Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a sir Conan Doyle y a la BBC. Yo sólo los tomo prestados, puesto que tal y como dice Moriarty por medio de aquella mujer ciega: "Me gusta verles bailar".
Una cuestión de prioridades
Capítulo uno: Discreción
Mi compañero de piso, Sherlock Holmes, ha estado pocas veces tan intrigado por un caso como este. Probablemente fuera así debido al hecho de que su conocimiento acerca de los escándalos a niveles nacionales era prácticamente nulo y que se negaba a votar por un partido político cuando llegaban las elecciones, puesto que aquello le recordaba que su hermano seguiría en el gobierno.
Fuera por la razón que fuera, él siguió la historia desde cerca desde aquel día en el que le leí uno de los titulares del periódico en voz alta: "Everett McCartney, trágica pérdida".
—Un político, por lo que veo— irónicamente, el detective no había apartado la vista del telescopio mientras pronunció aquel acertado comentario.
—¿Pero cómo…?— intenté preguntar, aunque justo después de haber dicho aquella frase me lamenté.
—Elemental. Tu tono de voz, el hecho de que ocupe la página principal del periódico, ese tono de alegría contenida…
—¿Alegría contenida?— interrumpí. Se volvió hacia mí por primera vez en toda la mañana.
—Por lo que sé, no apoyabas sus ideas y tampoco le has votado nunca— anunció su conclusión en un tono aburrido. No me preocupé en preguntarle qué le hacía pensar eso—. ¿Cómo fue?
—Hay pocos datos. Sólo dice que la hora de la muerte oscila entre las diez y las doce de ayer y que la causa no está clara— se me escapa un bostezo y a él una sonrisa casi imperceptible.
—Solo espero que, por el bien de todos, Anderson no sea el forense.
Ante este comentario tan inusual por parte de mi amigo, lo único que hice fue reír de manera discreta.
Una semana después, a la misma hora, Sherlock tuvo uno de sus extraños presentimientos y pasó dos horas sentado en su butaca favorita, esperando a que el timbre sonara. Quise pensar que esta vez estaría equivocado, pero rara vez se daba esta casualidad, así que yo hice lo mismo que él. De repente, me pidió que bajara a abrir la puerta y cuando le obedecí, me encontré a un hombre nervioso de pie en frente de mí.
Le reconocí rápidamente. Era Paul Smith, un miembro del gobierno muy influyente a nivel nacional. A pesar de la actitud confiada que demostraba en su campaña electoral, ahora no parecía muy seguro de sí mismo.
—¿Có… cómo sabía que…?— intentó completar la frase, pero yo le respondí con una negación y supo que no tenía una explicación para esa pregunta—. ¿Es usted el señor Holmes?
—Le espera arriba— indiqué, guiándole.
—¿Qué… qué ha pasado con…. las paredes?— preguntó, señalando unas marcas de bala.
—Mi compañero se aburre fácilmente— tras esta breve respuesta, no quiso hacer más investigaciones por miedo a lo que descubriera. Supongo que entrar en el salón de nuestra casa en Baker Street y descubrir que un hombre de mirada helada analizaba cada uno de tus movimientos no fue muy agradable.
—Encantado de conocerlo, señor Holmes— saludó el político, haciendo que el mencionado se levantara para saludarle.
—Lo mismo digo— Sherlock le estrechó la mano. Por sus ojos, que iban de arriba abajo buscando pequeños detalles, supe que estaba llevando a cabo el tan preciso examen al que sometía a todo el que se cruzaba en su camino—. Siéntese, por favor, y cuénteme qué le ha pasado.
El señor Smith carraspeó ligeramente y empezó a relatar su historia. Intenté hacer lo mismo que mi compañero de piso, observarle para saber exactamente lo que necesitábamos para empezar a trabajar con su caso.
—Verá, señor Holmes… ¿ha leído usted el caso sobre mi compañero, el señor McCartney?— empezó el político.
—Transparente— contestó el detective—. Veneno en la bebida, acción retardada. Una muerte discreta, no tenía por qué dar signos de asfixia, pero este tipo de droga sí lo hacía. Una lástima que el forense fuera un completo inepto— paró y me dirigió una mirada cómplice. Al parecer, se había enterado de que Lestrade y sus compañeros llevaban el caso—. Pero si hubiera venido usted por eso, habría sido hace una semana y yo habría rechazado el caso.
—N… no… verá, señor Holmes… mi secretaria está desaparecida desde ayer y… temo por lo que pueda pasar después— Holmes levantó una ceja—. Mi… mujer está en peligro. Lo presiento. M… mis compañeros tenían más relación con… ella que conmigo. S… sé que y… yo seré el siguiente, pero no quiero que le pase nada a ella.
—¿Qué clase de relaciones tenían sus compañeros con su mujer?— preguntó Holmes, juntando las yemas de los dedos.
—Bue… bueno… Everett fue uno de los testigos de nuestra boda y fue ella quien se lo pidió. Mary, mi secretaria, es su prima más cercana— Smith se quitó el sudor de la frente con el dorso de la mano—. Y… yo he recibido una especie de aviso esta misma mañana.
—Su asesino no pierde el tiempo— comentó—. Bien, quiero que se despida de su mujer esta misma noche.
—¿Có… cómo?
—Acepto el caso. Sólo quiero que me diga exactamente dónde trabaja su mujer. Y su nombre completo— pidió mi amigo, poniéndose de pie y cogiendo su ordenador.
—¿Decirle a… adiós para siempre? ¿A… a mi… a mi mujer?— el político se llevó las manos a la cabeza.
—La información— Sherlock le miró con impaciencia.
Se produjo un corto silencio.
—Ella es abogada, oficinas de Melton Street— me dejó un poco de tiempo para que copiara la dirección—. A… Amanda Reynolds.
—Bien. Gracias. Nos ocuparemos de su caso personalmente. Adiós. Un placer— mi compañero de piso empujó a nuestro cliente por el pasillo hasta que le cerró la puerta en las narices—. ¡John! ¡Tenemos trabajo!
—Y, ¿se puede saber por dónde vamos a empezar?— pregunté, poniendo los ojos en blanco y arrancando la página de la libreta donde teníamos los datos sobre la mujer de Smith.
—Por hablar con la afectada de una manera discreta— respondió, poniéndose la bufanda y bajando los escalones de dos en dos.
—¿Qué entiendes por discreto?— le seguí hasta la calle, viendo cómo pedía un taxi.
Sonrió mientras entraba en el coche.
—Un poco de fuego nunca viene mal.
—¿Sí?— una voz despreocupada cogía un móvil.
—Ya está— informaba Paul Smith, aún afectado por aquel extraño encuentro.
—Bien. Muy bien. Te dije que valdría la pena. ¿Ha hecho el truco de adivinar algo, por muy pequeño que fuese?
—S… sí.
—Nunca cambiará— una risa tranquila se escuchó al otro lado del teléfono—. Ya nos veremos.
—¡E… espera!— pidió el político.
—¿Sí?
Un pequeño silencio fue roto por el hombre que contrató al detective.
—Te… te echaré de menos.
—¿Qué?
La línea se cortó.
¡Buenos días, buenas tardes y buenas noches!
Yo, queridos amigos, soy la responsable de este fic. Me conocen por el nombre de 'A Writing Nargle', pero vosotros podéis llamarme de cualquier manera, no me enfadaré. Hechas las presentaciones, no me quedan más cosas que decir que daros las gracias por leer el primer capítulo de esta historia.
Nos leemos muy pronto, -WN
