AVISO: Este fic contiene castigo corporal a menores y disciplina paternal. Cosa que podría incomodar a algunos lectores, además de cumplir con dar la advertencia necesaria, espero que la historia sea de su agrado.

Espadas de madera

Capitulo 1

Iban a ser las tres de la tarde. En un mundo exótico, tropical y lleno de caras felices y esperanzadas de niños y familias, que pasaban una vida tranquila en las Islas del Destino, renombrado lugar para viajeros desconocidos que aparecían de una en un millón de años por aquellos lares y lugar deseado para los seres de la oscuridad. Como ocurriría años después en el futuro. Pero aún no llegamos allí, nuestros jóvenes amigos todavía no han llegado siquiera a la adolescencia y por ello en estos momentos podemos celebrar su niñez con entusiasmo y esperar que serían próximamente 3 de la tarde en todos los relojes de aquel mundo. A excepción del viejo cucú que nunca funcionaba de la señora May, anciana que jamás salía de la tienda de regalos en la Gran Isla.

Sora, un chico alegre, de cabellos castaños y grandes ojos azules, en esos momentos recién llegado a la playa miraba sin atención las olas. Se había topado con Tidus en el camino de ida y charlado con Wakka en la entrada de la cabaña donde se guardaban parte de las maderas para hacer balsas y botes que los llevarían al lado amplio de la isla. Uno de los temas de interés en los jóvenes mayores en esos días era poder construir con amigos una balsa llegado el momento y por lo general comenzaban a trabajar en ello sin permiso antes, llevándose más de una paliza de sus padres en el intento; después de todo las herramientas como clavos y martillos no eran cosas con las que jovencitos debieran jugar.

Sora miró a lo lejos mientras se sentaba en la suave arena para esperar a su mejor amigo. Por lo general este no llegaba tarde nunca y siempre era un excelente compañero para practicar combate, el mejor a decir verdad; se dijo para sí mismo mientras miraba en el suelo su espada de madera, la cual su padre le había construido hacía un año. Pensó avergonzado en lo mal mantenida que estaba en esos momentos, con más de algún orificio y ruptura en el filo que no era en realidad filoso, sino más bien bastante suave, detalle del que se había preocupado su madre a lamentos de Sora cuando recién había sido hecha. Recordó la de su amigo, siempre elegante al blandirla a pesar de su corta edad y su precisión al dejarlo indefenso luego de varios movimientos entre las orillas de la playa. El chico dejó sus pensamientos de lado y se recostó en la arena para esperarlo, no debía tardar demasiado se aseguró.

Más allá, entre las cabañas y hogares del borde de la Isla, se encontraba en una casa de madera de dos pisos un muchacho, de cabellos plateados y ojos turquesa, de más o menos la misma edad de Sora, aunque mayor en realidad si pensamos en fechas. Se llamaba Riku.

Estaba en la salida de su casa, cubierta por tupidas palmeras y maderas de todos tamaños, ya que su padre tenía una esquina entre un caminito de piedras por el borde de la casa; pequeño espacio y rincón de carpintería, donde se la pasaba antes de que naciera su hijo hacía años, era uno de sus pasatiempos en esos lejanos días, cosa que ya por seguridad había abandonado como hobby para preocuparse de la crianza y cuidado de su hogar, además de entrenar, puesto que era un guerrero poderoso que aseguraba que su muchacho también lo sería algún día. Según sus expectativas Riku tendría el destino asegurado.

El niño en aquellos momentos se acercaba al sector de carpintería sin ser visto por nadie.

Había quedado de entrenar con Sora como hacía todos los días sin falta, hubiera tormenta o no, hiciera calor o no, lloviera o chispeara, porque aunque pareciera que fueran solo dos niños muy divertidos y entusiasmados con ser iguales a sus padres entre espadas de madera, ellos dos en realidad eran rivales, y en algún momento cuando fueran mayores lo demostrarían, cada cual con su lado de oscuridad como sucede siempre en la vida, pero uno de los dos definitivamente tendría esta parte más desarrollada, o quizás no, el tiempo lo decidiría.

Pero volvamos a donde Riku se encontraba. El niño temblaba internamente, ya que aquel lugar de la casa estaba tajantemente prohibido para él y sus amigos, y por ningún motivo podía estar considerado utilizar herramientas para nada, hasta que estuviera mayor. Lo que tenía su padre eran clavos, algunos gastados y otros de lo más nuevos y filosos que había conseguido en sus viajes y entrenamiento, tenía martillos y serruchos hechos por el mismo Cid, mecánico experto que según había dicho el padre de Riku, se la pasaba cuando no tenía un camino dictado, en un lugar muy lejano llamado Ciudad de paso, o algo así. Aunque Riku creía que era para hacerlo todo más interesante y misterioso, algo falso según el cómo Santa Claus o el conejo de pascua.

Se había puesto zapatos previamente para evitar clavarse algo en el pie, no era un lugar con piso apto para andar descalzo. Caminó hasta llegar a la mesa de madera repleta de fierros colgando por los ganchos de las esquinas y tuvo que ponerse de puntitas para poder coger un pequeño martillo para los clavos más pequeños.

De entre los matorrales y las palmeras más jóvenes él había ocultado su espada de madera. En mejores condiciones que la de Sora si hablamos de madera, mucho mejor pulida que la de Tidus y definitivamente más elegante que la de Wakka, aunque este último jamás luchaba con espada, la tenía más por decoración en la mitad de la playa y había terminado en alta mar en más de una ocasión sin importarle ni al propio dueño.

La espada de Riku lo tenía todo en las Islas, sin embargo estaba rota. Y no solo torcida, sino que destruida por la mitad, aún siendo de una excelente madera. El muchacho observó la vergonzosa forma en la que estaba su arma y suspiró aún nervioso. Se le había caído por un descuido entre las rocas de la orilla en el estacionamiento de los botes que ya no se usaban, la madera se había atascado y destrozado cuando Riku había querido sacarla luego de varios intentos. Miró a su casa por si no se acercaba ninguno de sus padres y luego hacía la playa por si Sora no se había aparecido a buscarlo. No podía demorarse considerando su posición actual, su cita con su amigo y el acecho de su padre.

Cogió ambos pedazos de la espada y los colocó en el suelo. Alargó el brazo para tomar por el mango el martillo que había sacado de la mesa y se enderezó para colocar cuidadosamente uno de los clavos negros que había traído en su bolsillo desde la casa. El tamaño era el perfecto para poder atravesar ambos trozos, pero aún así Riku no sabía si lo estaba haciendo bien, no sabía absolutamente nada de carpintería, ya que su papá-digámosle de su nombre, es decir Adrian- siempre lo había mantenido alejado de aquel lugar de la casa, por lo peligroso que era. Maldijo por lo bajo por su suerte y luego miró a su alrededor con precaución. Algo que ninguno de sus padres toleraba eran las malas palabras de su boca y en más de una ocasión le había llegado una bofetada por ello, para su vergüenza una vez había sido frente a Sora y Kairi.

Intentó concentrarse en su trabajo y pudo darle al primer clavo sin errores. Siempre había tenido buena puntería por lo que no le preocupaba demasiado como metía los clavos, en realidad su atención estaba en su casa y la playa. No tuvo tiempo intermedio luego del tercer martilleo ya que escuchó pasos en su espalda de forma sorpresiva. El chico de cabellos plateados se dio la vuelta ocultando el martillo y ambos trozos de madera en entre sus manos y miró con atención al visitante.

Se trataba de Tidus, uno de sus amigos. Llevaba la ropa húmeda, pista de que había caído seguramente al agua entre embestidas con su propia espada. Parecía estar de buen humor como de costumbre pero nervioso al mismo tiempo, Riku pensó que posiblemente andaba tramando algo.

-¿Que hay Riku?-preguntó el chico sonriente-Oye, Sora te anda buscando en la playa, dice que quedaron de entrenar.

-Siempre es así-se apresuró a responder Riku ocultando más aún entre sus dedos las herramientas-Estaba por irme en estos momentos, por cierto,..¿Qué haces aquí?

-Que haces tú aquí, mejor dicho. Creí que tu papá no te dejaba venir, y aquí estas, haciendo caso omiso a las normas. Vaya el día que vuelva a verte sobre las rodillas de tu padre será para escribirlo y contarlo a las futuras generaciones. El gran Riku que todo lo puede, con los pantalones abajo, llorando en…

-Vale, ya entendí-dijo Riku molesto y con las mejillas encendidas-Eso fue hace tiempo, mi padre ya no me pega, y estoy aquí por una buena causa.

-¿De verdad? ¿Y cuál es?

-No respondiste mi pregunta Tidus, ¿Qué haces tú en mi casa si no me estas buscando a mí?

Riku comenzaba a ponerse más nervioso y algo irritado, no sabría que decirle a su padre si este los encontraba a los dos en el lugar prohibido. Culparía a Riku de haberlo llevado y sería un desastre, tenía que salir de allí con su amigo pronto.

-Bueno veras-dijo agachándose mientras sacaba de la nada entre una de las palmeras más jóvenes de la casa de Riku, nada menos que la pelota de juego de Wakka-Mi mamá se dio cuenta de que le ocultaba esto a Wakka de vez en cuando y ahora está molesta conmigo porque le mentí. Entenderás que este es uno de los mejores escondites cerca de los botes y…

Pero antes de que el muchacho pudiera seguir hablando una mujer de rasgos alegres como Tidus llegó corriendo las plantas para hacerse paso. Ambos chicos quedaron perplejos.

-Mamá-comenzó Tidus botando la pelota al suelo sin darse cuenta. Era después de todo un chico bastante más torpe que Riku y no se le daba tan bien mentir como seguramente desearía. La mujer de seriedad agradable pasó a una severidad contenida. Tidus iba a hablar pero calló. Por lo que se podía ver era una madre dura en su interior, aunque su padre Jecht fuera un irresponsable en muchos sentidos. Tenía ambos lados de la moneda.

-Asi es que aquí estabas Tidus, y más encima me has facilitado las cosas, la pelota de Wakka estaba nada menos que escondida en la casa de Riku. Su madre se la ha pasado insistiendo que alguien se la había robado y mira con qué me encuentro apenas te busco. Muy bien jovencito ahora te atenderás a las consecuencias.

La mujer cogió a su hijo de la oreja y lo llevó a su lado entre tirones, ignorando los sollozos que ya habían aparecido en el niño. Tidus siempre había sido un muchacho muy sensible, desde que Riku recordaba.

La madre de Tidus agachó bajo su brazo a su hijo y comenzó a darle fuertes nalgadas con su mano derecha. Tidus no decía nada pero sus lágrimas brotaban con energía, avergonzado y con su retaguardia lastimada. Riku sin atreverse a hacer ningún movimiento observó de reojo a Tidus recibiendo la tunda mientras lo único que se movía del lugar eran el brazo rítmico de la madre y se oían débiles los sollozos del niño. Luego de pasada una tanda de palmadas la mujer sin darle ninguna despedida a Riku agarró de la camisa a su hijo para llevárselo del sitio, mientras hablaba casi para sí misma.

-Cuando lleguemos a casa prepárate porque le diré a tu padre que no tienes vergüenza de andarle robando a tus amigos, y nada de eso de que fue una broma, te has ganado un buen rato en el rincón con pantalones abajo Tidus y tu padre no tendrá problemas en,…-continuó hablando hasta que Riku ya no pudo oírla.

Volvió a haber silencio en el patio una vez más.