En toda mi vida, humana y como vampiro, había estado en tal estado de aburrimiento. Y todo porque la razón de mi existencia me había dejado tres horas atrás para ir de compras con Alice. En estos casi tres años que llevamos juntos había visto a mi preciada prometida tan ¿Cómo lo diría? Ansiosa por ir de compras y no tenia ni idea de el porque de ese repentino entusiasmo. Tendría que sonsacárselo a Bella como fuera.
Bella. Mi hermosa y amada Bella. Como la añoraba. Y eso que solo habían pasado unas horas, lo que, en comparación con mi larga existencia, era una muy mínima parte. Pero aun así, estaba tentado de coger el volvo y dirigirme a Port Angeles para volver a tenerla en mis brazos como no volviera ella pronto a ellos.
Mis manos jugaban con mi teléfono móvil dejando ver mi nerviosismo y mis ansias por tener a mi prometida de vuelta aunque ya no era solo por eso.
Dirigí mi mirada hacia la pantalla del aparato y observe la fecha: 20 de Junio. Exacto, solo era una fecha ¿o no?
Era cierto que ese mismo día hace ya tantos años, la joven Elizabeth Masen alumbró a un niño, su primogénito y único hijo. Puede que esa fecha tuviera un significado para mi cuando mi corazón aun latía pero desde que deje el grupo de los vivos para convertirme en integrante del de los no-muertos, esa fecha solo era un día mas de los 365 que tenia un año. ¿o no?
Muchos, incluyendo a algunos miembros de mi familia, seguían celebrando una fiesta por su cumpleaños a modo de rememorar algunos momentos que disfrutaban cuando aun eran humanos, pero a mi especialmente no me gustaban ese tipo de cosas. Prefería contar el 20 de Junio como un día mas en mi no-vida porque yo ya no era humano y como monstruo que era no merecía que se celebraran fiestas en mi honor aunque fuera un solo día al año.
El ruido de un motor me saco de mis ensoñaciones y me dirigí a gran velocidad hacia la salida para llegar justo a sujetar a mi hermosa Bella antes de que cayera al frío suelo.
- Gracias - Pronuncio con un leve tono rojo en sus mejillas. Como iba a añorar esas cosas que la hacían única – Veo que me has echado de menos.
- ¿Acaso tu no? – Pregunte antes de besarla.
- ¿Yo? Para nada – Respondió con una sonrisa picara.
- ¿Segura? – Volví a besarla.
- Bueno, puede que un poquito – Comento de nuevo sonrojada.
- ujum – Interrumpió alguien detrás de Bella. Me fije en la pequeña vampiro que se hacia llamar mi hermana – Nos seria de mucha ayuda que algún hombre fuerte y robusto nos ayude a llevar las bolsas dentro- Dejo caer de forma indirecta hacia mi, pero yo me iba a hacer de rogar.
- Entonces ¿a que esperas a llamar a Emmett? – Me carcajee al ver como Emmett salía por la puerta de la casa y se acercaba a ver para que se le requería.
- En realidad me refería a Edward – Me señalo dirigiéndose a Emmett.
- A pues si no me necesitáis…
- Pues mira ahora que estas aquí, ten – le tendió unas siete bolsas – llevalas a mi habitación. Gracias.
Emmett cogió las bolsas, no sin antes dar un pequeño quejido de fastidio. Entonces me percate: Sus mentes, las de todos, estaban bloqueadas, cada uno con sus propios pensamientos que me rebelaban que sabían algo que no querían que supiera. Hasta la mente de Emmett me estaba vedada y eso que era el más fácil de leer.
Y la razón de aquello la descubrí al poner un pie en la mansión.
- ¡SORPRESA! – Gritaron todos al unísono mientras yo me quedaba paralizado a la entrada de la sala hasta que Bella deposito en mi mejilla un casto beso y yo baje mi mirada hacia ella todavía un poco impresionado.
- Feliz cumpleaños – Pronuncio con una radiante sonrisa.
Todos fueron felicitándome uno por uno entre abrazos, palmadas en la espalda, hasta Rosalie se acercó y me dedicó un ''feliz cumpleaños, Edward'' acompañados de un abrazo y una sonrisa. Nunca les había visto así, era como si todos hubieran cambiado repentinamente, excepto Alice que no paraba de brincar feliz como siempre solía hacer.
- ¿Cómo habéis...? ¿Cómo habéis hecho todo esto? – La sala estaba decorada para una fiesta y no recordaba haber visto nada cuando bajaba para recibir a mi amor.
- Eso fue culpa mía – Reconoció Bella con una sonrisa culpable – Mi trabajo era entretenerte fuera mientras lo montaban todo.
- Y lo hizo realmente bien, la verdad – Sentencio Alice a lo que todos estallamos en carcajadas.
Pasamos el resto de la tarde como cualquier celebración, incluso hubo tarta aunque solo la probo Bella. Después llego el momento de los regalos. Carlisle y Esme me regalaron un reloj de pulsera con la fecha de mi 107 cumpleaños y mi nombre inscritos y detrás de las manillas, en el fondo con finas y doradas letras el numero 107 con caligrafía típica de la gente de esos años; Emmett y Rosalie, un juego completo de béisbol; y Alice y Jasper un nuevo equipo de música ya que, según Alice, el antiguo se había quedado anticuado.
En este momento Bella y yo nos encontrábamos en el porche contemplando la suave noche de Junio mientras los además recogían todos los adornos y demás de la fiesta.
- ¿No vas a preguntarme por mi regalo? – Se giró de repente hacia mí con una tímida sonrisa.
- No hay necesidad, ya lo tengo conmigo – Comenté acercándome a ella y pasando mis brazos por su cintura acercándola mas a mi mientras ella, sonrojada, ocultaba su rostro en mi pecho.
- Aun así, tengo algo para ti – Dijo entrando en la casa y saliendo un momento después con un paquete rectangular en sus delicadas manos – Espero que te guste como me ha quedado. No es gran cosa, pero pensé que te gustaría – Aseguró tendiéndome el paquete.
- Viniendo de ti seguro que es perfecto – Cogí el paquete y cogí la pequeña tarjeta que había sobre el papel y la leí.
107 años es mucho tiempo como para recordar todo lo acontecido. Este regalo es para que todos nuestros momentos juntos queden grabados en el, como única representación del paso del tiempo en nuestra eterna vida juntos, porque espero pasar otros 107 años junto a ti.
Te quiere, Bella.
- Y que sean muchos mas – Conteste depositando un casto beso en sus carnosos labios.
Abrí con sumo cuidado el paquete que me había entregado. El papel de regalo cubría un álbum de fotos cuya portada plastificada estaba recubierta de flores y plantas disecadas del bosque de Forks.
- Ábrelo – Apremio mi dulce Bella.
Con cuidado mi mano destapo el álbum y lo observe con detenimiento. Dentro estaban las fotos de aquel cumpleaños ya casi un año atrás en el que Bella había recibido como regalo por parte de su padre una cámara de fotos con las que estas se hicieron. Seguí pasando las páginas y pude ver fotos de toda mi familia y nuestras que habían sido tomadas tras mi regreso hasta que ya no había más y las hojas estaban en blanco.
- A partir de aquí podremos poner fotos de nuestra existencia juntos para que no nos olvidemos de nuestros recuerdos juntos – Dijo acercándose a mí y abrazándome con sus delgados brazos.
- Nunca podría olvidarme de ti, mi Bella – Cerré el álbum y la bese.
- Te quiero, Edward.
- Te quiero, Bella. Gracias por el mejor regalo que me han hecho en la vida.
- ¿el álbum? – Preguntó un tanto confusa.
- No – Conteste a lo que ella frunció su ceño de forma adorable – Gracias por tu amor, el mejor regalo que se me podía haber concedido – Y la bese, otro de los muchos besos que quedarían grabados en la historia de nuestra existencia.
