.::LIBERACIÓN DE VIDA::.

"- ¡Legolas, Señor de los Elfos de Ithilien, se presenta ante los Reyes de la Marca!

- ¿Legolas...?

- ¡Bienvenido nuevamente a Rohan, Legolas, Señor de Ithilien!

- ¡Salve, Éomer Rey de Rohan! ¡Y salve Mislif, Estrella del Norte y Reina de Rohan!"

Reina... Reina... Reina... "¡No quería ser una Reina! Sólo quería evitarle sufrimientos a Legolas... Pero ya es muy tarde para arrepentirme como quisiera... Desde que dije aquellas palabras supe que no habría vuelta atrás..."

" - ¿Y bien?- había preguntado Éomer, impaciente.

- ¿Estás lista para responder, Mislif?- había preguntado Legolas a su vez, con un dejo de nerviosismo.

Pasaron los segundos...

- Mislif...- había dicho la voz del Elfo, para sacarla de sus desesperadas meditaciones.

- ¡Sí! Ya tomé una decisión.- se había acercado a Éomer y dicho: Lo siento mucho, Legolas, pero tengo un miedo mucho mayor. No puedo permitir que mis miedos y mi destino tengas que pagarlos con tu vida. No podría vivir junto a ti con la idea de saber que dejarás esta vida por mí.

- Sin ti, mi vida no tendría sentido...

- ¡No!- había exclamado ella.- Tienes un gran futuro por delante. Podrás convertirte en el Rey del Bosque Negro. Te espera un futuro más prometedor del que tendrías conmigo. No soy una buena mujer, ni siquiera soy madura y no podría, tal vez, seguir el ritmo de tu vida...

- Estás mintiendo.- había sentenciado Legolas, muy serio.- ¡Mientes igual como cuando lo hiciste en Lothlórien! ¡Sabes que estás en un error! ¿Por qué, entonces, regresaste a mí desde los Emyn Muil? ¿Para ilusionarme y hacer sufrir más? Mi corazón ya no soporta esto.

- Legolas..., ella ya tomó una decisión.- había gruñido Éomer.

- ¿Por qué bajas la mirada?- seguía diciéndole Legolas a Mislif, sin prestar atención al hombre.- Vas a llorar, ¿verdad? ¡Vas a llorar sólo porque sabes que te estás engañando!

- ¡Cállate, Legolas, por favor!- había gritado Mislif, con un hilo de voz.- ¡No me hagas más difícil esto!

- Si crees que eso es difícil... Mislif, no te deseo mal alguno, pero si dices que a mi lado no podrías vivir con la conciencia tranquila, a causa de mi muerte, te pasarás tus futuros días recordando que le destrozaste el corazón, la alegría y la ilusión a la persona que más te amó.- y sin más, había dado media vuelta dejando a la nueva pareja."

Legolas había tenido mucha razón. Desde aquella maldita noche, no había vuelto a dirigirle la palabra... sólo porque él no quería hablarle... A ella le hubiera gustado despedirse de él en Isengard, pero él sólo le había dirigido una mirada fría y carente de ese brillo anterior. Mislif se había sentido más mal que nunca, pero fue peor cuando Galadriel le regaló la Piedra Estrella, diciéndole que al principio había decidido no dársela, pero se había dado cuenta de que conocía los futuros deseos de la joven. Ella no había comprendido las palabras de Galadriel, sólo maldecía su decisión de haberse alejado de la persona que más amaba. Y viviría con ese remordimiento para siempre...

De pronto, la joven abrió los ojos. Se pasó la mano por la frente, moviendo con los dedos unos cabellos rojizos que le cubrían la vista. Sus dedos vagaron luego por sus ojos, haciendo un descubrimiento: había estado llorando. Denuevo... Antes casi nunca lloraba, y ahora era algo prácticamente usual en su diario vivir. Ella creía que nadie lo notaba, pero no. Él lo notaba; y sus ojos tristes también eran vistos por los demás, dándole el nombre de Dama de la Mirada Triste.

- ¿Pasa algo, Mislif?- preguntó el hombre que estaba a su lado.

- N- no...- contestó ella secándose los ojos.- Es sólo que no puedo dormir.

- ¿Quieres contarme qué te pasa?

- N- no.- repitió.- Voy a... voy a salir a respirar un poco de aire. No me hará mal.

- Adelante.- suspiró Éomer sentándose en la cama. Vio cómo su esposa se levantaba de la cama, tomaba un abrigo, y salía de la amplia habitación.- Y siempre será así.- murmuró el hombre refiriéndose a la situación de Mislif. Desde que se habían casado ella estaba así... No, no desde ese día, sino que desde antes; desde que le dijo que no pasaría sus días con Legolas.

Mislif, en adelante, se había puesto muy silenciosa, seria y fría. Ya no era aquella enérgica jovencita, y tal vez había olvidado mucho de agilidad. Apenas reía y, cuando lo hacía, era con una sombra de tristeza en los ojos. Sin embargo, se esmeraba por complacer a Éomer en su vida como Reina de Rohan; pero sólo ahí, pues Mislif, luego de más de seis meses de matrimonio, no permitía aún que Éomer la besara; y menos había permitido encuentros más íntimos. Pero él respetaba esa limitación porque la amaba. Sabía muy bien que Mislif debía de estar sufriendo por la separación con aquel gran amor y que superarlo le llevaría mucho tiempo. Aunque Éomer estaba dispuesto a esperar, a esperar el tiempo que fuera necesario, no podía evitar sentir grandes impulsos al ver los labios de la joven, ya que eran algo que él soñaba con besar.

Mientras tanto, Mislif respiraba el fresco aire de verano en un balcón de Meduseld, el Palacio de Oro de Edoras. Sin embargo, respirara lo que respirara, no podía librarse de aquella opresión en su pecho. No podía sentirse feliz siendo Reina, porque no había nacido para eso; no había sido nunca educada para algo así, y la vida de palacio la ahogaba de sobremanera. ¡Habría dado cualquier cosa por haber pasado su vida entera entre los árboles de Ithilien junto a Legolas! Pero no... Ahí estaba, atrapada en sus propias decisiones, en sus propios temores y en su miedo al sufrimiento; sin saber que, con lo que había decidido, sufriría infinitamente más.

Además de sentirse triste y ahogada, Mislif se sentía presionada por Éomer, a pesar de que éste no lo hacía. Se sentía presionada a cumplir con su deber de esposa recién casada, pero algo, no sabía qué, la retenía. Algo la hacía retroceder ante cualquier intento de Éomer por darle cariño. Pocas veces él intentó besarla, pero, cuando lo hizo, a Mislif inmediatamente se le vino a la mente el recuerdo de los labios de Legolas. ¡No podía, no quería, besar a Éomer tan pronto! ¿Tan pronto? Habían transcurrido ya seis meses, una fecha considerable.

- Esto no durará mucho tiempo.- se dijo la joven nerviosa.- Ese momento llegará, y yo deberé prepararme para olvidar todo lo pasado.

¡¿Cuántas veces había dicho lo mismo?! ¡Ni Elendil podría contarlas! Fríamente se había prometido olvidar a Legolas, pero su amor por él era grande y no lo olvidaría. ¡¿Cómo podría hacerlo?! La única solución que había hallado era casarse con Éomer, pero con él no lo lograba completamente. Era atractivo, sí; también inteligente y dulce, pero nada comparado con aquellos atributos de Legolas. Habría sido tan feliz con él, pero habría sido tan breve... ¿Breve? Pero si ella contaba con la Piedra Estrella en su poder. ¿Por qué no esperar a que Éomer envejeciera y muriera naturalmente, mientras ella se guardaba para Legolas? Simplemente porque ya le había dicho que todo había acabado, y además habría sido horriblemente extraño para la gente de la Marca ver envejecer a su Rey pero no a su Reina.

No... ya no había vuelta atrás. Tendría que seguir el camino que había escogido, aunque cada segundo le pesara horriblemente en el corazón. Mislif suspiró con pesadumbre. La gente ya murmuraba, o eso había oído, sobre su marcada tristeza en el rostro, mientras Éomer se lucía con su bella esposa. Él había sido muy bueno con ella, por eso Mislif no podía permitir que fuera parte de murmuraciones ni de vergüenzas. Habría que darle un corte radical a la situación y comenzar a darle la cara a los problemas y a cortar con los recuerdos y los remordimientos, para siempre.

Así que, luego de haber tomado ésta determinada decisión, Mislif volvió a la habitación, pasando antes por una serie de corredores, mientras todos los guardias presentes se inclinaban a su paso. Desde su coronación, Mislif se había sentido extraña al ver esos actos por parte de los demás, pero ya comenzaba a acostumbrarse.

- Regresaste muy pronto.- dijo Éomer. Estaba sentado en la enorme cama y leía unos pergaminos a la luz de unas velas que tenía en una mesita de noche.

- Me dio un poco de frío.- contestó la joven sentándose al borde de la cama.- ¿Qué lees?

- Es una petición de los Enanos.- contestó él.- No pude leerla antes, por los asuntos esos de las fronteras, pero ahora que la veo me parece una buena idea.

- ¿De qué se trata?

- Viene de parte de Gimli hijo de Glóin, aquel amigo tuyo y mío también, que me pide autorización para llevar a una colonia de Enanos a vivir en las Cavernas Centelleantes, junto al Abismo de Helm.

- ¿Qué le dirás?- preguntó Mislif entusiasmada con la idea, pues, si Gimli iba a vivir allí cerca, ella tendría un motivo de aislarse de la vida en palacio.

- Que sí.- contestó Éomer.- No veo por qué no un grupo de Enanos pueda venir a estas tierras a deleitarnos con su maravillosa arquitectura y valiosa artesanía. ¿Tú que opinas?

- Conozco bien a Gimli, desde nuestro viaje, y es una buena persona. Estoy segura de que hará de las Cavernas Centelleantes un sitio increíble.

- Lo más probable es que sí.- asintió él sonriendo.- ¿Extrañas a tus amigos?- preguntó de pronto.

- Un poco.- contestó ella seriamente.- Sólo un poco...- su vista se quedó enfrascada en un vago punto.

- Sé que odias esto, Mislif.- dijo Éomer tomándole una mano. La joven lo miró fijamente.- Sé muy bien lo que sufres y lo que quieres olvidar. Sé que te sientes ahogada y que desearías poder huir de Meduseld. Pero ya no sé qué hacer por ti. Hace un tiempo te ofrecí viajar a donde quisieras, pero te negaste.- la miró con ternura y dijo-: Sé también que deseas poder olvidarte de Legolas, pero que tu corazón no te deja.

- Legolas ya fue olvidado por mi corazón.- dijo Mislif, intentando convencerse a sí misma.- Esta tristeza que siento es sólo porque añoro estar en mi hogar o volver a otros tiempos, pero no es algo que ya puedas hacer.

- Si dices que ya olvidaste a Legolas... ¿por qué no me lo demuestras?- dijo Éomer cuidadosamente. Mislif arqueó las cejas, mientras lo miraba fijamente. Él tomó con más intensidad su mano y se acercó a la joven.- ¿Por qué no dejas que te bese para demostrar que ya puedo estar junto a la mujer que amo?

Mislif no contestó, pero su corazón latía muy rápido. No era de emoción, sólo de nervios; unos nervios que le indicaban que el momento de comenzar a borrar los recuerdos estaba llegando. Pero estaba muy equivocada...

Éomer se levantó de la cama y llegó hasta donde estaba sentada la joven. Tomó su mano e hizo que se levantara. Mislif accedió, como movida por una fuerza extraña. Él la rodeó con un brazo, mientras la aferraba a su pecho. En los ojos del hombre brillaba una luz de ansiedad. Se quedaron un segundo quietos, sin saber qué hacer; hasta que Éomer comenzó a acercar su rostro al de Mislif. Se detuvo unos segundos cerca de su boca, como disfrutando cada instante. Finalmente, juntó, y luego de meses de espera, sus labios con los de la joven; y la besó largamente.

Ella dudó varios segundos en si responderle o no, recordando siempre sus besos con Legolas. De pronto, se halló devolviéndole a Éomer el beso; sin embargo, se dio cuenta de que no estaba besando a su esposo, sino que a Legolas, como añorando un recuerdo guardado en su corazón.

Éomer parecía hallarse en la gloria de sus días, pues aquello que había soñado innumerables veces, ahora se estaba convirtiendo en realidad; y le gustaba. Se estaba dejando llevar, mientras abrazaba a Mislif con más fuerza; pero ella parecía ausente, sumida tal vez en recuerdos y pensamientos lejanos. El hombre intentó seguir adelante con sus deseos, pero la joven parecía no querer moverse más que eso. Y era sólo porque ella creía estar besando a Legolas, lejos en el este, mientras lo llamaba ansiosa y desesperadamente con el pensamiento.

- ¡Ah!- exclamó Legolas de pronto. Estaba sentado a los pies de un frondoso árbol y sobre una suave y fragante pradera de las tierra de Ithilien; mientras discutía unos temas importantes con un grupo de elfos.

- ¿Pasa algo, Señor?- preguntó uno que estaba junto a él.

- N- no... Nada.- contestó Legolas.- Es sólo que acabo de ver la Luna, y recordé algo importante.- Estaba mintiendo, pero sólo un poco; pues al ver la Luna había recordado a Mislif con tristeza, pero también había sentido algo extraño: un repentino calor le había llegado a sus labios. Le recordaba a esa tibia situación que sentía cada vez que había besado a Mislif antes. Pero ya todo era un recuerdo... un recuerdo triste... pero que no podía ser olvidado, pues su amor por aquella joven sería igual que la vida de los Elfos: inmortal.

Sus pensamientos vagaron largo rato en torno a Mislif, y a sus recuerdos con ella, sintiendo a cada segundo que un llamado le llegaba con aquel calor en sus labios. Era un llamado desesperado, y él sabía muy bien y sin dudar de quién venía. Algo le estaba pasando a ella, a su joven dama, y si lo estaba llamando, era porque nadie más que él podría solucionarle aquel problema. ¿Querría ella verlo? ¿Podría verla denuevo? Si ella lo llamaba con tanta desesperación... No le importaba que Mislif lo rechazara ni que lo tratara con frialdad, sólo se aseguraría de que ella estaba bien, e inventaría algún pretexto para verla.

- ¿Señor Legolas...?- preguntó un elfo al verlo sumido en sus pensamientos.

- Lo siento, pero debo irme.- contestó él poniéndose de pie de un salto. Se alejó rápidamente, y a la hora después ya partía en dirección a Minas Tirith, con un caballo y una escolta de dos elfos. Les dijo que irían a Rohan, pues él quería visitar a los Reyes de la Marca; y los elfos aceptaron acompañarlo. Sin embargo, Legolas iría a ver primero a Aragorn, Rey de Gondor. Debía preguntarle a él qué sería más conveniente hacer, pues no quería causar problemas con el Rey de Rohan; después de todo, Mislif era la Reina. Sólo esperaba que ella estuviera bien.

- N- no, Éomer...- murmuró Mislif. Estaba tratando de detener le repentina efusividad de él, luego de haberla comenzado a besar sin cesar. Sin embargo, el hombre estaba tan embriagado de amor que no escuchó al principio, pues estaba ocupado en el cuello de la joven.- ¡Éomer!- gritó Mislif ya molesta.- ¡Ya basta!

- Lo siento...- murmuró él alejándose unos pasos. Se sentía avergonzado, pero, sobre todo, comenzaba a sentirse feliz; pues éste había sido ya un gran paso. Uno de sus deseos se había hecho realidad, y le había gustado de sobremanera. Aunque sabía que a Mislif le había costado bastante haberlo hecho, no podía evitar sentirse feliz. Incluso había intentado aprovecharse del momento, pero se dio cuenta de que ella tenía todo controlado... ¿Eso quería decir que...? ¿Lo había besado sin interés? Eso parecía ser...

- Hasta mañana, Éomer.- dijo Mislif acostándose. Lo único que quería era huir de los brazos de él, pues ya había sido mucho para una sola noche. Éomer se había emocionado mucho, pero Mislif sólo había logrado entristecerse más: no había besado a su esposo, sino a la persona que deseaba olvidar pero no lo lograba; además, si Éomer se enteraba que ella había sentido aquello, y que más encima llamaba a Legolas con el pensamiento, lo más probable es que se hubiera sentido mal. Así que la joven, para terminar con todo, se acostó rápidamente, se cubrió, y pronto fingió quedarse dormida.

Si Mislif hubiera imaginado lo que el deseo de sus pensamientos lograría después, no se habría arrepentido por completo, pues lo que pronto pasaría, aunque no sería bueno, la ayudaría bastante.

- ¿Y quieres partir a Rohan sólo para ver si Mislif está bien?- preguntó Aragorn sorprendido.

- No estaré tranquilo hasta que lo haga.- contestó Legolas inquieto.

- ¿Sabes los problemas que podrías traer a Rohan si alguien se entera que aún amas a Mislif?- preguntó Aragorn poniéndose de pie.- Ya no se trata de una joven sin cargos ni preocupaciones, ¡es la Reina de Rohan!, no cualquier chica, Legolas.

- Lo sé.- dijo el Elfo.- Pero no puedo evitar verla como la joven sencilla que es. ¡Ella nunca quiso ser Reina! Sólo quería... evitar que yo muriera.

- Y a cambio de eso está sufriendo, mientras te llama con el pensamiento desde Edoras.- dijo el Rey de Gondor.- Es algo parecido a lo que me pasó a mí... ¿Recuerdas cuando llegaron los Dúnedain a Rohan porque creían que yo los había llamado? Tal vez Mislif hace lo mismo contigo: sus pensamientos están vueltos hacia ti siempre, y me temo que no dejará de hacerlo.

- Debe se sentirse horriblemente ahogada en Meduseld.- dijo Legolas con tristeza.- Ser Reina debe estarle costando de sobremanera.- hubo una pausa.- Aragorn- dijo finalmente-, yo no voy a Rohan para recuperar a Mislif ni a decirle que aún la amo; sólo quiero verla y saber que por lo menos está bien o que podemos llegar a dejar todo bien.

- ¿Y no te has puesto a pensar que tal vez dejes a Mislif peor que antes?- dijo Aragorn seriamente.

- ¿Qué?

- Legolas, ella debe de estar tratando con todas sus fuerzas olvidarse de todo lo de ustedes; pero su pensamiento la traicionó y llegó a ti. Lo más probable, es que si vas a Rohan ella se sienta más confundida y no se solucione el problema.

- Pero... Yo quiero volver a verla, aunque sea sólo como amigo. No voy a poder descansar, si siento que me llama y no acudo.- silenciosamente, se abrió la puerta de la habitación, y por ella entró Arwen Undómiel, Reina de Gondor. Llevaba un precioso vestido azul, y en su frente brillaba una pequeña corona de plata que parecía hacerla brillar aún más.

- Buenos días, Legolas Señor de Ithilien.- saludó ella, con dulzura. Legolas hizo una reverencia y la saludó con alegría.- Oí de tu llegada, querido amigo, y sé muy bien a qué has venido. Ya me preguntaba cuándo lo harías.

- Legolas quiere partir a Rohan, pero no sé si será lo más conveniente.- le dijo Aragorn.- Creo que es muy pronto.

- Tal vez.- dijo Arwen acercándose.- Pero tal vez sería mucho más simple ir ahora que hacerlo más adelante, cuando todo se complique más.- miró fijamente a Legolas y le dijo: Ir no es lo más aconsejable en un momento así, y más cuando Mislif ya es Reina de Rohan; pero si tu deseo es más grande que la razón y está fundamentado con algo, podrías ir con algún pretexto fácil.

- ¿Pretexto?- preguntó Legolas.- ¿Cuál?

- Vas en nombre de Gondor e Ithilien a saludar a Gimli hijo de Glóin a las Cavernas Centelleantes.- sonrió ella.- Él ya partió hacia Rohan cuando se enteró de que el Rey aceptaba su petición de ir hacia allá. Tú eres amigo de Gimli, y puedes ir en nombre de todos a saludarlo, pero recuerda que debes pasar a saludar a los Reyes de Rohan.

- No había pensado en eso.- dijo Legolas.- Bueno, al menos volveré a ver a mi querido amigo.

- Legolas- dijo Arwen seriamente-, Mislif guarda algunos secretos, pero uno de esos es un regalo muy valioso. Cuando sientas que todo está olvidado o perdido, recuerda ese obsequio que le fue dado a la joven dama.

- ¿Qué obsequio?- preguntaron Aragorn y Legolas a la vez.

- El regalo que le prometió la Dama Galadriel a Mislif en Lothlórien.- contestó Arwen.- Es de un valor grande por lo que puede hacer, pero ella está dudando entre utilizarlo o no. Tal vez opte por esto, si no encuentra una salida a sus problemas.

- Muy bien.- dijo Legolas con determinación.- Entonces, partiré de inmediato. Ya no puedo aguantar más ésta espera. Muchas gracias por todo.- hizo una reverencia.- Lo más probable es que de esto no salga algo bueno, pero mi deseo me obliga a no volver atrás.

- Tienes nuestras bendiciones.- dijo Aragorn.- Procura cuidarte mucho.

- Sí. Namarië.- se inclinó nuevamente y salió de la estancia, luego de despedirse de ambos Reyes.

- El corazón me dice que las nuevas que llegaran desde Rohan serán tristes.- murmuró Arwen con la mirada perdida.- Sin embargo, guardarán un secreto que sólo los que conozcamos la historia sabremos qué es cierto.

- Repita conmigo: Symbelmynë. Sym-bel-mynë. Así llamamos a las flores nomeolvides. Son aquellas que crecen en los túmulos de nuestros Reyes y antepasados.

- No me olvides...

- ¿Señora...?- preguntó el hombre al verla perdida.

- ¡Oh, lo siento!- exclamó Mislif.- Sí. Sym- Symbelmynë... ¿así?

- Sí, Reina.- contestó el viejecito.- ¿Qué le ocurre? Hace días que la veo más triste que de costumbre. ¿Todavía no encuentra la manera de olvidar al Señor de Ithilien?

- N- no... Y no creo que lo logre.- murmuró Mislif. Le hablaba a un viejecito de Rohan, que era su profesor de la lengua local, pero también confidente y amigo. La joven había visto en él a una gran persona y digna de confianza, pues no sólo guardaba los secretos, sino que le aconsejaba y daba a conocer lo que pensaba la gente sobre ella fuera de palacio. Era el único amigo que había conseguido en Rohan hasta el momento, y no dudaba en contarle sus tristezas. El viejecito, llamado Norl, tenía una barba blanca y el cabello del mismo; pero en el centro de su cabeza escaseaba. Era muy pulcro, pero a la vez sencillo en forma de ser; además de dulce y paternal, lo que hacía que Mislif olvidara que era Reina para entrar en conversación con un amigo más.

- ¡Ánimo, Señora!- le sonrió Norl.- No todo está perdido cuando se tiene energía para salir adelante. Usted es aún muy joven, y debe sentirse con ánimo para emprender lo que desea.

- Es que...- suspiró Mislif- todo lo que yo soñaba antes ahora está perdido, y siento que... me alimento de recuerdos y sueños.

- Soñar no hace mal, pero vivir de recuerdos, sí.- dijo el anciano.- Los recuerdos, cuando son con una conciencia intranquila, carcomen la mente y envenenan el alma. Dudo mucho que usted tenga la conciencia así como para tener que vivir algo semejante.

- Sólo me arrepiento de haber hecho sufrir a Legolas... Pues, si no fuera por eso, mi mente podría estar algo más tranquila. Sin embargo... con su sombra de tristeza en mi cabeza, sólo quiero que vuelva para poder pedirle perdón de corazón, pues antes no lo sentía tan fuerte.

- ¿Ha sentido que lo llama con el pensamiento?- preguntó el anciano Norl.

- Sí. Muchas veces.- contestó ella.- Pero la vez que lo sentí más fuerte fue... hace tres noches.

- ¿Hace tres noches? ¿Qué le ocurrió?

- Permití que... que Éomer me besara.

- ¡Oh, qué bien!- exclamó sonriente el viejecito.- Eso ya es un avance, Señora. La felicito.

- No..., no entiende.- murmuró Mislif triste.- Permití que Éomer me besara, pero yo no lo estaba besando a él. Recordé tan fuertemente a Legolas que lo besaba a él, y al mismo tiempo lo llamaba con fuerza. Sólo deseaba tenerlo a mi lado...- sus ojos se nublaron.

- Oh, joven dama... ¡Lo siento mucho!- exclamó de pronto Norl.- No debí llamarla así. Lo siento, Señora.

- Me encantaría que me tratara de Mislif o joven dama, pero no de Señora o Reina.- le dijo ella mirándolo.- Me sentiría más cómoda, pues todos aquí me tratan con una abrumadora cortesía.

- Lo intentaré, pero en secreto.- hubo una pausa.- Debe de ahogarle mucho todo esto, ¿verdad?- sonrió tiernamente el anciano.- Nunca había pensado lo agobiante que puede llegar a ser la vida de un Rey o una Reina.

- Yo no fui educada para esto.- murmuró Mislif.- No tengo por qué estar aquí; mi lugar no es éste. Me siento como si fuera un Enano entre sólo Elfos.

- Yo haría una pequeña variación en eso, joven dama.- sonrió Norl.- Usted es como un Elfo entre sólo Enanos, pues su belleza es grande, y además resalta por eso. Comenzando por el color rojizo de su cabello; todos aquí en Rohan tenemos o tuvimos el cabello rubio.

- Lo sé... Y gracias por sus palabras.- contestó Mislif sonriendo. Con la única persona que realmente sonreía era con el anciano Norl, pues la hacía sentir muy bien y la trataba como a una hija, más que como la Reina que era. Hubo una pausa en la conversación, hasta que la joven dijo: El corazón me dice que algo... muy pronto va a ocurrir. Pero no sé ni logro captar qué es. Aunque... ya no quiero más problemas.

- Tenga fe en que todo saldrá bien, joven dama.- sonrió el viejecito.- Y ahora continuemos con nuestra clase, porque, si no, se darán cuenta de que no progresa mucho.

- Está bien.

- Symbelmynë...

- ¡Gimli hijo de Glóin, de la Montaña Solitaria!- anunció un hombre frente al trono de los Reyes. Inmediatamente, el Enano se presentó ante ellos. Iba vestido con elegancia, y lo acompañaban dos Enanos más.

- ¡Salve Éomer Rey de Rohan! ¡Y salve Mislif Reina de la Marca!- saludó inclinándose.

- ¡Bienvenido, viejo y gruñón amigo!- dijo Mislif sonriéndole con alegría. Era una de las pocas veces que se había alegrado de verdad.

- Es un placer tenerte de regreso, Gimli hijo de Glóin, pues grandes y buenos recuerdos guardo de tu compañía.- sonrió Éomer.

- Y yo también, Señor.- contestó Gimli mirando especialmente a Mislif.

Al cabo de unos minutos, Éomer fue a una habitación adjunta a la sala del trono, para conversar mejor con Gimli de los temas que les importaban. Mislif se quedó sentada en el trono largo rato, esperando el regreso de su amigo. Mientras tanto, unos hombres le ofrecieron algo para comer, pero ella, como casi siempre, lo rechazó con cortesía.

La joven se sentía inquieta, y su corazón presagiaba que algo ocurriría dentro de poco, pero cada vez era más incesante todo. Se lo había comentado al anciano Norl dos días antes, y ahora sentía que cada vez estaba más próximo.

De pronto, y como respuesta a su espera, un hombre más entró en la gran sala del trono y anunció:

- ¡Legolas, Señor de los Elfos de Ithilien, se presenta ante los Reyes de la Marca!

- ¿Legolas...?- exclamó Mislif más que sorprendida y dando un gran respingo. Abrió mucho los ojos al ver al Elfo de pie ante ella, mirándola fijamente. Mislif sentía que el corazón se le iba a salir si seguía con la vista clavada en los ojos claros de él. El Elfo, por su parte, guardaba silencio, pero miraba a la joven fijamente. Iba vestido con un traje color verde claro y su cabello rubio brillaba bajo el ocaso de los rayos del Sol en la estancia. Llegó a Rohan pensando que sólo querría verla para saber que estaba bien, pero comenzaba a darse cuenta de que guardar sus sentimientos frente a ella iba a ser más difícil de lo que había esperado.

- ¡Bienvenido nuevamente a Rohan, Legolas Señor de Ithilien!- dijo la voz de Éomer. Había salido hacía unos segundos, en compañía de Gimli, y ahora se sentaba en el trono junto a su esposa.

- ¡Salve, Éomer Rey de Rohan! ¡Y salve Mislif, Estrella del Norte y Reina de Rohan!- saludó Legolas hablando por primera vez y haciendo una reverencia.

- ¿A qué se debe la dicha de tenerte con nosotros?- preguntó Éomer, sintiéndose nervioso. Miraba de repente y de reojo a Mislif, pues ya podía imaginar que ella se lanzaba a los brazos del Elfo. Sabía muy bien que aquella visita dejaría unas considerables huellas en la relación con su esposa.

- Mi deseo, Señor, es dirigirme hacia las Cavernas Centelleantes, en visita de mi gran amigo Gimli hijo de Glóin, pues me enteré de la noticia que residiría en Rohan; pero estoy aquí para pedirle su autorización para cabalgar por sus tierras. Además, vengo con saludos y bendiciones de los Reyes de Gondor.

- Entonces traes una gran dicha.- sonrió Éomer más tranquilo. Había estado esperando que Legolas dijera "vengo en busca de la mujer que amo"; pero se reprochó aquellos pensamientos. Miró a Mislif rápidamente, y pudo ver que ella estaba igual que todos los días: fría y seria; sin embargo, en su mirada había una luz que no había brillado en mucho tiempo y que incomodó a Éomer. La joven se limitaba a mirar a Legolas fijamente, casi sin pestañear, como creyendo que él podría desaparecer si cerraba los ojos.- Tienes mi autorización para cabalgar por mis tierra, Legolas Señor de Ithilien.- dijo Éomer volviendo al tema.

- Gracias, Señor.- contestó Legolas inclinándose.

- Podremos partir juntos, si lo deseas, amigo.- dijo Gimli a un lado de la sala. Hasta el Enano se había sentido nervioso por la situación, y esperaba que no ocurriera algo problemático.

- Claro. Gracias, Gimli.- dijo el Elfo mirándolo con una sonrisa.

- Me dignaría muchísimo que tan grandes amigos se sentaran en mi mesa ésta noche. ¿Qué dicen? ¿Aceptan?

- Claro. Aceptamos gustosos, Rey.- dijo Legolas.

- Entonces, vengan conmigo.- Éomer se levantó sonriendo. Su intención era partir al comedor en compañía de ambos visitantes, pero Mislif impidió completar su deseo, ya que dijo:

- Legolas- el Elfo se volvió para mirarla fijamente-, me gustaría tener una audiencia contigo antes de la cena.

- Será todo un honor, Señora.- dijo él haciendo una reverencia, que puso muy incómoda a la joven. De todas las veces que alguien se había inclinado ante ella, ésta había sido lejos la peor.

- No tardaremos mucho, Éomer.- dijo ella a su esposo.

- Muy bien. Los espero.- el hombre fue acompañado por Gimli y por un grave presentimiento.