Post-manga.

¿Qué pasa si te enamoras del ser más maravilloso del mundo? ¿Y si ese ser es un demonio de preciosos ojos ámbares, cabello plateado y orejas de perro? La respuesta es simple: conquistarlo. [Dedicado a Sara Y. Croft]

Disclaimer: 犬夜叉 (Inu-Yasha) pertenece única y exclusivamente a Takahashi Rumiko.

Fanfic escrito sin fines de lucro y únicamente para FF.

Advertencias: ñe...

Dedicado a mi nueva amiga de FF: Sara Y. Croft

Inspirado en 'Strange Village'.

Un héroe

por Kris' Neckerchief

{*—Capítulo uno—*}

Una puntada…

Dos puntadas…

Tres puntadas…

¡Listo!

Había logrado terminar el morral que desde ese instante iba a acompañarla durante el resto de sus días. Decirlo de ese modo le parecía muy deprimente, pero era la más absoluta verdad. Ese era el día. Se iría de su aldea. Escaparía.

No le habían dejado ninguna otra opción, esa era su única salida. No podían obligarla a casarse con nadie. Lo sentía por sus padres, pero ella quería enamorarse, ser feliz, encontrar al hombre perfecto. Tal vez esperaba demasiado, pero tampoco dejaría que la casaran con un hombre treinta años mayor que ella. ¡Solo tenía dieciséis años! Definitivamente no se casaría con un tipo que tuviera como cincuenta años. ¡No, señor! Mentiría si dijera que no estaba en edad casadera, pero no quería casarse con alguien a quien no conocía y, además, que era probablemente un vejete, una pasita arrugada.

Ella no era espectacularmente bonita ni nada—aunque no se consideraba un mal partido—, simplemente era la única chica de la aldea que estaba soltera y tenía una edad mayor de doce años y, aparentemente, ese vejestorio se había encaprichado por ella y jamás la dejaría en paz.

¿Remate?

Era el maldito terrateniente de la zona.

¿Cómo un terrateniente no se casaba antes de los treinta si se supone que desde temprano debe tener un heredero?

¡Que se jodiera! Ella no se casaría, prefería ser comida viva de los demonios antes que casarse con un viejo del cual ni el nombre se sabía.

¡Todo el pueblo a la mierda!

Ni siquiera sabía de dónde había aprendido todo ese mal lenguaje, normalmente ella se comportaba bien. No solía alzarle la voz a nadie, aunque sí hablaba un poco más de la cuenta, pero jamás había dicho una mala palabra en su vida. No al menos que ella recordase. Siempre se consideró bien educada y formal, pero había perdido los estribos.

Claro, ya no estaba en una situación 'normal'.

Sin pensar mucho en lo que hacía, empacó las cosas que creía necesarias para su viaje—algo comestible, un cuchillo, agua…—y, mientras todos dormían, se tapó con un manto oscuro y pesado, perfecto para el frío, y salió de su casa en plena noche, tratando de ser silenciosa y de no llamar la atención de nadie. Estaría muerta si llegaba a ser descubierta. Sería el fin absoluto de cualquier tipo de libertad que pudiera tener.

No faltaba mucho para el amanecer. Era precisamente por eso que salía a esa hora. Había dormido lo necesario y no tendría que detenerse muy cerca de la zona a acampar. ¡Su plan era perfecto! E infalible, además. Lo tenía todo bien calculado para una escapada espectacular.

Claro, en realidad estaba el fallo de qué haría si algún demonio con sed de sangre aparecía, pero como ya había dicho anteriormente, eso era mejor que quedarse y casarse con un vejete. Mucho mejor.

Caminó de puntillas hasta que estuvo a una distancia considerable de la última cabaña y, luego de allí, empezó a correr como si la vida se le fuera en ello. ¡Por fin sería libre! Podía sentir el viento azotándole en el rostro y rogaba por que no se tropezara con esas sandalias de madera que, de momento, protegían sus pies de pisar directamente el suelo.

Se preguntaba si estar completamente sola en medio de un bosque podía llamarse libertad y no estupidez. Bueno, desde su punto de vista era libertad. La puta y gloriosa libertad. Nadie podría detenerla ahora. Era libre de hacer lo que quisiese de ese instante en adelante.

«¡Vete a la mierda, maldito terrateniente sin nombre!»

Oh, sí, deliciosa libertad. Se deshizo de sus sandalias y luego solo podía sentir la hierba en sus descalzos pies. El aire fresco de la naturaleza le llenó los pulmones de gloria y se dejó caer exhausta contra un árbol cuando sintió que al fin perdió el aliento, sonriendo como estúpida, acariciando la corteza del árbol en el que se había apoyado luego de su larga carrera.

Había escapado. Lo había conseguido.

Sentía la adrenalina correr furiosa por sus venas. ¡Se sentía estupenda! Ya nadie podría decirle jamás qué hacer y qué no hacer. Era libre de tomar sus propias decisiones y de crear sus propias reglas.

Sip, y eso era justo lo que haría.

Claro, ella no se había dado cuenta que solo le faltaba el letrero gigante que la señalara diciendo 'Comida gratis'. Su dicha era demasiado grande en esos momentos. Era la presa perfecta para cualquier depredador, eso era más que obvio. Una humana sola, desprotegida e indefensa era la carnada perfecta.

Sehhh…

Había demasiada felicidad en su interior y sus ojos solo podían enfocar la hermosa luz del sol comenzar a aparecer entre el follaje.

Debía seguir avanzando, lo sabía, pero estaba tan sumida en ver hacia arriba que olvidó que, en cuanto notaran su ausencia, comenzarían a buscarla como si estuvieran locos. Aunque, de todas formas, no creía que fueran a encontrarla. Al menos no en los siguientes quince minutos, que era el tiempo que tenía planeado quedarse ahí sentada antes de continuar con su emocionante viaje.

Debía estar loca, eso era seguro, además de que era demasiado despistada, eso también era seguro, ya que jamás se dio cuenta que un sexy y sensual (inserte sarcasmo aquí) demonio estaba a tan solo diez metros de ella, relamiéndose como si hubiera visto una jugosa hamburguesa.

¿Qué otra cosa podría querer un demonio que no fuera comer a una joven y deliciosa humana?

Nada, y eso era lo que ese singular demonio pensaba. Un platillo digno de una deliciosa cena. Recuperar fuerzas con el precio de una simple vida humana.

Ni excepcionalmente grande, y tampoco pequeño, de apariencia apestosa y débil. Así era el demonio.

Claro, eso era más que suficiente si lo único que planeaba hacer era comerse a una despistada chica que ya había vencido su meta de los quince minutos sentada bajo ese árbol.

¿Cómo aun no se había dado cuenta de su presencia?

No importaba, tenía demasiada hambre como para pensar y, a tan solo cinco metros de ella, podía imaginarse el sabor de su sangre.

¿Qué más podría pedir un demonio que el delicioso sabor de la sangre?

Nada.

Y ella ahí, sentada, ignorante y tonta.

Nada mejor.

¿Cuánto le había durado la deliciosa libertad?

Aparentemente no lo suficiente, ya que, al girar la cabeza, observó como el singular y asqueroso demonio se preparaba para tragársela de un solo bocado en un limpio movimiento.

Gritó.

Lo hizo como jamás lo había hecho.

Jamás había estado tan cerca de ser el aperitivo de un demonio pero, gracias a todos los dioses existentes, el sueño de ese peculiar ser jamás pudo realizarse. En segundos, ya no era más que un simple cadáver en el suelo y, frente a ella, se erguía la figura del ser más maravilloso que había visto jamás.

Por dios, ese ser maravilloso no podía ser otra cosa que un ser maravilloso. ¡Era el ser más hermoso y encantadoramente sensual y atractivo que jamás hubieran visto sus ojos! Incluso parecía desprender luz, ¿o eso era solo su imaginación?

Bueno, no es que ella fuera de estar viendo así como así a los hombres, ni como si en su ex-aldea hubiera hombres guapos. De hecho, todos eran horrendos, pero eran simpáticos y amables, eso les sumaba puntos.

Y, volviendo al extraordinario ser que contemplaba frente a ella, ¡era perfecto!

Lista de atributos mental:

1-Era sexy. Muy sexy.

2-Tenía los ojos más maravillosos que jamás había visto en su vida. Unos ojos ámbar simplemente hermosos.

3-Era alto. Al menos una cabeza más alto que ella.

4-Su cabello era impresionante: plateado y le llegaba poco más debajo de la cintura.

5-Era fuerte. Se le notaba a la legua.

6-Era muy guapo. Nunca había visto un rostro tan atractivo en toda su maldita vida.

7-Era un demonio. Y no es que ella fuera masoquista ni nada por el estilo, pero el aire salvaje e inhumano que poseía lo hacía aun más atractivo.

8-Sus orejas eran singulares y muy llamativas. ¡Tenía orejas de perro! Y, lo mejor, ¡eran adorables!

9-Estaba muy bien bronceado. ¡Qué digo bien! Estaba perfectamente bronceado.

10-Era hermoso. Simple y sencillo.

Claro, esa lista mental la había hecho con tan solo verlo en ese instante, ese mismo instante en que el cadáver del otro rascoachín demonio caía al suelo.

—Oye, niña, ¿te has dado cuenta que casi te conviertes en el desayuno de esta cosa?

Retomando la lista:

11-Voz grave y muy masculina.

12-Fruncía el ceño de una manera espectacular.

Se había cruzado de brazos y la miraba fijamente.

No parecía alguien que fuera a hacerle algo malo. Al menos no parecía tener intenciones de comérsela y la había salvado de ser comida. Puntos para él.

No pudo expresar el tiempo que se mantuvo contemplándolo. ¿Podían culparla? El tipo era hermoso, más aun si consideraban que era un demonio. Podía ver pequeños destellitos alrededor de su cuerpo. Era casi mágico.

El demonio la miró arqueando una ceja, confundido.

—Eh…

«'¿Eh?' ¿Eso es todo lo que se te pudo ocurrir? '¡¿Eh?!'»

—Es muy peligroso que una humana ande sola en el bosque, ¿qué jamás te lo han dicho tus padres, niña?

Se puso en pie con rapidez, sintiéndose muy torpe en el proceso. Más por el nerviosismo que por el miedo que había sentido segundos atrás.

«En serio que necesito otra cabeza si quiero llegar a su altura…»

—Lo siento. —se apresuró a decir. —Es que me fui de casa.

El demonio arqueó de nuevo su ceja, como si sus palabras no lo convencieran… O como si la viera con cara de tonta. No era como si a él debiera importarle su vida ni nada por el estilo.

— ¿Por qué harías semejante estupidez?

Definitivamente era que la miraba con cara de tonta.

—Bueno, iban a obligarme a hacer algo que no quería…—musitó, bajando la mirada. —Pero gracias por salvarme. —volvió a verlo a los ojos, con una sonrisa brillándole en el rostro.

—Menuda tontería. —masculló el demonio frente a ella.

Ella frunció el ceño. ¿Qué se creía? Ni siquiera la conocía y la estaba criticando. ¿Sería así con todo el mundo? ¿Por qué no la devoraba de una sola vez? Después de todo, era un demonio.

—Seguro que ni sabes hacia dónde ir.

Bueno, eso ya era cierto, pero seguía en la posición de que no se conocían y él le hablaba como si tuviera todo el derecho a eso.

—Trata de no llamar demasiado la atención. —se dio la vuelta, dispuesto a irse. —Una humana sola en el bosque es el blanco más fácil para cualquier demonio.

Entró en pánico. ¡El demonio iba a marcharse! De pronto, ya no le apetecía quedarse sola en el bosque.

¿Y si él decía la verdad? ¿Y sí pronto aparecía otro demonio con intenciones de devorarla?

— ¡Espera! —lo detuvo con voz de grito y un toque de exasperación.

El demonio detuvo sus pasos y giró su cabeza levemente para dirigirle un pequeño vistazo.

— ¿Qué quieres?

Casi podía apostar que lo estaba viendo con ojos de cordero degollado.

—Yo… ¿Podría irme contigo?

Él, de nuevo, arqueó una ceja. La detalló minuciosamente durante varios segundos, estudiándola. Se mantuvo ahí, de pie, con los ojos chispeantes en su dirección. ¿Qué sería lo que le diría?

—Yo también soy un demonio. —le dijo, como si eso fuera los más obvio del mundo.

—Pero no pareces malo.

Él bufó, moviendo su flequillo a causa de ello.

— ¿Dónde vives? —se animó a preguntarle.

—Lejos de aquí. —respondió él con simpleza. —Hay una villa a tres horas de aquí, si tan pocas ganas tienes de regresarte a tu casa, puedo dejarte allí. —bueno, él en realidad no planeaba dejarla sola, pero tampoco planeaba llevársela. No tenía tan poco corazón como para dejar a una niña a merced de los demonios hambrientos y salvajes que frecuentaban esa zona.

Sep, era todo un caballero.

—Mm… Tú eres un demonio. Debes vivir en una… ¿cueva? ¿Algunas tierras? ¿Una casa?

Bien, estaba comenzando a impacientarse con respecto a esa chiquilla. Por suerte, se desharía de ella en cuestión de horas.

—Vivo en una aldea.

Ella abrió los ojos sorprendida. No era normal que un demonio viviera en una aldea y mucho menos con humanos. Tenía que descubrir más acerca de él.

— ¿Podría acompañarte?

Él la miró fijamente, taladrándola con la mirada.

¿Que si podía acompañarlo? ¡Definitivamente esa niña estaba loca! Él aun debía ir a una aldea que tenía frecuentes ataques de demonios y, además, sería otra persona a quien soportar una vez de regreso en su hogar. Aunque, bueno, esa niña no tenía pinta de ser muy fastidiosa.

Momento, ¿Qué humana en su sano juicio le pediría a un demonio si podía acompañarlo?

En realidad, se le vinieron un montón de respuestas a la mente, entre ellas, la ya no tan pequeña Rin. Y seguía sin entender por qué esa niñita estaba empeñada en permanecer con Sesshômaru, el ser más invivible de toda la faz de la tierra.

Sehhh…

— ¿Podría? —repitió.

Volvió a poner los pies en la tierra cuando ella le habló nuevamente.

— ¿Por qué querrías acompañarme? Yo también podría matarte si quisiera.

Ella se encogió de hombros.

—Prometo no ser una carga. —dijo, muy segura de sí.

Se contuvo de contestarle como le hubiera gustado de no ser por la esperanzada mirada de la chica. Lo miraba como si él fuera una especie de salvación para la humanidad entera y, sinceramente, nunca había podido con ese tipo de miradas.

— ¿Cómo te llamas? —al parecer, era una chica muy parlanchina.

Él roló los ojos y se dio vuelta para seguir caminando, mascullando algo que ella no había alcanzado a entender.

— ¡Espera! —ella se apresuró a alcanzarlo. —Yo me llamo Yumi. —sonrió. —Vivía en la villa que está cerca de aquí, pero como te dije, me fui. Era la única chica que no estaba casada y querían casarme con el shogun, que es más de treinta años mayor que yo. Yo no quería hacerlo porque…

Bien, ella podría seguir hablando, él no la estaba escuchando.

«¿Por qué se tuvieron que enfermar las mocosas?'-pensó para sí.- 'Si estuviera Miroku aquí no tendría que soportar a esta niña.»

—Y en realidad no me di cuenta de que ese demonio estaba por comerme, seguro que si lo hubiera llegado a lograr no me hubiera dado cuenta.

—Se nota. —masculló, más para sí que para ella.

— ¿Me dirás tu nombre?

Él no detuvo su andar, más bien, la ignoró.

Ella frunció el ceño. ¡No podía pasarle aquello! El ser más apuesto del universo se negaba a decirle su nombre. Solo le permitía admirarlo, aunque no era como si él supiera que eso era lo que ella estaba haciendo.

No quería apresurar en extremo las cosas, pero estaba segura de que no por mera casualidad había sido él quien llegara a rescatarla. ¡Seguro y estaban destinados! Sí, eso debía ser, él era su alma gemela, se casarían y tendrían unos hijos tan apuestos como él. ¡Estaba segura!

—InuYasha. —su voz interrumpió el silencio, cortándolo como si fuera un cuchillo.

— ¿Eh?

—Mi nombre. —aclaró, sin apartar la mirada de su camino. —Es InuYasha.

EDITADO: 25/02/2016