A Taichi Yagami no le gustaba la escuela.

Todo el mundo sabía eso; lo que no estaba tan claro era el porque.

No es que tuviera excesivos problemas en ella: su escuela era muy normalita; de esas donde tarde o temprano todos conocen a todos, te guste o no. No tenía que preocuparse de insultos, o de que le robasen el dinero de la comida, o de recibir una paliza a la salida de clase. Había oído que eso ocurría en algunos centros y agradecía con toda su alma que el suyo no fuera uno de ellos.

No, definitivamente no era esa la causa.

Tampoco era que fuese estúpido y no comprendiera lo que se decía en clase. Una cosa es hacerse el tonto, y otra muy distinta serlo.

No.

Lo que a Taichi le pasaba es que siempre encontraba una manera mejor de pasar su tiempo que frente a su lección.

Él lo intentaba. Se sentaba en la mesa de su habitación, abría el libro, buscaba la página correcta y...

... y siempre encontraba algo mejor que hacer.

Entre esas cosas más interesantes estaba ver la tele, dormir, jugar al fútbol, salir con los amigos, (especialmente si ese amigo era Matt), etc, etc, ..., incluso quedarse mirando al techo parecía más atractivo que ponerse a estudiar.

El caso es que como todo trae sus consecuencias, su personal agobio-al-intentar-estudiar-que-me-lleva-a-desistir-y-hacer-algo-mucho-más-interesante empezaba a traerle problemas. Eso, y también su falta de puntualidad. En concreto un gran problema de un año de duración que no había servido para nada más que para aumentar el poco aprecio que el muchacho tenía a la escuela.

// FLASHBACK //

Tai no podía respirar.

Había venido corriendo desde su casa, que por cierto estaba bastante lejos de la escuela, y ahora apenas podía meter aire en sus doloridos pulmones. Además, cada vez que lo hacía el dolor que tenía en el costado, y que a estas alturas se extendía por todo el estómago, le recordaba que lo que realmente necesitaba era parar el ritmo y sentarse a descansar.

Pero no podía hacerlo.

Esa mañana, como prácticamente todas, había apagado el molesto despertador y se había dado la vuelta, acurrucándose de nuevo bajo las mantas. No se había enterado de más, tan solo creía haber oído a Kari que le decía algo, pero no lo recordaba muy bien. A decir verdad, era evidente que su hermana había intentado comunicar con él, y seguramente, decirle que iba a dormirse y llegar tarde, pero él, que estaba en el mundo del sueño feliz, ni se había enterado. No al menos hasta que se dio la vuelta movido por algún tipo de intervención divina y vio que ya tenia que estar llegando a su clase.

Nunca en su vida se había preparado tan rápido para llegar al colegio, pero como evidentemente no era su día de suerte, perdió el autobús y tubo que ir a patita a clase.

A patita y mucho más tarde que nunca en toda su dilatada carrera de "siento llegar tarde profesor"

Resultado: estaba medio ahogado, con un fuerte dolor de tripa, con los deberes olvidados ( y sin hacer) en la mesa de su habitación, y a la puerta de su clase preparándose para el peor castigo de su vida. ¡Y sólo llevaban dos semanas de clase!

Llamó a la puerta suavemente, para después abrirla y pasar.

Entro en la clase lo más discretamente que pudo, aunque de poco le sirvió porque tenia a todo sus compañeros mirándolo directamente a él.

-Vaya, vaya, Yagami. ¿Marcando nuevos retos? –ese tono de voz no podía traer nada bueno, y menos viniendo de un profesor.

-Lo siento señor. Me dormí

-Igual que ayer, y el día anterior, y seguramente igual que mañana. Pero hoy me siento generoso y voy a hacer de usted un hombre nuevo, ¿que le parece Yagami? –ciertamente era el tono más irónico que nunca había oído. Su profesor le estaba poniendo en ridículo y no podía hacer nada – vaya, no sabe que contestar, no importa, le daré un consejo útil que le será muy practico en el futuro: Comprese un despertador – Tai podía escuchar la risa tímida de algunos de sus compañeros y no pudo evitar sonrojarse – y cuando lo tenga asegúrese de comprender su complicado funcionamiento para que pueda programarlo y así por primera vez en su vida descubrir el enorme placer de llegar puntual a clase – Ahora podía oír las risas mucho más claramente. Su profesor quería ridiculizarlo delante de sus compañeros y, evidentemente lo estaba consiguiendo.

-Tengo despertador gracias, y se manejarlo – contesto tímidamente. No quería enfadar a su profesor más de lo que ya lo estaba pero tampoco podía evitar querer defenderse, por algo era el portador del valor, ¿no?

-Muy bien así que el problema no es ese, entonces supongo que todo esto se debe a su irresponsabilidad, la misma por la cual nunca tiene sus deberes hechos o por la que tiene usted la nota más baja de toda la clase en el último examen, ¿es eso? – ¿es que no pensaba parar de humillarlo nunca? Tai no era del grupo de los populares pero esta escenita lo condenaba para siempre. – No responde... entonces debe ser que tengo razón y su problema es la responsabilidad. Hoy es su día de suerte Yagami, porque voy a ayudarle a superarlo, sabe como... evidentemente no ... a partir de hoy usted se hará cargo de la biblioteca del colegio desde este mismo día hasta el final de curso, ¿esta claro?

Tai se quedo con la boca abierta pero atino a decir entre dientes :

-Si, señor.

¡Dios bendito! La biblioteca del colegio era el último lugar donde Tai quería acabar. Nadie llevaba el lugar desde hacia dos años, porque nadie quería cargar con ese muerto. Ahora él tenia que hacerse cargo de ello, lo cual suponía pasar más horas de las deseadas en su lugar más odiado, rodeado de libros viejos que nadie se molestaba en leer y apartado del resto de la humanidad, porque dicha biblioteca estaba escondida en la habitación más recóndita de todo el edificio.

Ese día había sido perfecto. Sencillamente perfecto.

//FIN FLASHBACK //

El primer día que llegó al lugar pensó que se echaría a llorar.

La habitación estaba más desordenada que la suya propia; llena de polvo, los libros estaban tirados por todas partes, y las baldas habían servido para hogar de diversos inquilinos (arañas, y demás bichitos)

Le habían informado que su misión sería limpiar la sala, colocar las baldas, poner los libros ordenados; y todo eso en el menor tiempo posible. Cuando hubiese acabado tenia que abrirle a cada libro una ficha para saber quien se había cogido el libro y cuando tenia que devolverlo (como si alguien fuese a coger alguno).

Habían transcurrido ya unos cuantos meses desde aquel fatídico día en que se había visto obligado a pasar aun más tiempo del estrictamente necesario en ese lugar, pero para su sorpresa la biblioteca había funcionado muy bien y todos los días tenia a un buen número de compañeros pululando por las estanterías. Pero lo que realmente le había sorprendido hasta el punto de dejarle con la boca abierta fue el muchacho que se llevaba libros más habitualmente. Yamato Ishida.