Bueno, este es el fic que se me ocurrió viendo el final de la S4 de OUAT jajaja el titulo no es muy original, lo sé, debe de haber ahora mismo trescientos mil fics con ese titulo, pero lo que es poner títulos se me da fatal -.- Probablemente me esté metiendo en camisa de once varas subiendo otro fic, pero no lo he podido evitar, no me salia de la cabeza la historia, así que... aquí está jajja
La imagen de portada del fic es una manip de Coalitiongirl, que me encanta por cierto, si alguien lee fics en inglés seguro que sabe quien es, y si no sabe quien es y lee fics en inglés deberíais leerla por qué es genial, su "So does this make us both the other woman?" creo que es mi fic favorito Swan Queen! Yo aquí, haciendo publicidad a otros jajajja
Y los descargos habituales, los personajes de OUAT no me perecen. Espero que os guste y gracias por leer :)!
Emma no dejaba de mirarla a través del remolino de oscuridad que la rodeaba y Regina no sabía por qué era incapaz de moverse, todo lo que podía hacer era mirar con horror a la Salvadora y su expresión de dolor, por qué sabía que le dolía igual que le había dolido a ella hacía apenas unos segundos, antes de que Emma Swan hiciese la mayor estupidez de su vida ofreciéndose a si misma a la oscuridad para salvarla. Quería gritárselo, quería gritarle que era idiota, que no tenía que hacer eso, que su final feliz no era nada en comparación con perderla. Y entonces supo por qué Emma no dejaba de mirarla, esperaba que corriese hacía su final feliz, así que lo hizo, no iba a dejar que el sacrificio de esa testaruda rubia fuese para nada. Corrió hacía Robin que abrió los brazos para recibirla, pero aun así Regina no apartaba la vista de Emma, que giró con dificultad para devolverle la mirada. Tenía que haber otra manera, tenía que sacar a Emma de allí y ya decidirían después que hacer con esa oscuridad que había escapado del corazón de Gold. Intentó moverse hacía ella, pero Robin la sujetó con fuerza para impedírselo, y aunque Regina sabía que solo intentaba protegerla estuvo a punto de apartarle mágicamente. La cara de Emma cambió, la expresión de dolor fue suavizándose hasta desaparecer sustituida por una calma nada esperanzadora. La oscuridad terminó de cubrirla del todo, alzándola en el aire hasta que todo lo que quedó fue la daga cayendo sobre el asfalto con el nombre de Emma Swan grabado en ella.
Todo se quedó en silencio por un momento, aunque Regina tenía un insistente pitido en los oídos, como cuando te vas a desmayar, pero sabía que no podía desmayarse. Se deshizo del agarre de Robin Hood y avanzó lentamente hasta la daga, arrodillándose al lado todavía en shock. Emma había desaparecido y todo lo que quedaba de ella era su nombre en la daga.
- ¿A dónde ha ido?
Preguntó la voz del pirata tras ella, rompiendo el pesado silencio.
- ¿A dónde ha ido?
Repitió con insistencia y algo de rabia en la voz. Regina quería gritarle que en vez de enfadarse podía haber hecho algo. Cualquiera podría haber hecho algo, podían haber detenido a Emma, pero en vez de eso todos se quedaron mirando como se lanzaba hacía la oscuridad. Por ella.
- No lo se.
Respondió finalmente Regina con una voz que no parecía la suya. Estaba a punto de echarse a llorar sobre la daga, lo sabía, estaba a punto romperse allí mismo, pero no podía, tenía que centrarse, tenía que recuperar a Emma. Cogió la daga con cuidado, como si fuese a deshacerse al tocarla, pero una mano se extendió junto a su cara.
- Dámela, encontraré a Emma.
Dijo el pirata, irritando a Regina solo con esas cuatro palabras. Ni siquiera había conseguido encontrar una tienda de ropa cuando llegó a Storybrooke, mucho menos iba a ser capaz de encontrar a Emma. La morena se puso de pie sujetando la daga con firmeza.
- No te molestes, yo encontraré a Emma.
Respondió manteniendole la mirada con decisión.
- Es de la vida de mi amor de quien estamos hablando, majestad. Es a mi a quien dijo que quería.
La morena estuvo a punto de reír con sarcasmo por esas palabras.
- Y es por mi por quien se ha sacrificado.
Le recordó viendo complacida como el pirata apartaba la vista. La propia Regina no entendía porque Emma había dejado absolutamente todo por Regina, incluso cuando sus padres y el hombre al que decía querer le suplicaban que no lo hiciese, cierto que Emma le había hecho una promesa, pero esto iba mucho mas allá de eso, podría simplemente haber dejado que la oscuridad entrase en Regina e intentar salvarla después, podría haber encontrado cualquier otra solución, pero había saltado enseguida a salvarla, a ocupar su lugar, a atar la oscuridad a ella después de todo lo que ambas habían luchado para evitar que pasase justo eso. Había sido Emma quien había dado un paso al frente por ella, quien se había sacrificado por ella sin dudar, algo que ni siquiera Robin, su verdadero amor, había hecho. Regina lanzó una rápida mirada a al ladrón preguntándose por qué no había intentado coger él la daga para ser quien se sacrificase, pero era algo en lo que prefería no pensar en ese momento, mientras discutía con ese maldito pirata por la daga.
- Hook, creo que es mejor que sea Regina quien tenga la daga, ella entiende mejor como funciona, y puede usar la magia.
Intervino Mary Margaret para sorpresa de Regina, que pensaba que toda la familia de Encantadores ahora besaba el suelo que pisaba Hook, además no esperaba que confiasen en ella de esa manera con algo que podía significar la vuelta de Emma, más aun si ese algo era la daga del Oscuro. Supuso que debía estar halagada de que Blancanieves no pensase que iba a dejarse vencer por el poder de la daga.
- La encontraré.
Dijo Hook mirando a Regina con resentimiento y dolor por la perdida que acababa de sufrir. La morena no respondió y el pirata le dio la espalda para irse. Igual que David y Mary Margeret, e incluso Robin Hood, dejando a Regina sola en la calle. Levantó la daga, memorizando cada detalle con el que estaba escrito el nombre de Emma Swan, y entonces dijo:
- Yo te invoco, Emma.
No era capaz de referirse a ella como el Oscuro. La temperatura bajó de golpe, dejando la calle fría y en silencio, y al final de ella apareció la figura de Emma, que miró a Regina solo un segundo antes de caer de rodillas gritando con un dolor tan agónico que prácticamente la propia reina podía sentirlo. Corrió hacía Emma todo lo rápido que podía, pero cuando estaba a punto de alcanzarla la rubia desapareció de nuevo, dejando solo el eco de sus gritos, y al mismo tiempo la daga desapareció de manos de Regina, dejándola sin nada, sin una sola pista de Emma.
Y era en ese momento cuando se despertaba, siempre. Cuando se quedaba sola en la calle con las manos vacías y el grito de Emma todavía en los oídos. Cada noche el mismo maldito sueño, revivía toda la escena del sacrificio de la rubia y luego se añadía la parte en que la propia Emma aparecía gritando. Y luego se despertaba. Habían pasado semanas, meses, desde que la Salvadora desapareció y aun no sabía donde estaba, o siquiera si estaba viva. Claro, que ni siquiera la había invocado, había pensado en hacerlo muchas veces, pero no estaba preparada para ello, para que Emma Swan apareciese ante ella como su esclava, como el Oscuro, simplemente no estaba lista, además no sabían que iba a pasar al ser también la Salvadora, era una mezcla peligrosa. Primero tenía que encontrar la forma de salvarla. Mary Margaret ya le había contado lo que el aprendiz les había dicho sobre ese tal Merlín y estaba decidida a encontrarlo, a obligarle a liberar a Emma de la maldición del Oscuro. Aunque no estaba segura de cuanto tiempo mas podría estar sin invocarla, en sus sueños la rubia siempre aparecía sufriendo, y ese pensamiento la perseguía también cuando estaba despierta, por no mencionar que Emma Swan estaba por todas partes, su presencia se había grabado en todo Storybrooke y fuese a donde fuese algo le recordaba a ella. Apenas podía pisar su despacho por qué se acordaba de cervezas y ensaladas y ellas sentadas en su sofá hablando. No podía ir a su mausoleo por qué recordaba a una Salvadora con ojos de cachorrito asegurándola que quería ser su amiga y que no iba a rendirse en ello incluso si quería matarla. No podía visitar el piso de Mary Margaret por motivos obvios, ni ir a la biblioteca sin recordar a la rubia saliendo del hueco del ascensor y desatandola de la silla, no podía estar en el ayuntamiento sin ver a Emma saltando para apartarla del camino del espectro y cayendo a través del portal, no podía ir a la comisaria por qué allí todo gritaba Emma Swan, no podía andar por la calle sin pensar en ese arrogante caminar que tenía la rubia, ni siquiera podía conducir hasta las afueras de la ciudad sin recordar a Emma conduciendo endiabladamente rápido para salvarla de aquella cosa con alas, o ir al bosque sin pensar en aquella vez que había ido con ella y habían acabado venciendo juntas un monstruo de hielo. Ni siquiera podía ir a Granny's con tranquilidad por qué sus ojos se iban automáticamente al asiento habitual de la sheriff, incluso su maldito coche amarillo seguía aparcado delante de la cafetería y nadie había tenido la buena idea de moverlo de allí. Prácticamente ni siquiera podía estar en su propia casa, o en su jardín. Emma Swan se había metido en todas partes, se había colado en cada aspecto de su vida y Regina ni siquiera se había dado cuenta de la cantidad de recuerdos que compartían, los mismos recuerdos que ahora la asfixiaban día si y día también. Y maldita sea, pensaba mover el maldito escarabajo de la entrada de Granny's ese mismo día.
Se frotó la cara con cansancio en la oscuridad y miró a la persona que dormía a su lado totalmente ajeno a todo lo que se pasaba por la mente de Regina. Al principio Robin solía dormir abrazado a ella, pero la morena siempre terminaba apartándose e inconscientemente Hood lo había aceptado, respetando su espacio. Regina no podía evitar recordar aquella fatídica noche cada vez que le miraba, le veía apartado a un lado mientras Emma se sacrificaba por ella, cada vez que miraba la cara del hombre que se suponía que era su verdadero amor aparecía la cara de la Salvadora, empezaba a ver cosas en Robin que antes había pasado por alto, empezaba a recordar cosas sobre su relación a las que había estado ciega antes, y no sabía que la estaba pasando. Se suponía que por fin tenía su final feliz, Emma se había sacrificado por eso, y ella no era feliz, no lo quería. Su final feliz se le había quedado sin sabor en la boca por qué cuando Emma desapareció se dio cuenta de que hasta ese momento siempre se había imaginado que pasase lo que pasase, acabase como acabase la Operación Mongoose, terminase o no con Robin Hood, Emma iba a estar con ella. En todas y cada una de las posibles situaciones, en cada imagen de un final feliz, siempre estaba presente Emma Swan de una forma u otra, y ahora la única cosa que había tenido segura se había ido y su final feliz no era feliz. Fue en el momento en que Emma desapareció y sintió como una grieta se abría en su pecho con dolor cuando supo con certeza que no tenía su final feliz, que fuese como fuese su final feliz estaba atado a la presencia de la Salvadora, de cualquier forma. Y quería odiarla por ello, y no podía. En vez de eso, dormía cada noche con Robin Hood intentando ver en él al hombre que veía antes, sin conseguirlo. Robin seguía siendo Robin, la que había cambiado era ella, y lo sabía, el sacrificio de Emma había cambiado más cosas de las que la propia Salvadora había pretendido. Y Regina no dejaba de darle vueltas, buscando un por qué, un motivo por el que Emma abandonaría todo y a todos, condenándose a si misma a la oscuridad, y solo por ella. Pensaba traer de vuelta a la Salvadora solo para poder gritarla sobre ello, para poder decirle lo idiota que había sido y lo poco que ella merecía el sacrificio, pensaba gritarla por marcharse, por abandonarla en Storybrooke con sus padres, y los enanitos y ese pirata que se había dado al ron desde que se fue, pensaba gritarla por hacerle eso, a ella y a Henry. Si, desde luego a la Salvadora le esperaba una buena bronca cuando su cabecita rubia apareciese por allí. Pero aun no estaba allí, algo que la reina tenía muy presente y que cada día le apretaba más en el pecho. Suspiró y se levantó de la cama, incluso aunque aun faltaban horas para que saliese el sol, pero como cada noche, sabía que después de ese sueño no iba a poder dormir.
