Era una de las tantas ciudades que sucedía entre la tecnología de punta y lo rústico que se mantenía como tradición en todo habitante que había experimentado otras épocas, otros atardeceres. La tarde pendía en distintas tonalidades sobre la ciudad de Celtique al igual que un joven de cabellera rosácea se encontraba en la cúspide de uno de los miradores dispersos entre la ciudad, observando la caída solar mientras tomaba nota de ello. En una de sus clases avanzadas —Science Moderne— requería de una investigación elocuente y severa que permitiese a la profesora E. Adamkinson maravillarse de lo poco que aún requería investigarse y que el humano aún no se había atrevido a indagar en él. Pero pese a que él no tenía nada que le permitiese viajar al espacio en busca de respuestas referentes a la estrella mayor de la Vía Láctea, se dijo a sí mismo que observar fijamente hacia la entidad enroscada en llamas era suficiente para comenzar una "tesis" existencial.
Después de que lentamente el Sol se enlazara con la noche y sus respuestas se fuesen a reposar de nuevo, él sintió el deseo de quedarse ahí, quieto, observando desde aquellas alturas cómo las olas se rompían contra la arena y cómo él seguía sintiéndose así, desesperado, como si la sola existencia junto a la soledad fuese suficiente para que él percibiese la tristeza como un azul constante.
Se dijo que sólo era su persona hablando de más sobre cosas sin sentido, como si no tuviese suficiente de basura gramatical. Y entonces, sólo entonces escuchó las bocinas acostumbradas que conocía escuela y media: Las bocinas del auto de Marshall. Aunque Marshall no era la estrella del equipo de fútbol, era la persona que se entrometía en su vista, el chico que las traía locas a todas, el bajista/guitarrista de Canneberge, el mismo que acostumbraba a tocar en el parque que estaba bajo sus narices, el parque Eau Claire.
—Maldito acaparador de atención— gruñó entre dientes.
Y sin más se dejó caer sobre la grama casi sintética, desplegando suspiros acompasados al viento frío que aún se atrevía a rozar una ciudad que se había alejado de la mano de alguna divinidad que se narraban en los libros históricos.
