PRIMER CAPITULO:
CUANDO NACIÓ EL JUEZ
Al fallecer Alessa en el sucio hospital del siniestro pueblo Silent Hill, nada fue lo mismo. La sed de venganza que embargaba su paradójicamente inocente alma, creo un infierno terrenal, al cual fueron confinados todos los habitantes y así toda su descendencia.
El guardián de este laberinto en cenizas fue un verdugo, "el sin rostro", aquel por cuyas manos fluye la justicia sin vacilaciones. El triángulo fue escogido como su velo, simbología cristiana representativa de la santísima trinidad (el padre, el hijo y el espíritu santo). El largo y pesado machete que arrastra no es sólo el arma que usa para purificar, sino también es representativo de la carga de su deber.
Este individuo ahora considerado demonio, fue alguna vez mortal, se dice fue parte del grupo que condeno a aquella niña a las llamas, y que desesperado por salvarse, entregó su cuerpo y alma al universo atormentado que estaba en ciernes. Desde ese día no vio más la lluvia, o la nieve enfriar su piel, sino sólo las cenizas de aquel horrendo día.
El juez y el hombre
Tras el óxido de su máscara se oculta el humano, el eterno incógnito. Piernas siempre veladas bajo un largo atavío de telas roñosas y ensangrentadas, son tan largas como los años que ha vivido. Una figura fornida como si la vejez no lo alcanzara, un ser atemporal pero de rasgos mortales.
Infinidad de veces sus pies han paseado por las inertes calles de la ciudad que ya no conoce la primavera. Su alma ha dejado todo atisbo de compasión, de aprecio y por sobre todo de amor. Distanciándose del ser que alguna vez fue, se alimenta de sus víctimas, y satisface impulsos sexuales con objetos o criaturas antropomórficas.
El juez sólo conoce su deber, y el sabor de la sangre. Perdona las almas más puras, y únicamente obedece los designios de su creadora.
En ejercicio del deber
Al anochecer, cuando el sol toca el horizonte, y las sirenas dan inicio a su tétrico canto, el Verdugo se abre paso para sentenciar a los culpables y alimentarse de ellos a fin de borrar el pecado.
El único lugar que está a salvo de su condena es la Iglesia gobernada por Cristabella y sus seguidores, es el último refugio contra "el demonio" según lo llaman, pero el demonio ya está dentro de ese edificio, afuera espera la justicia divina que dicen poseer.
Arrastrando su machete secretamente espera su fin, y el fin del infierno, ya no tiene esperanza de perdón pero si de libertad.
