Minna~ Tengo que disculparme por muchas cosas, como borrar arias veces un fic que tenía varios reviews, por no contestar a los reviews que me dejan y por no comentar los fanfics que leo. Soy anónima, que mala costumbre.

En fin, les traigo un cursi, muy cursi y empalagoso drabble, ya saben, adoro escribir cursilerías *equis de* y últimamente he estado obsesionada por el TakuRan pero no les he escrito nada, corrijo, publicado nada, porque escritos tengo varios.

Advertencia: El lector puede necesitar una dosis alta de insulina, sufrir un paro diabético o cualquier otra cosa que produzca ingerir -en este caso leer- grandes cantidades de azúcar.

Inazuma eleven Go no es de mi propiedad, la seríe y todos sus personajes son de Level 5

Mi melodía perfecta

¿Te has preguntado alguna vez por qué te cruzaste en mi camino? Por qué en vez de dejarnos como dos desconocidos el destino hizo que nos encontráramos con una mirada. Aquella vez en el parque, en medio de toda la gente, pudo haber sido alguien más, pero fuimos nosotros.

Sin embargo, ese momento quedo solo ahí, despegaste la mirada de la mía un solo segundo el cual aproveche para alejarme de allí; tuve que ir a mi clase de piano en la escuela de música, a pesar que era invierno yo no podía descansar si quería alcanzar la cima de mis sueños algún día.

Pero esa unión de ojos cian con marrón rojizo se volvió casi un ritual desde aquel día. No había uno en el cual no te viera desde la otra acera, sentado en aquel parque. Simplemente tan perfecto, una mirada tan pura y azul que el mismo cielo envidiaría, una piel limpia, blanca, y un cabello de un tono rosa, el rosa más hermoso que jamás había visto. Pero algo tenía tu expresión, una angustia tratando de ser apaciguada, una tristeza tratando de ser calmada.

Cuando los pensamientos invadieron mi mente, cuando ya no pude dejar de repetir esa imagen en mi cabeza cada noche, ese día me decidí a hablarte, Y allí estabas, con tu cabello ondeando ante el frio viento de invierno, estabas vestido de blanco, como un ángel. Solo me acerque a ti mientras tú me esperabas, me sonreíste como si me conocieras de toda la vida. Te correspondí y te sonrojaste mientras agachabas la mirada.

Solo basto un saludo y que me lo devolvieras para caer en tu hechizo, eras perfección, la nota musical más bella.

Hablamos toda la tarde hasta que las estrellas aparecieron para iluminarlos, el tiempo pasaba mientras nos conocíamos. Tus sonrisas tenían brillo propio y tus palabras eran perfectas. Hablando como si se nos fuera el mundo, te tome la mano y me miraste sonrojado y confundido.

Era muy tarde para entrar al auditorio, ese día no había ido a practicar, pero aunque no estuviese frente a una partitura veía las notas claras en mi cabeza, cada que oía tu voz esa melodía interna se hacía cada vez más bella, más intensa. Te invite a mi casa a escucharme tocar el piano; con un sonrojo aceptaste tartamudeando; empezaba a caer la nieve lentamente mientras aún de la mano íbamos caminando a mi casa.

Quedaste mudo al ver mi mansión, me sonroje un poco apenado pero te invite a seguir, diste vueltas en medio de la sala observándolo todo, te indique donde estaba el salón del piano y entusiasmado me seguiste; una vez allí toque aquella melodía que se había formado en mi cabeza al oírte, al verte por primera vez, el verte sentado atento junto a mí.

Una vez acabada nuestros ojos se conectaron como en el primer encuentro, exceptuando la distancia, estabas a mi lado; comprendí en el momento en el que acercamos nuestros rostros que fue amor a primera vista, que te cuidaría por siempre. Susurré tu nombre y caí embriagado en el dulce de tus labios. Y vi claramente que eres lo que necesito para llegar a la cima de mis sueños porque eres la armonía que crea mi melodía perfecta.