Disclaimer: Todo es propiedad de J.K. Rowling
Advertencia: Muy poca trama y mucho Sevmione.
A short love story...
Sin drama, sin lágrimas, sólo su pequeña historia de amor.
No estaba seguro de si sangraban, pero definitivamente podía sentir las pequeñas marcas en su espalda, en sus hombros e incluso en su cuello. No podía quejarse, pero sí que podía vengarse.
Hermione gimió cuando los labios de Severus dejaron los suyos para dirigirse a su cuello, comenzando a morder suavemente y luego un poco más fuerte con cada embestida de sus caderas.
Estaba segura de que eso iba a dejarle marcas, incluso, sabía que él lo hacía a propósito, pero no tenía forma de evitarlo. No podía y mucho menos quería detenerlo.
—¿Quiere que me detenga...?— susurró Snape entre jadeos, cuando Hermione gimió especialmente fuerte, atinando sólo a enterrarle las uñas una vez más en la espalda.
La castaña lo contempló con la vista nublada.
—No...
—¿No, qué?— inquirió el pocionista mordiendo con un poco más de fuerza el hombro de la castaña.
—No, profesor — gimió Hermione en su oído, apretando el cuerpo del pelinegro con más fuerza entre sus piernas.
—Herms, ¿puedo pasar?
Snape rodó los ojos con fastidio.
Hermione palideció por un segundo, pero los labios de Severus sobre los suyos enseguida le hicieron olvidar el enorme problema.
—¡Hermione!— insistió el pelirrojo, golpeando la puerta con más fuerza.
—¿Va a responderle?— inquirió Snape, que había reducido la velocidad y fuerza de sus movimientos.
Hermione le dio un último beso en los labios, sin embargo, cuando fue a abrir la boca, el pocionista la embistió de nuevo, consiguiendo arrancar un agudo gemido de la garganta de la castaña.
—¿Hermione?— exclamó Ron desde el otro lado de la puerta —¿Te encuentras bien?
La castaña había enrojecido hasta la raíz del cabello, mientras que Snape la contemplaba con una sonrisita burlona.
—¡Herms! ¡Abre la puerta!
—¿Intentará responder?— inquirió Snape divertido y algo ocupado con mordisquear el cuello de la joven bruja.
Hermione no respondió, sólo pudo aferrar el cuerpo de su profesor con más fuerza entre sus brazos y piernas, enterrando el rostro en su cuello para ahogar sus gemidos cada vez más agudos. Snape pudo sentir las uñas de Hermione en su espalda una última vez cuando él también comenzó a llegar al climax, sólo atinando a apretar con más fuerza la cintura de la joven bruja, dejando las marcas de sus dedos en la piel de la castaña.
—¿¡Hermione!?— Ron golpeaba la puerta cada vez con más insistencia. Pero Hermione estaba muy ocupada en recobrar la respiración, jadeando pesadamente debajo del cuerpo sudoroso de su profesor de Pociones.
—El idiota de tu novio no va a dejarnos en paz...— se quejó Snape, lanzando un hechizo silenciador y sellando la puerta con un flojo movimiento de la varita, dejándose caer después a un lado del cuerpo de la castaña.
—Pudiste hacer eso antes.
Snape la besó una última vez esa noche, porque ambos estaban exhaustos y necesitaban dormir.
A la mañana siguiente, el profesor de Pociones ya no estaba.
Hermione fue advertida, en el buen sentido, por Ginny varios días antes. Ese sería el gran día. Ella había estado emocionada cuando lo supo, hasta el día anterior, una horas antes de irse a dormir, había estado feliz por la gran noticia que le había dado la pelirroja, pero no ahora que Ron Weasley la contemplaba en el centro de la Sala Común con un rosa roja en una mano y toda la Torre de Gryffindor mirando la escena expectantes.
Hermione sabía muy bien lo que venía a continuación pero no sabía qué era lo que quería que sucediera.
—Herms...— comenzó Ron, acercándose un poco a la bruja.
Había dormido con Snape. ¿Solo una noche había sido suficiente para cambiar por completo sus sentimientos?
La respuesta era demasiado sencilla y la tenía de pie frente suyo, tartamudeando algo que ella había dejado de escuchar.
—Ronald, lo siento mucho, pero necesitó ir a hacer algo.
Hermione le regaló la mejor sonrisa reconfortante que fue capaz de componer y salió corriendo de ahí, segura de que era lo que tenía que hacer.
Hermione irrumpió en el despacho del profesor de Pociones de golpe, sin importarle tocar o sin detenerse a pensar que alguien más podría estar en el aula.
—¿Granger?
La voz grave del profesor consiguió erizarle el vello de la nuca apenas flotó hasta sus oídos.
—¿Qué hace aquí? — inquirió Snape con el ceño fruncido.
No es que no la quisiera ahí, al contrario. Sin embargo, no conseguía comprender porque la castaña querría siquiera volver a escuchar su nombre, luego de lo sucedido la noche anterior.
—Bueno... Yo... Pensé... No estoy segura de que pensé...
—Deje de balbucear, Granger.
—Necesitamos hablar, Severus.
Lo había llamado de ese mismo modo la noche anterior, entre jadeos y gemidos, y le había gustado el sabor de su nombre entre sus labios.
—Hable— replicó el pocionista, más ocupado en acomodar un montón de viales con pociones en una repisa al fondo de la habitación.
Para Hermione, no pasó desapercibido que el profesor no se negó a que lo continuará llamando por su nombre de pila.
—Necesitamos hacer algo.
—¿Perdón? — inquirió Snape regalándole una fugaz mirada.
Hermione soltó un bufido, presionándose el puente de la nariz.
—Dormí contigo, Severus.
—Creame que lo recuerdo, Granger.
—¿Entonces?— insistió Hermione, atravesándolo con la mirada a pesar de que le daba la espalda.
—¿Quiere repetirlo?— inquirió Snape en tono burlón, aún sin mirarla.
"Posiblemente..."
Snape la estaba mirando con una ceja levantada, quizá porque había tardado más de la cuenta en responder.
—No... Me refiero si... No... ¡No!— exclamó la bruja ante la mirada burlona de su profesor.
—Granger, no me haga perder mi tiempo— replicó Snape tranquilamente.
—¡Pero es que necesitamos hablar!
—Y lo estamos haciendo...
—No me moveré de aquí hasta que respondas.
Snape ahora si que le regaló una intensa mirada. Por un segundo un extraño silencio se adueñó del lugar, mientras que Snape parecía evaluar sus posibles respuestas.
—¿Qué es lo que pretende, Granger?
—Primero, que dejes de llamarme Granger. Segundo, que aceptes que algo sucedió anoche.
—Le aseguro que se lo que sucedió.
—¿Entonces?— volvió a insistir la bruja, acercándose al profesor de dos zancadas.
—¿Que quiere? ¿Una vida juntos? ¿Que le prometa amor eterno? ¿Que le pida que pase el resto de su vida conmigo?
Hermione lo estaba contemplando con una sonrisa extraña en el rostro.
—Solo quería otro beso— susurró la bruja y sin más, tiró del cuello de la túnica del profesor, uniendo sus labios lentamente, en un beso que ambos sabían que habían estado ansiando.
Severus no respondió enseguida, demasiado sorprendido de que en realidad Granger estuviese ahí, queriendo besarlo de nuevo, sin embargo, los suaves y tímidos labios de la bruja lo trajeron de vuelta a la realidad.
Al segundo siguiente, Snape se encontró correspondiendo el beso con ansias, guiando a la bruja con pasos torpes hasta su escritorio.
Rompieron el beso un segundo después, por falta de oxígeno. Hermione aún sujetaba al pocionista del cuello, mientras él mantenía aferrada su pequeña cintura.
—¿Vas a ser mi novio?— inquirió Hermione divertida comenzado, a su vez, a desabotonar la camisa negra del profesor.
—Si usted insiste— replicó él, también deshaciéndose de la ropa de la castaña.
Ambos eran personas inteligentes, demasiado inteligentes, y sabían perfectamente en que se estaban metiendo. Aquello estaba mal en demasiados sentidos sin embargo, no podía estarlo del todo, no cuando se sentía tan bien estar juntos.
No se amaban, ni siquiera algo parecido, pero habían dormido juntos, habían descubierto que eran capaces de sentir algo, y no querían tener que ignorarlo.
Snape se detuvo a observarla un segundo. En realidad ella estaba ahí, entre sus brazos, sonriendo. No sólo eso, pidiéndole algo mucho más profundo que una sola noche. Era tan hermosa, tan delicada y frágil que nunca podría entender porque preferiría pasar su tiempo con una persona como él, sin embargo, no iba a cuestionarla, porque él quería justamente lo mismo.
Volvió a buscar sus labios, más lento y más suave esta vez, dándose el tiempo de disfrutar de cada sensación que ella comenzaba a despertar en todo su cuerpo.
La castaña respondió con una sonrisa, sin poder creer que en realidad Severus estuviera besándola, que en realidad, él quería lo mismo que ella.
Hermione acarició tiernamente las diminutas marcas que sus uñas habían dibujado en toda la espalda del pocionista, mientras que Snape, besaba suavemente los rojizos mordiscos que había dejado en el cuello y hombros de la bruja apenas la noche anterior.
¿Review?
