Las segundas oportunidades eran preciadas en cualquiera fuese el caso, un segundo intento sería siempre bienvenido, pero aquel milagro de tener de vuelta la vida era algo completamente inalcanzable, más allí estaba el antiguo guardián de la fortaleza de cáncer, santo de Atena que había dado la vida en la lucha contra el dios del inframundo, Hades; ahí se encontraba nuevamente en pie, con un cuerpo de carne y hueso. A pesar de estar inmensamente agradecido por esta oportunidad, le inquietaba el lugar en el que había revivido, sin duda Asgard no era una ciudad cualquiera, pero lo que le causaba más extrañez era lo distinta que lucía, ya no era la fría y estéril tierra de la que se hablaba, era completamente distinta. Sin embargo el antiguo santo de oro no tenía en mente agobiarse con esos asuntos, se dedicaría a disfrutar de estas tierras, de esta vida y de esta segunda oportunidad.

La tranquila y encantadora tierra de Asgard creada por Andreas parecía una utopía, las tierras fértiles y ambiente cálido encantaban a los ciudadanos, luego de vivir décadas de oscuridad y frío era si no la más viva prueba de que éste era el representante de Odín en tierra.

Aunque al antes dorado caballero de cáncer le parecía un tanto sospechoso, decidió no tomarle mayor asunto y disfrutar de la vida que se le había tan milagrosamente regalado después de su muerte en el muro de los lamentos, o al menos ese era su plan. Se la pasaba apostando y bebiendo como nunca, aprovechando al máximo su estancia en el lugar, esa era su forma de disfrutar la vida, hasta ese entonces.

Día tras día seguía siendo echado de bares, ya fuese por armar peleas o por timar a otros jugadores en las apuestas. La monotonía empezó a molestarle, tal parecía que el mundo de un ser humano normal no era tan emocionante para un antiguo caballero de Atena.

El joven se decidió a dar un paseo por el mercado con el fin de despejarse un poco, después de todo había sentido el cosmos de otro caballero de oro hace unos días, así que pensó que tal vez lo podría encontrar.

Caminando por el lugar se dedicó a observar, parecía más bien un viejo apreciando hasta lo más mínimo del paisaje. Los ciudadanos se veían contentos trabajando en sus puestos, los transeúntes compraban asombrados por los frutos grandes y coloridos que no acostumbraban darse en esa zona de antes infértiles tierras, definitivamente Andreas era su salvador. De vez en cuando se veían pasar uno que otro guardia, preguntando cosas a los dueños de los puestos, pero todo tranquilamente, aún le parecía sospechoso, pero decidió ignorarlo una vez más.

Se acercó a un puesto de flores al que siempre acudía, la chica que trabajaba ahí parecía esforzarse mucho para cuidar a sus hermanos y eso le causaba cierta admiración.

- ¡Hola! ¿Cómo están chicos? –Preguntó lo más agradablemente que pudo permitirle su semblante al caballero de cáncer.

- Bienvenido, gracias por venir como de costumbre. –Respondió con una amplia sonrisa Helena, la dueña de la florería, mientras se escondían tras ella sus hermanos que parecían no agradarle el desaliñado joven.

- Parece que va todo muy bien por aquí. –Dijo fijándose en las radiantes flores que la chica ofrecía.

- Todo es gracias a Andreas y al árbol de Yggdrasil, antes de tenerlo los cultivos no eran tan buenos.

- ¿Es ese árbol entonces? –Se fijó entonces el caballero en el árbol que se veía a la distancia.

- ¿Vas a querer una entonces? Te haré descuento por ser tan guapo. – Dijo la chica dulcemente, con una coqueta sonrisa.

- ¿Ah? No son necesarios los halagos, las flores no van con chicos como… -Comenzó a balbucear avergonzado el de cabellos púrpuras mirando hacia otro lado, hasta que se percató de que no era a él a quien le hablaban.

- Entonces llevaré una de esas radiantes rosas rojas. –Dijo encantadoramente una familiar voz para el de cáncer.

- ¡Afrodita! –Pronunció el chico mirando a su antiguo compañero, así que éste debía haber sido el cosmos que sintió días atrás.

- ¿Ah, se conocen? ¿Son amigos? –Les preguntó Helena con interés.

- Eh…no, claro que no somos amigos…eh, bueno, algo así. –Respondió mirando al guapo caballero de piscis. Lo observó de pies a cabeza, llevaba un conjunto exagerado y llamativo, con una camisa rosa adornada con un lazo gris y unos ajustados pantalones blancos a la cintura y enanchados hacia el final, destacando sus elegantes tacones. Tan ridículamente radiante como siempre, no, estaba aún más radiante que de costumbre.

- ¿Ah? ¿Máscara de la muerte? Así que era tuyo el cosmos que había sentido. –Volvió a dirigirse a la chica. –Yo soy el hermoso y valiente caballero de piscis enviado por… -Fue interrumpido el de ojos celestes por el de cáncer, quien le cubrió la boca con las manos.

- ¡Nos vemos pronto, Helena! –Dijo nervioso arrastrando a su compañero a un callejón.

- ¿Qué haces? Solo estaba presentándome con esa chica…siempre lo arruinas todo. –Se quejó Afrodita, inflando sus mejillas y frunciendo el ceño en desaprobación, en un rostro como el suyo el gesto se veía más infantil que intimidante.

- ¿Qué acaso no puedes ser un poco menos…obvio? –Preguntó molesto Máscara de la muerte.

- ¿Obvio? Pero si me he esforzado para pasar completamente desapercibido. –Hizo un suave ademán con su mano derecha, mientras que con la otra afirmaba la rosa roja que había conseguido.

- A mí no me parece que te hayas esforzado en lo más mínimo. –Dijo con las manos en los bolsillos.

- No puedo controlar mi belleza, pareciera que donde voy me tratan como rey, ser hermoso tiene sus contras ¿sabes? –Alzó una ceja acariciando su suave cabellera celeste.

- Tú y tus idioteces…solo trata de no ser demasiado obvio, omite eso de ser el "hermoso caballero de piscis" y esas cosas. –Hizo un gesto de comillas con las manos y dijo en tono burlesco.

- Ah… que aburrido eres…y bueno, ¿qué piensas hacer en este lugar?

- Solo planeaba aprovechar esta vida, ya sabes, no todos los días vuelves a la vida así como si nada. –Se cruzó de brazos. –Aunque me parecen extrañas ciertas cosas no tengo intenciones de luchar por ahora.

- Ya entiendo… creo lo mismo, no quiero luchar a menos que sea completamente necesario, de seguro hay una razón por la que hemos sido revividos en este lugar. –Seguía jugando con su cabello el ojiceleste.

- Hasta entonces la pasaremos bien, supongo. –Le dio una amplia sonrisa al afeminado caballero, afirmando su cadera con sus manos.

- Supongo, trata de no ser tan obvio tampoco, borracho timador. –Le alzó una ceja, burlándose de él. –Hasta pronto, Máscara de la muerte. –Se volteó para continuar su camino, levantó su mano a modo de despedida y se alejó caminando sonoramente por sus tacones.

- Ese maldito… con que ya sabía que estaba aquí. –Murmuró para sí mismo y chasqueó la lengua.

Siguió su paseo por la ciudad sin prestar atención, Afrodita tenía razón, probablemente…no, seguramente había una razón por la que habían sido revividos en Asgard y tenía que estar preparado para ese entonces. Aunque los pensamientos lo tenían intranquilo se decidió a no prestarle mayor atención, de todas maneras se enteraría de algo si estuviese ocurriendo algún problema.

El guardián de la casa de cáncer pasó el día más relajadamente que de costumbre, sin bebidas ni apuestas, y se dirigió a la estancia en la que pasaba las noches. -Donde estará quedándose Afrodita... –Preguntó para sus adentros, tal vez se lo preguntaría la próxima vez que lo viera.

El caballero de piscis le había hecho pensar un par de veces lo que hacía, después de todo no quería llamar la atención. Recostado de espaldas sobre la cama apoyando su cabeza en sus manos le seguía dando vueltas su encuentro con Afrodita, encontrarse con un caballero de Atena en estas condiciones era muy distinto a todo lo que habían vivido, además sabía que podía confiar en él, o eso quería creer.

-¡Ah! Este idiota de Afrodita… debió haberme dicho en dónde se estaba quedando… -Se cuestionaba para sí mismo. –Bueno, a ver, no puede ser muy difícil; si yo fuera Afrodita, me quedaría en… un lugar ostentoso y ridículo, lleno de flores y tonterías de color rosa, y me iría de compras a lugares estúpidamente costosos y coquetearía con medio mundo en las cafeterías y… me pregunto si se dará cuenta de lo extraño que es. –Un par de estancias costosas se le pasaron por la mente. -Tal vez pasee por el distrito adinerado de la ciudad uno de estos días… -Lanzó un sonoro bostezo, con lágrimas en los ojos. –No puede ser muy difícil encontrar a ese tipo… -Seguía murmurando sinsentidos sobre qué haría para encontrar al guardián de piscis, hasta que por fin se quedó dormido.


Espero que hayan disfrutado de esta "introducción", por así decirlo, de la historia.

En unos días subiré el siguiente capítulo, besitos y gracias por leer ^^ ~