AVISO: Este fic participa en el reto temático de febrero "Día de los enamorados" del foro "El triángulo, dónde tres, están unidos".

DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

¡Hola! Estoy muy emocionada, por fin he podido escribir sobre la única OTP que tengo de la 3G *_* Albus y Scorpius me encantan, son dos cinnamon rolls, mis dos cositas preciosas y bien hechas. No ha salido exactamente lo que tenía en mente, pero es la primera vez que escribo sobre ellos, así que sed indulgentes, please jaja.


1. DON'T YOU SEE?

Albus y Scorpius estaban tirados en la cama del primero, estudiando para Encantamientos. Scorpius dejó el libro a un lado y se quedó con la mirada perdida y aire soñador. Albus lo miró con una ceja enarcada.

―¿Ya te lo sabes? ―preguntó.

―Qué va ―suspiró su amigo―. Pero en estos momentos tengo la misma capacidad de concentración que ese baúl. ―Miró a Albus―. ¿Tienes algún plan para San Valentín?

El moreno se encogió de hombros. Para él, San Valentín era un día como cualquier otro.

―Eso es una tontería ―dijo.

Scorpius apartó la mirada y musitó:

―Supongo que sí.

―¿Y tú? ―preguntó Albus―. ¿Vas a invitar a alguien?

Scorpius enrojeció visiblemente.

―Sí… Había pensado en pedírselo a… Rose ―balbuceó.

Albus cerró el libro y lo dejó a un lado. Miró a su amigo, incrédulo.

―Creía que no te gustaba. Eso me dijiste el año pasado.

El año anterior, después de tantos años de insistencia, Rose había accedido a salir con Scorpius, pero habían durado menos de un mes. Albus no entendía el masoquismo de Scorpius.

El rubio se miró las manos.

―Ya, es que…

―Bueno, da igual ―cortó Albus―. Haz lo que quieras. Pero San Valentín sigue pareciéndome una ñoñería.

Ninguno de los dos añadió nada más. Albus se sentía molesto y no sabía bien por qué. No entendía por qué su amigo se empeñaba en ir detrás de una chica que no quería nada con él. Scorpius valía mucho más que eso, pero no quería darse cuenta.

···

Al día siguiente, Scorpius se acercó a Rose cuando estaban saliendo de Pociones.

―Rose, ¿tienes un momento?

La pelirroja miró al rubio y a su primo.

―Claro ―dijo finalmente.

―Nos vemos en el Comedor. ―Albus siguió andando.

Se negaba a ver a Scorpius haciendo el ridículo, pero no tenía el valor suficiente para decirle que era un imbécil por ir detrás de Rose. No dejaría que su amistad terminara por una chica.

Por eso, cuando Scorpius le dijo que Rose había aceptado, le mintió.

―Me alegro mucho, tío. Seguro que lo pasáis muy bien.

La sonrisa de Scorpius vaciló ligeramente.

Quedaba una semana para San Valentín y cada día Albus se enfadaba un poco más al ver que Scorpius pasaba tiempo con Rose. ‹‹Amigos para esto… Te abandonan en cuanto ven a una chica guapa››. Le reconcomía ver a su amigo cuchichear y reírse con la muchacha por los pasillos, aunque no sabía bien por qué. Al fin y al cabo, no era su vida, pero no quería que nadie hiciera daño a su mejor amigo.

···

Albus pasó media mañana arreglándose, a pesar de que había quedado con Rose a las cuatro en Madame Pudipié.

―¿Qué harás tú esta tarde? ―preguntó mientras se peinaba el cabello rubio hacia atrás. Cuando hacía aquello, se parecía muchísimo a su padre.

Albus se encogió de hombros.

―Estudiar Historia, seguramente. Te recuerdo que el examen es el lunes y ninguno de los dos ha empezado todavía a estudiar. ―Lo miró con acritud―. Esto deberías decirlo tú, ¿sabes? Se supone que eres el empollón de los dos.

Scorpius le sonrió desde el espejo.

―Me he cogido el día libre.

Albus se tumbó en su cama mientras Scorpius seguía moviéndose por la habitación. El rubio le lanzó el libro de Historia de la Magia encima del pecho.

―¡Eh! ―se quejó Albus―. ¿Pero tú sabes cuánto pesa esto? ¡Podrías haberme matado!

Scorpius soltó una carcajada.

―Anda, ponte a estudiar. ―Se quedó parado un segundo ―. Deséame suerte.

Albus suspiró.

―Suerte.

Cuando Scorpius salió de la habitación, Albus dejó el libro de texto a un lado y se quedó mirando a la nada. Al final, se quedó dormido.

Cuando despertó, lo primero en lo que pensó fue en cómo estaría yendo la cita de Scorpius con su prima. Más le valía a Rose tratar bien a su amigo o tendría que vérselas con él.

Decidió dar una vuelta por el patio, a ver si se encontraba con alguien a quien lo le hubiera dado la fiebre amorosa.

Se quedó parado cuando vio a Rose sentada en el césped, charlando y riendo con unas amigas. La sangre empezó a hervirle; se acercó a su prima a grandes zancadas.

―Rose, ven ―dijo.

Rose se quedó mirándolo, atónita. Se levantó, lo cogió por el brazo y lo arrastró hacia un rincón en el que estuvieran solos.

―¿Se puede saber qué haces aquí? ―siseó.

Albus entrecerró los ojos verdes.

―No, ¿se puede saber qué haces aquí? ¿No se suponía que tenías una cita? ―Su prima puso los ojos en blanco. Albus se cabreó de verdad―. ¿Quién demonios te crees que eres para dejar plantado a Scorpius, eh? ¿Crees que puedes ir jugando con sus sentimientos así como así? ¡Scorpius es el mejor chico que podrás encontrar jamás y tú llevas años ignorándolo y jugando con sus sentimientos! ¿No tuviste bastante con cortar con él el año pasado y ahora quieres humillarlo?

Rose se quedó pálida, pero entrecerró los ojos.

―¿Eso es lo que te contó, que fui yo quién cortó? ―Albus parpadeó, confuso―. En primer lugar, fue él quien cortó, no yo. En segundo lugar, no soy yo quien tenía una cita hoy. Si no estuvieras tan ciego, verías que no soy yo quien le gusta, imbécil.

―No… No lo pillo.

―¡Por Merlín! ―exclamó Rose como si tuviera que explicárselo todo a un niño. O peor, a un tonto―. ¡Scorpius y yo llevamos una semana preparándolo todo para que se te declare, Al! ―Albus enrojeció, pero no dijo nada ―. Se suponía que cuando te pusieras a estudiar Historia de la Magia, verías su nota pidiéndote que fueras al lago, pero ya veo cuánto has estudiado hoy ―señaló con ironía la pelirroja―. Así que, en vez de venir aquí a echarme la bronca como si fueras papá, ¿por qué no vas al lago, que el pobre Scorpius lleva esperándote durante más de dos horas? ―Se cruzó de hombros―. Al final resulta que eres tú quien le romperá el corazón.

Albus se mordió el labio inferior, indeciso. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Tenía tanta información para asimilar que no sabía por dónde empezar.

Scorpius… ¿Scorpius quería declarársele? No sabía cómo sentirse al respecto. Habían sido amigos desde el primer día de colegio. Nunca se habían sentido solos gracias al otro. Se querían, de eso no había duda.

Pero, ¿de qué manera quería Albus a Scorpius?

¡Scorpius! Su cerebro despertó de repente. ¡Scorpius estaba esperándolo en el lago! Echó a correr hacia allí, rezando para que no fuera demasiado tarde.

No hizo falta que corriera hasta el lago (más que nada porque a medio camino ya estaba exhausto), porque vio una cabeza inconfundiblemente rubia que se acercaba por el camino hacia el colegio.

El chico andaba con los hombros hundidos y la vista clavada en el suelo. Albus avanzó hasta que ambos muchachos quedaron a un metro de distancia. Él fue el primero en hablar.

―Rose me dijo que te estabas en el lago… Quería ponerme a estudiar antes, pero me dormí y…

―No… No pasa nada ―lo interrumpió. Pateó el suelo―. Menuda tontería, ¿verdad? Esto de San Valentín.

―No sabía que te gustaba ―dijo Albus. El rojo de sus mejillas hacía un gran contraste con su pelo casi blanco.

―El año pasado, cuando salía con Rose, me di cuenta de que nunca me había gustado de verdad. Que solo había sido un encaprichamiento, ya sabes. ―Albus sonrió para sus adentros. Scorpius tendía a hablar mucho y muy rápido cuando se ponía nervioso―. Y mi padre siempre dice que hay que enfrentarse a las cosas que te dan miedo, porque pasar la vida con miedo a decir lo que piensas al final pasa factura y…

Albus sonrió ampliamente. Había conocido a ese chico desde que se habían sentado juntos en el tren, cada uno con el peso de su apellido sobre los hombros. Sabía que le gustaba el té con un azucarillo y que solo tomaba café cuando estaban de exámenes. Sabía que se mordía las uñas cuando estaba preocupado, aunque se arrepentía inmediatamente y se obligaba a parar. Sabía que no se ponía el jersey que le había regalado la abuela Molly dos Navidades atrás no porque no le gustara, sino porque tenía miedo de ensuciarlo.

Scorpius era el mejor amigo y persona que nadie pudiera tener la suerte de tener en su vida. ¿Cómo no iba a quererlo?

Mientras tanto, Scorpius seguía parloteando sin parar.

―Scorpius. ―El rubio lo miró―. Cállate.

―Perdón ―musitó el otro.

Albus tiró de él para besarlo. Cuando sus labios se unieron, fue como poner la última pieza del puzle. Ahora, todo encajaba. Scorpius llevó las manos a su cuello, primero tentativamente, luego para pegarlo más a él.

Cuando se quedaron sin aliento, se separaron y se quedaron mirándose. Las mejillas de Scorpius estaban de un rojo encendido y, por el calor que sentía Albus, sabía que él estaba igual de sonrojado.

Aún quedaban muchas cosas por aclarar, pero al menos Albus ya se había deshecho de la venda que le cubría los ojos. ¿Cómo podía haber estado tan ciego?

―Feliz San Valentín, supongo ―dijo.


Bueno, ¿qué os ha parecido? La verdad es que de ambiente de San Valentín, el fic tiene poco, porque para mí el 14 de febrero es un día más y San Valentín es un invento del capitalismo para que compres cosas para demostrar tu amor, porque claro, si no lo demuestras de forma material, es como si no quisieras a la otra persona (nótese la ironía).

Anyway, me estoy desviando del tema: lo he hecho con todo mi cariño hacia la pareja y espero que, a ti, lectora, te haya gustado lo que has leído :)

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MrsDarfoy