"Dejadme ser vuestro guía en las sombras de mi hogar, seres de luz. En las profundidades de la Tierra encontraréis mi refugio y, en mi soledad, me hallaréis."

"No os pido mucho, solo que escuchéis el principio de mi historia. Procurare ser breve, pues estáis fatigados del largo viaje entre las sombras."

"¿Por dónde empezar? Han ocurrido tantas cosas, que ya no sé que iba primero y que iba después."

"Creo que lo mejor que puedo hacer, es presentarme."

"No tengo nombre fijo. Aquí y allá me nombran de distintas formas, aunque solo una se acerca más a mi auténtica personalidad: Shinigami."

"¿Por qué esta palabra en particular? Por que soy un ser de la oscuridad, que siega almas por amor a la muerte."

"No me andaré con más rodeos y empezaré con mi historia."

"Tomad asiento; pues mi historia comienza aquí."

Prologo: El shaman de las sombras.

"Otra vez discutiendo." Pensó una figura oculta entre las sombras de la habitación. "Otro despertar. Otra bronca."

El propietario de dichos pensamientos estaba sentado en una esquina de su habitación, con la luz apagada, escuchando como sus padres discutían.

Como otras tantas noches, había sido privado del reconfortante sonido de las sombras, que le eran placenteros en la creciente oscuridad, esperando el momento en que sus padres se acostaran para comenzar con su jornada nocturna.

"Hemos aquí, viejo amigo. Atrapado en la cruda realidad; esperando a que terminen para salir a perderme en las sombras de la creciente oscuridad nocturna."

Un sonido sordo le indico que su padre había vuelto a golpear a su madre y que ella estaba tendida en el suelo, incapaz de levantarse y seguir discutiendo con su ebrio esposo.

"Ojalá todo esto terminara pronto. Que pudiese encontrar la luz que me guiase en mi creciente soledad."

El joven muchacho se levanta del suelo y camina hasta el pequeño baño que tiene en su habitación, encendiendo una vela que descansaba sobre el lavabo; con esa, encendió otra más, que se hallaba en el filo de la bañera.

El muchacho se miró en el agrietado espejo que tenía sobre el lavabo; observó las frágiles grietas y recordó como se habían hecho.

Flash Back.

-¡Estoy harto de ti, maldito niño!- Gritaba su padre, empujándolo contra el escritorio de la habitación.- ¡No sirves para nada!- Lo coge de la pechera del pijama.

-Querido… no…- Susurro su madre, parada en el umbral de la puerta, con las manos puesta en la boca, apunto de llorar.

-¡A CALLAR, MUJER!- Grito el hombre, mirándola con odio.- ¿¡O quieres que te vuelva a golpear, maldita perra!?- Se acerca a su esposa con la mano levantada, listo para golpearla.

El muchacho miro a su padre con frialdad; aborrecía todo su ser, su existencia y no dudaría en acabar con él si poseyera el poder y la fuerza suficiente para ello. Aun sabiendo que todo lo que hiciera solo provocaría la ira de su padre, el joven se abalanzó contra el adulto, pasando sus brazos por el cuello del hombre, tirando de él hacia atrás para impedir que lastimara a su querida y adorable madre.

-¡Insolente!- Rugió el hombre, quitándoselo de encima como si una mota de polvo fuese.

Colérico, el hombro cogió al muchacho por el cuello y lo arrastró por el parquet hasta el baño, donde lo estrelló contra el espejo.

Fin del Flash Back.

'¡Recuerda quien soy, estúpido! ¡No vuelvas a hacer algo parecido contra mi!'

Recordaba con claridad las últimas palabras de aquel hombre al que él tenía que llamar "padre."

Aquel día tuvo suerte de haber perdido el conocimiento porque hubiera sido espectador de una verdadera paliza inhumana. Cuando recobro el conocimiento, se hallaba en la cama de un hospital, con todas las persianas bajadas y la puerta cerrada con llave para impedirle salir al pasillo.

Ahora, meses después de haber sido agredido por su padre, se haya delante de aquel espejo roto, memorando el momento de aquel fatídico día, observando su pálido rostro, su pelo largo y negro, sus angustiados ojos rojos, heredados de un antepaso lejano cuya vida él esperaba que hubiera sido mejor.

"¿Por qué he tenido que nacer así? ¿Por qué no puedo ser un chico normal?" Pensó con frustración, mirándose las manos cenizas.

"¿Te gustaría ser un chico normal?" Preguntó una voz hueco, distante. "¿Qué eres capaz de dar por ello?"

-¿Quién eres?- Preguntó alterado el joven, girándose para encarar al presunto extraño.

"Tranquilo. No voy hacerte daño. He venido a darte respuestas a tus preguntas."Dijo la voz amistosamente.

-¿Dónde estas?

El chico salió del baño, adentrándose en la oscuridad de su habitación, escudriñando cada recóndito rincón de la estancia.

El movimiento de las cortinas atrajo su atención por unos instantes, pero se relajó al ver que solo eran movidas por la brisa nocturna. El crujir de los muebles fue otro sonido que capto, pero le era familiar, placentero en cierto modo.

-¿Dónde te ocultas?- Gruño, poniéndose tenso.

"No me oculto; simplemente, no estoy donde tú te hayas." Se ríe. "¿Quieres conocerme? Podemos quedar al alba en el viejo descampado detrás de los grandes almacenes."

-No puedo ir.- Contesto con seriedad.- Antes del alba sí puedo, más tarde, imposible.- Mira por la ventana, la cierra y se sienta en la cama.

"Entonces, quedemos a esa hora en el descampado."

-¿Antes del alba?

"Después del alba. Si no vienes, me lo tomare como una actitud negativa por tu parte."

-Pero...- Iba a continuar la frase, pero no estuvo seguro de que fuera a ser escuchado por el otro Shaman.

Durante varios minutos se quedo pensando en lo que haría; sí aceptaba ir a la cita, corría el riesgo de acabar en el hospital; en cambio, si se quedaba en casa, siempre se quedaría con la duda de saber quien fue el shaman que contacto con él.

Meditó y refeccionó sobre lo que tenía que hacer; al final, se levantó de la cama, terminó de arreglarse y salió a la calle, sin darse cuenta de que era perseguido por su espíritu acompañante.

El muchacho recorrió la ciudad de un extremo a otro, buscando otros shaman's con los que poder luchar, pero a aquellas horas de la noche, todos estaban durmiendo y nadie se atrevía a salir a la calle tan de madrugada.

-Te dije que no me siguieras.- Dijo con seriedad el joven, deteniándose al darse cuenta que era seguido por su espíritu acompañante.

-No podía dejarte sólo, amo.- Dijo una voz algo infantil. Un pequeño fuego fatuo apareció a espaldas del shaman. -La noche es peligrosa para que vage usted sólo de un lado a otro, sin ninguna clase de protección.

-Estoy bien. No necesito que me sigas a todos lados, Shin.

-Aunque este bien, nadie debe estar sola en la vida. Déjeme acompañarle, por favor.

-Regresa a casa, Shin.- El joven sigue caminando, ocultando su rostro bajo la capucha de la chaqueta.- Está noche, no va haber ninguna pelea. Tan sólo estoy dando un paseo.

-A...- Shin no tuvo valor de terminar la palabra, pues su señor le lanzo una mirada de advertencia.

-Regresa a casa.- Repitió la orden.

El shaman no se movió del sitio hasta que vió marchar al fuego fatuo. Antes de perderlo de vista, se volvió, quedando justo debajo de la luz de una fárola.

-¡Shin!- Llama el shaman a su compañero.

-¿Sí?- Se vuelve el fuego fatuo con lágrimitas en los "ojos".

-Te odio.- Dijo con toda la fríaldad del mundo. Luego siguió con su camino.

Shin se quedó descolocado por las palabras de su señor, quien se despidió de él levantando un brazo y moviendo un poco la mano. Shin observaba a su amo marcharse cuando un rayo le cayó encima, chasmuscándolo.

-¿Por qué a mi?- Preguntó Shin, tirado en el suelo echando humillo y viendo otros fuegitos fatuos a su alrededor girando sobre su cabeza.

El shaman siguió caminando hasta que el Sol comenzó a asomarse por el horizonte, marcando el final de la noche y el principio del día.

Tal y como habían acordado los dos shaman's, el muchacho estuvó al alba en el viejo descampado.

-Me alegro de verte.- Dijo una voz amable detrás del joven.

El chico se volvió, encontrándose a un shaman sentado en unos tubos de obras abandonados, vistido con una capa blanca ocultando sus ropas. Era un chico más jovén que él, con el pelo largo y castaño; en su rostro se podía apresiar una sonrisa amistosa o eso quería aparentar.

-Te conosco.- Dijo con desconfianza el joven, mirando de reojo a su locutor.- Eres Hao Asakura.- Lo mira a los ojos directamente.

-Exacto.- Respondió Hao con la misma sonrisa.- Y tú eres un descendiente de Tadeus.

-¿De qué conoces al viejo Tadeus?- Preguntó agresivo el joven.

-Tranquilo. No hace falta enfadarse.- Dijo con calma Hao.- Dime, ¿cómo te llamas? Tú sabes mi nombre, no es nada cortes que me mantengas en ascuas tanto tiempo.- Lo mira a los ojos.- o ¿Te gusta que te llame descendiente de Tadeus?

-Suo.- Dijo el joven.- Me llamó Suo Katsumori. Y, como bien habéis dicho, soy descendiente directo del viejo Tadeus Katsumori, el Shaman que governó sobre la muerte.

-¿Dónde está tu espíritu acompañante? ¿No lo has traído contigo?

-No lo necesitaba para nada. Lo he dejado abandonado en mitad de la calle.- Contesto con fríaldad.

-Me sorprende que vengas sólo ante un shaman que no conocías.

-Todo shaman que se aprecie a oído hablar alguna vez de Hao Asakura, el shaman de fuego.- Suo oculta mejor su rostro bajo la capucha.- Hasta mí llegaron rumores de que andabas por esta zona, buscando shaman's que te siguieran en tu empresa. Claro está, no hace flata decir, que tus hombres han eliminado a todos aquellos que no han aceptado tu propuesta.- sonríe.

-Veo que te informas bien.- Dijo Hao, complacido por la acitud del chico.- Es cierto, ando buscando shaman's que me acompañen al Torneo de los Shaman's.

-¿Para...?- Comenzó a decir Suo.- Todo aquel que parte al Torneo Shaman es para convertice en Rey Shaman. ¿Qué ansias si deseas participar?

-Quiero limpiar este mundo de los humanos.- Respondió Hao.- Eso es lo que quiero conseguir cuando sea el Rey Shaman.

-Parece divertido, más hay algo que debes saber si viajo contigo.- Advirtio Suo.- Debido a ciertos problemas que tengo, no puedo ir bajo la luz del Sol. Soy intolerante a él. Sí viajo, lo hago de noche y nunca permanesco mucho tiempo bajo la luz solar. Sí quieres que vaya contigo, tendrás que encontrar algún medio de trasporte que me permita ir contigo sin corre peligro de muerte.

-"¿Un shaman que no puede caminar bajo la luz del Sol?"- Murmuró Hao, pensando.

-Esas son mis condiciones para viajar.- Sonríe.- Sé que son una lata, pero es lo mínimo que pidó para obedecerte.

-De acuerdo. Te conseguire un medio de transporte- Aceptó Hao.- Eso quiero decir que te unes a los míos.

-Exacto.- Dijo Suo algo más tranquilo.- Sólo me queda añadir algo más a la conversación antes de marcharme.- Hao lo mira con interes.- Como antes he dicho, yo viajo de noche, por lo tanto, durante el día estoy descanso. No pienso cambiar mi horario de sueño por nada del mundo, a menos que sea para un combate, en ese caso, estoy disponible al 100.

-Esta bien. Durante el día le pedire a uno de mis hombres que carge con tu transporte y por la noche reconoceras la zona. Esa será tu labor hasta que yo te ordene otra cosa.- Dijo Hao.- Tienes total libertad de luchar con quien quieras, siempre y cuando, sea una amenaza para tí.

-¡Je! Entonces no quedara nadie contra los que luchar, mi señor.- Suo hizo una leve reverencia.

-¿Señor? n.n Eso me gusta.- Hao sonríe. Se levanta y baja a tierra, siendo visible la diferencia de tamaño entre los dos.- Estare vigilándote.- Le advirtió.- Me gustaría verte en combate un día de estos para saber el nivel que tienes.

-Cuando mi señor lo ordene, luchare para complacerlo.

Sonriendo, Hao desapareció.

Suo no tardo mucho tiempo en ponerse en marcha. Recorriendo las calles de la ciudad con avidez, llego rapidamente a su casa.

-¡Mamá! Ya he vuelto.- Dijo Suo con tranquilidad.- ¿Mamá?

El shaman se preocupó. Lo normal era que ella le contestara cuando él la llamara, pero esta vez no aparecía o decía cualquier cosa.

Temiéndose lo peor, Suo fue a la habitación principal.

-¡¡AMO!!- Gritó Shin, apareciendo por el pasillo de la casa, parando justo delante de su señor.

-¿Dónde esta mi madre, Shin?- Le preguntó Suo.

Al ver que el espíritu era incapaz de responderle, entró atropelladamente en la habitación, encontrándose a su padre de pie sobre un charco de sangre. Suo abrio tamaños ojos al ver el cuerpo de su madre sin vida y las manos de su padre manchadas de sangre.

-¿Qué has hecho?- Preguntó Suo a su padre, quedándose más pálido de lo normal.

-¡Suo! ¡Hijo! Ya tardabas en regresar.- Dijo amablemente su padre, volviéndose hacia él con una sonrisa en el rostro.- ¿Por qué has tardado tanto en regresar? Queria darte un regalito.- Se cruje las tablas de las manos, sin borrar la sonrisa.

-¡¡MALDITO BASTARDO!!- Rugió Suo, sin esperar a que su padre le acertara el primer golpe.

Movido por la ira, Suo lucho contra su padre, quien lo uso de costal de arena. Magullado y casi inconsciente, el shaman siguió luchando con todas sus fuerzas, olvidando por completo que si usaba sus poderes, podría vencer con facilidad a su padre.

-¡¡IMBÉCIL!!- Rugió el hombre, lanzando con brutalidad a Suo contra la pared contraria.- Te voy a matar.- Gruñó.- Estoy cansado de tí y tu maldita enfermedad.

Suo vió como su padre levantó su puño para golpearlo. La sorpresa del joven que su padre cayo muerto antes de que terminara el ataque.

-¿Está bien, amo?- Preguntó Shin, acercándose a su señor.

Suo seguía en estado de Shock, solo hasta que sintió el frío gélido del espíritu no salió de su sorpresa. Shin deposito algo en el regazo de su amo y se alejó para cerrar las cartinas de la casa.

Suo miró la portada del "cuaderno de muerte" que su espíritu le había dejado. Con mano temblorosa, cogió el librito y lo hojeó, deteniéndose en la última página escrita, llorando.

Justamente al final de la lista, con letras legibles estaba tachado...

-¡Amo!- Llamó Shin al shaman.- Amo, tiene que descansar.- Le quita el cuaderno.- Yo me ocupare de todo.

Suo miró al fueguito y asintió, sujentándose en la pared para no caerse; estaba pálido y mostraba golpes serios por todo el cuerpo.

Con sumo cuidado, Shin fue guiando a su señor hasta su habitación, procurando dejarlo en buen seguro cuando salió de la estancia.

Asegurándose de que su amo se quedaba dormido, Shin recorrió todo el barrio buscando alguien que le pudiese ver para pedirle ayuda. Era urgente que alguien curace a su señor, sino no tendría muchas posibilidades de salir adelante.

-¡Ayuda!- Gritó Shin, esperando que alguien lo oyera.- ¡Necesito ayuda! Mi señor esta grave. ¡Por favor, ayuda!

-¿Qué te ocurre, pequeño?- Preguntó una voz amable.

Shin voló de alegría hasta el sujeto, le explicó la situación y lo llevó ante Suo, que había caído en un profundo sueño.

El tiempo fue pasando y Suo recobró la conciencia.

-Se pondrá bien. No tienes nada que temer.- Dijo una voz desconocida y distante para Suo.

-¿Shin?- Preguntó el shaman, enfocando lo que tenia delante.

Suo abrió tamaños ojos al ver que era otro humano.

-Tranquilo.- Dijo con amabilidad el hombre de pelo rubio, piel pálida y ojeras.

-¿Cómo ha entrado en mi casa? ¿Qué hace aquí?- Preguntó alterado Suo, respirando por la boca.

-Relájate.- Repitio el hombre, obligándolo a tumbarse.- Tu espíritu acompañante me ha traído aquí. Estabas mal herido y yo te he curado.- Sonríe.- Me llamo Fausto VIII y soy médico.- Se preguntó.- Tienes que descansar, Suo, has perdido mucha sangre.- Lo arropa.- He avisado a las autoridades para que se hagan cargo del cuerpo de tus padres. Hace un rato estuvieron aquí.- Informó Fausto.- Evité que te llevaran con ellos, alegando que estabas muy débil para moverte de la cama. No sabía si tenías parientes cercanos, pero quedas a mi cargo hasta que estes repuesto del todo y puedas cuidar de ti mismo.

Suo escuchó todo hasta el final sin mediar palabra, solo observaba al hombre que tenía delante, sentado en su cama; Por un momento sintió la necesidad de apartarlo de él de un empujón, pero todo desapareció al sentir unas irremediables ganas de devolver. Tirándose hacia el lado contrario de la cama, devolvió cuanto había comido en la noche y más, llorando cuando terminó. Fausto lo sujetó por la frente para asegurarse de que no se caería de la cama si se desmayaba.

-Tranquilo.- Dijo Fausto, masajeándole la espalda.- Han sido los nervios. Has pasado por mucho en poco tiempo; es normal que te sientas mal.- Lo tumba de nuevo.- Descansa. Yo voy a cuidar de tí.

En los próximos 5 días, Fausto estuvó en casa de Suo cuidando de él hasta que se sintió más aliviado y pudo apañarselas sólo.

Una vez solos de nuevo, Suo fue a su habitación, cogió una bolsa de viaje antigua y metió en ella sus pertenencías, llevándose como único recuerdo de su familia el amargo sabor de la soledad.

-¡Shin!

-Voy.

Sin mirar ni un solo instante atrás, shaman y espíritu abandonaron la casa para añadirse a las filas de Hao Asakura, el Shaman de Fuego.

Continuara...

"De ese modo, deje atrás todo cuanto significo para mí una vez y me adentre en el mundo como el Shaman de las Sombras."

"Os déjare ahora dormir tranquilos. Mañana seguire con mi historia. Buenas noches."

¡¡Haiiii!! ¿Cómo están? n.n lo sé, esta raro u.u pero es el primero que escribo en este campo.

¡¡¡¡Por fi!!!! no sean malos y dejen algún reviews ¿Sí?

Agradezco que lo hayan terminado de leer. Seguire escribiendo para Ustedes.

Atentamente...

Alarian Xatner, escritora de este fics.

"Las sombras que alberga mi alma, solo son iluminadas por la luz de tu corazón."