Cabizbaja, fijé la vista en mi futuro. Un futuro que yo no elegí. ¿Por qué estaba destinada a esto? ¿Podría evitarlo? Sabía que no. Sostuve firmemente la mano de Harry, le agradecí su ayuda siempre incondicional. Me despedí. Él lloraba, eso me hacía sentir aún peor.
Caminé hacia el traslador que me llevaría a lo que sería mi nuevo destino, mi nuevo hogar. Un lugar donde, según Harry y la Orden, estaría segura. Pero ¿que si yo no quería estar segura? No me satisface para nada encerrarme y dejar a Harry expuesta a tanto peligro. Pero él seguía insistiendo en que era la única opción, el que no debe ser nombrado me estaba buscando, y no descansaría hasta encontrarme. Allí no me podría encontrar.
Pero eso ya no me importaba. Yo era la única a su lado, la única que le quedaba. Ron y Hermione muertos, mamá y papá esperándome y mis hermanos luchando. Yo era la única que le brindaba amor, que lo acompañaba, excepto en la lucha. Lo amaba tanto y el a mi, que sería capaz de entregar mi vida por él. Le dije en un susurro lo que pensaba, y me volvió a contestar lo mismo de siempre, firme, que si yo no estaba más, el ya no podría continuar.
Se mostraba fuerte frente a mí, para transmitirme lo poco de esperanza que quedaba. Me arrojé a sus brazos, como la primera vez, hace ya tres lejanos años, en Hogwarts. Cómo añoraba esos momentos, en guerra, pero unidos, vivos. Como niños indefensos. Harry anunció otra vez que era la hora de irme. Negué con la cabeza, no podía, simplemente mi cuerpo lo rechazaba. Moriría sabiendo que él estaba tan expuesto a tal peligro. Sin Dumbledore, todo había empeorado. Nuestras sospechas de su regreso se habían desvanecido. Se había ido para siempre. Ya no había vuelta atrás. Voldemort cada vez reunía más gente y el cielo, antes azul, ya era gris. Pero Harry siempre tan firme, como el héroe que era, como el héroe del que me enamoré, por el que reí y lloré. Él me había salvado la vida tantas veces, y quería volver a hacerlo.
Sus ojos verdes ya no irradiaban esperanza. Todo estaba perdido. Di un paso una paso hacia esa taza rota que utilizaban como traslador. Lo abrasé una vez más, lo besé como si mi vida dependiera de ello. -Te amo- susurré. Logre que emitiera una sonrisa. Le sonreí. Me prometió que todo estaría bien. Tomó mi mano y me acompañó hasta el traslador. Solté su mano para tomarlo, y sentí el cosquilleo, y observe que el bosque de mi alrededor, y la figura de Harry ya no eran claras.
Llegué a una cueva sombría, donde una muchedumbre de encapuchados me esperaba. Presentí que nada estaba bien.
Uno en el centro, se dirigió hacia mí. A medida que caminaba los demás se arrodillaban a sus pies. No podía ver el rostro de ese hombre, ni lo quería hacer, ya que sabía perfectamente quién era.
Se detuvo a un metro mío. Podía escuchar el sonido de su respiración agitada, ansiosa. Lo último que vi fue una luz verde. Y la cara de un asesino.
