Los Colores Exteriores
Libro Primero
Un mundo más allá
Un relato de suspenso, aventura, romance y panqués, aderezado por la magia de la amistad.
Primer Acto: El libro
Capitulo 1 - Una noche de lluvia
"Era una noche oscura, terrible, como no se había visto en mucho tiempo. Todo parecía estar en silencio, un silencio parcial, incompleto, contaminado por el incesante sonar de una infinidad de gotas que se derramaban copiosas desde el inclemente cielo que vertía su furia en una lluvia torrencial… de haber silencio completo, la noche habría sido sencilla de sobrellevar, pero el constante repicar de la lluvia contra el suelo y las azoteas me hacían evocar absurdos terrores y despertaban en mi un miedo incomprensible al menor sonido anómalo, al menor rastro de movimiento, aunque estuviera solo en mi imaginación… de pronto, me pareció escuchar pasos… ¿serán? No pueden ser… ¡Si son! Se acercan… cada vez más fuertes, están aquí… vienen por mí, pero no me tomaran con vida… lucharé hasta…"
―¡Spike! ¿Qué es lo que estás haciendo?
El pequeño dragón morado dio un respingo del susto que le hizo derramar el frasco de tinta sobre el pergamino que estaba escribiendo. Y no era para menos, Twilight lo había tomado por sorpresa en el punto más tenso de su relato. Escondido bajo una manta en un rincón de la biblioteca, con las luces apagadas, Spike había improvisado la ambientación que consideraba necesaria para escribir un relato de suspenso.
―¿Qué es lo que estas escribiendo? ―la poni purpurea tomo el trozo de pergamino y comenzó a leer con la vista.
―Espera Twilight, no está terminado, ¡no lo leas! ―pero la suplicas de su pequeño asistente fueron en vano, para cuando ella había leído un par de líneas le devolvió el pergamino con una mirada severa.
―Sabía que no debía dejarte leer esos cuentos de misterio. Has estado así de tenso toda la semana y ya hasta has comenzado a escribir.
―Oye, no me regañes ahora, tu eres la que siempre dice que leer es divertido. No puedo creer que ahora quieras reprimir mis deseos de ser escritor.
―No me molesta que escribas, Spike ―sonrió Twilight ―mucho menos que leas. Solo quisiera que concentraras tu ingenio creativo en algo que no te ponga tan alterado y te quite el sueño.
―Descuida, nada puede quitarle el sueño a este dragón… por cierto… ¿te marchas? ―con el susto, Spike apenas había notado que Twilight usaba una capa impermeable, sombrero y una sillita de montar en que se apoyaba un paraguas.
―Así es, ¿acaso lo olvidaste? Las chicas y yo tendremos hoy una piyamada en casa de Fluttershy. ¿No te dará miedo quedarte aquí en mi ausencia, verdad? ―dijo Twilight dirigiendo una mirada inquisidora al pequeño Spike.
De inmediato la expresión del dragón cambió de miedo y desamparo a una llena de autoconfianza.
―Por supuesto que no. Ya estoy grandesito como para cuidarme solo. Organizaré mi propia piyamada para chicos. Solo Owloysius y yo.
―¿No te lo mencioné? Owloysius no está en casa. Me pidió unos días para visitar a sus padres en el bosque Everfree. Creo que volverá el fin de semana.
―¿Quieres decir que me quedaré yo solo? ―Spike tragó saliva.
―¿Hay algún problema con eso?
―Desde luego que no ―dijo el pequeño dragón recobrando su tono confiado y altanero, inflando mucho el pecho ―me servirá para pulir mis dotes de escritor de suspenso.
―Bien, entonces vuelvo en la mañana. No te vayas a dormir tarde ¿escuchaste, Spike? ―concluyó Twilight abriendo la puerta que daba hacia afuera, donde el torrencial chaparrón seguía cayendo sin descanso.
―Fuerte y claro, jefa ―respondió el dragón parándose firme y saludando al estilo militar. Twilight había pasado por el dintel de la puerta y estaba por cerrarla tras ella cuando escucho la voz de Spike, y le pareció que estaba cargada de miedo.
―Twilight…
―Si, Spike ―la unicornio volvió a abrir la puerta un tanto preocupada, pero se encontró con el rostro sonriente de su asistente quien le respondió:
―¡Diviértete! ―y salió disparado escaleras arriba, tal vez a buscar velas y más sabanas que le ayudaran a ambientar la biblioteca para poder terminar su relato de suspenso.
La noche transcurrió sin más novedad. A Spike pronto se le acabo el interés en escribir cuando se dio cuenta de que estaba por terminar su tercer trozo de pergamino y seguía hablando solo de lo aterradora que era la lluvia. Sin darse cuenta había convertido su relato de suspenso en un extenso reporte meteorológico. Aparto el pergamino y la tinta y se acomodó en la canasta que le servía de cama para por fin irse a dormir. Bostezó sonoramente, estiró los brazos y justo al cerrar los ojos, le pareció que el sueño hacia enmudecer aun el constante y apagado sonido de la lluvia…
Entonces lo escuchó: knock, knock, knock.
Spike abrió los ojos de repente. Le pareció que se había dormido un solo instante y que en su sueño había escuchado que alguien tocaba a la puerta. ¿Lo había soñado o alguien de verdad había tocado la puerta?
Knock, knock, knock. Ahí estaba otra vez.
Ya no había duda. Alguien tocaba a la puerta. Pero debía ser un error. ¿A esta hora y con este clima? Spike se incorporó en su cama aun cubriéndose con las mantas y a la expectativa de cualquier sonido o movimiento.
Knock, knock, KNOCK.
Ok, era definitivo, alguien tocaba a la puerta y parecía ansioso porque abrieran. Propulsado por el miedo. Spike tomó una vela, la encendió de un soplido y bajo las escaleras que llegaban de la alcoba a la estancia principal de la biblioteca. ¿Habrá olvidado alguien devolver algún libro? El pequeño dragón se acercó poco a poco a la puerta no sabiendo si abrir o esperar a que tocaran una vez más. ¿Acaso, fuera quien fuera, no podía esperar hasta mañana? Su respuesta llegó de inmediato.
―¡Abran, traigo asuntos urgentes de Canterlot!
Sin demorarse más, Spike abrió la puerta y se encontró con la imponente figura de un pegaso pardo de la guardia real: no había duda, el yelmo dorado y el peto lo delataban. Pero en la oscuridad, y con la conmoción, Spike le pareció que la armadura de este guardia no era como las que él había visto anteriormente en otros fieles soldados de la corte real de la Princesa Celestia, en Canterlot.
―Lamento la demora, ¿quiere pasar?
―No hay tiempo ―respondió de inmediato el guardia empapado al comedimiento que le hacia el pequeño asistente dragón. ―es imperativo que entregue este paquete al bibliotecario de Ponyville en este instante.
Sobre la espalda del guardia, una voluminosa caja cuadrada descansaba inerte y mojada.
―Pues se encuentra en el lugar adecuado. Esta es la biblioteca de Ponyville, pero temo decirle que la bibliotecaria no está ―dijo Spike, haciendo énfasis en señalar que la encargada de la biblioteca era una yegua y no un poni macho. ―Yo soy su asistente. Si gusta puedo entregárselo personalmente.
El pegaso giró el rostro hacia Spike rápidamente, como analizándolo de pies a cabeza. Finalmente, y algo receloso, el guardia bajó la extraña caja de sobre su lomo, dejándola empapada sobre el piso de la biblioteca.
―Pero debo advertirte, que es imprescindible que llegue a los cascos del bibliotecario lo antes posible. ―sentenció el guardia y Spike no supo decir si nombró al bibliotecario en masculino de nuevo por error o a propósito.
―Pierda cuidado. Así será.
El pegaso se dio la vuelta dispuesto a salir por donde había entrado para internarse en la sombría y humeada noche en que un aguacero torrencial seguía vertiéndose sobre los tejados de Ponyville, pero antes de emprender el vuelo, pronunció, a manera de despedida:
―Y no olvides: La caja está dirigida al bibliotecario. Él y solo él deben ver su contenido. ―y en un movimiento veloz, desapareció en el viento de la noche.
Spike permaneció con la mirada clavada en el cielo a través de la ventana solo un instante, antes de que sus ojos fueran atraídos irremediablemente hacia el paquete misterioso. El pequeño dragón lo analizó a la luz de su vela y comprobó que no tenía nada de extraño.
Parecía una caja cuadrada envuelta por un paño marrón sujeto por un cordel cualquiera. Estaba completamente empapado y no medía siquiera la altura entera de Spike. Sin darse cuenta, una de las garras moradas del pequeño dragón alcanzó uno de los extremos del cordel y tiró de él. El paño se abrió casi por sí solo, bastó un poco de la ayuda de Spike y la caja se reveló a sí misma como un cofre de madera con una sencilla cerradora de metal. El cofre no tenía llave, así que bastaba con levantar la cerradura para abrir la tapa. Apenas había abierto unos centímetros el cofre, cuando la conciencia de Spike lo hizo detenerse.
―Tranquilo, Spike, ―se dijo a sí mismo ―las instrucciones fueron claras. Él y solo él pueden ver su contenido.
Al repetir las palabras del guardia, sonaron tan ridículas para el pequeño dragón que las desechó de inmediato.
―¿Y él que sabe? Ni siquiera tiene idea de que Twilight es una chica. ―Se dijo finalmente mientras la curiosidad impulsaba de nuevo sus garritas a manipular la tapa del cofre, que se abrió sin siquiera rechinar. Dentro la oscuridad era total, y Spike aventuró uno de sus brazos para que tomara el contenido de la caja y se lo revelara como en un cuento de suspenso.
Su garra sujetó firmemente el objeto que el forro aterciopelado del cofre guardaba tan celosamente mientras su corazón latía apresurado por descubrir el secreto de la caja entregada tan sospechosamente en mitad de una noche de tormenta. Cuando el objeto estuvo finalmente frente a sus ojos iluminado a la luz de la vela, Spike lo miró con los ojos bien abiertos…
Y se llevó la decepción más grande de su vida.
En su mano estaba sosteniendo un viejo y aburrido libro de pastas de madera y remaches de metal. No era reluciente y nuevo, pero tampoco tan antiguo como para guardar algun ancestral secreto. De hecho no daba idea alguna de su contenido al mirarlo, no tenia título y en la portada parecía haber un grabado al que Spike de momento no pudo hallar forma.
Sintiéndose fabulosamente bobo, estuvo por devolver el libro al interior del cofre e irse a la cama, cuando reparó en que el tomo estaba cerrado con llave. Una pequeña pero fuerte cerradura lo mantenía firmemente afianzado y ese único detalle despertó de nuevo la curiosidad de Spike. Su garra libre se introdujo en el cofre buscando la llave y encontrándola en el fondo del forro de la caja, la sacó y, examinándola un segundo a la luz parcial de la vela, la introdujo en el cerrojo para darle vuelta.
El corazón de Spike volvió a latir rápidamente, apurado por el misterio que podría revelarse ante él en las páginas de aquel libro. En una situación normal, lo habría desechado pensando: "es solo un aburrido libro" pero los cuentos de suspenso que había leído lo tenían al borde de la paranoia y casi le pareció escuchar el crujir del pestillo del cerrojo al abrirse cuando dio vuelta a la llave.
Finalmente, decidido a abrir el tomo, coloco su garra sobre el borde de la pasta y se dispuso a darle vuelta lentamente.
Pero no fue así, la emoción lo había dominado ya y estaba ansioso por develar aquel misterio, cuando, al abrir el libro, un estruendo fabuloso se escucho fuera de la casa y aquella noche tranquila de lluvia perdió completamente el sentido de la lógica para Spike. Al tiempo que había dado vuelta a la pasta del libro, un relámpago tremendo hizo crujir el firmamento e iluminado la noche, pero dentro de la casa un ruido descomunal había hecho estremecer aun los estantes donde descansaban los libros: la puerta principal que daba hacia la calle, se había abierto sola como empujada por una fuerza brutal, permitiendo que el viento frio de afuera se colara por la abertura apagando la vela y sumiendo la estancia en una oscuridad perfecta.
El pequeño dragón dio un salto del susto. Con el viejo libro entre las manos, miró sobre su hombro para comprobar que, en efecto, la puerta principal se había abierto. Desconcertado, temeroso y temblando volvió su rostro hacia el frente, donde las páginas del libro aguardaban para saciar la curiosidad del entrometido dragoncito.
Pero los ojos de Spike ya no llegaron a posarse en las páginas. Se quedaron pasmados de susto al contemplar una visión absurda así como aterradora: frente a él, se recortaba contra la penumbra de la habitación en tinieblas, la silueta de lo que parecía la cabeza de un poni. Pero no había cuerpo que la sostuviera, sino que parecía levitar en el aire, erguida a la altura a la que estaría si estuviera adherida a un cuerpo como era lo normal. Spike miró por un instante sin poder comprender lo que veía, cuando la cabeza se giró lentamente hacia abajo como si quisiera mirarlo frente a frente. Spike se quedó paralizado pues, en el lugar donde debían estar los ojos de aquel poni sin cuerpo, no vio sino dos círculos perfectos e iluminados, como espejuelos redondos que reflejaban la insípida luz que se filtraba desde afuera.
Spike no supo más de sí. Los vecinos solo escucharían un potente grito de terror proveniente de la biblioteca, pero no habrían sido capaces de percibir aquello que lo provocó, pues, de todas las cosas extrañas que sucedieron esa noche, aquella que aterró lo suficiente a Spike como para proferir tan desgarrador alarido, fue la voz grave y monótona que emitiera la cabeza flotante de aquel poni cuando dijo:
―Ese es mi libro…
