Rosa
Marinette no dejaba de observar aquella rosa.
Esa rosa que hacia unas horas le había obsequiado Chat Noir desde esa noche cuando vencieron a Glaciator.
Esa rosa que había sido la única testigo de los sentimientos de ambos héroes.
Esa rosa que vio notar el rostro de Ladybug sonrojarse después de que Chat Noir le depositara el beso más dulce y sincero en su mejilla.
Sin tan sólo esa rosa hablará le diría tantas cosas que vio esa noche.
Le contaría todo sobre los sentimientos de Chat Noir.
Le contaría lo que tardo el minino en decorar aquel balcón sólo para ella.
Le contaría cuanto el héroe de París espero por ella hasta querer rendirse.
Le contaría… lo tonta que había sido esa noche por haberlo rechazarlo por un chico que ni siquiera sabe de su existencia.
Marinette suspiro mientras volvía adquirir ese tono rojizo en sus mejillas.
Acurrucó aquella rosa sobre su pecho como si fuera el tesoro más preciado y que nunca soltaría por nada en el mundo.
Sus labios soltaron aquel nombre de su compañero mientras sentía todo rostro arderle a más no poder.
Miró la rosa una vez más.
La llevó hasta sus labios y deposito en uno de los suaves pétalos un tierno beso.
– Sí Adrien no existiera en mi mundo entonces si serías correspondido, Chat Noir. – confesó ella a la rosa antes de dejarla en un pequeño y delgado florero.
Marinette suspiro.
Pero no era un suspiro de decepción o de tristeza.
Era un suspiro soñador.
Un suspiro que la llevó nuevamente a los recuerdos de esa noche, pero ya no como Ladybug sino como ella.
Como Marinette.
Marinette Dupain-Cheng.
Miró sólo por unos minutos más aquella rosa en el florero de cristal antes de que ella se fuera a buscar al heladero André y a ofrecerle una disculpa por cómo se había comportado en la tarde de ayer.
Oh, Marinette.
Si tan sólo esa rosa hablara.
Ella te diría que el chico de la que estás enamorada es la misma persona quien te besó en la mejilla y te entregó…
Esta rosa.
