Disclaimer: Este fic participa en el reto anual "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Ninguno de los personajes que salen en esta historia ni el universo en que se desarrolla me pertenecen salvo por aquellos que son de mi propia invención, todo esto pertenece a la maravillosa mente de J K Rowlling.

Duty

Capitulo I.

Era verdaderamente hermosa, o al menos a él se lo parecía en toda la extensión de la palabra. La gente solía decir que tenía cierto morbo estar con una mujer que era mayor que tú, y lo que podía ver desde su posición sin duda podía contener su nivel de sensualidad, desde la considerable altura de aquella mujer, pasando por las curvas proporcionadas de su cuerpo, la forma de sus facciones y, por último, el largo y oscuro pelo en tirabuzones que invitaban continuamente a perderse entre sus hebras. Lucius mantuvo la mirada en la mayor de las Black durante unos minutos mientras tomaba un trago de su copa. Sabía que allí nadie podría notar exactamente qué era lo que estaba mirando con tanto interés, y él estaba especialmente complacido con ese detalle. Siempre le había gustado observarla desde lejos, ese porte altivo y aquel aire salvaje solo podía apreciarse desde cierta distancia.

Entonces giró los orbes grisáceos a la otra figura femenina preguntándose cómo era posible aquello. Él era el heredero Malfoy, el futuro dueño de toda una fortuna, de un título antiguo y ancestral, era un gran partido sin duda, pero, mientras el mayor de los Lestrange estaba firmemente comprometido con aquella mujer que despertaba en él tanto morbo, él se había visto teniendo que lidiar con la menor de las Black y, aunque reconocía perfectamente que Narcissa era una mujer atractiva, en la flor de su juventud, nunca se había sentido especialmente interesado en ella, así como estaba seguro de que ella no le había prestado más atención de la necesaria. Parecía un acuerdo silencio que no cruzaran más palabras de las necesarias; sabían cuales eran los términos del juego, y jugaban con especial cuidado.

-Deberíamos acercarnos ahora a felicitarle-escuchó decir a su lado-después de todo no puedo imaginar un mejor momento tomando en cuenta que dentro de unos minutos estará más rodeada de gente-terminó aquella persona. Lucius giró el rostro en su dirección y ladeó una sonrisa. Nott tenía razón indudablemente, además, de esa manera podría liberarse más prontamente de su deber.

-Me parece que es la peor excusa que he escuchado para poder acercarte unos minutos a Andromeda-comentó Malfoy dejando su copa en alguna bandeja sin prestar más atención de la necesaria a ese gesto-pero estoy dispuesto a complacerte, solo no te acostumbre-terminó. Nott a su lado sonrió con cierta malicia y acto seguido ambos empezaron a caminar.

Lucius tenía solo 16 años, pero para esas alturas ya se consideraba todo un hombre, el estatus de su apellido y sus altos estándares le permitían poder atravesar aquel pasillo con la fácil elegancia de quien está acostumbrado a ello y sobre todo, le permitían saludar desde su posición a algunos conocidos de su padre con una simple inclinación de cabeza. Cuando llegaron finalmente a su destino Bellatrix había desaparecido, alejada de la multitud por su actual prometido para cumplir con ciertas presentaciones y en su lugar estaba ahora una Druella Black que sonreía suavemente a sus invitados.

-Muy buenas noches señora Black-le saludó Nott haciendo una ligera inclinación frente a la mujer quien, a su vez, le tendió una mano que su compañero besó con gesto elegante. Lucius repitió el gesto tras él.

-Señores Nott, Malfoy-les saludó Druella clavando los ojos en este último-esperaba ver a su padre esta noche-comentó la mujer mientras, a su lado, la joven rubia homenajeada era felicitada por el otro muchacho.

-Mi padre se encuentra indispuesto está noche-lo excusó-me ha pedido que le disculpara con ustedes, y ha enviado un presente para la señorita Black como compensación-terminó sonriendo. Una sonrisa muchas veces podía ganar la partida frente a los padres y en aquella ocasión no fue diferente. La mujer sonrió satisfecha con su respuesta y, zanjado ese asunto Lucius procedió al siguiente; Felicitar a su prometida, un acto que seguramente muchos en aquella sala estaban esperando presenciar por pura curiosidad.

Avanzó unos pasos hasta la alta figura de la rubia un año mayor que él y volvió a esgrimir su mejor sonrisa ganándose la mirada ligeramente afilada por parte de aquellos ojos azules. Cuando se inclinó y sujetó la fina mano para depositar un casto y terriblemente formal beso en su dorso casi podía sentir el recorrido de aquellos ojos; Lucius sonrió ligeramente socarrón contra su mano un segundo antes de soltarla suavemente.

-Mis felicitaciones Narcissa-murmuró clavando su gris mirada en la azul frente a él. La muchacha arqueó una ceja y por un efímero instante Lucius pudo ver cierto deje de diversión cruzar aquellos orbes antes de que ella inclinara la cabeza.

-Gracias por venir Lucius, en especial considerando como está tu padre, se repondrá pronto de su situación esperó-respondió la fina voz de Narcissa- agradécele de mi parte el presente que me ha enviado-terminó la muchacha.

Lucius recorrió por un segundo el pálido cuello adornado con una gargantilla, tan fina y costosa que estaba seguro de que Narcissa terminaría por mantenerla un buen tiempo en algún joyero encantado. Las piedras azules que conformaban el atractivo principal de la joya habían sido seleccionadas y cortadas especialmente para que, bajo cierta luz brillara con especial intensidad; Aquel artilugio estaba haciendo que los ojos de su dueña lucieran como un par de zafiros.

-Es una joya digna de ti-respondió ladeando una sonrisa. Narcissa dejó escapar una carcajada por lo bajo y negó con la cabeza justo antes de que algún otro invitado requiriera de su atención; Lucius se disculpó y abandonó su puesto en ese preciso instante.

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Había logrado escabullirse de la fiesta de su hermana con éxito y sin que nadie notara que lo estaba haciendo, después de todo por algo Narcissa era quien esa noche debía y merecía llevarse toda la atención y eso, para su suerte, facilitaba terriblemente sus intenciones en aquel momento. Avanzó por entre la oscuridad con especial cuidado para no encontrarse con ninguno de los elfos que servían aquella noche y finalmente llegó a su habitación. Sobre su cama reposaba una versión miniatura de su baúl que, gracias a Merlín, todo el mundo había ignorado, pero dentro estaba absolutamente todo lo que necesitaba para esa noche; y para el resto de su vida.

Con un movimiento ligero se acercó hasta los doseles de la cama y se estiró para tomar sus pertenencias y guardarlas en uno de los bolsillos ocultos de su vestido, agarró una capucha oscura como la noche y su varita y finalmente suspiró. Sus manos temblaban copiosamente mientras llevaba a cabo todo ese proceso y se preguntó un instante que haría su madre ¿pensaría que era un acto de rebeldía pasajero y la dejaría en paz en espera de que regresara? ¿O se lanzaría implacable a la búsqueda de su hija? Negó con la cabeza. Su madre indudablemente se lanzaría implacable en esa búsqueda hasta que se percatara de que no tenía un resquicio por donde imponerse y entonces, entonces estaba segura de que no regresaría.

Se ajustó la capucha por sobre la cabeza y salió de la habitación escabulléndose por la puerta con especial cuidado.

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Melania Mcmillam era una muchacha atractiva, y ella lo sabía de sobra porque, a pesar del alto estandarte en el que se encontraban las Black ella tenía su cuota de seguidores y admiradores, le gustaba el reto que representaba, sin embargo, meterse con alguno de los que en realidad solo tenían ojos para alguna de las herederas de Cygnus. A pesar de su corta edad era una muchacha competitiva y ambiciosa; solo de esa manera se explica completamente su interés sobre Lucius Malfoy. El primogénito de la familia, comprometido por deber con la pequeña de los Black. A veces se preguntaba qué clase de bromas jugaba el destino, Lucius no le parecía un hombre interesado en esa mujer, y a pesar de eso había sido precisamente él quien se viera obligado a tener que lidiar con un matrimonio futuro con una persona que apenas si trataba dentro de las relaciones estrictas.

Cierto era que odiaba con saña a la Black rubia, pero eso no significaba que fuera lo bastante tonta para hacerse la ciega, sabía perfectamente que clase de encantos poseía Narcissa así como imaginaba que, aunque el actual príncipe de Slytherin se asegurara de decir lo contrario, aquella muchacha podría muy bien captar su atención si le miraba con el cuidado necesario. Esas habían sido las razones por las cuales había dejado la copa de la que bebía sobre alguna bandeja y se había acomodado la larga cabellera negra en la espalda cuando le había visto salir del salón de fiesta hacia uno de los patios interiores de la casa Black.

Cuando ella misma atravesó las puertas que daban entrada a esa área y caminó uno cuantos pasos, internándose unos pasos entre los arbustos y la hierba. No le gustaba los exteriores de aquel lugar, se decían un montón de cosas sobre estos en la noche y, aunque muchas veces estaba segura de que solo eran habladurías, otras tantas se permitía el beneficio de la duda. Por suerte no había tenido que caminar demasiado cuando le encontró, sentado, elegantemente erguido en uno de los bancos, con el pelo sujeto en la nuca y un cigarrillo entre los labios del cual exhalaba humo de vez en ves. Melania sonrió para sí misma y caminó hasta acortar la distancia entre ella y él.

-Vaya, vaya, pero mira nada más lo que me he encontrado-comentó ella en tono bajo, ligeramente cantarín. Estiró una mano y tomó el cigarro que descansaba entre los dedos del rubio para acto seguido estudiarlo unos segundos antes de llevárselo a la boca. Vio como Lucius arqueaba una ceja.

-Melania-fue todo el saludo que recibió del muchacho-¿No deberías estar adentro disfrutando de la fiesta y de los admiradores que han venido?-cuestionó.

-Me temo que han escogido agasajar a Narcissa por esta noche-agregó ella tras retirar el cigarrillo de sus labios y encogiéndose de hombros. Lucius curvó una sonrisa ladina que ella le regresó-pero creo que al menos puedo quedarme con uno-terminó clavando en él los almendrados ojos.

Le vio dejar escapar una carcajada divertida ante la cual ella frunció en la oscuridad sin poder evitar preguntarse concretamente que significa aquello. Lucius no la había mirado ni un momento, pero en aquel momento había girado el rostro hacia ella y la había recorrido con la mirada, como si la escaneara en busca de algún desperfecto. Melania solo pudo sonreír para sí cuando le vio acomodarse mejor en su lugar y ella, sin pensárselo demasiado, se movió de su sitio para acercarse a él un poco más.

-Es una verdadera lástima que tengas que conformarte con tan solo una persona-le dijo él con cuidado, Melania imaginó que estaba escogiendo sus palabras con cierta reserva.

-Eso depende, por supuesto, de quien sea dicha persona-fue la ingeniosa respuesta que la chica logró articular. Por un instante mantuvo los ojos clavados en los grises orbes de él, casi saboreando la victoria personal que podía consistir aquello; fue justo el momento en que Lucius se puso de pie obligándola a alzar el rostro. Él la miró desde arriba.

-Deberías regresar adentro Melania, probablemente esa persona te está buscando-dijo él. La muchacha se quedó mirándole unos instantes completamente segura de que él había entendido a la perfección sus palabras. Ella asumió que no era el momento y permaneció allí, con la mirada clavada en él mientras le veía caminar hacia el otro lado del jardín.

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Narcissa sonrió mientras avanzaba a ciegas por aquel pasillo de su propia casa. Él le había vendado los ojos con un pañuelo suave mientras le tomaba la mano y la hacía caminar con palabras simples y risas. Nadie les había visto salir de la fiesta juntos, y estaba segura de que aunque alguien notara su falta, no imaginaría que el hecho de que él tampoco estuviera fuera un detalle importante; habían desaparecido ya varias personas de aquel baile y la mansión tenía las habitaciones y pasillos suficientes para permitírselo.

-¿A dónde me llevas?-cuestionó ella llevándose la mano libre a los ojos sintiendo la textura suave de la tela entre sus dedos. Él tomó nuevamente aquella mano y la haló son suavidad hacia él; Narcissa pudo sentir el cuerpo firme apretándola contra él unos instantes antes de depositar un casto beso en sus labios.

-No eres muy amiga de las sorpresas ¿no es así?-le escuchó decir a lo que ella se mordió el labio inferior ligeramente y negó como una niña. Él se carcajeó haciendo que ella también se relajara un poco más y finalmente continuaron avanzando. Narcissa conocía su casa completamente, de cabo a rabo, pero Antoine Bulstrode parecía haber hecho su tarea en cuanto a eso, porque se había encargado de llevarla por entre pasillos y pasillos hasta que la cabeza de Narcissa terminó por estar tan perdida como la de muchos otros primeros visitantes.

Cuando por fin llegaron a lo que parecía su destino la música del salón no se escuchaba y el área parecía desierta por completo a juzgar por lo que podía escuchar. Giró el rostro a un lado cuando escuchó como una puerta se habría y rió divertida al ser halada al interior de dicho lugar por su acompañante; solo cuando escuchó el click de la puerta al cerrarse se vio liberada del pañuelo en sus ojos. Gracias a eso, la oscuridad que les rodeaba le pareció más llevadera.

-Antoine ¿Qué hacemos aquí?-cuestionó curiosa frunciendo el ceño cuando le sintió acercarse y tomarla por la cintura desde atrás, rodeando su cuerpo con las manos.

-Definitivamente eres terrible para recibir sorpresas-alegó él riendo contra la sensible piel de su cuello. Narcissa ladeó un poco el rostro para conseguir una postura más cómoda para los dos-aún no te he dado mi regalo de cumpleaños preciosa, y no me gustaba tanto la idea de estarte compartiendo con los demás mientras lo hacía-terminó. Dio un suave beso en la piel que ella le exponía y finalmente la hizo girar para que quedara frente a él. Narcissa dejó escapar otra suave carcajada ante la sonrisa que vio y colocó las manos en sus hombros.

-Pensé que ya me habías dado un presente-argumentó.

-Por parte de la familia-dijo arqueando una ceja-este es mío, me pertenece a mí, y por lo tanto es especial-terminó con cierto aire de suficiencia que divirtió a Narcissa.

-¿Me lo darás entonces?-sonrió.

-Todo a su tiempo-depositó un beso suave en sus labios-la paciencia es una virtud mi querida señorita Black-agregó dándole otro beso, luego depositó uno más y finalmente la atrajo hacia sí, sosteniéndola de la cintura y la besó. Narcissa se dejó llevar por el momento y correspondió con soltura el gesto sin meditar un instante en lo que estaba haciendo; era joven, estaba algo enamorada, podía permitirse un discreto error. Él se separó un instante después y se llevó una mano a uno de los bolsillos de dónde sacó una cajita, pequeña, mal envuelto, que hizo que Narcissa frunciera el ceño.

Narcissa le miró un instante y luego tomó la cajita con cuidado, sosteniéndola con la yema de los dedos se mordió el labio inferior frente a él, que seguía sosteniéndola mudo de expectación y finalmente, con un gesto curioso, la rubia se deshizo del envoltorio y abrió la tapa de la caja. No era algo extravagante, esa fue su primera impresión, era pequeño, discreto, sencillo y sobre todo, era de él, de eso estaba segura. Narcissa le miró un instante a los ojos.

-¿Estás seguro?-cuestionó.

-Por supuesto que estoy seguro-fue la respuesta que le dio mientras fruncía el ceño-será nuestro pequeño secreto-terminó guiñándole un ojo de manera cómplice. Narcissa sonrió y asintió suavemente para acto seguido extraer su obsequio de la cajita, lo alzó un instante frente a sus ojos clavando la mirada en el objeto; el espejo le regresó su reflejo.

La sonrisa en el rostro de la muchacha se amplió abiertamente y volvió a colocar una de sus manos en los hombros de él mientras con la otra se guardaba el presente en el interior de un discreto bolsillo oculto. Cuando tenía finalmente las manos libres no dudó en rodearle nuevamente con los brazos y besarle jugando, tal cual él le había enseñado, con cada una de las terminaciones que poseía. Él le apretó la cintura, pegándola completamente a su cuerpo de modo que Narcissa no pudo evitar soltar parte del aire que mantenía encerrado debido a la fuerza del agarre, pero no le importó en absoluto.

Lo dejó besarla, morderla, estirarle los labios y succionarlos, reclamar su boca como si en realidad le perteneciera a él y respondió con avidez a cada gesto, a cada sutil caricia que recibía de su lengua. Afuera, el ruido de algo moviéndose con velocidad rompió el momento y Narcissa se apartó bruscamente de su compañero para mirar hacia la puerta. Estaba entreabierta.