Dragon Age II no me pertenece,

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Se frotó la cara y entreabrió los ojos, el dolor de cabeza le hizo despertarse con más rapidez. «Resaca», bostezó y giró el cuerpo para quedarse mirando a Hawke, «otra vez». La campeona de Kirkwall no parecía tener intención de despertarse, así que Fenris simplemente se sentó en la cama y buscó con la mirada su ropa, esparcida por el suelo, al igual que tres botellas de vino —una de ellas aún medio llena—. Si hubiera estado en su mansión seguramente lo primero que hubiera hecho habría sido darle un largo trago, a modo de desayuno.

Mientras se vestía, no pudo evitar echar un vistazo a los papeles que Hawke tenía esparcidos por el escritorio de su habitación. Si no hubiera tenido aquel dolor de cabeza y su habilidad para la escritura estuviera más desarrollada, es posible que se hubiera esforzado en escribirle una nota a la mujer que aún dormía plácidamente en la cama.

En cambio, simplemente se acercó hasta la cama, otra vez, y se agachó, plantando un casi etéreo beso en la comisura de los labios de Hawke. Salió de su habitación sin hacer ruido. Aunque, mientras bajaba las escaleras, oyó una puerta abrirse detrás de él. Los pasos de la persona que empezó a caminar en su dirección no eran en absoluto los de la mujer que había besado minutos atrás, y la voz que le habló, tampoco.

—¿Fenris?

Leandra ya iba vestida con ropa de calle, pulcra y simple, pero aún así con porte y gestos que delataban su nobleza. El elfo se detuvo y se encogió de hombros.

—Me han hablado de ti, pero nunca nos han presentado de forma apropiada —dijo la mujer, acercándose al susodicho—. Soy Leandra Hawke.

—Lo sé.

No era un momento incómodo, no del todo, pero Fenris habría preferido que aquello no sucediera. Una cosa era implicarse con Hawke a nivel personal, y otra lo era hacerlo a nivel familiar. Él no era alguien familiar, no cuando había matado a su propia hermana. Aquel pensamiento le hizo sentirse un poco incorrecto en aquel sitio.

—¿Has pasado la noche con mi hija?

En ese momento la conversación, de hecho, sí que empezó a volverse incómoda. Recordó que Leandra quiso emparejar a su hija con alguien de buena familia, alguien relacionado con el senescal de Kirkwall. Y ahí estaba él, un fugitivo de Tevinter con extrañas marcas, pasando tiempo —sobretodo las noches— con Hawke, mujer a la que su madre parecía desear mejor futuro que un elfo larguirucho, que vivía en una mansión llena de botellas de vino, telarañas y estatuas siniestras.

—Sí.

Leandra se llevó las manos al rostro.

—Oh, entonces eráis vosotros…

Fenris desvió la mirada. Por eso prefería estar en su propia mansión robada, porque nadie le decía al día siguiente cosas como aquellas. Pero a Hawke siempre le parecía o muy sucia o que la cama era muy pequeña o que el sitio muy oscuro.

—Tengo que irme.

Leandra no le detuvo, ni siquiera se mostró indignada de que alguien como él se creyera merecedor del tiempo de una mujer del tipo de Hawke, simplemente asintió con la cabeza.

—¿Hay algo que quieras que le diga a Marian de tu parte?

—No.

¿Para qué? Ya estaba todo dicho.


Gracias por leer.