-Yuuhi, desde hace tiempo, yo…

-¿Chidori? ¡CHIDORI!

Yuuhi se despertó, reviviendo en lo más recóndito de su mente el triste recuerdo de aquella alegre niña llamada Chidori Kuruma, esa chica de la que había sido protector, esa persona que había muerto para concederle a él un tiempo más largo de vida. Ella había dado su vida por salvarle a él, pero Yuuhi no se sentía muy seguro sobre si habría sido lo mejor o no. Ahora lamentaba más que nunca su muerte, aunque había ocurrido hacia ya casi un año. En ese tiempo, supuestamente tendría que ir superando el pasado, pero Yuuhi no podía olvidarla. Todavía sentía el peso de su pequeño cuerpo sobre su espalda, y un líquido caliente sobre la misma. Se sentía responsable de su muerte, pero no podía descubrir por qué. Se veía a si mismo, cargando con el cuerpo inerte de la chica, a sólo unos pasos de su salvación. El pelo color castaño caía sobre sus hombros, con la cabeza, siempre llena de alocadas ideas y alegres pensamientos, apoyada sobre su espalda. Sus ojos, de color pardo rojizo, antes siempre llenos de optimismo e ilusiones, ahora apagados, estaban cerrados. Sin embargo, pese a los fatales momentos que pasó en sus últimas horas con Kagami Mikage, primo de Aya, exhibía una hermosa sonrisa. Su cabello completaba el armonioso conjunto de su rostro en una expresión de una paz tranquilizante, que Yuuhi no llegaba a comprender. ¿Por qué Chidori había tenido que irse? su pérdida le dolía mucho. Algunas veces había pensado que, suicidándose, podría estar cerca de la muchacha, pero en su mente siempre brillaba una vocecilla dulce y acogedora, que le indicaba el grave error que había estado a punto de cometer:

-¡Basta! Ése no es el camino que debes seguir. Si actúas de esa manera, la muerte de Chidori habría sido en vano. No debes pensar de esa manera. No está tan lejos como crees. Te llegará un aviso cuando llegue el momento. Tú hazme caso...

Algunas veces le embargaba un sentimiento no desconocido por él, pero siempre negado. Cierta vez, comprendió el significado de todo eso, gracias a la voz que siempre le ayudaba:

-No debo pensar eso

-¿Por qué no?

-Bueno...porque...porque yo...Aya...

-Eso es el pasado, Yuuhi Aogiri. Despierta de una vez y acepta lo que es evidente. Chidori está muerta, pero seguirá viva mientras la sigas recordando. Sobre todo tú, Yuuhi Aogiri, porque tú la amas.

-¡¿Pero qué dices! Si yo quiero a Aya...

-No-le corrigió la voz-Tú amabas a Aya. La querías hasta el día en que vino Chidori. Confiésalo de una vez.

-Pero...

Yuuhi se dio cuenta sólo entonces de cuanto amaba a Chidori, y, al comprenderlo, rompió a llorar desconsoladamente. Un dolor enorme le llenaba el corazón de angustia, y sus sollozos rompieron el silencio de la noche. Lágrimas de tristeza y soledad surcaban su rostro, dejando huellas de dolor en su alma. Nadie había esa noche en la casa, por eso nadie pudo oír a Yuuhi llorar.

Sólo entonces Yuuhi se dio cuenta de cuánta felicidad contenían las paredes de aquella casa, la felicidad de la que se llenaba cada vez que Chidori aparecía por la puerta para pedir algún favor que ahora carecía de importancia, ya que ella no estaba allí, a su lado, para protegerle de si mismo. Y otra vez las lágrimas llenaron sus ojos de tristeza, y su alma se volvió a empañar de esa soledad que le había embargado cuando se marchó su madre. Lágrimas de angustia y soledad.