Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece.

"Este Conjunto de Drabbles participa en el reto: Mes de Apreciación: Noviembre 2015 - "Cana Alberona" del Foro: Grandes Juegos Mágicos"


Título: La mujer de la mirada triste.

*Hecho: Embriaguez.

Words: 380.


Femme


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No sabía su nombre, ni tampoco de dónde venía ni vivía, puesto que no hace mucho la había visto a lo lejos. Sólo sabía que era una cliente frecuente. Cada mañana, día, tarde y noche se mantenía pidiendo y bebiendo, pidiendo y bebiendo. Parecía nunca cansarse de la amargura y las quemaduras del alcohol.

Lo único que sabía de ella, era que en sus hombros parecía cargar una gran pena y problemas. Sabía de su hermoso cabello castaño y sus ojos claros. Era conocedora del frío que la invadía a cada minuto, y de que lo evitaba a cada minuto también, bebiendo.

Su cuerpo parecía morir a cada segundo, y lo notaba, a pesar de que por las noches los movimientos torpes y casi impredecibles de los borrachos impidieran de vez en vez. Las ojeras bajo sus ojos le gritaban que en las pocas horas que regresaba y se mantenía en casa, no lograba ni cerrar los ojos para descansarlos.

La mujer alzó débilmente una mano, pidiendo que se acercara, y una vez llegó al otro lado del mesón del bar, delante de ella, esperó.

—¿Podrías darme otro?

La miró desde abajo, casi recostada en el mesón, tal vez pidiéndole con la mirada que no le importara su estado y que le diera otra botella. Sin embargo ignoró la suplica en su mirada, pero tampoco la llevó la contraria. Sacó otra botella, la abrió por ella y le sirvió el líquido.

Dejó la botella a su lado, a una distancia prudente, y se alejó un poco. Ella se bebió la mitad sin tener la suficiente energía como para erguirse un poco. Bajó el vaso hasta la superficie y fijó de nuevo su mirada en ella.

—Qué necesitas —juntó un poco las cejas.

Abrió un poco los labios, pero le terminó sonriendo. Su expresión se relajó, pero la siguió mirando.

—Quisiera saber tu nombre —ladeó un poco la cabeza.

Y desde ese momento sintió como si sus ojos claros le contaran mil y una historias. Historias, relatos reales, marcados como con tinta fresca solamente en la memoria de aquella mujer castaña. Quiso llorar. Estuvo a punto de llevar sus manos a su boca.

Dolía, y aún ni siquiera estaba segura de si la mujer fuera capaz de contarle nada.

—Cana Alberona.