Prólogo

Han pasado dos días.

Dos días desde que fui expulsado de la ciudad por mi propia esposa, por la que sinceramente no sabía cómo sentirme.

Una parte de mí sabía que debía sentirse dolida por todas las mentiras y los engaños durante nuestro matrimonio. Sabía que Belle estaba obsesionada con convertirse en un héroe y que no iba a aprobar ninguna de mis acciones. Esa es una de las cosas de ella que amo y a la vez no puedo soportar. Amaba que fuese buena y que no se rindiera conmigo pero odiaba que intentara convertirme en algo que yo no soy, nunca he sido ni nunca seré, un héroe. Cada cosa buena que he hecho siempre desde mi maldición ha sido por mi beneficio o por de alguien a quien amo, como con mi hijo o con Belle. Y la verdad eso es algo que no quiero cambiar de mí mismo.

La otra parte de mi sabía que por muy dolida y justificada que se sintiera eso no le daba derecho a traicionarme de esa manera; en primer lugar usando mi daga, sobre todo después de todo lo que paso con Zelena, en segundo lugar no dejarme explicarme ni escucharme cuando en ese momento podía obligarme a decir la verdad con mi daga y por último, y lo que más me dolió, fue que me expulsó sin mi bastón, sin dinero, sin nada.

Si no fuera por mis visiones y mi costumbre de planificar hasta para las situaciones más inverosímiles tendría solo la ropa que llevaba puesta y sin forma de conseguir dinero ni documentos de identidad en este mundo. Lo más seguro es que hubiese tenido que dormir en la calle y hubiese muerto en poco tiempo.

Gracias a una visión antes de ir a Nueva York a buscar mi hijo en ese viaje preparé un hechizo que permite que en el mundo más allá de Storybook también tenga acceso a mis cuentas y mis documentos de identidad así como mi licencia de abogado.

Eso no significa que no tuviera dificultades cuando Belle me expulsó. Primero tuve que cojear hasta el bosque y encontrar un palo que me sirviera como bastón y luego desenterré la mochila de emergencias que contenía mi identificación falsa con el nombre de Robert Gold, algunos cientos de dólares, unas barritas energéticas, una pistola con licencia, un teléfono, un cargador y una copia de las llaves del apartamento de Bae en Nueva York que añadí poco después de que el viniese a Storybook. Luego fue cuestión de armarme de valor y caminar durante más de diez kilómetros hasta la cafetería más cercana. Desde allí pedía algo para beber y llamé a un taxi que me llevara a un hotel cerca de aeropuerto. No llegué al hotel hasta el amanecer, pedí una habitación y dormí hasta por la noche. Una vez que me desperté comencé realmente a planear.