Disclaimer: Sólo el drabble me pertenece.
Claim: Alec/Leah, yeah.
Summary: Por primera vez en mucho tiempo se sintieron comprendidos.
Dedicatoria: Ganganagh. Vane, este es tu regalo de Navidad, ojalá te guste :D
Azúcar amargo.
«Eres azúcar amargo, delirio y pecado»
Cerró los ojos y aspiró el aire con olor a pino y almizcle de sus alrededores, disfrutando la poca calma que invadía su ser, y luego soltó el aire en un suspiro. Detectó un aroma dulce —hasta el punto de ser empalagoso— y gruñó por instinto, abrió los ojos negros y buscó a su alrededor, encontrándose con una pequeña figura pálida de ojos carmesíes.
La figura se acercó a ella rápidamente, dejando ver un cabello castaño claro y una nariz recta. El chico la miraba con atención, clavando su mirada escarlata en la suya café oscura.
—¿Qué quieres, chupasangre? —dijo tensa. Él sonrío con sorna y clavó su mirada en ella, con profunda concentración.
Ella sintió que perdía la conciencia, y sólo pudo pensar que la intrigaba demasiado ese pequeño chico.
(Y que, aunque no tuviera ese extraño poder, quizás se hubiera desmayado de todas maneras debido a su profunda mirada).
Despertó al poco tiempo, se giró sobre su estómago y se encontró con los ojos del chico, que la miraba atentamente
—Tuviste un mal comienzo, chica —dijo, analizando su reacción—. Permíteme presentarme, me llamo Alec y soy, como debes saber, un vampiro.
—Sí, ya lo sabía.
Se acercó rápido, certero y sin miedo, la tomó de la nuca y la acercó a su cara.
—¿No me dirás tu nombre, lobita? —murmuró, fingiéndose dolido, enviando su aliento a los labios entreabiertos de Leah.
—Me llamo Leah y, como sé que ya sabrás, soy un licántropo —dijo, e intentó apartarse.
—Una muy sexy mujer licántropo —replicó Alec y juntó sus labios a los de ella.
Deslizó sin contemplaciones su lengua en la boca de Leah, saboreando la desolación grabada en sus labios y sintiendo ese dolor plasmado en la manera de besar. Y le encantó.
Leah no pudo evitar corresponderle cuando sintió sus fríos labios tocando los suyos, cuando sintió su gélida mano recorrer la espalda con caricias. No pudo evitar corresponderle y descubrir que, aunque su olor era insoportablemente dulce, su sabor era amargo.
Ambos empezaron a delirar en medio del beso y, por primera vez en mucho tiempo, se sintieron comprendidos por una persona distinta a sus hermanos.
