CAPÍTULO 1

En medio de un sueño placentero Ginny se despertó. Una lechuza le había picoteado la mejilla izquierda y no tuvo más remedio que levantarse.

- ¡Ay, Pigwideon, basta! Estúpido pajarraco...

La pelirroja miró en las patas del animal, pero no vio ninguna carta. Malhumorada, bajó a la sala común con el ave, donde encontró a su hermano hablando con sus amigos.

- ¡Pig! – gritó Ron al ver al pájaro. - ¿Lo tenías tú Ginny? ¡Podías haberme avisado! – y se lo quitó de las manos con brusquedad.

- Ah, genial, ¿ahora me tengo que disculpar porque ese bicho ha entrado en mi habitación y me ha atacado mientras dormía?

El pelirrojo se ruborizó.

- Perdón... es que todavía tengo que amaestrarlo...

Harry, Hermione, Ginny y Ron bajaron las escaleras para llegar al Gran Comedor. Pigwideon revoloteaba sobre sus cabezas.

- Ron, de verdad, haz algo con esa cosa – dijo Ginny señalando la lechuza.

- Sí Weasley – sonó una voz detrás. – Podrías hacerte un caldo con él. Menudo manjar para toda tu familia, dudo que nunca hayáis comido nada mejor en esa pocilga.

- Cállate Malfoy – espetó la pequeña Weasley.

- ¿Y qué vas a hacer sino? – la retó el rubio alzando las cejas.

- Prefieres no saberlo, créeme – contestó la pelirroja amenazante.

Todos creyeron que Malfoy seguiría insultando, pero en lugar de eso le dedicó una sonrisa nerviosa y dada media vuelta se marchó.

Los gryffindor se miraron unos a otros.

- Este tío, además de ser un imbécil, es más raro que un perro verde – rió Ron.

Hermione y Harry soltaron una carcajada. Ginny en cambio se quedó contemplando cómo Malfoy desaparecía entre la multitud.

- Bueno, vamos a desayunar, que tengo hambre – suplicó Harry llevándose la mano al estómago.

El resto asintieron y lo siguieron hasta el Gran Comedor. Hermione charlaba alegremente con Ginny mientras Ron y Harry terminaban de escribir una redacción para Historia de la Magia que tenían que entregar ese mismo día.

Una vez terminado el desayuno el trío se despidió de Ginny y se marcharon a clase de Pociones.

Cuando los tres llegaron al aula vieron que Malfoy se sentó solo atrás.

- ¿Por qué no se sienta con sus amigotes? – preguntó Hermione en un susurro.

- Ni idea, pero últimamente lo he visto bastante solo. Antes, por ejemplo, cuando se ha acercado a burlarse de nosotros ni Crabbe ni Goyle estaban con él – contestó misteriosamente Ron.

Harry se limitó a encoger los hombros.

Snape entró en clase con peor humor que cualquier otro día. Cerró la puerta con tanata brusquedad que se quedó con el picaporte en la mano y ni se molestó en hacer el encantamiento "reparo".

- Bien, empecemos la clase.

Todos los alumnos se apresuraron a sacar los libros para no enfadarlo aún más.

- Guardad los libros – ordenó. – Hoy vamos a hacer un examen sorpresa... un examen oral.

Harry, Ron y Hermione se miraron. Sabían que les iba a preguntar a ellos para intentar dejarlos mal, como siempre, y bajarle puntos a Gryffindor.

- ¿Algún voluntario?

Todos bajaron la cabeza. Ron la bajó tanto que se dió contra la mesa y Malfoy no pudo evitar soltar una carcajada.

- Vaya, veo que tenemos un voluntario – Ron tragó saliva, pero, para su sorpresa, el profesor no lo miraba a él. - ¿Señor Malfoy?

El joven de cabello rubio levantó la vista.

- ¿Podría decirnos cuántas pociones imperdonables hay?

Draco dudó un momento y comenzó a hablar:

- Bueno, está la poción Potio Mortis, que viene del latín y significa "bebida de la muerte"...

- Patético – lo cortó Severus. – Las pociones no se clasifican por imperdonables, señor Malfoy. La respuesta correcta era decir que no existe esa categoría en pociones.

Malfoy no dijo nada.

Los amigos de Draco no parecían sorprendidos con el comportamiento del profesor, pero el resto de la gente miraba con incredulidad. El chico rubio había sido desde siempre el alumno favorito de Snape y, por alguna extraña razón, había dejado de serlo.