Disclaime: Pokémon no me pertenese, la autoria intelectual es de Satoshi Tajiri.

La historia de este fanfiction y sus persoanjes son los unicos pertenecientes a mi, siendo escrito nada mas con el propsito de entretener y no generar lucro alguno.

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Saludos a todos aquellos que entraron a este fic por mera curiosidad. Este, como veran, es mi primer fanfic de pokémon; no sera la gran cosa, pero ¡hey! que es de Mysterio/Horror y esos son pocos los que existen en esta secion. Espero que sea de su agrado, y porfavor, compartan su opinion: acepto criticas, sugerecnias, comentarios o cualquier cosa que se les venga a la cabeza.

Sin mas que cometar, empezemos.


Visitas tras la tormenta.

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El cielo sombrío cubría el pueblo Lavanda y su periferia. El retumbante sonido de los truenos se podía alcanzar a oír por todas partes. Aún no habían caído las primeras gotas de agua, pero el frio y húmedo viento amenazaba constantemente que no faltaría demasiado tiempo para que el aguacero se hiciese presente en el pequeño pueblo.

La gente rehuía a sus hogares, previendo lo que les caería encima. Llamaban a sus niños y los pokémon que les acompañaran, jugando a su ancha con los charcos de la anterior tormenta, esta sería aún más intensa; incluso los obstinados y auto denominados maestros pokémon se refugiaban del mal clima en las instalaciones del centro pokémon, los más preocupados de ellos eran los maestros especializados en el tipo roca y tierra; los del tipo agua y planta esperaban impacientes la caída de la lluvia, acercándose lo más posible a los ventanales para contemplar el espectáculo que regalaba la naturaleza; los tipo fuego y sus maestros miraban al resto, aburridos del gris día, pero aun alegres que ninguno de los suyos saliese tan perjudicado como los tipo roca. Los negocios cerraban y sus trabajadores retornaban a sus respectivas viviendas, exceptuando uno.

La torre pokémon, el último hogar de aquello que cayeron en el largo sendero de la vida. La luz se mantenía encendida de los primeros dos pisos, exactamente nada más habían dos empleados dispuestos a salva guardar las tumbas. Una joven mujer de no más de veinte años se encontraba tras un mostrador, era la recepcionista de los que solían visitar el silencioso lugar. De ojos café oscuro, cabello cortó caoba, una blusa amarillenta y un faldón rosado; se postraba muda y atenta al exterior, oyendo la brisa azotar las copas de los árboles, y sus ramas raspar los cristales del lugar. Dio un suspiro ante la impotencia de quedar atrapada hasta la noche en su trabajo; volteo a una esquina, directo a su compañero, este le sonreía. Un joven de piel blanca con pequeños lunares diseminados como una constelación en su piel, sostenía en su mano derecha un trapeador algo mojado, despedía el líquido de limpiar con el polvo y tierra que solían arrastrar a menudo los zapatos de los visitantes ocasionales; de cabello castaño, pantalones azul oscuros y camisa azul cielo. Era joven, unos años menos que la recepcionista. Se recostó sobre la fría pared con su pierna izquierda entre cruzada, le seguía sonriendo a la recepcionista. Le sacaba la lengua a modo de juego, ella respondía con la misma niñería, era el método de ambos para libarse del fastidio y aburrimiento.

Pronto una puerta se abría, llegaba una visita con mala compañía. El silbante se filtraba con su gélido aullido, y un visitante misterioso ingresaba en la última morada; cubierto con una gabardina y un paraguas que tapaba su cabeza, pasaba despacio con sus botas negras, manchando la entrada del limpio suelo con el barro ennegrecido y raíces muertas. Llevaba entre brazos una carga preciada, ramos de rosas de olores dulces, eran bastantes. Contrario a lo que rezaría tal aura, aquel que se situaba en las ya dos puertas abiertas era un conocido muy ocasional de ambos. Sonreía tímidamente, y los dos le respondían con gran alegría. Dio dos pasos hacia adelante y cerró la entrada. Era joven, igual que el compañero de la recepcionista. De ojos azules y cabello azabache, portaba en vestimenta una camisa verde olivo y jeans azules, algo desgastados por el uso.

— Espero no haber llegado tarde.- Dijo aun con la sonrisa en su rostro.- Parece que el reporte del clima volvió a equivocarse.

La recepcionista reía, tapándose con su mano con delicadeza. Su compañero no se preocupaba por su apariencia, el soltaba sin vergüenza su risotada sonora por el lugar.

— Si, sin duda se equivocaron je je.-se acercó a él, dejando su puesto, colocándose a poco centímetros suyos.- ya es tradición, Matt.

— Je, me sorprende que los muertos no se quejen de ti con tu risa, Den.

Ambos se estrecharon sus manos con fuerza, Matt con la izquierda, evitando lastimar las rosas. Den tras eso cogió su paraguas poniéndolo cerca de la recepcionista. Ella le miraba, dándole un saludo con la mano.

— ¿Cómo has estado? ya pensaba que el clima te terminaría ahuyentando.

— Yo esperaba el lugar cerrado, Luci.

— Es mi responsabilidad vigilar la torre pokémon, ya lo sabes.- su voz y mirada eran serias, casi una gárgola guardiana.- se lo prometí al señor Fujji.

— ¡También es mi responsabilidad traer flores a las tumbas de los pokémon debilitados! – respondió de manera caricaturesca, tratando de imitar su voz seria.

— ¡Eso no es cierto! – se había indignado, mas por la parte de haberla imitado que la del falso juramento.

Él le saco la lengua como contra respuesta.

— Deber moral, Luci.

Den volvía a reír de lo irreverente de su compañero y amigo. Callo al momento que la recepcionista le miro con cara de poca gracia. Desvió la mirada un momento y la redirigió a su amigo.

— Esta vez son bastantes rosales los que traes.- se rasco un poco su cabeza, pensado donde sacaría tantas.- ¿no crees?

— Si, son bastantes.- ellas las olía a distancia, eran frescas, recién cortadas.- ¿crees que sobren?- también le había picado la curiosidad.

Matt le sonreía a ambos, dejando la gabardina colgando en un estante.

— No, al contrario. Eh contado a la perfección.- abrió un poco el envoltorio, mostrándolas como un hábil vendedor. Cincuenta y cuatro rosas de vivido color rojo.- cada una para una tumba de un pokémon.

Las volvía a acomodar en su envoltorio, liberando un poco de su fragancia.

— Cincuenta en casa esperando, tres agregados aguardando y una de improvisto este día. Todas sin imprevisto.- se agacho con su brazo extendido, como en una obra de teatro tras finiquitar la obra.

Lucia le aplaudió a modo de felicitación, le había gustado. Den en cambio se quedó un tanto extrañado, haciendo una mueca con su boca.

— ¡Vaya! te salió con todo y rima.

Su amigo lo conocía desde su tierna infancia, le respetaba, sabía que abecés era raro, pero que más remedio le quedaba.

— ¿Entonces nos acompañaras esta noche? –pregunto esperanzada Luci.

Tres era muchedumbre, o al menos eso contaba el viejo refrán. Era lo menos malo que podía pasarle, quedar con tres personas en su puesto de trabajo hasta que cesase el diluvio, mejor que dos o ella sola.

— Si.- su esperanza se avivaba. No pasaría el rato aburrida, podría escuchar las anécdotas de ambos amigos en aquella velada obligatoria.- me quedare esta noche con Den.

"Me quedare esta noche con Den", lo comprendía pero no encajaba del todo en su mente, ¿solo con él?

— ¿Solo con Den?

Pronto su compañero se reía con la malicia de un niño malcriado, Matt le acompañaba, el suyo era un sonido más inocente.

— Pensábamos…- dijo el joven Matt, causando misterio.- Pensábamos…

— ¡Pensábamos darte la tarde libre, Luci!- rompió con un grito alegre Den, deshaciendo la incógnita.

Quedaba perpleja a la oferta de sus dos amigos. Se resignaba, pero a su vez su mente, su parte más sincera, quería ello; se alegraba de escuchar ello.

— Pero… no puedo es mi deber.- Intento rechazarlo, aunque fuera una mentira.- ¡es mi obligación. Se lo prometí al señor Fujji!

—¡Y un crítico de Bidoof! – respondió agresivo Den.

— Tu deber acaba con esta tarde.- La voz calmada de Matt minaba la poca determinación de Lucia.- no tienes que quedarte esta noche aguantando el aburrimiento con nosotros.

Volvió a agarrar su paraguas y la gabardina. Se las entregaba en mano.

— Ya has cumplido bastante.- miro sus ojos; hablaba él enserio.- yo ya había hablado con Den para quedarme hasta más tarde y darte el turno libre, Luci.- confeso su plan sin ningún remordimiento.

Se quedaba viendo un momento el paraguas y la gabardina. Algo en ella seguía terca con cumplir de manera espartana su promesa al señor Fujji, pero su corazón había elegido. Tomo la gabardina y se la puso. Rodeo el inmobiliario hasta dirigirse lentamente a la puerta, solo para parar y colocar su mano en la entrada. Petrificada por la duda.

— Esta noche es de cuentos de la cripta.- susurro en su oído derecho de manera espeluznante, Den.

Un escalofrió recorrió su espalda. No sabía en qué momento Den se le había acercado a su espalda, el solía ser muy sigiloso, pero tal premisa y advertencia de su compañero no le agradaba.

— Sí. Hoy toca.- reafirmo Matt, siempre tan campante del mundo.- Esta vez me toca a mí. Se de una historia de un entrenador que tapo con su cuerpo un nido de Rattata y estos sofocados intentaron abrirse paso a…

— No, no, no, no, no….- lagrimeaba ante la sola idea de cómo terminaba aquel relato. Moviendo su cabeza de lado a lado.- ¡¿Cómo pueden disfrutar de esas horribles historias, ustedes dos?!

— Entretienen.

— ¡Porque no somos unos miedicas como tú!

Una mirada fulminante se posó sobre Den. Era mejor quedarse callado ante su furia, y en una combinación de furia y miedo era peor.

Abrió de poco en poco la puerta, dejando permitir entrar el vendaval. Un sonido de gotear, duro, se escuchó en oídos de los tres; y también el tan característico olor, refrescante y aliviador, de la tierra siendo bañada por la fría agua de los cielos. Abrió el paraguas, desplegándolo sobre su cabeza, y les miro por última vez.

— Gracias.- su voz era dulce y relajada, verdaderamente se los agradecía.

— No hay de qué.

— ¡Te cuidas lucia! ¡No ha de ser que pesques un resfriado y no quieras volver a trabajar y me tenga que encargar de todo!

Le saco la lengua y el respondió. Realmente actuaban como hermanos. Se cerró la puerta, evitando que más frio y humedad entrara en la sala. Ambos sonrieron para sí mismos ante la solitaria situación, alegres de haber librado a un pobre alma de su destino.

— Somos unos ángeles.- le miro. Sonreía orgulloso de su acción del día.

— Caídos.- re conjeturo Matt.

Igual que a Lucia, le sanco una trompetilla a su amigo.

— Tsk, pero ángeles al cavo.- puso sus manos tras su nuca. Aun había trabajo que hacer.

Matt siguió a su compañero, los pisos no se limpiaban solos. Él había traído demasiada mugre al reluciente adoquín del lugar.

Fueron veinte minutos desde la partida de su compañera. El suelo rechinaba de limpio y ambos se encontraban en un descanso momentáneo. Den recostado en el escritorio donde Lucia tomaba recepción, y Matt sentado de espaldas de la pared, jugando con su nueva pokéball, imaginando que soñaría su nuevo compañero. Pronto Den, en un ágil y grácil movimiento, se paraba. Acomodaba sus huesos, inhala y exhalaba para preparase para otro trabajo pesado. Su compañero también le seguía la corriente, parado, guardo su pokéball y estiro un poco sus piernas.

— ¡Ya va siendo hora de ponerse en marcha!- seguía animado tras el trabajo, era lo suyo.

Su compañero le miro un rato, el seguía un poco más cansado para responder con las mismas alegría, pero con la Den le bastaba para seguir.

— Sí. el lugar que me comentaste.

— He he, si ¿Quién diría que nadie más en el pueblo lo conoce? ¡Inclusive el viejo Fujji no sabe que existe!

Den se dirigió donde el balde de agua y el trapeador, tomo este último. Lo movía con agilidad, como un palo de combate, reía y se imaginaba como un guerrero de artes marciales. Su compañero le miraba con gracia, cargaba con las cincuenta y cuatro flores, estaba cerca de las escaleras que llevaban al segundo piso.

— ¿Entonces ya comenzamos?

— Sí.- movió su cabeza en son de afirmación.

— Va, entonces me voy adelantado.- puso su pie en el primer peldaño, y continuo subiendo.

Movía un rato más el palo del trapeador, calculando con exactitud su peso y ritmo. Se acercaba paso a paso hasta la puerta, hasta con un precisó movimiento colocar la parte del palo entre las dos partes de la puerta, atorándola desde afuera.

— Con esto bastara.- musito, para sí mismo.

Movió su cabeza a donde las escaleras, su compañero se encontraría en su ritual, esperándole con paciencia. Camino un rato sin mucha prisa hasta las escaleras, siguiendo el mismo recorrido que Matt.


Espero que les haya gustado. Por ahora tiene un comienzo lento y sin mucho misterior u horror, mas que el que se les vaya la luz electrica en algun momento, pero esas son otras cosas. Igual, advierto que el siguiente capitulo, ya escrito y en proceso de correcion, seguira igual de flojo en cuanto a su tencion.

Y una cosa mas... si pueden leer las historia de: "Just Friends" de "wolfy odonell" y "En las buenas y en las malas" de "Kaioshin135" se los agradeceria, son buenas historias de muy buenos autores, bastante bien creadas y seguro a alguno les de una sorpresa. ahora sin nada mas que comentar. me despido.

Adios, y hasta el siguiente capitulo.