¡Queridas lectoras ^w^! no sé como referirme a ustedes pero este es mi primer fic así que me gustaría que me trataran con paciencia en el desarrollo de esta historia ;w;

La pareja es USUK y alguna otra por allí sin mencionar a "Dalia" con Alfred, quien ya sabrán con este capitulo de quien se trata, la historia tendrá algo de perversión y shota, pero no violación hasta donde yo tengo planeado u.ú

Pos supuesto aclaro que los personajes de Hetalia no son míos o todo sería muy yaoi ^w^


Alfred F. Jones era un abogado de jóvenes veintitrés con un sueldo bastante interesante y de buena facha, buenas amistades y una irremplazable sonrisa en su cara que le daba el "ACEPTO" de todos sus jefes pasados y actuales, su gran empeño a mover todo, la confianza que les brindaba también a sus clientes era de apreciarse.

El único dilema que tenía ese joven emprendedor es que solían gustarle las "mayores".

Dalia era la mujer de sus sueños, una chica inglesa ya casada de treinta, cuando se explica que le gustaban las mayores no era simplemente un decir, era irremediablemente separada con un hijo que aún desconocía a la vista, sólo sabía vagamente que tenía catorce para quince años el chico, callado y estudioso, lo iba a conocer muy pronto, sería algo así como su futuro "hijastro", eso sonaba bien.

-~La amo, amo mucho a Dalia~ - entrecerraba los ojos fuertemente con emoción mientras muchas estrellitas brillantes volaban a su alrededor. Era sumamente feliz, era viernes~

Por fin era viernes y podía irle a dar una visita larga a la mujer de sus sueños y ésta lo había invitado a su casa, traía la dirección en la mano, sonrió con ansia mientras practicaba la mejor sonrisa para la princesa de su vida, su querida doncellita, porque Alfred quería una princesa que salvar y siempre creyó que Dalia de Kirkland a la que pronto volvería "Dalia de Jones" era esa mujer especial.

Llegó tímidamente a tocar el timbre con entusiasmo, sin parecer muy insistente probó una y otra vez tocarlo, sin reiterar constantemente, sino dejando un prolongado tiempo de descanso entre los intentos.

-D…Dalia- era la hermosa chica que salía allí.

Parecía estar cansada y atareada en su labor en la casa, ella trabajaba y terminaba con su hogar en cuanto llegaba, era todo un ejemplo, tenía un hermoso cabello sujetado en una cinta roja mientras traía ropa café clara y una blusa suelta de color crema, ella era muy sencilla, cosa que también le agradaba al americano, junto al color de su cabello, dorado, luminoso y ojos algo pardos, ella era perfecta.

-¿Alfred? -rió dulcemente sorprendida -Lo lamento, no te había visto ni escuchado, ya sabes como es esto.

-"Trabajo es vida", lo sé, siempre ha sido así- rió sin rastro de culparla, no podría.

-Pero que hago aquí, aún parada como tonta -rió mientras se frotaba con suavidad la cabellera de atrás. -Pasa, pasa- insistió abriendo la reja del patio delantero.

Alfred sonreía como tonto, sin parar, se sentía agradable la presencia con esa hermosa muchacha, le gustaba bastante, cuando se conocieran mejor quizá le pediría matrimonio, pero eso ya eran planes a futuros. Alfred era emprendedor como ya era mencionado, podía planear toda su vida apenas teniendo una mera base de su actualidad.

Su casa era amplia, linda, lo esperaba en el comedor una bella mesa y un hermoso living frente a un gran televisor plasma, le gustaba el estilo de Dalia, su casa no era ni muy moderna ni tampoco anticuada, era perfecta, como ella, que no lucía como una niña pequeña, pero tampoco vieja, aparentaba sus buenos veinticinco, Alfred volvió a sonreír.

Ambos se sentaron a conversar mientras la inglesa le traía una coca-cola para pasar la sed. Todo iba normal hasta que aquello pasó.

-¡Aaajajja! ¡No te preocupes, el héroe estará allí para salvarte!

La puerta de la habitación del fondo se abrió y salió un chico, pero Alfred estaba muy ocupado fanfarroneándose con la mujer inglesa que poca atención le prestaba al muchacho que iba llegando.

-Madre, no encuentro mi polera negra… la del estampado- susurró normal.

El americano dejo de reírse al escuchar otra vez y volteo a ver, abrió un poco los ojos ante lo que veía, allí había un adolescente, su pelo era rubio y mojado de ojos verdes, estaba desnudo, no, casi totalmente desnudo, lo único que traía eran unos boxer negros, su cuerpo era de un blanco casi pálido, sin imperfección, era el cuerpo de un muchacho de catorce años bastante estructurado, todo en su lugar, el americano se sonrojó suavemente al notar que no podía evitar mirarlo, lo analizaba con la vista, subía de su hermoso rostro hasta su cadera, fijándose un poco en su trasero.

El sonido de la voz de Dalia interrumpió el extraño momento.

-¿No te vas a presentar?- le preguntó la madre- El es Alfred, un buen amigo.

El pequeño miró a lo descrito por su madre y sólo vio el rostro anonadado del americano, mirándolo, como si algo estuviera mal, frunció un poco sus ojos el inglés sintiéndose un poco observado, porque lo estaba siendo.

-Hola- dijo como si nada, no había expresión alguna en el rostro de ese atrevido británico, dicho esto se dio vuelta sin nada más, sin escuchar la respuesta de su madre de aquella polera que estaba buscando.

-Lo lamento, ese es mi hijo Arthur ajajaj- rió la chica. Pero Alfred no respondió, estaba atónito -¿Hey Alfi? ¿Estás allí?

El americano removió su cabeza de un lado para otro fuertemente, tratando de espabilarse -Claro, estoy en perfectas condiciones- rió con nerviosismo, sentía sus mejillas algo calientes y su corazón bombeando fuerte.

No comprendía lo que sucedía, no se daba a la idea de estar mirando de la manera en la cual lo hizo el cuerpo de un niño, del hijo de Dalia, no pudo apartar la vista de su pecho desnudo, de su rubio cabello e hipnotizantes ojos verdes, su estructura delgada, fina, incluso delicada, suculenta.

-¿Enserio no te pasa nada, Alfi?- ladeó la cabeza al notar como el americano estaba acalorado.

-Nada, nada me pasa- eso esperaba. Pero durante esa larga conversación ya no podía concentrarse, sólo pensaba en el cuerpo desnudo de ese chico y sus mejillas volvían a encenderse. Era lindo, verdaderamente lindo, era un niño tan lindo. Se sonrojó nuevamente.

Se repetía en su cabeza abundantes "no", él estaba enamorado de Dalia, ese chico era su hijo, un cuento aparte, no entendía que le pasaba, estaba cada vez más caliente al recordar a ese muchacho de ruda apariencia, nunca antes se había sentido de esa manera tan "curiosa", por Dalia era claro que sentía atracción, pero por eso chico…

Porque que a su edad le gustaran las mayores podía ser normal, pero no los menores ymenos un "hombre" e incluso menos el hijo de su gran amor. Desde ese día, su vida cambiaría rotundamente, aunque tratara de impedirlo las cuerdas del destino ya se estaban moviendo para él y para ese chico junto a su deseo que cada día crecería más y más.


Una idea así me tenía desde mucho tiempo metida, siempre es Alfred el pequeño, le tocaba una vez a Arthur. Lamento decirles esto, pero esto tendrá shota, quizá todas me odien y no me dejen ningún miserable review pero de esto va la historia. Es más, sé que tú querida amiga, me vas a matar por esto...