...
Tarda un segundo más del necesario para reaccionar.
Los dedos de Lauren la recorren, se detienen en sus axilas y en su vientre. Camila quiere contraatacar, pero está en una posición completamente desfavorable. Sabe que terminará en cuanto deje de resistirse, pero no quiere que termine nunca. Le agradan las cosquillas.
-Eres mil veces más bonita cuando sonríes, ¿Sabías? – y, como para predicar con el ejemplo, vuelve a mostrarle los dientes.
Lo único que no le agrada de la sonrisa de Lauren es que es tan grande que termina cerrando un poco los ojos. El sol y la luna no pueden pasar demasiado tiempo juntos. Sería injusto para el resto de los mortales. Los ojos y la sonrisa de Lauren forman un eclipse, y tiene que agradecer por cada oportunidad que tiene de verlo en primera fila.
-¿Ya vas a decirme por qué estás triste? – se separa, primero unos pocos milímetros, y luego se deja caer a su lado en la cama.
No era algo inusual. En las primeras giras, cuanto todavía no eran una banda tan reconocida, ninguna tenía su propia habitación. Camila se resignó a ser elegida siempre a lo último. Por supuesto, se moría de ganas de compartir cuarto con Lauren. Jamás imaginó que la latina iba a ser la primera en escogerla, al grito de "Que viva Cuba Libre".
Al principio no podían pegar un ojo. Se hizo costumbre pasar noches enteras en vela, hablando de la locura que estaban viviendo. Y luego de sus sueños. De sus ambiciones. De quiénes eran. De quiénes habían sido.
Todavía recuerda la noche en que Lauren le pidió si podía hacerle un lugar en su cama, bromeando con que o iban a salirle nódulos o los paparazi se enterarían de todos sus secretos si tenía que seguir gritando desde el rincón opuesto de la habitación.
A partir de ahí, comenzaron a hablar en susurros. A veces podía sentir la voz de Lauren vibrando en su oído medio. Era mucho mejor que una caricia. Otras veces, sumaban la música a la ecuación y luchaban por ver quién resistía más tiempo sin dormirse, aunque la ganadora jamás se iba a dormir a la otra cama.
Cuando ¿por fin? comenzaron a tener cuartos individuales el viejo ritual se vio considerablemente reducido. En parte fue una bendición, porque con los rumores en puerta y la nariz de Lauren tan cerca de la suya era difícil contener las ganas de hacer un movimiento. Una pequeña parte de Camila no puede evitar preguntarse si una pequeña parte de Lauren no siente lo mismo que ella.
Otra vez se le ha quedado mirando.
Aunque esta vez al menos no hay cámaras que la delaten.
-No es algo que pueda hablar contigo.
La respuesta fue como un baldazo de agua fría. Casi pudo ver la tristeza nadando en sus ojos verdes. No entendía cómo podía ser tan despistada... ¿Es que acaso no había visto los videos? Se nota que se la come con los ojos. A veces se enoja (mucho) y llega a la conclusión de que su amiga conoce su situación a fondo y simplemente disfruta de ser objeto de su idolatría. En más de una oportunidad Ally o Dinah la han emboscado y le han preguntado si le gustan las chicas. ¿Cómo se supone que iba a saberlo? Jamás había estado con una. O con uno. La gira había empezado cuando ella era demasiado pequeña, y no es que fuera muy popular en el instituto...
Lo que si sabe es que le gusta Lauren.
Al principio era una especie de idolatría. Simplemente no podía ser que una misma persona reuniera tanto talento, estilo y belleza. No quería estar con Lauren (¿Y ahora quería estar con Lauren? Dios, está algo mareada) quería ser como Lauren.
Luego pasó lo peligroso. Se dio cuenta que ya no estaba perdidamente enamorada de la Lauren Jauregui que brillaba en el escenario sino de la adolescente asustada con la que discutía por el control de la televisión y de la música.
-¿Es por Camren? – la menor no dice nada, y tampoco la mira. Ha dado en el clavo. Más bien se siente como si le hubiera clavado algo – Yo... lo siento si te hice sentir incómoda. Pensé que no importaba lo que la gente dijera de nosotras.
Ahí estaba de nuevo.
¿Por qué se disculpaba? No era a ella a la que habían pillado observándola en cada bendita entrevista. Rozándola tan sin querer queriéndola. Bromeando "Mi celebrity crush es Lauren", "Amo tus ojos". Dios. Cada vez que veía los videos se sentía tan obvia que si no tuviera un contrato de media tiraría su celular desde el mismísimo Empire State.
-No es tu culpa. No es culpa de nadie – aunque en ese punto, no estaba tan segura. Después de todo, al menos una parte de los rumores eran ciertos – Me atrevería a decir que nuestro productor lo alienta. Si mi vida no hubiera sido una reverenda mierda antes de conocerte, casi que preferiría estar de vuelta en Miami.
Se hizo un silencio un tanto incómodo.
No era lo usual. Los silencios siempre eran agradables entre ellas.
-... antes de unirte al grupo – el dejo de duda en la voz de la mayor encendió todas sus alarmas.
-Sí, eso.
Nuevamente el silencio. Camila se preguntó si alguna vez se atrevería a decírselo. La sola idea la aterraba. No es que tuviera muchas esperanzas (¿Quizás un 2%? ¿5% en sus días más felices?) pero había tantas cosas que podían salir mal sin siquiera entrar en el terreno de amor no correspondido. Lauren se alejaría. Nunca más hablarían hasta el alba. Quizás se lo contaría a todo el mundo. Quizás terminara con la banda. O acabarían por hacerla a un lado. Pero tampoco podía ignorar el agujero negro que se estaba gestando en su pecho para esconder sus sentimientos.
Se miraron. Camila no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo. Todo el mundo hablaba de lo bonitos que eran los ojos de Lauren, pero en general hacían referencia a su color. Pero a Camila siempre le ha parecido que el color es secundario al lado de la forma que tiene Lauren de mirar. Se siente expuesta, como sin con la mirada pudiera desarmarle la retina, atravesar su nervio óptico y llegar directamente a su cerebro. Su corazón requería otros cuidados.
-Me hubiera encantado conocerte de pequeña. Y el hecho de vivir a solo veinte minutos en coche... ¿Quién sabe cuántas veces recorrimos las mismas calles? ¡Podríamos habernos pasado quince años combatiendo al crimen! ¡Jugando en mi casita del árbol! ¡Quizás sabrías bailar y yo podría... leer!
Sabe que, aunque la situación parezca irremontable, está tratando de animarla.
La ama más por eso.
Y más la ama, más lo empeora.
-¿Pero sabes qué pienso después? ¿Perdimos cuánto? ¿Quince, dieciséis años? Y ganamos el resto de nuestras vidas. ¡Y qué vidas!
No solo no la mira, sino que ya no puede reprimir el llanto.
Lauren no sabe cómo reaccionar. Son contadas con los dedos de una mano las veces que la ha visto llorar, y nunca ha sido así.
-Camz... por favor. No te puedo ver así... - intenta abrazarla, pero la menor la aparta. No de una forma brusca (parece de porcelana) pero están tan cerca que se siente directamente como un empujón.
-Por favor, Lo. Vete.
No se le cruza por la cabeza hacerle caso. Pero cada vez que se acerca, aunque sea un milímetro, el llanto empeora. Termina cediendo, aunque de mala gana. Aprieta suavemente la palma de su mano antes de irse, de la misma forma que lo hace antes de empezar cada show.
Sale al corredor visiblemente angustiada. No está segura que dejar sola a Camila sea la mejor opción, pero su presencia claramente no estaba mejorando las cosas. Quizás alguna de las chicas todavía esté en la sala de estar y pueda subir a ver si consigue sonsacarle algo. Tampoco tiene muy en claro si está enojada con ella o con alguien más o si pasó algo. ¿Debería pedirle a alguna de sus compañeras cambiar de habitación? ¿En cuánto tiempo era prudente para volver en caso de que el resto esté durmiendo?
-Wow. Ese look Merlina Adams sí que te queda... - la voz de Normani la quita de sus pensamientos. Es la única persona en la sala de estar, y en un punto Lauren parece aliviada de encontrarse con ella - ¿Comiste algo? Pareces un papel...
-No todas tenemos la suerte de tener tu dosis de melanina...
-¿Melanina? ¡Te estás juntando mucho con Cabello! ¡No durarías ni un round en Georgia!
Quizás si la morocha no hubiera nombrado directamente a Camila tendría una chance de evadir el problema. Pero, a juzgar por su expresión, podía leerla como un libro.
-¿Camren otra vez? ¡Y yo que pensé que estaba haciendo un gran trabajo con Laurmani!
-Pf, no sabría cómo tratarte. Eres mucho para mí.
-Sí, es el problema de salir con jovencitas blancas...
No pueden evitar soltar una carcajada. Es increíble cómo no hay nada con lo que no puedan bromear. Normani utiliza el contraste entre sus pieles constantemente como motivo de burla. En los diálogos más disparatados amenaza con deportarla a Mexico, a Cuba o "a la islita de donde sea que vengas" y hasta cita a Martin Luther King. Es imposible no reírse con ella.
Cuando los rumores sobre Camren comenzaron, fue la primera en tomar el guante y bromear sobre su sexualidad. A Normani le gustan más los chicos que el helado (Y vaya que le gustaba el helado) y al día de hoy Lauren todavía no puede olvidar el día que la encontró pasándosela de lo lindo con Arin en su camarino. No obstante, en varias oportunidades ha salido a dar la cara por sus compañeras, manejando a los medios con una frialdad y una soltura que ella no tendría nunca.
-Odio este asunto de Camren. Odio cómo me afecta. Es como si todo lo que dijera e hiciera está de antemano mal. Si lo niego, lo confirmo. Si lo niego muy efusivamente, parece que tengo algo en contra de la comunidad LGTBI. Si lo confirmo... estaría faltando a la verdad y ya no podría gritarle a Nick Jonas que se saque la camisa en cada concierto. Pero por sobre todas las cosas odio cómo afecta a Camz...
Dijo tantas cosas en tan poco tiempo que la morena casi hace la mímica de rapear, aunque por suerte comprendió que no era el momento.
-Ya sabes que no puedo ser imparcial en este asunto...
-¡Que no le gusto! ¡Sólo somos amigas! Sinceramente, no creo que le guste nadie. Está demasiado... rota.
Se hizo un silencio durante el cual Normani procuró por todos los medios hacerse la distraída. Cuando llegó al punto de prácticamente tararear una canción mientras se miraba las uñas, la latina decidió que era hora de intervenir.
-Tienes cinco segundos para hablar antes de que despierte a Ally para contarle que te comes en secreto su labial porque "sabe a frambuesa".
-¿Sabés? Si pusieras esa energía en resolver tus problemas personales no tendríamos esta conversación tres veces por semana...
La latina respondió con un bufido. La morena volvió a mirarse las uñas con cierto desinterés, pero sin poder disimular una sonrisita de oreja a oreja.
-Arrrrw. No tiene caso. Mejor me voy a mi cuarto... ¡Laurmani nunca va a tener un futuro si sigues tratándome así! – le sacó la lengua y se dirigió pesadamente hacia la escalera. Sabía que, evocando algún bien mayor, la morena no iba a cambiarle de habitación por esta noche.
-No has dicho que no te gusta – la interrumpió, cuando ya había subido algunos escalones.
-¿Qué? – no podía dar crédito a sus oídos.
-Siempre dices que no le gustas, y que sólo son amigas. Pero nunca dices si te gusta a ti.
Prefirió hacer oídos sordos. Todo lo que diga podía ser usado en su contra.
Respiró profundamente antes de dar dos golpecitos suaves a la puerta. Estaba por golpear de nuevo cuando se encontró cara a cara con su pequeña.
-Camz, yo...
No pudo completar la frase. La jovencita la tomó de la cintura y, con una fuerza inusitada, la metió en la habitación.
