Madre no hay más que una...

Una historia en el universo de Dragon Ball

Escrito por Iluvendure

NOTA DE LA AUTORA- Para que no os sintáis desorientados, esta historia se desarrolla unos pocos años después del final del cómic (olvidemos Dragon Ball GT). Muchos de los protagonistas son personajes que con el tiempo Akira Toriyama fue dando de lado por el bien de la narración, cosa muy triste ya que eran figuras muy carismáticas. Personajes como Lunch, que aquí tiene un papel de vital importancia. Una "Lunch" madura y alejada de esa chica joven con la que Goku y Krilín se encontraron y, por eso, cambiada. Pues los años y las experiencias dejan siempre su huella.

La forma de hablar y las expresiones utilizadas son del Castellano propio de España. Espero que eso no incomode a los lectores latinoamericanos.

Espero que lo disfrutéis.

El universo y los Canon Characters no me pertenecen, son propiedad de Akira Toriyama, Shueisha y Toei Animation. Dragon Ball © 1984 Akira Toriyama


1. Múltiple

Personalidad Múltiple: Trastorno mental caracterizado por la aparición alterada en un sujeto de dos o más personalidades contradictorias entre si.

La luz era tenue, la música estridente y el olor (una mixtura de cigarrillos liados con antiséptico) penetrante en exceso. Sobre el recargado escenario del bar "Stigma", una pareja de strippers se movía con una gracia inexistente aunque no por ello menos seductora, siendo la atracción principal de los clientes, hombres demasiado bebidos como para estirar sus brazos y alcanzar esa fruta prohibida. En el piso superior, la zona Vip, dos hombres hablaban:

- No me parece una buena idea...

- No me importa lo que te parezca o te deje de parecer... Te pago para que me protejas, Meringue, pero no para que seas mi niñera. Y la quiero aquí.

-Estaría cometiendo un gran error si permitiera que subiera, Señor Safran... Desconocemos de quien se trata.

Noire Safran, rodeado por sus "chicos", carraspeó molesto y apuró su vaso de Whisky. Era un hombre con sobrepeso, aunque muy atractivo a su manera. Bien vestido como correspondía a un emprendedor de éxito, con una ondulada mata de pelo grisáceo y un bigote a la última moda perfectamente recortado.

No era un caballero que jugara limpio, nunca lo había sido y en eso se parecía a su padre y a su abuelo. Es lo que ocurre cuando naces en una familia con una larga tradición en el mundo del hampa: Tarde o temprano el pasado te llama y vas, porque siempre has sentido que allí se encuentra tu lugar.

Safran había escuchado hacía mucho tiempo la "llamada de sus orígenes", y así consiguió forjar su fortuna regentando clubes nocturnos y administrando espectáculos (de cara al público) o traficando con un material de primera mano que rara vez mencionaba en alto (puesto que las paredes solían tener oídos). Por consiguiente, eso provocaba que sus bolsillos estuvieran repletos de dinero negro, pero de igual manera ahora contaba con dos listas, una para sus infinitos enemigos y otra para sus igualmente numerosos guardaespaldas a sueldo, todos dispuestos a velar por su seguridad. Una seguridad que muchas veces resultaba insufrible y nada deseable. Después de todo, había días que uno sólo esperaba divertirse un poco...

El "empresario de lo indebido" dio unos cuantos golpecitos sobre la superficie de la mesa hasta que, súbitamente, aporreó con el puño:

- ¡Estoy en mi bar! ¿Qué demonios crees que puede pasar? ¿Quién sería tan descerebrado como para intentar algo contra mí en este lugar? Tengo guardaespaldas por todas partes. ¡Hasta el chico del guardarropa es uno de ellos, maldición!. Así que déjalo y haz algo útil para variar. Vete, y dile a esa preciosidad que suba, ya que insiste tanto en verme...

Meringue, el guardaespaldas principal (un hombre de gran tamaño, trajeado y con fiero mentón cuadriculado) se encogió de hombros y obedeció. "A ya, usted" debió pensar, pues, aunque le pagasen para ser un muro de protección humano, no estaba dispuesto a dar la vida por un insensato poco dado a escuchar.

A los pocos minutos, el gigante volvió acompañado de una hembra que, para el gusto del Gángster, bien merecía saltarse a la torera todas las precauciones y normas de seguridad: Era una autentica dulzura en todos los sentidos.

En verdad ya era algo madura (Safran estaba acostumbrado a las chicas veinteañeras y ésta debía rondar los cuarenta y tantos) mas, fuera como fuera, la consideró una bonita visión de caminar tímido, casi etéreo y dócil, como si estuviera a punto de tropezar o anduviera perdida en pos de un hombro fuerte al que afianzarse. Tenía unos vigorosos rizos azul medianoche, un par de piernas perfectamente moldeadas y unos ojos increíbles, tan grandes como confusos. Ningún hombre debería ser de piedra ante algo así.

Pero luego, Safran se fijó más detenidamente y tuvo que admitir que había algo chocante en su aspecto:

La mujer llevaba, además de un bolso, una ropa bastante destartalada para el ambiente marchoso de la noche. Mas bien, poseía una imagen descuidada y chocante, puesto que las puntas de los dedos se veían sucias, igual que si acabara de escribir. Y así debía ser pues, en su brazo derecho, se observaban notas casi ilegibles en la oscuridad, como si hubiera usado su propio cuerpo para pegar "post it". Talvez, simplemente era una excéntrica o deseaba llamar la atención (o era la bebida que incitaba a la lujuria) pero Safran encontraba refrescante tanta rareza.

-Darle una silla, muchachos. ¿Dónde está vuestra educación?

Los hombres de Noire Safran se miraron, y finalmente uno de mala gana tendió un asiento a la mujer:

- Oh, bueno, gracias... – ella respondió con un susurro inaudible. Claramente, parecía un pececito fuera de su elemento.

- Me han dicho que preguntabas por mí, aunque primero... ¿Qué te gustaría beber, preciosa?

Pero Meringue no parecía dispuesto a que el romanticismo diera comienzo:

-Un momento, Señor...

-¡¿Ahora que quieres?

-No se fíe, no es quién parece ser...- Sin haber sido decretado, Meringue deslizaba sin pudor un detector portátil sobre la mujer y, de pronto, se apropió de su bolso. Sacó una especie de estuche metálico que, al abrirlo, mostró una treintena de Cápsulas Hoi Poi-...El scanner no miente, estaba seguro que las tenía: Y esa no es la única razón para preocuparse.

-¡Mejor que lo digas de una vez! ¡Ni que fuera la primera tía que lleva Hoi Poi en el neceser! – La paciencia del Gángster estaba llegando a su límite. Si bien, empezaba a sentir la punzada de una duda que no deseaba admitir.

- Algo distorsiona una lectura precisa: Es imposible tener una impresión clara sobre el contenido de las Hoi Poi que lleva encima. Bien podía estar armada hasta las cejas y nosotros no lo sabríamos. Píenselo, son Cápsulas a prueba de detectores; las que usan normalmente los atracadores, los militares o... los caza-recompensas.

La palabra del millón: Caza-recompensas. Era como soltar una bomba en medio de la sala. De pronto aparecieron pistolas y revólveres por todas partes, cuyas boquillas apuntaban a la recién llegada como si fuera una diana de una feria.

Safran la vio gemir igual que una niña. De pronto toda preocupación desapareció, y creyó que era ridículo temer cualquier riesgo venido de ella. Esta criatura perdida ¿una cazadora de recompensas? Eso sí que tenía gracia, más bien parecía un ama de casa en busca de algo excitante fuera de su aburrida vida o una novata trafagadora que, por necesidad de dinero, estaba metiéndose en la boca el lobo. Si era esto ultimo, Safran podía ser muy generoso, si eran generosos con él.

Estáis histéricos!.- Remarcó finalmente.- ¡Bajar las armas ahora mismo! Bien, bien... Si quieres, Meringue, puedes requisárselas. Llévate estas malditas cápsulas de mi vista. Haber sí así os quedareis todos tranquilos.

- Pero, yo no... Yo no sé que... – al oír esto, la mujer pareció querer dar una explicación. Palideció hasta casi asemejarse a una muñeca blanca y eso la hizo aún más atractiva.

-Tranquila, bonita: Si no lo deseas, ninguno mirará lo que contienen... Si saben lo que les conviene.

- Oky Doky, jefe. Usted es quien manda y quien pone la plata... - Esta vez, quien habló fue un gran panda antropomorfo. Llevaba en su cintura una bonita serie de cuchillos afilados y el brillo de ojos era turbio (una mirada que delataba un interés particularmente obsceno) – Pero vigile, conozco a las tías de su clase: Es una maldita mosquita muerta. ¿Verdad que sí?

Y ni corto ni perezoso, el panda tomó el estuche de las cápsulas que Meringue le tendía, pero no sin antes sobar disimuladamente una de las piernas de la mujer. Ésta pegó un brinco por la impresión y se cambió de asiento, yendo a parar al mismo sillón que Safran.

- Tart, ya basta: ¿No puedes mantener las garras quietas? Después de todo, es mi invitada...- Dijo molesto el gángster, aunque alegrándose por dentro. Gracias al percance, ahora esa dulzura de pelo oscuro se encontraba dentro de su espacio personal.- Venga, todos vosotros: ¡Aire!. Dejarme hablar con la señorita.

Los matones sonrieron gustosos por "el descanso" y se disgregaron. Todos menos Meringue, que aún titubeaba. Safran suspiró. Luego metió la mano en su chaqueta, sacó una semiautomática y la estampó contra la mesa.

-¿Ves?, no estoy indefenso:¿Contento?

El guardaespaldas se rindió definitivamente y obedeció la orden.

- Por fin solos. Ya era hora... – expuso Safran, con su tono de voz más aterciopelado, mientras llenaba dos vasos con Whisky sin esperar un "no, gracias".-Dime, ¿Por qué querías verme? ¿Deseas pedirme un empleo? Necesitamos una camarera para la barra... ¿O quieres venderme algo? ¿Por eso llevabas encima las Hoi Poi? Bueno, ante todo, yo no se nada de ti. Por lo menos podrías decirme tu nombre...

Fue decepcionante: Esa dulzura no le prestaba nada de atención. Estaba escribiendo en una especie de trocito de papel, un "post it" que pegó seguidamente en su antebrazo (con el resto de anotaciones que ya colgaban de igual extravagante manera).

Al ver esto, Safran no logró contener la curiosidad y sus ojos escudriñaron hasta conseguir leer las palabras: "El panda tiene las cápsulas y me ha metido mano"

-Tienes una original forma para recordar las cosas. Original, pero muy anticuada e incauta...-El sonrió, estaba deseoso de hacerse lucir, aunque fuera una actitud muy infantil por su parte. Y, por experiencia propia, nada impresionaba tanto a una mujer incrédula como un hombre asquerosamente rico gracias a quebrantamiento de lo legal.-Es mucho más cómodo usar una agenda electrónica. Si este mundo existe algo que produzca dinero de verdad, son las nuevas tecnologías...

Con maneras arrogantes sacó del bolsillo una elegante PDA tan plana como un cartón, sin duda el modelo más caro que existía en el mercado.

-¿Ves? esto si que es una maravilla, lo mejor que podrías encontrar. Pantalla táctil, sistema global de navegación, sensor de voz... ¿Quién sabe? Bien podría regalarte una si con el tiempo nos conocemos mejor...

-Entonces, eres Safran, ¿verdad? El dueño de este local.

Él parpadeó al instante: estaba atónito por la falta de interés de la mujer, la cual aún palpitaba por los nervios, si bien, su expresión era curiosamente sombría y su talante ausente.

-Ya veo que te aburro. Claro que lo soy, el mismo que viste y calza. Como si no hubieras visto a todos estos tíos detrás de mí... ¿Me vas hacer sacar una identificación?

- Dicen que te dedicas el crimen tecnológico: Que te rodeas de hackers y especialitas en malversaciones. O sobornas a empleados descontentos para apoderarte de las últimas propuestas antes de que salgan al mercado. Y luego vendes al mejor postor, si es que no hay una empresa rival que te haya contratado de antemano...

Ella lo soltó de carrerilla, como si expusiera una lección aprendida de memoria.

-Un segundo, un segundo... Más despacio.- Safran aguardó un momento. Su voz se fue volviendo más apagada, más confabuladora y melosamente seductora.-Para hablar de negocios, preferiría que estuviéramos en otro lugar. Este tipo de asuntos no se deben tomar a la ligera. Los oídos ajenos no tienen porque enterarse ¿no crees?... Digamos simplemente que a veces uno tiene que buscar otras fuentes de ingresos cuando se pretende vivir por todo lo alto. Vamos, te llevó a cenar y luego hablaremos de todo lo que tú quieras, pero estando los dos...

- Aquí estoy bien.

Él se la quedó mirando:

-¿No será que eres de la presa (o de la pasma) y tienes un micrófono por ahí escondido? Imposible, Meringue lo hubiera detectado... ¿Las notas son por eso? Si es así, te estás metiendo con quien no debes... – replicó sin querer ocultar el mal humor que sentía. Ahora ya no la encontraba tan atractiva, mas bien, le resultaba de lo más molesta... Y encima, la tía estaba escribiendo de nuevo, esta vez una frase corta "Con seguridad, cinco armados. Igual más" cuyo significado y valía eran inquietantes...

- Me parece que realmente te falta un tornillo.

Ella no objetó nada, simplemente comenzó a rebuscar en el interior de su bolso hasta encontrar una especie de tubo cilíndrico que él enseguida asoció:

-¿Un Spray antiviolación? ¿Quieres usar un Spray antiviolación conmigo? Esto ya es el colmo. – La cara de Safran se volvió roja de ira en escasos segundos.- No te falta un tornillo: ¡te faltan veinte!... Eres una histérica mental... ¡Solamente te he tirado los trastos, por el amor de dios! Y no te creas tan especial, ¿me oyes?: hay quien hace cola para estar conmigo, dulzura. Peor para ti, no sabes lo que te has perdido; una noche conmigo hubiera cambiado tu insulsa vida ¿Por qué no lo pones por escrito en un post it?... No sé para que narices querías verme, pero me importa bien poco: Será mejor que te vayas por tu propio pie sin armar una escena o... Ey, ¡Aún me sigues ignorando!

Así era, la mujer tenía otros propósitos: Utilizó el difusor consigo misma y una fina nube de condimento acarició su pequeña nariz, para acto seguido, agitarse ligeramente...

Los ojos de Safran se abrieron como platos soperos... Los esbirros diseminados por el salón levantaron la cabeza al oír una especie de estornudo, pero ninguno desenfundo su arma (nadie se preocupa por un simple estornudo)... Mas, algo cambió en menos de un segundo, fue una autentica aparición...

La preciosidad de cabello azulado había desaparecido y otra mujer ocupaba su lugar, de semejante atractivo y a su vez totalmente distinta:

Los brazos endebles parecían ahora más definidos como recios, con el músculo patente, y el cabello se había vuelto de un rubio exuberante. Si bien, se apreciaba el cambio especialmente en sus ojos, de pronto verdes y felinos, como el acero candente en una forja. Esa mirada afilada era capaz de cortar una vena.

La rubia fantasmagórica sabía como proceder, fue rápida y contundente:

Dio un puñetazo a Safran para hacerlo caer al suelo, se hizo con el arma y volcó el mobiliario con la intención de usarlo como escudo. Luego unos cuantos disparos rotundos; uno especialmente para Meringue, al que alcanzó en el estomago; los otros para los grandes focos del escenario y para las lámparas del salón, que crearon el caos entre los consumidores al derrumbarse. En escasos segundos la música dejo de ser audible, sólo se podía escuchar las balas silbando y el histerismo general.

Sintiendo un pómulo roto, Safran intentó arrastrarse lejos de ella, ponerse a salvo cuanto antes; pero fue del todo imposible. La mujer tiró de él, le arrancó la ropa y lo ató con los jirones hasta tenerlo completamente a su merced:

- Es mejor que te quedes quieto, ¿Vale? Enseguida estoy contigo, pero primero voy a ocuparme de los idiotas que tienes por perritos guardianes.

Y allí lo dejó, hecho un ovillo tras la mesa volcada, sin poder ver nada de nada... Aunque oyendo más de lo que debería (Los sonidos de un maxilar desencajándose, una traquea perforada, huesos rotos uno detrás de otro, disparos y cuchillos chocando entre sí). Cuando el ruido mermó para dar paso al silencio, fue cuando finalmente Safran se atrevió a levantar la cabeza y atisbar a lo que quedaba de su local (que no era mucho).

- Oh, dios mío, oh dios mío...- dijo cuando la humareda se levantó y pudo distinguir a sus matones malheridos, desperdigados entre los escombros como sin fueran ropa usada.

- Kami sama no tiene nada que ver con esto... –oyó a la tigresa hablar. Estaba de pie, en medio de su propia escabechina. Arrancó uno de los "post it" de su antebrazo, como si quisiera leerlo. Luego lo desechó con desprecio y en dos zancadas se acercó al panda "Tart", el cual se encontraba demasiado vapuleado como para mover un dedo. –...Así que tienes las manos largas, amigo. Bueno, pues yo tengo "las piernas largas".

Visto y no visto, profirió una sonora patada a los "pendientes reales" del panda, provocando que aullase con genuino sufrimiento. Ella se encogió de hombros y se adueño del estuche metálico de un tirón.

Fue entonces cuando levantó la vista y contempló a Safran, el cual deseó por un momento que la tierra le hubiera tragado hasta hacerlo desaparecer.

La vio subir con paso ligero, desahogada, y sintió que lo incorporaba para colocarlo en el sillón nuevamente en su lugar. Ella tomó otra silla, pero se sentó al revés, apoyando sus brazos armados sobre el respaldo. Le sangraba la nariz y tenía varias magulladuras, pero sin duda había salido vencedora de la refriega.

-Así me gusta, que hayas sido un buen chico y te hayas quedado quietecito... si sigues así, es posible que tengamos la fiesta en paz.

Él explotó. Posiblemente, fue verla sangrar lo que le dio valor para replicar:

-¡A la mierda, perra!. Estás hasta el cuello... ¡No tienes ni idea de con quien te has metido!.

Safran sintió como entraba la boquilla de un arma por uno de sus orificios nasales:

-Al contrario, se muy bien quien eres. Así que no te me pongas chulo, porque lo que acabo de hacer a estos no será ni la mitad de doloroso de lo que pienso hacerte a la mínima idiotez. ¿Queda claro?

-¡Eras una y ellos ocho! Una mujer sola... ¿Cómo diablos has... has podido hacer todo esto?

-Tú lo has dicho, soy una perra. Mas una perra vieja, amigo. Hay pocos trucos que yo desconozca del oficio y he nadado en los dos extremos de la ley. Por no decir que tus guardianes daban pena.

Ella hizo una pausa para atrapar un vaso del suelo y limpiarlo con una servilleta. Después lo llenó con el líquido de la botella de whisky afortunada, la cual había salido ilesa de todo el percance, y dio un trago antes de proseguir:

-Demasiado yogurines para sacarte las castañas del fuego, ¿no crees? Para la próxima vez, deberías contratar gente con más canas y experiencia. Aunque, he tenido que improvisar un poco... No esperaba "despertarme desarmada", pero me has hecho un gran favor al tener una semiautomática sobre la mesa. Supongo que te pertenecía, gracias... –y entonces, con una sonrisa de oreja a oreja, la mujer levantó los brazos y enseñó las armas. Safran sintió su cabello erizándose por un miedo recién descubierto; esta tipeja cambiante parecía tener lagunas de memoria como los locos... como los locos peligrosamente armados... -Las Cápsulas contenían mi bonito arsenal, pero no me ha costado demasiado recuperarlas. Me habría disgustado mucho si no llego a saber de ellas.

-Te daré dinero, montones de dinero. Lo que quieras.

-No estaría mal, pero ya me pagan bastante bien. Gracias.

-Lo doblaré, lo triplicaré... ¡Di un numero!- él sonaba desesperado. No estaba muy seguro de cómo iba a terminar todo esto.

-No creo que puedas alcanzar lo que la Capsule Corporation me ofrece.

Un brillo de discernimiento desfiló por la mirada del hombre:

-Oh, ya entiendo. Eres la chica de los recados.

Era un intento de insulto, sin embargo ella lo tomó como un halago de lo más acertado:

- Eso es lo que soy ¿Lo entiendes? Me alegro, entonces aligeremos el asunto... Además, también les estoy haciendo un favor, son unos buenos conocidos a los que tengo en muy alta estima y no me ha gustado lo que me han dicho de ti: Les has robado.

- ¡No tienes pruebas! ¡Vienes aquí, armas un cirio y encima me acusas de...!

-¿Acaso piensas que soy estúpida? ¿O acaso juzgas que lo son mis amigos? ¿Crees que yo estaría aquí sí ellos no tuvieran pruebas?– La mujer espetó con un grito arisco, mientras lo jalaba por la solapa de la camisa para acercar su rostro al suyo. Safran notó su aliento en la cara, suave como una brisa, pero esto no logró tranquilizarlo.-... Vaya con el gángster de pacotilla: Me parece que has apuntado muy alto para lo que eres. Robarle a la misma Capsule Corporation, la empresa más importante del planeta. Y encima creerse que no te iban a pillar, hay que ver para creer... No pienses que no te entiendo. En otro tiempo me gustaba mucho llevarme lo ajeno para sacarme unos cuartos, pero esa época ya pasó... Da igual, hay que ser muy gilipollas (o muy narcisista) para meterse con quien te puede devolver el golpe multiplicado por cinco.

De pronto dejó de hablar. Su vista se había clavado en uno de los "post it" de su antebrazo, el cual expresaba con letras trémulas "¡Ésta será la última vez! No quiero saber nada de todo esto". Los ojos de la rubia empezaron a volverse oscuros por una ira contenida difícil de valorar. Ágilmente hizo una pelota de papel con este mensaje y, en su lugar, dejó otro, escrito con caligrafía veloz aunque precisa "Vas lista, zorra, si esperas algo así. Yo soy quien decide, y decido seguir".

Safran sintió el paladar reseco por los nervios: Efectivamente estaba delante de una chiflada.

-Vamos a terminar con esto- Ella prologó el dialogo, con una voz que se fue tornado más amenazante por cada silaba pronunciada.- Lo que quiero es un nombre, y me lo vas a dar para que mis amigos se queden tranquilos: Sabemos que has sido tú, sabemos como lo has hecho, cuando lo has hecho y porque lo has hecho. Sabemos quienes te ayudaron, que cantidad te ofrecieron y por medio de que banco te pagaron. Lo sabemos todo de ti, donde duermes, que comes y que cagas... Vamos, que la Capsule Corporation te ha cogido de las pelotas y no te piensa soltar hasta convertir tu vida en un infierno. Y debes creerme, tiene los medios para hacerlo... Ya empiezas a ponerte blanco de nuevo. Bien, eso es bueno, que me tomes en serio. Vas a pasar a la sombra una buena temporadita, para que comprendas que el crimen no compensa, pero antes dame el nombre: ¿A Quién se lo has vendido? Dilo, ¿quién te contrató?

Él bajó la vista y suspiró, parecía necesitar un respiro para poner en orden sus ideas. Fue algo que su interlocutora no supo interpretar, pues un puñetazo voló directo al estomago:

-¡El nombre!

Safran se encorvó como un acordeón hasta caer a los pies de la güera dama:

-Eres una hija de...

-¿Aún no te entra en la cabeza que yo soy el menor de tus problemas?

- De acuerdo, De acuerdo... Tú ganas. Me contrataron "los Hijos de Doom".

Ella parpadeó sorprendida y expresó su primera muestra de vacilación. Claramente, ésta no era la repuesta que había esperado.

-¿Una Secta?... ¿Te contrató una secta religiosa? ¿No fue una corporación o una institución militar?

-No, no fue nada por el estilo. ¡Y no te miento! Fueron los Hijos de Doom. Tengo... tengo la copia del contrato, si no me crees.

Tras una pausa no especialmente larga, ella pareció asimilar esta revelación y le ayudó a ponerse en pie:

-Muy bien, te vienes conmigo. Si hay algo que me gusta es poder cobrar por una buena pieza cazada. Ey, tranquilo, con todos los chanchullos que se te imputan, será un juicio muy rápido y bastante justo para variar. No sé porque te quejas, has tenido mucha suerte conmigo: La Señora Brief bien podía haber enviado a su marido a por ti, y él si que no se anda con miramientos... Ah por cierto...

Y, mientras deslizaba una pantalla increíblemente plana dentro de su bolso, no dejó de enseñar una irónica sonrisa:

- Gracias por la PDA: Éste es precisamente el modelo que quería. No te hará falta entre rejas.

Hay malos vicios difíciles de corregir

... ...


Dragon ball © 1984 Akira Toriyama

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