Honestamente, tenía pensado eliminar este fic dado que no me gusta la forma en cómo escribía hace dos años. Sin embargo, esta historia es demasiado valiosa para mi, le he puesto mucho empeño y le he dedicado mucho tiempo. Siento que es el hijo al que he parido con más dolor (XD), pero aún si no es la mejor historia del mundo, creo que no es correcto que la elimine, pues Tribulaciones realmente me ha marcado, y he dejado todo de mi en cada uno de los personajes, en todo lo que ellos sienten y hacen.

Al principio es un tanto simple y hasta cliché, pero a medida que los capítulos vayan avanzando, los acontecimientos tomarán rumbos inesperados y se tornarán complejos, y hasta confuso si uno no le presta atención a los hechos.

Lo que busco en este fic es unir los mundos de Dragon Ball e Inuyasha, en este último habrá modificaciones en cuanto al animé, más no en cuanto a la personalidad de los personajes ni de su naturaleza. Respecto al mundo de Dragon Ball las modificaciones serán minímas, pues esto sucede después de lo que pasó con Majín Boo. Se hablará de lo que pasó con la familia Taisho cuando ocurrió la lucha contra Boo y demás.

Por supuesto, demás está decir que la protagonista de esta historia es Kagome. Ella irá evolucionando como persona y descubrirá cosas de sí misma que nunca habría imaginado ni en sus sueños más locos, pues ella es más, mucho más de lo que ella cree.

Los sentimientos encontrados, los problemas amorosos, el drama, el romance, la tristeza, la felicidad, la locura, la obsesión, la angustia, el dolor, lo inmoral, los prejuicio y lo prohibido son temas que tocaré a lo largo de esta historia, pero por sobre todo, tocaré el tema del conocimiento hacia uno mismo, del poder de la mente, el deseo y la perceverancia.

Ok, sé que esto se me hizo largo, pero realmente lo considero necesario. Ahora sí, sin más preambulos dejo el primer cap.

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Tribulaciones

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Capítulo 1

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Kagome Higurashi, una joven de dieciseis años, de un nivel promedio en cuanto a notas escolares. Sin embargo, si se trataba de las matemáticas, ése, era otro caso diferente.

Era un completo desastre.

Para su suerte, acababa de terminar tercer año de secundaria y estaba de vacaciones. La mayoría del tiempo, la pasaba con su mejor amiga Sango: iban al cine, al parque o al centro comercial, pero solo iban a ver, dado que no siempre contaban con dinero.

Sango era la primera amiga que Kagome había tenido desde la infancia y también la más cercana a ella. Eran inseparables y no había nada que no supieran de la otra. Ambas habían entrado en la misma secundaria a los trece años y también estaban en el mismo salón.

A los primeros días de haber ingresado a la secundaria, Kagome había hecho nuevos amigos, el primero de ellos fue Inuyasha. Aun recordaba el día que lo había conocido. Cuando ella ingresó a primer año, él ya estaba en segundo. Él era un año mayor que ella. Lo recordaba bien, había sido un día en que no se sentía bien, por lo cual, la profesora de educación física le había dicho que podía descansar en un rincón y observar el partido de fútbol del equipo masculino. Lo siguiente que había ocurrido, sucedió demasiado rápido, y lo último que recordaba antes de desmayarse, fue una enorme pelota golpear contra su rostro.

Luego nada.

Cuando su conciencia volvió, se encontraba acostada en la cama de la enfermería, estaba desorientada y con la cabeza aún adolorida, y ahí fue cuando lo había visto:

Flash Back.

—Por fin despiertas… —habló una voz varonil.

Al escucharlo, Kagome enseguida dirigió su mirada hacía él. Su apariencia era extraña y por eso lo recordaba, al menos de vista, pues aún no sabía su nombre. Tenía el cabello blanco y largo, casi plateado, y ojos color dorados ¿Era posible que existieran orbes de ese color? En altura la sobrepasaba bastante. Kagome llegó a la conclusión de que la estatura del joven superaba el metro setenta y eso que aún estaba en crecimiento. Físicamente tenía los brazos marcados y no podía observar ninguna protuberancia en su abdomen. Era más que evidente que ese muchacho era alguien que gustaba de ejercitarse.

—¿Estás bien? No fue mi intención golpearte con la pelota. Discúlpame, pero no debiste sentarte de ese lado, era obvio que en algún momento alguien te iba a golpear con la pelota, si no hubiera sido yo, seguramente alguien más lo hubiera hecho.

—Lo sé, no me di cuenta, no volverá a pasar – Lo dijo interrumpiendo sus pensamientos sobre lo extraño del color de sus ojos y cabellos, mientras se refregaba las sienes con ambas manos.

—Mi nombre es Inuyasha y tú me caes bien —declaró de repente con una sonrisa amable.

Ella parpadeó claramente desconcertada.

—¿Eh? ¿Por qué? –preguntó.

—Bueno… pareces más concentrada en tu dolor de cabeza que en otra cosa.

Gran noticia. ¿Qué parte de que había sido golpeada por una pelota no había entendido?

—¿Y eso que tiene de raro? Aún me duele la cabeza.

—Sí, es cierto… —rió divertido —Lo siento, debe ser raro para ti lo que te estoy diciendo, no me des importancia. Ya me tengo que ir. El partido va a comenzar. –caminó unos pasos hasta llegar a la puerta, pero antes de abrirla se detuvo y giró un poco su cabeza para mirarla –Por cierto… no me dijiste tu nombre.

—¿Eh? Ah, lo siento. Me llamo Kagome.

—Ya veo, nos vemos luego. –Al abrir la puerta se encuentró con varias jovenes que estaban esperando por él. La expresión de su rostro cambió a uno de fastidio – ¡A un lado! ¡Ya les dije que no me sigan! ¡Siempre están a donde quiera que vaya! –resopló con resignación y luego se marchó.

Fin Flash Back.

Kagome recordaba bien ese momento así como su confusión cuando había visto a esas chicas esperando por Inuyasha, podía jurar que por un segundo, todas ellas la habían mirado mal y ella no podía imaginarse el porqué. Días después lo pudo comprender muy bien. Al parecer, Inuyasha era uno de los chicos más populares de la escuela, pero se caracterizaba por ser malhumorado. No obstante, eso no bajaba su popularidad con entre las jóvenes más lindas.

Era cierto que Inuyasha tenía mal genio con casi todos, pero a Kagome había llegado a caerle bien y a Inuyasha también le caía bien ella. En ese momento, no había entendido bien esas palabras: "Mi nombre es Inuyasha y tu me caes bien", pero luego lo había hecho. Muy pocas muchachas no se le lanzaban para alabarlo o decirle lo enamoradas que estaban de él y eso era lo que más le fastidiaba, pues sin conocerlo, le juraban amor eterno. Kagome era de las pocas, junto con su amiga Sango, que no era así, y esa había sido la razón de sus palabras.

Con el tiempo, Kagome y Sango, también conocieron al mejor amigo de Inuyasha, Miroku, y los cuatro se hicieron amigos inseparables. Cuando Kagome y Sango empezaron segundo año e Inuyasha y Miroku tercero, los cuatro conocieron a una agradable joven llamada Rin. Desde el primer día Rin había sido molestada por sus compañeros de clase, la razón, según ellos, era porque era una nerd y no tenía amigos que la defendieran, sin embargo, ellos no podían negar su belleza, claro que ninguno de ellos se lo dirían, ni siquiera entre ellos, pues eso no importaba, ella estaba al final del status social.

Kagome también recordaba bien aquello: mientras aquel grupo molestaba a Rin, Kagome y sus amigos estaban pasando cerca riendo y contando chistes, pero al ver como acosaban a la joven sin amigos, la rabia de Kagome hizo acto de presencia inmediatamente, no toleraba esa clase de cosa, y por supuesto, en su mente afloraron varios insultos que estaba apunto de vomitarle a aquellos abusadores, pero antes de que pudiera hacerlo, se sorprendió al ver que Inuyasha se le adelantaba y los empujaba a todos para sacar a Rin de entre medio de ellos y la invitaba a estar con sus amigos y él. En ese momento, supo que Inuyasha no era tan malhumorado como muchas veces se mostraba, de hecho, aunque no lo demostrara, el joven de cabellos plateados tenía un buen corazón y era por eso que sus amigos, aunque pocos, incluyéndola, disfrutaban de su compañía.

En la actualidad, Kagome y Sango tenían dieciséis y estaban felices porque estaban de vacaciones luego de aprobar todas las materias de tercer año, por lo cual, aprovechaban para divertirse y salir entre amigos. Ese día los cinco habían acordado ir a comer y luego ir al cine. El punto de encuentro era la entrada del centro comercial, pero por alguna razón solo Inuyasha y Kagome habían llegado.

—¡Maldita sea! ¡¿Dónde diablos están Sango, Miroku y Rin?! ¡Hace media hora que debían de haber llegado! —exclamó inuyasha con impaciencia.

—Tranquilo Inuyasha, de seguro algo habrá pasado. ¿No te han mandado un mensaje al celular?

—Lo olvidé en casa –dijo con fastidio. —¿Tu que me dices?

—Nada. Ningún mensaje. —repuso.

—Pues llámalos o mándales un mensaje que la película ya va a comenzar y ni siquiera hemos comido.

—No tengo crédito en el celular. –declaró con una sonrisa nerviosa.

—¡Esto es el colmo! ¡¿Cómo pueden tardarse tanto y ni siquiera mandar un texto explicando el porqué?!

—Ya cálmate, ya vendrán. —trató de tranquilizarlo. En ese momento el celular de Kagome sonó. —¿Diga?

—Kagome, quería avisar que no voy a poder ir, y por cierto, Miroku y Rin me pidieron que les avisara que tampoco podrán llegar.

—¡¿Eh?! ¿Pero por qué? Hemos planeado esta salida por semanas.

—Lo sé y lo siento, mi madre me dijo que debía cuidar a Kohaku porque ella tenía que ir a hacer unos tramites y no sé que más.

—¿Y que hay de Miroku y Rin?

—Miroku está enfermo y Rin esta castigada.

—¿Rin castigada? —eso le pareció sumamente extraño, dado que ella era la hija y la alumna perfecta. —¿Por qué?

—No le entendí bien, me avisó por teléfono, pero se cortó de seguro se le acabó el crédito. Pero pueden divertirse ustedes.

En ese último comentario de parte de Sango, se pudo notar cierta picardía.

Kagome supo inmediatamente de qué se trataba todo eso.

—¡Espera! No me digas que esto—

—Lo lamento —la interrumpió antes de que pudiera reclamarle—, ya tengo que colgar, mi madre me está llamando. Adiós. –colgó.

—¡Oye! –pero la castaña ya no estaba del otro lado del teléfono —¡Diablos!

¡Lo hicieron a propósito! ¡Cuando los agarre los mataré!

—No vendrán, ¿verdad? —habló Inuyasha, quien había estado escuchando a Kagome.

—Al parecer no.

—¿Qué hacemos?

—Podemos dejarlo para otra ocasión, una en la que estemos todos.

—No, vayamos… yo quiero ver la película.

—¿Estás seguro?

—¡Claro que si! Luego podremos salir con ellos.

—De acuerdo.

Ambos fueron a un lugar de comida rápida e hicieron la fila para pedir hamburguesas y papas fritas con jugo de naranja. Luego se sentaron en una de las mesas y comieron lo más rápido que pudieron ya que la película comenzaría en pocos minutos. Habían elegido una de comedia ya que a ambos le gustaba lo cómico. Una vez que terminaron se dirigieron rápidamente a la boletería para comprar sus entradas, pero al dirigirse hacia ahí, de repente, el rostro de Inuyasha se mostró sorprendido, lo cual desconcertó a Kagome ya que era raro ver esa expresión en él.

—¿Qué es lo que te ocurre? Date prisa, las entradas se van a acabar.

—Es ella… —susurró el de cabellos plateados.

Kagome alzó una ceja sin entender.

—¿Ella?

—Kikyo… —volvió a susurrar.

—¿Kikyo?

Ese nombre no le decía nada a la joven, pero una vez que miró en la misma dirección que su amigo, visualizó a una hermosa mujer de tez blanca, cabello largo y oscuro, ojos penetrantes de color negro, figura esbelta y rasgos faciales finos. Kagome podría jurar que era la mujer más bella de la Tierra, y a juzgar por la mirada de su amigo, él pensaba de la misma forma. Sin embargo, ella vio en los orbes de aquella mujer, un estoicismo y una frialdad que, al menos para ella, le resultaba perturbador.

Inuyasha continuaba mirandola, embobado.

—¿La conoces? —quiso cerciorarse Kagome, aún sabiendo que la respuesta era obvia.

—Ella... ella es… —No pudo terminar su frase, pues estaba sumamente nervioso ya que, al parecer, esa mujer lo había visto y se dirigía hacia él.

—Hola, Inuyasha. —lo saludó Kikyo,pero antes de decir algo más, notó la presencia de Kagome, a quien se la quedó viendo por unos instantes como analizandola.

—K-Kikyo… —balbuceó.

Kagome no lo podía creer. Inuyasha nunca había actuado así antes.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el varón.

—De compras. No pensé que te encontraría aquí.

—Ya veo. —hizo una pequeña pausa. El nerviosismo era evidente en el menor. —Por cierto, ella es mi amiga Kagome. Kagome ella es mi tutora, me ayuda con las materias que me cuestan, estudia en la universidad de medicina junto con mi hermano Sesshomaru.

—Encantada –respondió Kagome con una sonrisa cordial.

—Lo mismo digo –devolvió la de tez inmaculada, mostrando nuevamente aquella sonrisa leve y fría. Por cierto Inuyasha, no olvides que mañana tenemos una sesión de estudio.

—¿Qué? Pero si ni siquiera hemos empezado las clases todavía.

—Tu hermano me lo encargó.

—¡Ese idiota! ¡Ya me las pagara!

Kagome recuperó algo de su alivio. Ese Inuyasha que protestaba y se quejaba constantemente de su hermano era el que ella conocía.

—Es mejor que empieces a estudiar desde ahora, así no tendrás problemas después. –dio un rápido vistazo a su reloj de muñeca— Ya tengo que marcharme. —anunció la de mirada fría.

Y luego de eso. Kikyo se marchó.

—No sabía que tuvieras una tutora Inuyasha. —habló la de cabellos negros para romper el extraño silencio que se había formado después de la partida de aquella mujer.

—No me vi en la necesidad de comentarlo. –repuso el de mirada ambarina, tratando de calmar el nerviosismo que el ver a Kikyo le había provocado.

Kagome estaba confundida.

—¿Por qué te pones así? ¿Acaso es muy estricta?

—¡Pues si! —hizo un corto silencio. —Sin embargo…

—¿Qué cosa?

—Ella…

—¿Si? —insistió en saber.

—No importa, será mejor que compremos las entradas de una buena vez.

Kagome simplemente lo miró. Estaba claro que Inuyasha no quería hablar del tema.

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Afortunadamente, la fila para comprar las entradas no era muy larga, por lo cual, pudieron comprarlas rápidamente y entrar a la sala donde estaba la gran pantalla justo cuando la película estaba por comenzar. Durante la función, Kagome no podía parar de reírse, pero Inuyasha permanecía callado sin prestarle atención a la película, parecía absorto en sus pensamientos, y ella lo notó.

Cuando salieron de la sala, ambos permanecieron en silencio, lo cual incomodaba a Kagome, pues desde que su amigo había visto a Kikyo se comportaba de esa forma ¿Pero por qué? Le molestaba no saber la razón.

—Oye Inuyasha, ¿qué te ocurre?

Pero él no le contestó.

—¡Inuyasha! —alzó la voz.

El de cabellos plateados se sobresaltó con el grito de su amiga.

—¿Eh? —parpadeó como a quien lo despiertan de un profundo sueño —¡¿Por qué me gritas de esa manera?!

—¡Porque no me estas prestando atención cuando te hablo! —exclamó enfadada.

—¡Tsk! ¿Qué es lo que quieres?

Miró para otro lado y se cruzó de brazos, molesto.

—Saber que te ocurre, desde que viste a esa mujer llamada Kikyo pareces en otro planeta.

—¡Eso no es cierto! –negó rotundamente, pero por dentro los nervios lo carcomían.

—Si, claro –dijo con sarcasmo. –Si no confías en mi esta bien, no puedo obligarte a hacerlo. ¿Sabes? ya se hizo tarde, me tengo que ir. Adiós. –se despidió de pronto.

—Oye Kagome espera, no seas tan malhumorada.

Paró en seco y dio vuelta sobre sus talones para confrontarlo. ¡¿Cómo se atrevía a decirle eso?! ¡Justo él!

—¡Mira quien lo dice! —le espetó.

—Te lo diré… —finalmente cedió.

No sabía cómo decirselo, pero Kagome era una de sus mejores amigas. No estaba mal si se lo decía a ella. De todas maneras, ese asunto lo avergonzaba terriblemente.

Las mejillas de Inuyasha se tornaron de un leve color carmín.

La repentina expresión de su amigo desconcertó a Kagome nuevamente, pues ver aquellas facetas era realmente toda una novedad.

—¿Lo harás?

Inuyasha respiró profundo antes de comenzar. Se tomó unos largos segundos hasta que finalmente se sintió preparado

—Veras… esto no se lo he dicho a nadie… —trató de buscar las palabras adecuadas. –Conozco a Kikyo desde hace un año. Cuando mi madre y mi padre vieron que mis notas eran muy bajas, obligaron a Sesshomaru a que me ayudara con las materias que más me costaban, pero él se negó porque no quería lidiar conmigo, y en vez de eso, buscó a alguien para que lo hiciera y así nuestros padres dejarían de molestarlo. Así fue como conocí a Kikyo, ella apareció un día en mi casa diciendo que era compañera de Sesshomaru en la universidad de medicina y que él la había enviado como mi tutora. En ese momento, no supe porqué, pero me atrajo inmediatamente, pues su personalidad despedía algo que no podía distinguir, sus gestos, su mirada, su forma de hablar, su voz y su sonrisa tan serena… ese aire críptico que la rodeaba, todo de ella me atraía, y al mismo tiempo, hacía que todo mi mundo se sacudiera violentamente, por eso siempre que ella esta cerca no puedo evitar actuar de la forma en que ya viste, y luego de que se marcha permanezco un buen rato pensando en ella.

Al escucharlo hablar, Kagome pudo ver la forma en como hablaba de Kikyo, una forma de la cual, él jamás había hablado de nadie. Inuyasha parecía sumido en la perfecta imagen de quien le había robado sus cavilaciones, mientras trataba de discernir cada ínfimo detalle de ella al describir su perfección. En ese momento, Kagome lo supo, al fin sabía lo que él sentía, lo que le pasaba y lo que invadía sus pensamientos cada vez que no le prestaba atención. Muchas veces, ella lo había encontrado en ese estado en la escuela, siendo casi imposible llamar su atención y siempre se había preguntado cual podrían ser aquellos pensamientos secretos que lo embargaban, no obstante, cada vez que le preguntaba, él no le contestaba o simplemente cambiaba de tema de manera esquiva.

No sabía si se alegraba de ser la primera en saber aquello que su amigo había escondido por mucho tiempo, o si ponerse triste por enterarse de la cruda verdad que en ese momento parecía destrozarla. Sintió como si algo le atenazara la boca del estomago y un nudo le se formara en la garganta, y también aquello... ¿Qué cosa? Eso... aquel picor que se apoderaban de sus ojos y que odiaba y no soportaba.

Inuyasha aún permanecía enfrascado en la figura de Kikyo de su mente. Se había olvidado completamente que estaba hablando con Kagome. Como muchas otras veces. Ahora todo su mundo era ese: su amada e inalcanzable Kikyo. Por otro lado, Kagome tan solo observaba a Inuyasha con tristeza, pero él no la notaba, no sabía que era lo que sentía, ni siquiera podía imaginarse el dolor que le provocaba verlo de esa forma. Su amigo, de quien ella estaba profundamente enamorada en secreto, ya jamás podría verla de otra forma que no fuera una amiga ¿Pero alguna vez esperó ser más que eso? ¿Alguna vez había intentado declarársele? ¿Alguna vez intentó ganarse su corazón? No. Kagome había sido muy cobarde para eso, pues temía que la rechazara y que luego jamás quisiera hablarle, sin embargo, ahora jamás lo sabría, jamás lo haría porque ahora era demasiado tarde, o quizá simplemente nunca había tenido una oportunidad, solo que recién ahora lo confirmaba. Ambos, desde hace un año, habían mantenido en secreto su amor, pero ninguno de ellos era correspondido, y por lo menos el de Kagome, jamás lo sería.

Ese fue… el comienzo de sus tribulaciones…

Continuará…

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N/A: Lo sé, lo sé. Muy cliché. Apuesto a que muchos han leído algo similar al menos un millón de veces. Solo me resta pedirles paciencia a los que les interese la historia. Desde ya aviso que esta es una historia de 33 capítulos a los que trataré de subir una vez por semana.

Muchisimas gracias a todos los que han llegado hasta aquí y a los que estén dispuestos a darle una oportunidad a este fic.

Saludos y hasta la próxima.

Anna Bradbury.

P.D: En esta historia no todo es lo que parece. ;)