Este oneshot lo hice basándome en una canción de Fun, llamada Carry On. Puede leerse sin conocimiento previo de ella, pero si desean consultarla está perfecto.

Disclaimer: Naruto ni sus personajes me pertenecen, estos son propiedad de Masashi Kishimoto.


Su piel estaba mojada de sudor, y el sabor de la resaca martilleaba su cabeza. A intervalos lograba ver entre la rendija de la puerta del baño la arena azotar a Suna. La pequeña ventana traslucía los granos furiosos y el viento gimoteaba bailando con desdén, llegaba a los oídos de la castaña como melodías frenéticas y gastadas que pronto se acentuaban sin tregua alguna.

Cerró los ojos, mientras se empañaban sus pensamientos, y un escalofrío recorría su espalda. Tragó duro mientras se acostumbraba a la lucidez que rondaba su cabeza.

Probó la sal de sus lágrimas que besaban sus mejillas y rozaban sus labios con parsimonia, robándole gemidos desgarradores y entrometidos que a menudo le herían la garganta. Abrió los ojos nuevamente, y trató de incorporarse.

El ruido del cristal al caer le lastimó los sentidos, un movimiento de su mano logró tirar tres botellas vacías de sake. Se levantó a tientas, sangrando las plantas de los pies con los vidrios esparcidos por el suelo del baño, ignoró el dolor apenas percibido, pues el cuerpo adormecido no lograba sentir, al contrario de su corazón, cuyo sufrimiento no lograba apaciguarse, por más alcohol o sustancias que metiera a su cuerpo.

Se observó por primera vez desde semanas en el espejo, sus orbes enrojecidos y las ojeras moradas no disimulaban el deplorable estado en que se sentía. Una tormenta eléctrica en su cerebro rompía sus pensamientos y cortaba con saña las ganas de sacarse ese sabor a vómito, alcohol y bilis que tenía en la boca.

Su corazón latía con fuerza, luego de enfrentar una batalla con líneas blancas de polvo malicioso, desbocado enfrentaba su realidad monstruosa engrandecida. Un paso a la vez, se acercó a la rendija de la puerta y la convirtió en abismo, observó su casa, su pequeña habitación destruida. Avanzó como pudo hacia su cama sin tender y se tiró encima, sin quitar envases mohosos de yogurt y envolturas de chocolates.

Al principio había aumentado varios kilos por la depresión, pero los perdió rápidamente, junto con toda su lucidez al momento de probar el estimulante en polvo que la hacía perder sangre de la nariz con cada inhalación. Su cabeza explotaba en recuerdos y punzadas de dolor que hacían su cuerpo ligero como pluma y su cerebro pesado como sueños rotos.

Comenzó a sollozar, mientras la conciencia la abarcaba más y más, se dio cuenta sólo entonces del dolor en sus pies, del mareo de su cabeza, del sabor asqueroso en su boca, y del hambre que tenía en el estómago.

Se tocó el vientre, mientras fugaces recuerdos la tiraban a la lona.

Cerró los ojos, y dejó que el sueño la venciera.

Pasó un tiempo antes de volver a abrirlos, se descubrió entonces en un lugar caliente, limpio y que olía a madera. Sabía de antemano dónde estaba.

Su corazón se desbocó, ahora naturalmente, mientras apartaba las sábanas y descubría ropa limpia, y pies vendados.

Aún le dolía la cabeza, aún le dolía el corazón. Pero de pronto, un aliciente natural le curó la carne ulcerada de su amor propio. Gaara.

Su nombre de cinco letras aliviaba su dolor, tan sólo ver la habitación del pelirrojo bastaba para hacerla sentir en las nubes. Se olvidó entonces, del aborto espontáneo que la había llevado a la depresión, se olvidó del alcohol y de las drogas. Se olvidó de su propio nombre cuando lo observó llegar y plantarle una pequeña sonrisa.

—Matsuri, me han dicho que has causado muchos problemas mientras no nos veíamos.

Ella no respondió, las lágrimas comenzaron a bajar en reconocimiento, su ser se convirtió en una cuerda de guitarra tensa, esperando ser liberada por esos dedos que la hacían sonar como música dulce.

—Gaara…

—Está bien, Matsuri, ahora estoy aquí.

El pelirrojo se abrazó a ella, recordando cómo había tenido que dejarla durante meses, creyendo que era lo mejor. Su punto de quiebre había sido precisamente ver con sus propios ojos a una castaña borracha y perdida que necesitaba ser amparada.

Gaara creyó durante mucho tiempo que él era el monstruo, por embarazarla, por no poder cuidarla, por no poder cuidar a su hijo. Creyó que necesitaba protegerla de él, nunca se esperó que tuviera que salvarla de ella misma.

Le besó el cabello, mientras Matsuri se deshacía de lágrimas en sus brazos.

—Todo estará bien, ya estoy aquí —murmuró ignorando con dificultad la culpa por no haberla encontrado antes—.

—No me dejes de nuevo…

—Lo superaremos juntos, te lo prometo.

Esta vez sería así, esta vez lo harían juntos.


Este es el primero de una serie de drabbles y oneshots con características agridulces sobre la pareja de Gaara y Matsuri, no sé cuántos haré, pero serán varios.

Bien, un poco triste, ¿que no? Quizá un poco OoC en ambos, pero quería hablar sobre las adicciones, la depresión, y es difícil hacerlo sin un personaje con carácter débil.

Espero que les haya agradado, si es así, dejen un comentario, y si no, también, para mejorar, gracias por su tiempo :D