Lana estaba sentada en el sillón, con los pies sobre la mesilla auxiliar, las piernas estiradas y su ordenador encima de éstas. Había escrito varias veces aquella carta; aún sabiendo que nunca la enviaría, era incapaz de dejar de escribirla, releyéndola, añadiendo algunas cosas y modificando otras. No era especialmente larga, pero contenía su alma.

La temporada de Once Upon A Time había terminado dos meses atrás y sus compromisos posteriores ya habían terminado, por lo que estaba oficialmente de vacaciones hasta que le llegara el guion de la siguiente temporada. Normalmente era su época favorita del año, donde podía estar con su familia, su marido y los hijos de éste, sus padres; podía viajar, leer, disfrutar de pasear sin prisas… en definitiva, podía desconectar de la fama y la serie. Por una parte le encantaba ser actriz y se sentía tremendamente afortunada de formar parte del reparto de Once Upon A Time, pero por otra parte echaba de menos ser una persona más anónima, cuando podía pasar desapercibida entre la gente.

Sin embargo, este año era diferente. Todo había cambiado en una temporada, en solo unos meses su vida había dado un giro de 180 grados.

Casi un año atrás, Lana estaba en esa misma casa con Fred, su adorado marido, y sus hijastros, a los que quería casi como si fueran suyos. Y ahora estaba sola, Fred se había ido con sus hijos, dejándola en una casa que se le caía encima. No podía culparlo, ella habría hecho lo mismo si hubiese estado en su lugar. Por lo menos Fred había sido lo suficiente amable de dejarle la casa a ella y buscarse otra para él. Nada había salido como ella quería, todo se había precipitado y los acontecimientos ocurrieron de una forma tan rápida que se sintió como una mera espectadora de su propia vida.

Tenía algunos recuerdos algo confusos, sobre todo los más recientes, cuando todo se echó a perder. Se recordaba a sí misma entre lágrimas y con palabras de disculpa en sus labios, disculpas a Fred y a sus hijos, disculpas a su madre y disculpas… a Jennifer.

Hacía uno meses había comenzado aquello que le cambió la vida. Rememoró el momento en que salió del armario como bisexual ante sus compañeros de trabajo. Por supuesto Jared lo supo mucho antes que todos los demás, cuando Lana le daba consejos sobre cómo conquistar a una chica, Jared le preguntó cómo es que sabía tanto sobre ligar con chicas y su respuesta natural fue "porque yo también he salido con mujeres". Con los demás no había sido algo tan inocente ni tan casual. Aquella noche en el hotel… Fue a Joshua al que se le ocurrió la maravillosa idea de aprovechar aquella noche para jugar al "Yo nunca he…", animado por su amigo Collin. A Ginnifer y Jenn tampoco pareció disgustarles la idea. Emilie y ella fueron las más reticentes, pero obligadas por la presión de grupo cedieron y decidieron jugar con los demás. Al principio las negaciones fueron inocentes "yo nunca he participado en una película", "yo nunca he tomado helado de chocolate", pero pronto y, con ayuda del alcohol, aquello fue subiendo de tono "yo nunca he visto una película porno", "yo nunca he practicado sexo oral", hasta que Ginnifer soltó "yo nunca he besado a alguien de mi mismo sexo". Sorprendentemente, todos bebieron, Josh, Collin, Jenn, Ginni, Emilie, Sean y ella misma. Pero Jenn afiló aún más las palabras de su compañera "yo nunca he besado a alguien de mi mismo sexo sin ser por trabajo". Esta vez, todas las chicas bebieron, excusándose en sus locos años de instituto y universidad. Pero la curiosidad le pudo a Sean, quien dijo "yo nunca me he acostado con alguien de mi mismo sexo". Antes de empezar, a Lana se le había pasado por la cabeza la posibilidad de mentir, pero sus capacidades mentales para valorar si debía mentir o no estaban claramente afectadas tras tanta bebida, por lo que sin dudarlo dio un largo trago a la bebida de su vaso. Y entonces se terminó el juego. Todas las miradas se dirigieron a ella, quien de repente fue consciente de lo que acababa de pasar. Todos quisieron saber por qué Lana se había acostado con otra chica, si había sido cosa de una noche fruto de una borrachera, si había sido una aventura por curiosidad… Todos excepto Jennifer, que observaba en la distancia como Lana hablaba intentando salir del aprieto en el que se había metido. Finalmente, Lana se levantó y pidió con las manos a sus compañeros que la dejaran hablar: "chicos, creo que no tengo escapatoria, así que ahí voy. Soy bisexual, desde que tengo uso de razón me gustan tantos los hombres como las mujeres. Os agradecería que esto no saliera de aquí, ya sabéis que me gusta proteger mi privacidad. Ahora, si no os importa, me gustaría que terminase aquí la conversación sobre este asunto. Si alguna vez decís algo, lo negaré todo".

Lana recordó elevar su mirada tras decir eso y ver a Jennifer mirándola atenta. Si pudiera, ahora le diría a su yo pasado "¡no juegues a ese juego absurdo!, ¡para, antes de que te puedas arrepentir!", pero ya era demasiado tarde, jugó a ese juego, se confesó ante sus compañeros y ahora estaba ahí, releyendo la carta que tenía escrita en su ordenador.

Aquella noche, tras su declaración, Lana se retiró a su habitación. 2 minutos después de entrar, escuchó como unos nudillos tocaban a su puerta. Se acercó y abrió ligeramente para ver quién era. Jennifer estaba allí parada delante de su puerta, sonriente. "Vete Jennifer, ya dije todo lo que tenía que decir". Pero Jennifer no se fue, todo lo contrario, intentó entrar y Lana se lo permitió. Las dos mujeres se sentaron en la cama y Lana no pudo más y estalló en lágrimas. Jennifer la abrazó, la consoló, le prometió que todo saldría bien, que aquella gente era de fiar y su secreto seguiría siéndolo mientras ella así lo quisiera. Y fue ese momento en que todo terminó de ir mal. Lana, conmovida y agradecida, aún sin saber por qué, se acercó a los labios de Jennifer que, contra todo pronóstico, no la rechazaron. Jennifer se dejó besar al principio, pero luego intensificó el contacto con la morena. Todo lo demás de esa noche estaba borroso en la mente de Lana, que sí recordaba nítidamente el dolor de cabeza del día siguiente y su desesperación al ver a su compañera de reparto desnuda en su cama.

Lana rompió en llanto al recordar el momento en que le fue infiel a su marido. Siempre creyó que nunca podría engañar a su pareja, ella misma había sufrido una infidelidad y se había prometido a sí misma que nunca le haría a otra persona lo que le habían hecho a ella. Y, sin embargo, al final no cumplió su promesa. El alcohol no era una excusa, ni siquiera fue el causante, sólo había acelerado el proceso. A Lana le gustaba Jennifer desde hacía varias temporadas, pero se autoconvencía de que era un enamoramiento tonto y que el verdadero amor de su vida era Fred, su apuesto marido.

Tras despertar en el hotel con Jennifer a su lado, Lana se levantó rápidamente y se dirigió al baño. Debía aclarar su mente y una ducha refrescante ayudaría. Al salir de la ducha, Jenn seguía allí, completamente desnuda, medio tapada por una fina sábana, con el sol iluminando su perfecto cuerpo. Y Lana, lo único que quería, es que no estuviera allí realmente. La despertó y le pidió que se fuera rápidamente, asegurándole que aquello había sido un error, que lo sentía, que no quería que pasara nada y que no entendía como podían haber llegado a aquella situación. Lana estaba segura de que el alcohol había afectado en demasía a la rubia, por lo que se sentía doblemente culpable: engañar a su marido y aprovecharse de su compañera. Lo que no se esperaba era la respuesta de Jennifer, quien la miró a los ojos, la besó suavemente y le prometió que llevaba queriendo aquello desde que se conocían.

Después de ese episodio, los días de rodaje pasaron para Lana más lentos de lo normal. Evitaba a Jennifer, procuraba realizar sus tomas a la primera para estar con ella lo menos posible y se desesperaba cuando tenía que repetir una secuencia. Una noche que Jennifer se le acercó, Lana le recriminó que la buscara y le pidió que la dejara. Le dijo que no quería saber nada de ella, que lo suyo había sido un error, que estaba casada y enamorada y, por supuesto, que no quería destruir su vida por ser el experimento de una chica. Pero Jennifer, en lugar de darse por rendida, besó a Lana, cogiéndola completamente desprevenida. Ésta ni siquiera intentó evitar lo inevitable. Sin saber cómo, las dos chicas se encontraban medio desnudas en la habitación de Lana camino de repetir el error de semanas atrás. Lana volvió a despertarse primero, pero esta vez no se levantó preocupada, sino que aprovechó para ver la silueta de la mujer a su lado. Acarició su cabeza y besó su espalda. Cuando la rubia despertó, la morena simplemente preguntó "¿y ahora qué hacemos?".

Lana recordaba perfectamente la conversación que habían tenido aquella mañana.

- ¿Y ahora qué hacemos?

- Deberíamos desayunar. Ah, y ducharnos, anoche hicimos bastante ejercicio.

- Jenn, por favor, esto es serio.

- Deberíamos hacer lo que queramos. ¿Tú qué quieres?

- No sé qué quiero.

- ¿Me quieres? Lana, yo te quiero. No he estado más segura de nada en la vida. Nunca me habían interesado las mujeres hasta que apareciste tú en mi vida. Te quiero como nunca había querido a alguien, ni siquiera a Jesse o Sebastian. ¿Tú me quieres?

- Jenn, estoy casada, no debería estar aquí contig...

- No es lo que te he preguntado. Lana, ¿me quieres?

- Sí.

Y a partir de ahí todo fue a mejor con Jenn y a peor con Fred. Jennifer y Lana comenzaron una relación en secreto, mientras que la morena intentaba no sentirse tan culpable llamando más frecuentemente a Fred, recordándole que le quería. Durante el día, Lana era una mujer casada que amaba a su marido, pero por las noches, cuando todos dormían, se escapaba a la habitación de su amante.

Lana rompió a llorar nuevamente. Si hubiese parado todo cuando aún podía, si hubiese rechazado a Jennifer en ese segundo beso... Si simplemente hubiese pensado dos veces en las consecuencias de sus actos, ahora no estaría en su situación, sola y escribiendo una carta sin destinatario.

Pero ya era demasiado tarde, a aquella noche con Jennifer le siguieron todas las demás. Lana estaba segura de que a cada segundo que pasaba con Jennifer, más enamorada estaba de ella. Y Jennifer también, hasta el punto de pedirle a Lana que dejase a su marido uno de las últimas noches de rodaje. A lo que Lana se negó rotundamente, una cosa es que le gustase estar con ella y otra muy diferente era dejar la comodidad de su vida por una relación que tenía que mantenerse en secreto y que no llegaría a ninguna parte. Fue entonces cuando Lana se dio cuenta de que tenía que dejar a Jennifer, por el bien de su matrimonio y por el bien de su vida profesional. Intentó hacérselo entender a la rubia, le dijo que podían intentar ser amigas, que habían pasado un tiempo increíble juntas y que nunca lo olvidaría, pero debían volver a la vida real.

- Esto es la vida real, Lana. Tú y yo. Esto. Nosotras somos reales.

- No sabes lo que dices Jenn. Te crees que todo es muy fácil. Imagínate que dejo a Fred, ¿entonces qué? Tú y yo salimos del armario a lo grande en The Ellen DeGeneres Show, nos besamos delante del público y todo va a seguir siendo igual de maravilloso, ¿no? Pues no, Jennifer, no. Seremos la comidilla de Hollywood, se nos encasillará en el papel de lesbianas o, peor aún, no nos contratarán.

- Vamos, Lana, estamos en el siglo XXI. Eso no va a pasar. Además, seguro que si decimos que somos pareja, la audiencia de Once aumenta exponencialmente.

- Jenn, no estoy de broma. Tómate algo en serio por una vez, por favor.

- Hablo completamente en serio. Quiero estar contigo pase lo que pase, ya no sé cómo decírtelo.

- Bueno, pues yo no estoy dispuesta a arriesgarlo todo por un capricho.

Y así fue como terminó la relación entre las protagonistas de la serie. Aún no había salido Jennifer de la habitación cuando Fred entró. Había viajado hasta allí para sorprender a su esposa, pero el sorprendido fue él. Lana, al darse cuenta de que Fred había escuchado todo, rápidamente intentó disculparse, prometiéndole que todo se iba a acabar y que quería estar con él. Le rogó y lloró para que le perdonara. Pero cuando volvió a casa tras terminar al temporada, en su casa sólo le esperaba una nota "Los chicos y yo nos hemos mudado. Mis abogados se pondrán en contacto con los tuyos para hablar sobre el divorcio. Que tengas suerte. Fred". Por supuesto, Fred también había hablado con su madre, la cual se sentía muy decepcionada con su hija. Lana sintió que no le quedaba nada, Fred y Jennifer no querían saber nada de ella, con razón ambos; su madre la quería, pero no podía recurrir a ella en ese momento y sus amigos no sabían nada de todo aquello. Lana estuvo varios días encerrada en su casa, vagando por su hogar, de la cama al sofá y del sofá a la cama. Todo en lo que podía pensar era en el daño que le había hecho a las personas que más quería. Hasta que encontró la paz en la escritura, escribir le permitía narrar con palabras todo lo que sus lágrimas gritaban.

Y ahí estaba, varias semanas después de que Fred y Jenn la dejaran, con su carta ya finalizada. Lana la volvió a leer por última vez y se dio cuenta de lo que quería hacer. Llamó a su madre rápidamente:

- Mamá, te quiero. Siento mucho todo lo que he hecho, he sido una esposa horrible. Pero por primera vez en mucho tiempo creo que sé qué es lo correcto. Pero te necesito.

- Hija mía, hagas lo que hagas, siempre estaré a tu lado. Te quiero.

Esas palabras fueron las que terminaron de convencer a Lana para llevar a cabo lo que pretendía hacer. Abrió su correo y adjuntó su carta. En el asunto escribió "Soy Lana Parrilla y tengo algo importante que decir" y en el destinatario escribió el correo de The Ellen DeGeneres Show. Sin pensarlo más, le dio a enviar. A continuación cogió su teléfono móvil y le escribió a Jennifer: "ve el programa de The Ellen DeGeneres Show mañana, por favor. Es importante".

La mañana siguiente el programa abrió con una Ellen más risueña de lo normal, con un papel en la mano, su monólogo comenzó:

- Buenos días, América. Hoy me complace comunicarles que contamos con una gran actriz que, aparte de ser guapísima, tiene mucho valor y coraje. Esto que tengo en la mano es una carta que nos llegó a la redacción ayer por la tarde y que me siento profundamente agradecida de poder leer. Ahí va:

"A quien pueda interesar:

Tengo 37 años y desde que tengo 12 soy perfectamente consciente de que me gustan las mujeres tanto como me gustan los hombres. Esa simple frase me ha costado escribirla tanto como verbalizarla. Durante el instituto tuve una relación con una chica, pero después de ella me convencí de que si quería ser actriz, debía obviar esa parte de mi vida. Pensaba que podía decidir enamorarme sólo de hombres y que podría ser feliz, con una carrera como actriz y con un matrimonio tradicional. Pero el amor no funciona así, ¿verdad? Fui una estúpida al pensar que podría controlar mis sentimientos. Y con eso lo único que he conseguido es hacer daño a la gente que me aprecia y a mí misma, pues al no ser sincera conmigo misma he lastimado a gente que me importa. Es por ello que, a partir de esta carta, quiero disculparme públicamente con aquellas personas que se han sentido engañadas y con aquellas personas a las que he dañado por mi necedad.

Tengo 37 años y creo que ya va siendo hora de que admita ante mí misma, y ante el mundo que me rodea, que soy bisexual. No es, de ninguna manera, algo que me defina como persona. Antes que bisexual soy persona, soy mujer, soy actriz, soy amiga, soy hija. Pero mi sexualidad no solo me afecta a mí, sino a mi pareja. Y en el caso de que esa pareja sea una mujer, no quiero volver a esconderme por sentir algo de lo que no me quiero sentir avergonzada.

Un abrazo afectuoso,

Lana Parilla".


Muchas gracias por leer =)