Shingeki no Kyojin no me pertenece, sino al gran Hajime Isayama.
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─Tales of a Voyager─
«Endless»
I
¿Qué era la soledad? ¿Por qué todo el mundo lo describía como algo tan horrible? ¿Qué tan malo podría ser estar solo? Quizás eran solos exageraciones. Pero hasta su propia madre se había mostrado bastante frustrada cuando le había preguntado eso, como si no supiera describirlo.
Sus músculos entumecidos lo castigaron con una oleada de dolor ante su intento de levantarse. Era incapaz de moverse, preso del agotamiento físico. Sollozó en voz baja, sintiendo el frío contra sus mejillas.
Que sensación más horrible.
Miró a su alrededor, pudiendo ver entre los gigantescos agujeros en la pared, el espantoso panorama que se encontraba alrededor de la devastada casa. Algo desolado de ver.
Abandonados en los escombros de lo que alguna vez fue una próspera ciudad. Una promesa dejada de lado, donde ahora solo se ocultaba lo peor de la sociedad. Como si fuera un vertedero de gente.
Era un agujero debajo de la capital, donde la gente más pobre vivía. Eran arrojados allí al no "cumplir con los requisitos" para poder ser considerados ciudadanos como todos los demás.
Encerrados en esos pueblos subterráneos, teniendo prohibida la salida. Nadie podía escapar de allí. Una vez que entrabas allí, no salías jamás.
Se preguntaba cómo se vería el cielo. Si era de color azul, así como los afortunados que podían verlo a diario lo describían. Su madre solía contarle sobre el sol y su hermosa luz.
Pero de todo lo que ella le había relatado sobre el firmamento, más allá de las estrellas, las nubes o los magníficos colores que ella le había descrito, lo que en verdad le atraía era la luna.
Varias veces durante la noche había hallado lugares donde se filtraba luz, incluso siendo de noche. Allí había conocido al ente catalogado como Luna.
A diferencia del Astro Rey, sus rayos eran plateados, casi blanquecinos. Fría pero fuerte, lo suficiente como para guiar a los viajeros nocturnos. O al menos, eso era lo que ella le había contado.
─Mamá… ─llamó, pero no hubo respuesta alguna.
Su pequeña mano se posó sobre la de la mujer. Estaba fría. Demasiado.
─Mamá, despierta… ─Intentó de nuevo, pero nada.
Sus facciones estaban contraídas en una mueca de dolor, pero sus ojos estaban cerrados. Su piel estaba muy fría. No había respuesta alguna.
Pobre, pensó el niño, estaba tan cansada que ni el frío podía desertarla.
─Mamá, ¿qué sucede? ¿Estás enferma? ─Sentía que hasta hablar le dolía, apenas y podía respirar sin que su cuerpo se resintiera.
Aún así, logró reunir la fuerza suficiente para ponerse de pie ahogando algunos gemidos de dolor.
─Es-espérame, ya vengo ─anunció, dejando a su madre acostada en el suelo de lo que ellos llamaban casa. Aunque en realidad, no era mas que un montón de ruinas, vestigios de lo que alguna vez había sido una casa.
Había algunos muebles que no estaban tan rotos, pero el resto estaba todo destrozado. Sin embargo, habían rescatado cosas como mantas y almohadas. Pero nada más. Al menos, allí no llovía ni nada, por lo que el no tener techo no era un problema.
Bah, en realidad sí, pues estaban expuestos a las bajas temperaturas, pero solían arreglarse.
Camino a paso lento hacia los restos de un armario y sacó dos mantas, una para él y otra para su madre.
Justo cuando volvió junto a su mamá, sus piernas le fallaron y cayó de bruces al suelo. Pero, de nuevo, hizo un último intento y se levantó.
Un último intento, se dijo a sí mismo.
Colocó la manta sobre la mujer, esperando alguna respuesta. Pero nada…
─La fiebre debe haberte dejado agotada ─murmuró, acurrucándose junto a ella, bajo su propia manta.
Una enfermedad había arrasado las ciudades subterráneas. Hacia que el cuerpo doliera y, aunque no sabía mucho, su madre le había dicho que hacía mucho daño y ponía a la gente a dormir.
No sabía muy bien por qué era tan mala esa enfermedad. Se suponía que dormir era bueno. Quizás era por el cansancio, o algo así. No lo sabía muy bien. Sin embargo, decidió no darle más importante.
Ya era el tercer día seguido que todo su ser dolía, era como si lo hubieran apaleado.
Tembló por el frío y se abrazó a su progenitora, queriendo recuperar el calor, pero la mujer estaba muy fría. Cosa que le preocupaba. Esperaba que la manta la protegiera de las heladas temperaturas.
Entonces, otro recuerdo se vino a su mente. Los cuentos de su mamá sobre una gigantesca e interminable masa de agua, que se mezclaba con el cielo en una línea llamada horizonte.
¿Cómo era que se llamaba? Estaba seguro de que ella se lo había dicho incontables veces, pro en ese instante simplemente no era capaz de recordarlo.
No podía recordarlo. Se le había escapado de la memoria.
Suspiró, exasperado. Al menos, lo que sí sabía era que había todo tipo de criaturas habitando en él, de todas formas y colores. Todo lo que pudiera imaginar se encontraba allí.
También había mencionado que existían personas valientes que se atrevían a navegarlo y cruzarlo en botes gigantes. Aunque no sabía muy bien que era un bote, pero su madre lo había descrito de una forma graciosa, como si fuese un sombrero al revés que podía flotar en el agua, pero era muy pesado.
¡No tenía sentido!
Una sonrisa se asomó en sus labios a pesar de su padecimiento. Sin duda le resultaba fascinante todo lo que ella le había contado. Quería saber más. Quería que le dijera más.
Hasta le había dicho que, quizás, algún día él podría salir a recorrer el… la… Bueno, el agua gigante.
Le había descrito a aquellas personas como seres libres, capaces de hacer lo que ellos quisieran. Hábiles y fuertes. Los había llamado Viajeros.
Sin duda, algo que él quería ser en un futuro. No sabía bien cómo, pero lo haría.
Incluso en medio de toda esa pobreza y carencia, el niño tenía su dulce inocencia intacta, pudiendo ver el paraíso en medio del infierno. Siendo capaz de sonreír aún a través del dolor. Algo que había aprendido de su maravillosa mamá y que siempre lo acompañaría.
Cerró sus ojos, ganado por el cansancio, mientras bostezaba sonoramente.
Mañana sería otro día y esperaba que su mami se sintiese mejor. Así podría seguir contándole sobre el cielo y las aventuras de los viajeros en… en… Bah, olvídenlo.
Tendría que preguntarle cómo se llamaba esa cosa. Sin falta. Pero por ahora, se conformaría con soñar con ello.
Continuará…
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Bien, bien.
¿Qué decir? Sé que he estado muy ausente. Creo que ya dos años, pero estoy intentando ponerme al día. Quiero volver a Fanfiction y a diferencia de otras veces, subiré una historia, intentaré terminarla y ahí continuare con otras.
Esperaré hacer Updates semanales, por lo que ya tengo algunos capítulos prontos, pero intentare subir cada martes.
Consideren este capítulo un prólogo, es por eso que quise plantearlo de esta manera. Aunque puede estar algo vacío y confuso, pero ya todo tomará sentido, lo prometo.
Espero que les guste y dejen reviews, así mi motivación por escribir crece y mi vuelta a FF no es tan costosa (?
EDIT: No sé por qué, pero FF me borró la historia y he tenido que resubirla. No sé si fue un error de la página o algún Bug, o algo así. Espero que esta vez sí funcione.
Saludos.
Tania.
