Disclaimer: Harry Potter y todo lo relacionado con su universo le pertenecen a J.K. Rowling. Esto es sin ánimo de lucro. La trama es mía.

Claim: Lily Evans/Sirius Black, Lily Evans/James Potter

Palabras | Largo: 556 | Drabble


Casi

Lily, Lily, Lily, Lily, cuatro veces porque Sirius nunca se conformó con tres, como todo el mundo.

Otra vez su nombre, otra vez el regalarle un paseo o una sonrisa, y ahí está, bendito sea, de nuevo ese beso en la comisura del labio, para decirlo todo, para repetir, para no expresar nada.

Cuando Sirius se va, después del humo del cigarrillo, que es de color de sueño, e incluso después de la ceniza de este, la pelirroja del nombre cuadruplicado lo siente; eso que aprisiona, que no es nuevo. El sentimiento. El sentir, y punto.

Duele cuando mira por la ventana y James está ahí, sonriendo, qué guapo es, cómo le gusta ese hoyuelo, esforzándose (por ella. Por Harry. Por la felicidad), y a la vez no duele, ni mucho ni poco, porque eso no ha pasado.

Ella es la prefecta amante de la literatura francesa, y la americana, y la rusa; y él un idiota que nunca se preocupa, pero nunca digas nunca, porque por las noches frunce el ceño, tumbado en la cama, pensando en por qué los ojos de Regulus parecían (aún más) oscuros hoy, cuando se lo ha encontrado en el Callejón Diagon, o en por qué Peter no ha querido dar un paseo con él.

Y no desvariemos, lector, porque Lily sigue allí, apoyando la frente tensa en la ventana de su casa, que es tan suya y de tonos tan suaves (crema, salmón, melocotón) que no se lo cree. Está algo despeinada, y lleva un camisón blanco, puro, que se funde con sus hombros, con sus piernas de gacela, con las pecas que caen más allá del cuello, en esa curva que forma un valle; pero lo importante son sus ojos, que no lloran pero están tristes, opacos, casi; perdidos en el día que le dijo que sí a James -está segura de que todo estaba más claro entonces-, porque se lo merecía, siempre esforzándose, siempre él... y todo es un casi exasperante, pero qué le va a hacer.

Lily, Lily, Lily, esta vez son tres porque James con sólo un cabello de ella ya es lo más feliz del mundo. Él la respira, y la sueña, y la ama cada día, y de nuevo Lily casi hace lo mismo, porque ella también piensa en su antiguo mejor amigo, del que nunca se despidió como debía, en ese licántropo tan pálido de anteayer, en Petunia, en el pobre Colagusano, que le dijo algo preocupante la semana pasada. Y es todo un desperdicio descomunal.

James está ahí, en el patio, con su chubasquero amarillo y su sonrisa despistada, con las botas andrajosas que siempre ha tenido, intentando construir un columpio bonito y seguro para Harry (sin magia, cariño, tengo que aprender a hacerlo así); ¿acaso no es eso lo más hermoso del mundo, más que Sirius quitándose la chaqueta de cuero y...?

Para ella todo es un casi, hoy, ayer, mañana, el treinta y uno de febrero.

Se muere un poquito.

Llora.