NOTA DE LA TRADUCTORA

Un pairing que no me gustaba… hasta que leí este fanfic. Realmente me sacó más de una sonrisa y me encantó desde el principio. De hecho, gracias a este fic fue que conocí la existencia de George –inserte múltiples corazones aquí-

Como siempre, las palabras en negritas serán explicadas al final de cada capítulo.

Versión original en inglés: FanFiction (/s/7621352/1/).

Si quieren dejar algún review y saben inglés, por favor déjenlo en la historia original. En el caso contrario de que no hablen inglés, pueden dejármelo en español y yo, gustosamente, se lo pasaré a George.

Recuerden agregar a Favoritos tanto al fanfic original como al de acá :)

¡Disfrútenlo!


NOTA DEL AUTOR

Esta historia es un regalo de cumpleaños para la maravillosa, talentosa, graciosa, inteligente y simplemente genial Claudia, también conocida comoThis Could Theoretically Be Sparta. (fanfiction u/1999566/). Es horriblemente tarde, lo sé, y espero que me perdones, querida. Esta historia tendrá un total de seis capítulos.


LA PATISSERIE DE LA ROSE

(La Pastelería de la Rosa)

Una Deliciosa Historia de Amor en Seis Porciones

.

Pareja: Francis Bonnefoy/Matthew Williams (Francia/Canadá)

Sumario:El contador Matthew Williams está acostumbrado a pasar desapercibido, ser ignorado y olvidado. Eso es hasta que el chef repostero Francis Bonnefoy aparece como un estallido de color en su gris y aburrida vida. Regalo para TCTBS.


CAPÍTULO UNO

Venus et Éclair

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Era una aburrida y sosa mañana cuando Matthew caminaba rápidamente por la aburrida y sosa calle. Esta era la novena mañana que caminaba hacia el trabajo por la misma calle, cada vez la misma, cada una aburrida y sosa. Matthew estaba acostumbrado a pasar desapercibido, sin ser notado, pero en esta nueva e inmensa ciudad se sentía completamente invisible. Este lugar era muy grande y hostil, cientos de personas pasaban apresuradas con la vista en el suelo, prácticamente idénticos en sus trajes grises con sus miradas obstinadas. Edificios grises se alineaban a ambos lados de la calle, tiendas y negocios grises se mezclaban. Y parecía que todos los días el cielo se nublaba con la promesa de la lluvia. Matthew apretó la mano que sostenía su maletín, apretó los dientes ante la gente que le empujaba por la calle sin verlo. Al menos su pequeño apartamento no estaba muy lejos de la inmensa cuadra de oficinas, así que su aburrida y sosa caminata de las mañanas no le tomaba mucho tiempo.

Era una buena oportunidad, le dijeron. Un ascenso a un nuevo empleo en la gran ciudad. Y Matthew nunca había sido bueno con la confrontación, así que simplemente dijo gracias, empacó su pequeña y aburrida vida y se mudó al otro lado del país para convertirse en un número más de una compañía sin rostro. Ya llevaba dos semanas allí, sin embargo ninguno en su oficina siquiera sabían su nombre. Estaba casi seguro de que ellos ni siquiera sabían que hacía él. Matthew tuvo que esquivar repentinamente a un hombre que no miraba por donde iba. Justo cuando se estrelló con la pared de una tienda para evitar la colisión, comenzó a llover fuertemente. Matthew gruñó para sí mismo. Este día había empezado mejor que lo usual.

Matthew colocó su maletín sobre su cabeza y comenzó a buscar protección. Sus ojos se movían rápidamente por la calle, buscando un toldo o un alféizar o cualquier tipo de refugio del diluvio que caía. Y entonces, como una explosión de color en su gris mañana, su mirada cayó en la vidriera más colorida que jamás había visto. Dio algunos pasos para acercarse, fascinado. Pasteles y tartas de diferentes colores y formas se presentaban como una exhibición de arte sobre mesas vestidas de blanco e hileras plateadas – pequeñas tartas de fruta, pasteles cubiertos con bayas, platos de galletas con glaseados rojos y rosas, magdalenas espolveadas de blanco, pastelillos de cada color del arcoíris. Matthew por poco olvida la lluvia al observar el festín visual, su boca comenzaba a salivar, sus ojos absorbían la explosión de color. Pero precipitadamente empezó a temblar. Al darse cuenta que la lluvia le había empapado la ropa, entró velozmente a la tienda.

Una pequeña y alegre campana anunció su llegada y la calidez del lugar devoró a Matthew inmediatamente. Dentro, la explosión de color era aún más intensa, junto con la dulce y deliciosa esencia del chocolate derretido y de la masa horneándose. El sonido nostálgico de la voz inconfundible de Edith Piaf fluía suavemente por toda la tienda y fotografías en blanco y negro de paisajes de París elegantemente enmarcadas decoraban las paredes. Un mostrador de vidrio recorría la parte trasera de la habitación, separando el frente de la pequeña tienda – la palabra 'acogedor' le vino a la mente – de una chica área de servicio. Matthew se sentía extrañamente cómodo allí dentro; raramente calmado mientras observaba las estanterías complementarias llenas de aún más hermosos y exquisitos dulces y pasteles. Él ya había comido su desayuno – panqueques con sirope de maple y un café latte a las 7 am en punto, lo mismo de todas las mañanas - pero se sentía repentinamente famélico.

"Bonjour, monsieur!" Matthew alzó la mirada hacia la voz. El hombre detrás del mostrador parpadeó cuando Matthew le miró, sus ojos agrandándose y le echó un vistazo de arriba abajo. "¡Pues, bonjour!" repitió, haciendo énfasis en la segunda parte de la palabra, luego se inclinó hacia adelante sobre el mostrador y sonrió ampliamente. Tenía el cabello rubio ondulado hasta los hombros y con una ligera barba incipiente en su atractivo rostro, y estaba vestido en vaqueros y un delantal cubierto de harina. Había algo en la manera que sonreía, la manera en la que se inclinó despreocupadamente sobre el mostrador, la manera en que sus ojos azules recorrían el cuerpo de Matthew – Matthew sintió sonrojarse, sin siquiera saber la razón.

"Bonjour," respondió Matthew, un poco indeciso.

"¿Puedo darte una… mano, por casualidad?" Matthew tuvo que pausar para preguntarse si el rubio repostero había tenido la intención de que sonara así. El hombre le guiñó un ojo y Matthew alzó las cejas. Oh. Sí la tuvo.

"No, gracias. Es sólo que…" Matthew se dio un vistazo a sí mismo, su traje goteaba el agua de lluvia en el suelo. Estaba creando charcos por toda la tienda. "Bueno, es que empezó a llover, y no quería mojarme pero… pues, parece que lo hice de todas maneras, ¿no? Lo siento mucho. No fue mi intención empapar tu suelo. Debo irme."

"¡No!" El hombre lo dijo tan sinceramente que Matthew se detuvo de inmediato. "No, por favor," el hombre continuó, más suavemente. "Quédate allí por un momento."

Matthew esperó, un poco inseguro, mientras el pastelero desapareció por la puerta trasera y reapareció un momento después con una toalla blanca y esponjosa en sus manos. Matthew sonrió cautamente al tomar la toalla y el hombre le sonrió, suavemente. "Gracias," dijo Matthew, colocando su maletín en el suelo y se secó el cabello, sintiéndose un poco incómodo de estar usando la toalla de un extraño. Ahora que estaba tan cerca, Matthew podía ver que el repostero tenía casi su misma altura, esos danzantes ojos azules aún recorriéndole de pies a cabeza. Él olía a caramelo y a algodón dulce. ¿Y por qué seguía mirándole de esa manera? Como si estuviese estupefacto, sus cejas meneándose y sus labios formando una sonrisa.

"Para nada. ¿Vas de camino al trabajo?" La voz del hombre tenía un acento marcado… posiblemente de Quebec, pero había algo sobre él que parecía innegablemente francés.

"Sí," respondió Matthew. "O iba, antes de que la lluvia me atrapara."

El hombre se dio un golpecito en la barbilla, pensativamente. "Déjame adivinar. El traje me dice que eres… ¿banquero de inversiones?"

Matthew exhaló con fuerza, sorprendido. "Casi. Contador."

El hombre arrugó la nariz en desagrado. "Oh, me disculpo." Matthew rodó los ojos y trató de no reírse. "Pero por favor, perdona mi rudeza. Mi nombre es Francis. ¡Bienvenido a La Pâtisserie de la Rose!" Francis extendió su mano y Matthew la tomó, dándole un apretón firme. Las manos de Francis estaban suaves por la harina.

"Muchas gracias. Soy Matthew." Matthew se encontró rápidamente fascinado por esos ojos azules danzantes. ¿Qué estaba pasando aquí? Este hombre claramente parecía estar interesado en él. Pero bueno, quizás él se presentaba a todos sus clientes de esta manera. "Tu pastelería es… bueno, maravillosa. ¿Los haces todos tú?"

Francis asintió ligeramente, su expresión complacida y orgullosa. "Cada uno, querido. Yo soy un artiste, y estas son mis humildes creaciones."

"Son increíbles," dijo Matthew honestamente, sus ojos sobre una casa de pan de jengibre completamente formada y complicadamente decorada, finalizada con ventanas de malvaviscos y contrachapado de regaliz e incluso una chimenea de chocolate. "No puedo creer que jamás había visto este lugar antes, y paso por aquí todos los días. Por supuesto, sólo he estado en esta ciudad por dos semanas." Se dio cuenta demasiado tarde que Francis le había llamado 'querido' y se sintió un poco incómodo de nuevo. Pero bueno, Francis parecía ser el tipo de hombre que podía usar cómodamente expresiones de afecto como esa con cualquier extraño. O el tipo de hombre al que simplemente no le importa.

"¿Dos semanas, hm? Tiene sentido. Si hubieses estado aquí antes, seguramente te hubiese recordado."

No, él definitivamente se notaba interesado. Matthew tuvo que cuestionar la declaración. Él no era del tipo de persona que la gente recordaba. Él tampoco era el tipo de persona al que completos extraños le coqueteaban. Debajo de la incomodidad y la ligera confusión, Matthew se comenzaba a sentir extrañamente halagado.

"¿Y de cuál lugar de la tierra has venido?" continuó Francis fácilmente.

"De una pequeña ciudad al norte. Jamás habrás escuchado de ella… nadie lo ha hecho. Debo admitirlo, no estoy acostumbrado a una ciudad tan grande como esta."

"Esto es nada comparado a París, querido." Francis lo pronunció de la manera francesa, y Matthew asintió para sí mismo. Francés – por supuesto.

"¿París? Me lo preguntaba por tu acento."

Francis suspiró dramáticamente. "Oui. París, la ciudad de mi corazón, y donde perfeccioné mi oficio."

Matthew llevó la mirada hacia una pequeña mesa de exhibición con pastelillos exquisitamente adornados con rojo terciopelo, luego la regresó hacia Francis con una minúscula e insegura sonrisa. "Eres muy talentoso." Matthew no estaba seguro de si ahora él era el que estaba coqueteando, y tampoco estaba seguro de querer hacerlo. Era, definitivamente, algo a lo que no estaba acostumbrado.

"Eres demasiado amable. Pero mi arte no es sólo para mirarse, Mathieu. Dime…" Los ojos azules de Francis parpadeaban juguetonamente. "¿Cómo puedo tentarte esta mañana?"

Matthew reforzó su agarre en la toalla. ¿Cómo hace Francis para que esas palabras inocentes suenen tan – bueno – nada inocentes? Matthew tragó saliva y tartamudeó. Había llegado muy rápido al límite de su habilidad de coqueteo. "Uh... bueno, no estoy seguro…"

Francis sonrió y le hizo ademán con el dedo antes de regresar hacia el mostrador. Matthew le siguió, ligeramente aturdido, sus ojos viajando hacia abajo por voluntad propia. El modo de caminar de Francis – la frase 'sex on legs' inmediatamente le llegó a la mente, y él se abofeteó mentalmente por pensar en algo tan ridículo. Colocó la toalla sobre un taburete junto al mostrador. Francis metió la mano en la vitrina de cristal, sacó una bandeja de bocadillos y la colocó sobre el mostrador. Matthew los estudió con detenimiento. Perfectamente suaves, redondos, blancos merengues con pequeñas bayas rojas en las puntas. Matthew gritó silenciosamente al darse cuenta de lo que eran. "¡Oh!"

"Mi propia versión de los famosos Nipples of Venus," dijo Francis, sonriendo perversamente. "O, si lo prefieres, tengo estos…" Francis volvió a meter la mano en la vitrina, sacando otra bandeja de postres con formas inusuales, y los colocó al lado de los merengues con un movimiento dramático. Matthew reconoció inmediatamente lo que estos eran. Los éclairs miniatura tenían dos pequeñas orbes de chocolate sujetos a un extremo, mientras que el otro extremo era más oscuro y estaba esculpido.

"¡Oh!" dijo Matthew una vez más, sintiendo que sus mejillas le quemaban. Tuvo que detenerse a sí mismo de llevarse una mano a la boca, determinado a no parecer una colegiala sonrojada. ¿Qué clase de postres hechos por el hombre eran estos? Se forzó a mirar directamente a Francis. "Por favor, dime que estos no están rellenos de crema."

Francis rió ligeramente, luego gesteó dramáticamente sobre las dos bandejas. "Entonces, Mathieu. ¿Qué prefieres?"

Los ojos de Matthew se abrieron como platos y casi quedó boquiabierto. Seguramente no estará preguntando… Francis guiñó. Oh. Sí le estaba preguntando. La habitación repentinamente se sentía caliente, a pesar de que Matthew seguía con su ropa mojada. Bien. Esta era una manera de hacer una pregunta sensible… Matthew inhaló profundamente, se dijo a sí mismo que fuera valiente, y muy deliberadamente alcanzó la bandeja y tomó uno de los pequeños éclairs. La sonrisa de Francis se agrandó. Se notaba muy entusiasmado. Matthew súbitamente no supo qué hacer con sus manos, con sus ojos. Francis observó mordazmente el éclair en la mano de Matthew e inclinó su cabeza tenuemente.

"Por favor. Dime qué piensas."

Y ahora venía el dilema de realmente comerse un postre con forma de pene frente a un hombre a quien acababa de conocer. Matthew no sabía si había una manera correcta de hacer tal cosa. Pero él ciertamente no iba a retroceder ahora, así que sólo encontraba la mirada de Francis regularmente, y colocó el éclair en su boca. Y entonces se olvidó de sentirse incómodo, o avergonzado ni nada de eso. Porque esto era la cosa más increíble que había probado. La dura cubierta de chocolate crujía entre sus dientes y daba paso a un centro sedoso de chocolate blanco que se derretía en su lengua. El contraste de texturas jugaba con sus sentidos, la sensación, el olor y el increíble sabor de eso; la breve riqueza del chocolate oscuro, el dulce estallido de la crema, la persistente ligereza de los postres cubiertos de azúcar. Matthew no pudo evitar cerrar los ojos, el sabor final detonando en sus papilas gustativas, y lo tragó casi dolidamente. Sus dedos se mantenían en su boca y se mordió el labio inferior, tomó un respiro hondo y suspiró. "Oh, wow."

Francis rió fuertemente y los ojos de Matthew se abrieron rápidamente. "¿Estaba bueno para ti?" preguntó Francis, sus ojos levemente bajos, sus mejillas sólo un poco más oscuras.

"Wow," dijo Matthew de nuevo, sin pensar. Jamás había probado algo parecido en su vida. "Esa ha sido la cosa más maravillosa que he tenido en mi boca."

Francis lucía satisfecho consigo mismo. "Suelo escuchar eso."

Matthew bajó la mirada y rió tembloroso. Qué situación tan vergonzosa, nueva, extraña y fabulosa. "Uh, digo… Me llevaré una docena."

Francis sacudió su cabeza y se cruzó de brazos. "No."

Matthew parpadeó varias veces, desconcertado. "¿No?"

"No. No podría soportar el que hagas semejante demostración sin que yo esté allí para ver. Sería una traición, cariño." Matthew alzó una ceja. ¿Ahora era 'cariño'? "Si quieres más…" La expresión de Francis se volvió maquiavélica. "Tendrás que volver a mí." Matthew no estaba seguro de si sentirse halagado o simplemente fastidiado. Volvió su mirada hacia la bandeja de postres, pero Francis la tomó y volvió a colocarla en la vitrina. "Uh-uh. Creo que te permitiré… uno al día, ¿sí?"

"¡No puedes hacer eso!" dijo Matthew indignado.

Francis sonrió. "Oh, claro que puedo, querido Mathieu. Después de todo, necesito asegurarme de que vuelvas a mí ¿cierto?"

A pesar de su molestia, Matthew sintió un calorcillo en su pecho. Francis debía estar muy interesado en él como para ir a tales extremos para volverle a ver. Matthew estudió al repostero detenidamente; su sonrisa atractiva y expresión juguetona, la forma seductora como se inclinaba en el mostrador y como le miraba a través de párpados pesados. Matthew descubrió que él también quería volver a ver a Francis. Él jamás había conocido a alguien tan audaz, tan… intrigante. Matthew suspiró y rodó los ojos en derrota. Francis sonrió en triunfo. "Bien. Pero es una terrible atención al cliente. ¿Cuánto te debo?" Francis frunció el ceño, y Matthew supo inmediatamente que había dicho algo malo. Comenzó a tartamudear una disculpa, pero Francis sólo sacudió su cabeza y sonó su lengua.

"Por siempre el contador ¿no? Por favor, Mathieu." Francis colocó una mano en su pecho. "Todo lo que pido como pago es el gran placer de tu compañía."

A la mención de su trabajo, Matthew aspiró fuertemente. Oh, se había dejado llevar tanto… "¡Oh, no! ¡Llegaré tarde!"

"Y justo a tiempo. Ha dejado de llover."

Matthew tomó su maletín apresuradamente. Miró por la ventana los cielos claros y notó que Francis estaba en lo cierto. "¡Lo siento, debo apresurarme! Oh no, y ya he llegado tarde dos veces esta semana… Um, gracias Francis, y fue un placer conocerte y…" Él se volteó y Francis descansaba su barbilla sobre su mano, sonriéndole suavemente. Matthew inmediatamente olvidó el resto de su ataque de pánico.

"Mañana, ¿sí? Hasta entonces…" Francis onduló sus dedos levemente. "Au revoir, mon cher."

Matthew se mordió un labio, luego le sonrió al audaz y cautivador pastelero francés. "Sí," respondió, asintiendo. "Mañana."

Matthew salió de la pastelería y, antes de salir corriendo hacia su edificio, volteó a ver la puerta por la cual acababa de salir. Había un complicado tallado de una rosa roja en la madera. La pastelería entera parecía más bien algo salido de un encantador, pequeño callejón parisino que de esa calle gris e industrializada donde todos los edificios se veían iguales y nadie te miraba a los ojos. Y ahora su gris y aburrido mundo parecía un poco más brillante. Matthew pasó el resto del día pensando en Francis, en visitar su pequeña pastelería otra vez mañana. Y Matthew se dio cuenta que, por primera vez en semanas, él realmente deseaba hacer algo.


Continuará…


ACLARATORIAS

1.Sex on legs:Esta frase se usa cuando una persona es considerada sexualmente atractiva.

2. Nipples of Venus:Los 'Pezones de Venus' o¸ su nombre original, 'Capezzoli di Venere'. Estos dulces provienes de Legagno, Verona, en Italia y eran comúnmente preparados para las fiestas o festividades. Ganaron fama mundial gracias al compositor Antonio Salieri, quien era de esta zona y era fiel amante de estos bombones.

3. Éclair:Conocido en la lengua hispana como 'Pepito', es un bollo fino hecho con pasta choux, a la que se da forma alargada y se hornea hasta que queda crujiente y hueco por dentro. Tradicionalmente se rellena el bollo con crema pastelera de vainilla o chocolate, o bien con nata, y suele cubrirse con chocolate glaseado. Otros rellenos incluyen nata aromatizada con café soluble, cacao, ron, fruta o puré de castañas.