Disclaimer: Harry Potter no me pertenece.

Fanfic medio navideño, por la ocasión. Aunque no lo parezca, en realidad. Creo que Short-fic, no me arriesgaré a no tenerlo terminado ni siquiera la navidad del dos mil dieciséis, la experiencia ya está gravada.

En fin, creo que me estoy volviendo adicta al Theodore/Hermione. Lalalalalá. Son tan hermosos. Me la he pasado buscando alguno de ellos que me guste... Bueno ya, mucha información fuera de lugar.

Situado en séptimo. Ginny cursa con ellos dado que sí hizo sexto año, según.

Adfectus: Sensaciones.


Adfectus


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Se reclina con calculada fuerza hacia atrás, poniendo los pies sobre la mesa de la biblioteca. No es una posición idealmente educada, pero es cómoda así que todo lo demás le vale. Toma con más firmeza el libro que tenía en las manos y se lo lleva al rostro. Por debajo puede divisarse parte de la biblioteca, aunque en gran parte la superficie de la mesa que está utilizando, si viera hacia abajo sería mucho más cómodo.

Sin embargo decide dejar de pensar tantas tonterías y vuelve a mirar derecho. Sólo puede ver la débil oscuridad que provoca el libro sobre su cara.

Cierra los ojos. La noche anterior no fue capaz de dormir como hubiera querido, siempre sintiéndole que le faltaba algo. En parte le fastidiaba, ¿por qué se tomó todo eso como una costumbre? Bueno, tampoco es que haya sido él. Pero sabiendo por lógica que todo lo que se hace diariamente se transforma en rutina, lo hizo.

Pero es que su sonrisa al ver las notas que le dejaba le podían. Eran sutiles, hermosas. Una vez incluso le comentó lo preciosa que se veía aquel día. Y ella se había sonrojado, no sabiendo que siempre había sido él. Él, el cobarde de Theodore Nott que no era capaz de hablarle.

Consciente de que ella no era como las demás, aún así no tenía el valor de hacerlo. Recordaba que en cuarto año también le había enviado una nota, había reunido el poco valor que tenía para escribir esa simple frase, y es que eso partía de por aquel tiempo. Pero en aquella ocasión ella no alcanzó a abrirla y leerla.

De un momento a otro había llegado Viktor Krum, a quien él no tenía previsto para nada. ¿Por qué se acercaba a ella? ... ¿Por qué ella sonreía?

Cuando la vio sorprenderse y luego sonrojarse ligeramente, y vio la sonrisa satisfecha de Krum segundos más tardes, supo lo que pasaba. El búlgaro la había invitado al baile, técnicamente después que él, pero ella había aceptado su propuesta. Una vez el chico se fue la vio disponiéndose a abrir la nota otra vez, sin embargo Theodore no se dio ni cuenta y la nota ya estaba hecha cenizas.

Ella no se merecía una invitación tan patética como esa.

Se fijó su mano y se preguntó cuándo habría sacado la varita. Volvió a mirar a la chica, no había previsto que pasaría eso. Pues bueno, él mucho menos.

Estaba usando un hechizo desilusionador, pero por cualquier cosa se había puesto en una mesa en la cual pudiera ver su perfil. Su expresión pareció entristecer un poco, y sin embargo Theodore lo ignoró. Creyó que estaba tan desesperado que ya estaba imaginando cosas que no eran. Así que muy enojado consigo mismo, se largó del lugar.

Pasaron cerca de semanas hasta que le volvió a mandar notas. La verdad es que en parte se decepcionó de su fuerza de voluntad cuando tenía que ver con dejar de verla. Pero la decepción se esfumó cuando la vio sonreír. Había escrito un lo siento y algo más. Y le entristecía el que ella no pudiera devolverle las notas. Porque claro, ¿a quién se la iba a enviar? ¿Al Slytherin del que sólo conocía su nombre, que había olvidado el encantamiento desilusionador y que se encontraba con un libro en la mano, leyendo sin tomarle importancia a nada, aparentemente?

Claro que no.

Salió de sus pensamientos cuando escuchó unos pasos apresurados. Abrió los ojos y subió su mano hasta el libro para quitarlo ligeramente de su rostro. Giró la cabeza y entonces la vio intentando sacar un libro de arriba. Theodore se vio tentado a reír por la imagen. Parecía algo desesperada, así que supuso que estaba enojada.

¿Esos idiotas otra vez?, pensó.

Ella se detuvo y él bajó un poco más el libro, con tal de que si se giraba, no notara que la estaba mirando. Puso las manos en la cintura, logrando que por la acción su capa se quedara detrás de sus hombros. Parecía pensar en qué haría, o más bien si debía hacerlo o no.

El hecho de que estaba bastante apurada ganó y terminó ocupando su varita para que el libro llegara a sus manos. La escuchó suspirar y luego se largó. Él estaba en una mesa muy apartada, y cuando apartó disimuladamente el libro y se enderezó un poco, pudo ver a Potter, Weasley con cara de arrepentidos, y la niña, Ginny.

Porque claro que sabía su nombre, Zabini debía dejar de hablar dormido, sobre todo cuando se trataba de sus sueños húmedos. Le haría un bien al mundo y sobre todo a él.

Cuando aún no se sentaba comenzó a hojear el libro, así que él aprovecho esos momentos y cogió un pequeño pergamino de entre sus bolsillos. Estaba algo arrugado, pero sacó una disminuida parte y escribió algo con rapidez, tomando una pluma de el sutil bolsillo de su capa. Guardó todo y le envió una rápida mirada a la chica, cogió su varita de los pantalones y hechizó el pedazo de pergamino.

Ella se fue a sentar y en ese momento miró a sus dos amigos, así que hizo que el pergamino fuer hasta allá y se colara entre una de las siguientes páginas. Sonrió de lado y volvió a su posición inicial. Pero nunca notó a Ginny, quién se había dedicado a ignorarlos y por pura casualidad había visto el pergamino deslizarse por entre las dos hojas que le seguían a la que su amiga miraba.

Entrecerró los ojos y lo miró, alcanzando a ver parte de su sonrisa. Alzó una ceja con curiosidad al reparar en la corbata que desaliñadamente cargaba al rededor de su cuello. No estaba muy segura de reconocerlo. Lo que sí, fijo que Malfoy no era.

Ginny vio a su compañera dejar el libro en su regazo con el ceño fruncido, claramente dispuesta a ignorar a su hermano y a Harry. Se encontraba casi a su lado así que fingió estar viendo a otro lado cuando Hermione cambiaba la hoja. La miró de reojo, expectante, y terminó presenciando con sorpresa que el ceño fruncido se desvanecía, aunque luego volviera.

Y entre todo eso no puedo ver lo que decía, pero sí una fugaz sonrisa que por la rapidez con la que llegó y se fue, le dio la impresión de ser un objeto de su imaginación.

Joder. ¿De cuánto se estaba perdiendo?

...

La gente debería aprender que no eres algo que se ve todos los días, Hermione.