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Verano. El sol le quemaba despiadadamente la cabeza y hacía que le doliese. Se pasó la mano por el pelo...estaba ardiendo, quemaba, y la gomina se le había resecado tanto que su peinado parecía estar esculpido sobre su cabeza. Se planteó si debería comenzar a usar esas boinas que se estaban llevando tanto, solo por no quemarse la cabeza más veces. Aunque la idea de sustituir aquel tostamiento por la posibilidad de acabar con la cabeza sudada y una ridícula marca en la frente no le agradaba, precisamente.
Dejó de pensar en sus cosas cuando localizó la dirección que le habían indicado por teléfono. Echó una ojeada a su reloj: llegaba con 20 minutos de antelación. La llamada de teléfono le había dado unas instrucciones específicas. A la hora acordada, la puerta se abriría sola, no debía intentar entrar antes. Si se retrasaba más de 5 minutos perdería automáticamente el trabajo. Jugueteó con el dado que llevaba guardado en su pantalón; todo estaba bien.
Aquellas normas no tenían mucho sentido, pero él se lo tomó con naturalidad. Los clientes pedían cosas muy raras para proteger su privacidad. Utilizaba intermediarios, asistentes, comunicados confidenciales, llamadas de teléfono, a menudo con voces distorsionadas, hacían lo que fuese. Pero trabajos como esos, resultaban bastante sencillos de guardar en secreto. La gente normal ni siquiera se imaginaba que entrar en los sueños ajenos fuera posible.
Pensando de nuevo en la privacidad del cliente, localizó un banco a la sombra desde donde se podía ver bien la puerta y se sentó a esperar. Sacó el dado de su bolsillo y se entretuvo mirándolo mientras le daba vueltas entre sus dedos.
-Qué haces tú aquí? -Se asustó. La pregunta, formulada de otro modo, hubiese resultado incluso agresiva, pero aquella voz demostraba sorpresa e incluso algo de felicidad.
-Dom! También te... -guardó diligentemente su dado - también te han llamado a tí?
-Ya ves... entonces, no sabrás si va a venir alguien más, verdad?
-No tengo ni idea. Tampoco sé en que consistirá este trabajo. Te han dado detalles a tí?
-No, nada. -Cruzó los brazos con resignación y miró con el ceño fruncido a la puerta. Alzó una ceja y se sentó al lado de su compañero. -Pues a esperar.
Se hizo un corto silencio.
-Has... has sabido algo de los demás? Durante este tiempo, desde que hicimos el trabajo de Saito, no..
-Bueno.. Yusuf se volvió a su casa en Mombasa, tiene un negocio que dirigir. Tu amiguito Eames -recibió una mirada punzante como respuesta; Cobb se sonrió- debe de estar por Las Vegas o algún sitio de estos haciendo alguna cosa de esas de imitaciones o algo, o gastandose el dinero en casinos, vete tú a saber. Luego, mi suegro me ha contado que Ariadne ha seguido estudiando y que ha tenido muy buenas notas. Pero como ahora es verano, estará en cualquier sitio, de vacaciones. Qué suerte tienen estos estudiantes...
-Ella es muy brillante
-Eh? si, muy inteligente. No sé que hubiera sido de todos nosotros de no haber sido por ella.
-Estaríamos jodidos. - Volvió a pasarse la mano por el pelo para restar importancia a asunto. Ya no quemaba como antes; aplastó un par de mechones con los dedos, para ver si cedía un poco la gomina endurecida. Poco despues de algunos crujidos sordos, notó polvillo en sus dedos, y paró con cara de precupación. Carraspeó.
-Aún quedan diez minutos.
Se volvieron a quedar en silencio, mirando al frente. La calle estaba bastante vacía. En el tiempo que llevaban ahí, no había pasado ni un peatón más. De cuando en cuando se oía el sonido de algun coche rodar en alguna calle cercana. Ruido de pajaros, y un inquietante cantar de cigarras. Sólo eso. Echaban miradas furtivas a la fachada del edificio pero tampoco parecía haber nadie asomado a las ventanas. El calor empezaba a agobiarles. De verdad aquella espera era necesaria?
Cuando faltaban apenas un par de minutos los dos alzaron sus muñecas al unísono para comprobar la cuenta atrás en sus respectivos relojes. Finalmente, en el preciso momento en que el segundero llegaba a las doce, escucharon un crujido proviniente de la puerta donde les habían citado. Se miraron y asintieron antes de entrar.
No había nadie esperando tras la puerta. Se encontraron directamente en el amplio salón de una casa amueblada de forma minimalista, tirando más bien a futurista. Igual que en las revistas de decoración. Espacios amplios, pulcros, los cuadros, expresionistas, colocados de forma estudiada. Sin embargo todo aquello tenía un aire artificial que robaba cualquier calor humano que pudiese existir dentro de esa casa. Cobb no pudo evitar mirar con recelo a su compañero, que lo estaba mirando todo con ojos brillantes, y fascinación contenida.
-Yo no tengo nada que ver con esto -respondió rápidamente tras recibir un codazo. -En serio, a mi no me mires.-continuó mirando alrededor con creciente curiosidad.
Cobb avanzó hasta una mesa demasiado pulida, mientras Arthur no miraba, y giró su peonza disimuladamente. Se cayó enseguida. Probo otra vez mas. Igual. Suspiró y se guardó su tótem en el bolsillo. Disimuló con una tos, y giró hacia la inmensidad de la estancia, ponendo un brazo en jarras.
-Hay alguien ahí? No tenemos todo el día. -En su voz se notaba su impaciencia y creciente desdén.
-Pasen, por favor! -La voz provenía desde detrás de una puerta corredera, de solida madera oscura, dificil de distinguir a simple vista.
Se acercaron a la puerta y ésta se abrió automáticamente. Aunque era algo inesperado, esta vez los dos expresaron un cierto mosqueo. Delante de ellos había otra enorme sala, con las paredes forradas de librerías, y un escritorio al fondo, frente a la ventana. Como era de esperar en tal situación, la silla del escritorio, que más bien, era un sillón de cuero, estaba girada hacia la ventana. Ambos se miraron; opinaban lo mismo. Aquel señor intentaba impresionarles. Era otra de esas reacciones típicas cuando el cliente era muy rico. Sólo que, cuando un trabajo empezaba de aquella manera, en un 99% de las ocasiones era una mala señal.
Arthur escondió sus intenciones de reirse en alto tras una sonrisa, con los labios apretados. Pronto volvió a mirar al frente y mantuvo la compostura; tiró del borde de su chaqueta y recolocó el cuello de su camisa.
-Vamos -su voz era casi inperceptible
Avanzaron por el alargado despacho. Conforme se acercaban al escritorio, el efecto de contraluz perdía su fuerza y podían distinguir las cosas que había en él: al menos cuatro pantallas planas, un par de teclados, algo que parecía un marco digital, un portatil cerrado, otro abierto, un netbook, un pad digital, y unos cuantos smartphones, que parecían iguales. Cuanto más se acercaban mejor podían escuchar el discreto zumbido de toda la equipación funcionando. Aquella persona, sin duda era una obsesa de la informática. Era algo que valía la pena tener en cuenta.
Al fin llegaron al escritorio, pero a pesar de que era obvio, por el sonido de sus pasos, que ya estaban ahí, no hubo reacción por parte del cliente. Cobb dio unos golpecitos en una caja metálica que servía de embellecedor, al ocultar todo el cableado. Hizo falta otro intento. En su cara comenzó a notarse su impaciencia. Finalmente, el sillón se giró lánguidamente, y ahí sentado, estaba el cliente, golpeando entre sí las puntas de sus dedos. Era un hombre de mediana edad. Su pelo largo, que presumiblemente fue oscuro en algún momento, pero una gran cantidad de canas lo hacía parecer gris, estaba recogido en una tirante coleta en la nuca. Llevaba un traje completamente negro, la única nota de color la daban las rayas blancas de su corbata.
Miró a ambos con curiosidad, como si esperara alguna reacción de ellos, pero no dijo nada. Aquel silencio era demasiado incómodo. Cobb empezó a perder visiblemente la pacienia, y Arthur intentaba suavizar su cara de poker, para no dejar de parecer amable. Carraspeó como medida de emergencia. Al fin, el cliente puso una cara que mostraba un tanto de decepción, y no fue hasta entonces cuando se levantó de su sillón para darles la mano.
-Buenas tardes, señores. Soy Stephan Walls... -hizo una pausa para dramática. Cobb asintió, Arthur fingió sorpresa y dijo "Oh..." antes de estrechar la mano. -Como sabrán, soy el dueño y fundador de Ubercorp.
-Los creadores de la Neoningen y el Sistema operativo Pasokon, correcto?
-Así es, todo eso ha sido creación mía. La gente me debe muchas cosas.
-Por supuesto, por supuesto... -tos.
-Podríamos saber cuál es el trabajo que quiere proponernos? -la pregunta funcionó como un par de tijeras invisibles
-Hum... -otra vez, una expresión disgustada. Aquel hombre parecía estar malacostumbrado a la gente impresionable. -Necesito una extracción sencilla, nada más.
-Muy bien
-El sujeto... es esta chica... -El señor Walls se inclinó hacia una de las pantallas, e hizo click con un ratón inalámbrico. Una gran multicopiadora que parecía camuflada contra la ventana, se puso en funcionamiento y comenzó a imprimir a gran velocidad. Tras unos momentos de silencio invadidos solo por el sonido de la máquina, tuvieron impresas dos copias de un dossier, que de paso, venian ya grapadas. El cliente entregó una copia a cada uno, y ellos comenzaron a hojearlas al instante.
-Es una adolescente...
-Sí, es mi sobrina.
-No resultaría más fácil hablarlo con ella?
-No, ella no me lo diría nunca. Es... un poco reservada y además ella lo protege muy celosamente. Quiere usar esa idea en el futuro, porque resolvería de un plumazo su vida laboral... -se rió ante la ingenuidad de su sobrina - se imaginan... estos jovenes no quieren ni trabajar. -Recibió miradas furtivas de ambos - Si consigo ya esa idea, podré adelantarme a todo el mundo y sería una revolución tecnológica a escala mundial. Por eso, es tan valiosa.
-De acuerdo... -Arthur leía extractos el dossier con seriedad. Lo que les estaba pidiendo el cliente no le hacía mucha gracia, pero los clientes pedían cosas de toda índole y el no podía permitirse el lujo de cuestionarse su moralidad.
-Tal vez les cueste un poco acceder a ella -prosiguió Walls - pero confío en sus habilidades. La idea se relaciona con un dispositivo que revolucionaría el ocio y las telecomunicaciones. En principio les concedo dos semanas, pero conociendo a mi sobrina, les puedo dar otra semana más si hiciese falta.
-Me parece muy bien
-Aquí tienen una suma de dinero que podría cubrir los gastos iniciales, y tambien parte de sus honorarios. No está todo lo que mencioné por teléfono. Si se uniese alguien más a su equipo tambien liquidaría la parte proporcional a los demás miembros. -Walls sacó un maletín de debajo de su escritorio. Contenía varios tacos ordenados de billetes, y un sobre con varias copias del contrato. Después de enseñarles el contenido, lo dejó abierto a un lado del escritorio y dejó dos copias listas para ser firmadas.
Hubo otro silencio. Ellos no se esperaban que les diesen todo tan atado desde un principio, así que se sentían un poco descolocados. Dentro de sus bolsillos comprobaron compulsivamente sus tótems. Pero comprobarlos desde dentro del bolsillo no valía mucho la pena.
-Ah, si... -El cliente cogió dos de los teléfonos que había sobre el escritorio y dio uno a cada uno- Estos son nuestros últimos modelos. Vienen libres. Están preprogramados para ponerles en contacto conmigo mediante marcación por voz. Solo tienen que decir "Walls" y..
-Si, si..
-Si completan el trabajo correctamente también serán suyos. Son caros. -Buscó sus inexistentes reacciones, y se apoyó sobre el escritorio.- Entonces, puedo contar con ustedes?
Los compañeros se miraron unos instantes. Una extración, normalmente, era sencilla. Y si la víctima era un adolescente, sería presumiblemente fácil.
-Yo acepto. Tú, Cobb?
-De acuerdo, lo haremos.
-Genial. -Al fin la sonrisa del cliente no parecía forzada. -Entonces, firmen aquí, y aquí -esperó a que lo hubiesen hecho. -Dentro de dos días espero su llamada, con sus primeras conclusiones. Les pido que por favor me mantengan informado en todo momento.
-Muy bien, de acuerdo.
-No me equivoco con ustedes, verdad?
-Puede confiar en nosotros.
-Genial, genial. Ahora si me disculpan, necesito que se vayan. Ha sido todo un placer -Volvió a estrechar las manos a los dos.
-Un placer.
-Espere nuestras noticias.
-Se olvidan del maletín.
-Ah, si, el maletín. -Arthur lo recogió despues de que el cliente metiese dentro las copias de los contratos firmados y lo hubiese cerrado; tras cojerlo firmemente del asa, saludó con otra sonrisa.
-Adios señores
-Adios.
No dijeron ni una palabra más hasta que estuvieron bien lejos del edificio, y entraron en una cafetería. El sol estaba desapareciendo, pero el calor no se iba. El cambio de temperatura entre ambientes les dejaba un poco mareados. Se sentaron en una mesa y una camarera se acercó amablemente y les preguntó lo que querían con una gran sonrisa.
-Quiero un Earl Grey con leche, por favor.
-Yo, Un café con leche, corto de café, por favor.
Esperaron a ser servidos para comenzar a discutir sobre el tema. Cobb sacó su copia del dossier y la colocó sobre la mesa, para que los dos pudieran verla. Arthur dio unas cuantas vueltas a su té y aplastó la bolsa de infusión antes de ponerse a leer.
-Claire Walls, 16 años y medio, cumplirá los 17 en Septiembre. Hija única... Buenas notas hasta los 14 años, luego se ha mantenido en aprobados simples. No se le conocen amigos?
-Será que su tío no la conocerá bien...
-Ésto está redactado por un detective. Además, si su tío no puede sacarle una cosa como esta... dudo que se haya molestado en comprobarlo.
-Nos fiaremos, vale? Por las fotos... no parece el tipo de chica que tenga pocos amigos, es bastante adorable.
-Yo diría que estas fotos son viejas.
-Porqué lo dices? No la hemos visto en persona
-Crees que esto es una chica de 16 años? -señaló una foto de una chica rubia con gafas de pasta y aparato en los dientes. Ciertamente, la chica en la foto parecía tener solo unos 12 o 13 años.
Cobb lo miró con el ceño fruncido.
-Mecagüenlaleche... -murmuró. Arthur rebuscó en los pies de página del dossier una fecha de confección, mientras tomaba un sorbo de su té. Cuando la encontró puso cara de disgusto.
-Es de este año, de hace solo un mes... así que no tenemos fotos recientes. Genial.
-Cómo puede ser que no hayan fotos de ella? Es una adolescente, no sale?
-Quién sabe... -continuó leyendo a toda velocidad, y pasando páginas. -Mira, aquí dice que después de que sus notas bajasen dejó de ir al instituto.
-En serio?
-Léelo. Ahora su educación se basa en profesores particulares. La familia es rica, así que pueden permitirse uno por asignatura.
-Joder... Viene quienes son esos profesores?
-Aquí hay una relación de nombres, asignaturas y antigüedad. -deslizó un dedo por la lista. -Mira, éste solo llevaba dos semanas cuando se confeccionó el dossier. Profesor de... Arte dramático...?
-Arte Dramático? Acaso necesita esa asignatura un estudiante normal?
-Caprichos... parece que es el primer año que recibe estas clases.
-Cómo se llama el profesor? -Sorbió de su café con bastante tranquilidad.
-No te lo vas a creer...
Apuraron sus bebidas y salieron corriendo, después de dejar la paga sobre la mesa. Cobb sacó su teléfono móvil.
-Odio que el cliente me oculte detalles.
