Capitulo 1: El Gran Escape.
El cielo se estaba volviendo tornasolado. Era la hora correcta.
Se quito la bata, y se unto la crema. Le había costado 2 mil dólares, pero valía la pena. Oscurecía su piel, al menos tres tonos. Se puso la ropa interior, y arriba un short de lycra de gimnasia artística, y un sostén para salto. Cuando estaba segura de que todo estaba perfectamente aplanado en su sitio, tomo el pantalón. Era talla 3, por lo que tuvo que ajustar bien u cinturón para que no se le cayera.
Se sentó en la cama, y comenzó a llenar la punta de los zapatos con algodón. Eran varias tallas más grandes que su número, por lo que no podría caminar sin que se le saliesen, sin el relleno. Ajusto a sus tobillos un elástico, que los sujetaba bien a su pie. Lo escondió bien bajo el pantalón. Se puso la musculosa blanca, y sobre esta la camisa. Arriba, coloco un amplio saco. Se paro frente al espejo, y sonrió. Amoldo su cabello bajo una red, y cuando estuvo compacto y sujeto, se puso la peluca. Cabello negro, corto y lacio. La ajusto y acomodo hasta que fue convincente. Fue al tocador y saco el estuche de los lentes de contacto, del bolso de mano. El color negro, le sentaba genial. Sus ojos rechazaron el vidrio, pero después de parpadear mucho, y unas cuantas lagrimas, se ajustaron. Con un delineador para zonas húmedas, dibujo una línea entre sus dientes principales. Volvió a sonreírle al espejo.
Se incorporo y se miro de pies a cabeza. Se puso el último detalle, los guantes de cuero negro. Volteo hacia el baño. Spookey aun estaba dormido, con sus manos atadas, vistiendo solo un calzoncillo a rayas. Supuso que la pastilla para dormir duraría unas seis horas más. Jamás debió haber probado de esa copa de vino. ¿En qué cabeza cabria la idea de que alguien como ella, se fijaría en alguien tan insignificante como él? Pobre Spookey. Camino hasta él, y le dejo unos cuantos euros dentro del calzoncillo. Volvió en sus pasos hasta el cuarto.
Tomo la maleta, el bolso de mano y fue hasta el balcón. Su habitación tenia vista al jardín. Miro el reloj en su muñeca: 18:00 hs. Justo para el rezo antes de dormir. Todos estarían ocupados, reuniéndose en el comedor. Miro hacia ambos lados, y arrojo la maleta y el bolso. Por suerte, cayeron entre los arbustos, por lo que casi no hicieron ruido. Espero y como nadie salió a ver qué pasaba, se subió a la barandilla del balcón.
Estaba en el piso más alto, gentileza de su padre. Pero, ¿Quién no notaria lo útil que podía ser una tubería? Negó con la cabeza divertida, y con cuidado, se aferro a esta. El descenso fue fácil. Cuando estuvo en el piso, miro a ambos lados. No se veía nadie. Acomodo su ropa, su peluca y cogió las maletas. Comenzó a caminar tranquilamente hasta la salida. Llego a las puertas, para encontrarse con el Sr. Hoofer, un ex militar, obeso y alcohólico. Con él, estaban los dos guardias de seguridad, Stefan y Hugo, dos incompetentes, además de babosos.
-¿Timothy Spooks?- inquirió leyendo la lista. Ella asintió.- ¿esas son las maletas que la señorita Swan ordeno retirar?- volvió a asentir- ok, muchachos…
Ambos idiotas, Stefan y Hugo, tomaron un bolso cada uno, y comenzaron a revisar. Se contaba que algunas chicas se escaparon en maletas una vez. Se preguntaba si le seguían copiando la técnica de escape, que invento a los 12 años. Cuando ambos segurillas concordaron en que todo lo que había en las maletas, eran pertenecías de mujer, Hoofer abrió las puertas. Bella salió caminando grácilmente hasta el estacionamiento. Se subió al BMW negro, y lo encendió. Condujo hasta la puerta de salida, donde le esperaba lo peor. Bloch.
Bloch, era un ex profesor de educación física, experto en frustrar escapismos de adolescentes. Le había pillado en dos ocasiones, por lo que se había convertido en un gran enemigo. Estaba con sus cuatro muchachos. Le ordenaron detenerse, ella hizo caso, y bajo del auto.
Los segurillas abrieron las cuatro puertas del auto, incluso el baúl y el capot. Se sabía de una chica que había hecho poner la mecánica del auto, de modo tal que un esbelto humano pudiese esconderse en la parte de adelante. Sonrió otra vez, recordando esa maravillosa época. Luego de que revisaran las valijas, volvieron a poner todo como estaba. Bloch, se le acerco, sospechando.
-¿estás un poco más delgado?- dudo con desconfianza.
No podía hablar. Miro a su alrededor. Ya estaba oscuro, asique hizo lo que venía practicando hacia un mes atrás. La sonrisa idiota que hacia Spookey. Bloch cayó como un tonto, y ella subió al auto. Manejo rápidamente. Cuando llego a destino, estaciono el coche y bajo sus maletas. Había demasiada gente.
Corrió hasta los baños, y se encerró en un cubículo. Se quito los zapatos, el saco y los pantalones. Se puso unos jeans y ato la camisa a su cintura. Dejo libre su cabello, se puso las zapatillas y guardo todo en su bolso. Mientras corría hacia el área de cheking, se quito los lentes de contacto y los arrojo en un basurero. Saco su boleto y su identificación. Un joven muchacho estaba controlando la documentación. Le entrego los papeles.
-Srta.… ¿Patricia Bloch?-inquirió mirando el pasaporte. Había escogido ese nombre, ya que así se llamaba su ex compañera, e hija de su estimado Bloch. Asintió y sonrió.- parece más…pálida en eta foto.
¡Idiota! Se había olvidado de quitarse la crema bronceante. Debía pensar una excusa.
-cama solar. Tres veces por semana- afirmo con una sonrisa que pretendía ser seductora.
El joven dudo un poco, pero finalmente asintió y sello el papel. Ella camino hasta la sala de abordaje, donde un marinero le recibió el ticket con una sonrisa.
-bienvenida al crucero Caribean, señorita. ¿Nos acompañara todo el viaje?
-no. Me bajo en USA.- afirmo con una gran sonrisa en los labios. El joven asintió y la guio hasta su camarote. Segunda clase. Compartía habitación con una anciana de Wisconsin. Solo supo eso de ella, pues prácticamente corrió a la fiesta de Bienvenida. Ella prefirió darse una ducha. Lavo sus dientes, y cuando el cepillo se mancho de negro, comprendió porque sus sonrisas seductoras no habían funcionado. Cuando fue ella de nuevo, se enfundo en un strapless negro sin escote, y dejo su cabello suelto. Fue a cubierta, y se afirmo en una barandilla. La costa europea, era entonces solo un puñado de luces a lo lejos. Oyó su teléfono sonar. Lo saco de entre sus senos. Era su padre.
-¡Bella Swan! ¿Dónde demonios te has metido?- inquirió descontrolado de la ira.
-Papa, si te dijese, entonces ya no sería una sorpresa...- afirmo sonriente. Dicho eso, corto la llamada, y arrojo su teléfono al agua. Hacia el fondo del mar.
