¡Hola, hola! Espero estén muy bien, aquí me reporto con un nuevo fic, aunque será corto y constará de tres partes.
Notas al final :D
Espero que lo disfruten.
Shingeki no Kyojin no me pertenece.
-De invocaciones y ojos amarillos-
(Parte 1)
Levi Ackerman, 30 años, cuerpo escultural; trabajado y bien cuidado. Piel de porcelana, fina e imperturbable por los molestos rayos del sol. Ojos azules, tan azules como las profundidades desconocidas del océano, afilados e imponentes; con tan solo una mirada imponía respeto y admiración. Ni una sola alma era capaz de escapar a su atrayente mirada. Cabello sedoso tan negro como la noche misma, acomodado en un corte militar que le sentaba de maravilla. Todos esos rasgos compensaban un insignificante y pequeño detalle. Su estatura, su maldita y corta estatura.
A los ojos de cualquiera, Levi era todo un macho pelo en pecho, lomo plateado. Un hombre que podía tener a cualquier mujer a su disposición y he ahí otro detalle. Las mujeres no eran lo suyo, por dentro, Levi era toda una diva que podía tener a cualquier criatura a sus pies. Así es, Levi Ackerman era gay; sin embargo, eso no le afectaba para nada en su vida cotidiana.
No podía quejarse para nada, era el jefe actual de un importante bufete de abogados y aquello le permitía hacerse de ciertos lujos. Por ejemplo, comprarse un apartamento nuevo en los suburbios de la ciudad.
-Tsk, ¿Es que esta gente no tiene sentido de pulcritud?- claro que aunque su nuevo hogar se ubicara dentro de una de las zonas más exclusivas; no lo exoneraba de ser un foco de "infecciones" si no era limpiado adecuadamente.
Luego de una extenuante mañana haciendo limpieza profunda en el lugar, se dedicó a descansar un poco, aún quedaban cosas por desempacar y no podía dejar eso para más tarde. Con pesar, se encaminó hasta el pequeño armario destinado a ser el hogar de sus preciados productos de limpieza, se subió a un banquillo y antes de colocar las cubetas y demás en la repisa superior, se percató de que había una caja de madera de tamaño mediano, sucia y polvorienta.
Asqueado y molesto por haber dejado pasar algo así, se dirigió hasta la cocina donde se hizo con unos guantes de látex y regresó dando zancadas hasta el pequeño cuarto de servicio. Una vez todo acomodado en perfecto orden se dio una refrescante ducha, relajando sus agarrotados músculos.
-Creí que el apartamento era nuevo en su totalidad, parece que estaba equivocado- la mugrosa caja yacía frente a él. ¿Debería abrirla? Cerró los ojos largando un suspiro, un dolor de cabeza se estaba haciendo presente, además su estómago había comenzado a demandar atención.
Fue a lavar unas cuantas verduras para preparar algo sencillo que saciara su hambre, la verdad es que tenía algo de pereza, no obstante, aún no conocía bien los alrededores y no iba a comer cualquier porquería, eso podría perjudicarle.
Entre cada corte que hacía, su mirada se dirigía hacia la sala; a decir verdad, tenía mucha curiosidad por saber qué había dentro de la misteriosa caja. Por poco se rebana un dedo.
-Maldita sea- se quitó el mandil y con prisa se acercó hasta el objeto causante de tanta curiosidad. Abrió la dichosa caja sin importarle mucho si se llenaba las manos de polvo, arqueó las cejas sorprendido al encontrarse con un pequeño libro-bastante viejo a juzgar por su aspecto- en su interior, además de uno que otro papel arrugado y corroído en algunas partes. Volvió a la cocina con el afán de limpiar el libro y echarle un vistazo.
Nuevamente se sorprendió al toparse con las páginas de dicho libro ya amarillentas y a punto de desintegrarse. ¿Cuántos años había estado ese libro ahí? Por otra parte, varias de las hojas estaban escritas en un idioma bastante extraño ya que esa simbología jamás la había visto y su amiga Hanji -experta en idiomas- nunca le mostró algún tipo de escritura similar a aquella.
Su estómago rugió de nuevo, devolviéndolo a la realidad. Peinó su cabello hacia atrás y regresó a la labor de preparar la comida. Sin embargo un leve mareo lo abordó justo cuando cortaba algunas papas, ipso facto terminó cortándose el dedo.
-¡Puta madre!- dejó el afilado cuchillo de lado, se estiró para alcanzar unas cuantas toallas de papel para detener el sangrado sin darse cuenta de que un par de rojas gotas caían sobre las maltratadas páginas del libro, que Levi descuidadamente, había dejado cerca de donde se encontraba cocinando.
En cuanto el líquido vital y las hojas entraron en contacto, el apartamento del azabache comenzó a temblar, Levi trastabilló logrando mantenerse en pie. ¿Un terremoto? Imposible, frente a él, el libro comenzó a vibrar, emitiendo un sonido parecido a los latidos de un corazón.
-¿Pero qué mierda?- una pequeña explosión lo mandó al suelo, se cubrió el rostro con ambos brazos y chasqueó la lengua. El humo provocado por la acción anterior comenzó a disiparse lentamente.
Amarillo. Lo primero que Levi observó a través de todo ese humo, fueron un par de ojos amarillos, brillantes y con un atisbo de maldad en ellos, posteriormente una risa suave inundó el lugar.
-Uff, pero ¿Cuánto tiempo ha pasado ya?- por el tono de voz, Levi supuso que lo más seguro era que se tratase de un muchacho y no se equivocó. Frente a él y sentado cómodamente en la barra de la cocina se encontraba un joven de no más de 20 años, de tez acaramelada, cabellera achocolatada y despeinada, portador de una enorme, escalofriante y blanca sonrisa.
-Oi, ¿Quién carajos eres?- al salir de su ensimismamiento, el pálido hombre se puso de pie aún manteniendo la distancia de aquel ser que acababa de aparecerse en su cocina. Porque, por Dios, Levi no era estúpido e inmediatamente había reparado en los ojos de eso. La esclerótica casi negra, el iris de un imposible color amarillo brillante y pupilas semejantes a las de un felino.
Mientras tanto, el muchacho se había quedado callado, admirando la belleza del hombre con cara de amargado que se mantenía lejos de él.
-¿Acaso eres sordo? – su sonrisa se ensanchó y volvió a carcajearse. Levi frunció el ceño y disimuladamente trató de alcanzar el cuchillo que anteriormente le había dañado.
-Ni se te ocurra, bonito- en un parpadeo ya tenía a ese misterioso chico sobre él- el que hace las preguntas aquí soy yo. ¿Para qué me has invocado?
El azabache se mantuvo impasible a pesar de que por dentro estaba un poco asustado.
-Yo no te invoqué, imbécil.
-Oye, oye, oye, más respeto, bonito, sería una pena que esa bonita cara tuya terminara toda desfigurada, ¿No crees?- al terminar de decir eso, le mostró sus finas garras al hombre bajo él. Levi simplemente parpadeó y curveó sus labios ligeramente hacia arriba, sorprendiendo al castaño.
-No pareces asustado, dime ¿No te sorprende verme?
-No eres el primer mocoso que cae a mis pies- el muchacho ladeó la cabeza ante tal respuesta- sin embargo, admito que ninguno estaba tan desesperado como para lanzarse encima de mí- el castaño frunció el ceño y se alejó de ese extraño humano.
-Soy Eren, bonito y aunque no te guste tú me llamaste, no desperté de mi letargo para encontrarme con un humano mal encarado. Además de ser enano, amargado.
Levi no lo dudó y le lanzó el cuchillo con intenciones de matar a Eren, sin embargo, el tiempo pareció detenerse por un segundo y de pronto sintió un fuerte agarre alrededor de su cintura. Azul y amarillo chocaron, parpadeó al sentir la punta del cuchillo sobre su cuello.
-No vuelvas a hacer eso, o tendré que matarte- Levi frunció el ceño, levantó el brazo y trató de encestarle un golpe al castaño fallando rotundamente.
-Quédate quieto-apretó el agarre sobre la estrecha cintura.
-Vete al diablo.
-¿Oh? ¿Es que aún no te has dado cuenta, bonito? Yo soy el diablo.
Bueno, esta sería la primera parte de la historia con Levi el humano y Eren el demonio ¿Qué opinan?
Además si alguien de los que sigue mi otro fic Lazo Inquebrantable se pasa por aqui, no me maten, actualicé pueden ir a ver :D
Para las personitas que estén interesadas en la apariencia de Eren en esta historia, hice un fanart de él, solo tienen que pasar a mi página de face: Zenakou Corps y ahí va a estar.
Sin más, ya saben que se reciben sugerencias y/o comentarios constructivos.
Zenakou dice iCarita feliz!
