Partners in crime
DISCLAIMER: Los personajes de The Flash no me pertenecen a mí, sino a la cadena CW y a DC Comics. Este fic solo tiene el propósito de entretener, no pretende fines de lucro ni hay violación intencionada del copyright.
1. CASO #S522-7248: DEARBON
Ralph Dibny tomó la jirafita de peluche del asiento de su despacho y la observó con una sonrisa nostálgica.
"Hasta pronto, Sherly…"
El muñeco era un recuerdo, regalo de despedida de Sherloque Wells antes de regresar a Tierra-221, su mundo de origen. Realmente iba a extrañar al detective. Pese a que hubieran empezado con mal pie, a sus desacuerdos (y a veces, hasta discusiones) y al egocentrismo de Wells, al final habían aprendido a respetarse, a trabajar juntos e incluso a apreciarse mutuamente. En su despedida final, Sherloque alabó el papel de Ralph en el descubrimiento de los planes de Eobard Thawne y lo llamó "jirafa adulta", cosa que emocionó a Ralph mucho más que cualquier otro elogio.
Habían transcurrido algunos días desde que habían vencido a Cicada II y de que Thawne hubiera escapado y todo volvía lentamente a la normalidad… o a lo más parecido a la normalidad que podía darse, después de lo ocurrido. Era lo peor de enfrentarse a un caso tan largo y extenuante en todos los sentidos: incluso cuando acababa, no lo dejaba a uno con sensación de victoria, sino con una especie de vacío. Y todos los miembros del Team Flash debían lidiar ahora con ese vacío, cada uno a su manera.
Los que peor lo llevaban eran Barry e Iris; y es que Sherloque Wells no había sido la única despedida. La resolución del caso Cicada había tenido un alto coste: al destruir su daga, habían provocado un cambio en los acontecimientos de la línea temporal que había borrado de la existencia a la joven Nora West-Allen, su hija venida del futuro.
Al igual que el resto del grupo, Ralph había tomado cariño a la animosa velocista, y si él mismo estaba triste por su desaparición, podía imaginar que sus padres debían sentirse totalmente devastados. La pareja había decidido tomarse unas vacaciones de S.T.A.R. Labs durante un tiempo para recuperarse y estar juntos, y Ralph no podía culparlos. Era comprensible que todos los miembros del grupo quisieran alejarse un poco, como para "desimpresionarse" de todo lo vivido con los dos Cicadas, Nora y Thawne.
Joe y Cecile habían vuelto a su rutina familiar y profesional, centrándose en el cuidado de la pequeña Jenna a la vez que el primero intentaba adaptarse a su nuevo cargo como Jefe del CCPD.
Caitlin también se había tomado un tiempo a solas para intentar arreglar su relación con su madre, pero también para seguir reconectando con su alter ego, Killer Frost.
El cambio más radical de todos había sido el de Cisco, que había tomado la cura para metahumanos que él mismo había desarrollado, renunciando a ser Vibe para siempre; y ahora estaba concentrado en su nueva relación con la fotógrafa Kamilla Hwang. Por el momento, parecía que les iba bastante bien, y Ralph se alegraba por ellos. Le gustaba pensar que había contribuido un poco a la felicidad de su amigo, no solo por haberlo arrastrado al bar donde había conocido a su novia, sino por haberle ayudado a consolidar su romance con los consejos del "Libro de Ralph".
¿Y qué había de él? Fuera del Team Flash, no tenía más amigos íntimos con los que relacionarse, y como estos claramente necesitaban tiempo para sí mismos, él no quería molestar. Tampoco tenía familia a la que le importase, salvo su madre. Pero cada vez que iba a ver a su madre tenía que soportar sus preguntas y alusiones de cuánto le gustaría que encontrase una chica, se casara, tuviera hijos y, en definitiva, "sentase la cabeza". Él ya le había explicado un millón de veces que lo de tener pareja no era para él: su mala suerte crónica en el amor había hecho que acabara renunciando a todo aquello. Pero su madre no había perdido la esperanza, una esperanza que él ya no tenía para sí mismo; y cada vez que iba a verla siempre dejaba caer alguna indirecta sobre matrimonios felices o niños, como insinuando lo mucho que le gustaría verle casado o ser abuela antes de morir.
De modo que no: adoraba a su mamá como el que más, pero la visita podía esperar. Lo cual le dejaba un poco sin saber qué hacer consigo mismo.
Le quedaba el trabajo, la vieja confiable. No su trabajo de superhéroe, sino el de siempre, el de su oficina de investigación privada. Era un tema que tenía algo aparcado desde hacía tiempo, desde que había obtenido sus poderes, convirtiéndose en Elongated Man. Sus peripecias como miembro del Team Flash lo habían tenido bastante ocupado: primero escapando de la amenaza de Thinker (y casi muriendo en el proceso), y luego metido de lleno en la investigación junto con Sherloque y los demás para detener a los Cicadas asesinos. Sin contar con el misterio del paradero del padre de Caitlin, la movida de los viajes en el tiempo y servir de apoyo moral para sus amigos siempre que lo necesitaran.
Sí señor, había estado de lo más ocupado.
Pero eso había acabado, pensó, mientras apartaba el peluche y la botella de Gingold de su silla, dispuesto a volver al trabajo. En realidad, estaría bien volver a su labor de detective, para variar. Solo había una cosa que le gustase más que ser superhéroe, y era resolver misterios; y consideraba que había mejorado bastante en ese aspecto gracias a lo que había aprendido junto a Sherloque Wells.
En su mesa de despacho lo esperaban algunos archivos, correspondientes a posibles casos. No había muchos, hacía tiempo que Ralph había dejado de hacerse publicidad (precisamente porque sabía que no podría ocuparse de ellos), pero aún funcionaba el boca a boca y todavía quedaba algo de la fama de Ralph de ser un investigador barato, eficaz y con pocos escrúpulos a la hora de obtener resultados; de modo que de vez en cuando se dejaba caer por su oficina algún posible cliente despistado. Si no estaba muy liado, él los atendía y los despachaba lo más cortésmente posible, explicándoles que en ese momento no estaba disponible, pero que en cuanto quedara libre los llamaría. Lo cual era una forma como cualquier otra de quitárselos de encima, puesto que a la mayoría no pensaba llamarlos.
Porque una cosa tenía clara: a partir de ahora, solo investigaría misterios de verdad. Ahora que recibía una nómina de STAR Labs como investigador de campo (parca, pero suficiente para cubrir sus necesidades básicas), podía permitirse elegir sus casos, cosa que no ocurría antes. Se habían acabado las infidelidades, los fraudes al seguro y los robos de poca monta.
Por desgracia, casi todos los casos que lo esperaban eran de ese tipo, por lo que los había confinado en un cajón de su mesa, del que seguramente no saldrían jamás.
Pero siempre había excepciones, se dijo mientras tomaba el único expediente que no había descartado. Estaba marcado con la etiqueta #S522-7248: DEARBON y era el único caso que parecía tener un mínimo de interés. Se sentó, apoyando sus largas piernas sobre la mesa, y abrió la carpetilla para volver a revisar su contenido y refrescar su memoria.
El expediente no estaba demasiado lleno: había apenas un folio con datos que había garabateado mientras hablaba con el cliente, una tarjeta de visita, la impresión de una selfie de un chico en lo que parecía ser un laboratorio, y un recorte de periódico con una breve noticia acompañando una fotografía, un primer plano de una mujer de cabello oscuro. Ralph examinó esa última foto con detenimiento, tal vez un poquito más del necesario.
La mujer debía andar alrededor de los veintitantos y era bastante atractiva. Sus rasgos eran marcados pero armónicos, y el flequillo desfilado de su melenita corta les daba un aire sofisticado. El papel sepia del periódico no permitía distinguir el color de sus ojos, pero eran claros y reflejaban seguridad; y su sonrisa era la sonrisa confiada de quien ha vivido siempre entre privilegios.
Ralph aguzó la vista en busca de detalles más sutiles: maquillaje discreto aunque impecable, joyas sencillas pero indudablemente auténticas; y si bien no se podía ver mucho de su ropa en la imagen, habría apostado a que una chica como esa no vestía con marcas baratas.
Lo que venía a ser una "niña rica" como otra cualquiera. Más guapa que la mayoría, eso sí, pero sin nada en su aspecto ni en su actitud que sugiriese inclinaciones criminales.
Costaba creer que alguien así fuese, tal como afirmaba su posible cliente, una espía industrial.
—Siéntese, señor…
—Finlay. Doctor Jacob Finlay —respondió el hombre que acababa de presentarse de improviso en su oficina, cuando Ralph estaba pensando en echar el cierre e irse a casa. Empezaba a anochecer, y la iluminación artificial del despacho confería un tono amarillento y mortecino a la piel del visitante.
Se trataba de un hombre de unos cuarenta y tantos años o tal vez tenía menos, pero su aspecto adusto le hacía parecer mayor. Tenía la barba y el bigote castaños y una expresión grave en sus ojos oscuros; e irradiaba un aura de autoridad que casi hacía sentir a Ralph pequeño, aunque este le sacase unos cuantos centímetros. Su seriedad recordaba a uno de esos profesores que disfrutan disciplinando a sus alumnos. Ralph, que había crecido siendo el payaso de la clase, había sufrido a varios de esos especímenes durante su infancia y adolescencia; y el único profesor de universidad que había conocido era Clifford DeVoe, que tampoco le traía muy buenos recuerdos que digamos. Era normal que cualquiera que tuviera un aspecto parecido a esos hombres inspirase a Ralph cierto rechazo instintivo. Antipatía por asociación.
Sin embargo, no dejó traslucir nada de eso. Finlay parecía seco y no muy simpático, pero no era ni mucho menos el individuo con peor catadura que hubiese pisado la oficina de Ralph. Además, Sherloque y él llevaban varios días buscando pistas de la nueva Cicada y tal vez el cansancio y la tensión estuvieran influyendo en su juicio.
—Tal vez debería haber llamado antes, doctor Finlay —dijo, intentando mostrarse educado—. Lamento que haya venido hasta aquí para nada, pero ahora mismo estoy ocupado con otro caso y no dispongo de tiempo para…
—Tengo un problema —le interrumpió el hombre—, uno grave. He estado preguntando por alguien que pudiera ayudarme a solucionarlo, eficaz y sobre todo discreto, y un tal Earl Cox me dio su nombre.
El bueno de Earl. Cox había sido un compinche ocasional de Ralph durante los años oscuros en que este se había movido en la fina línea entre lo legal y lo ilegal, y de vez en cuando solía mandarle clientes. Hubo cierta fricción entre ellos después de que Ralph se reformase, tras obtener sus poderes elásticos; pero ahora parecían haber vuelto a una especie de camaradería simbiótica. Cox no tenía problema en ser el confidente de Ralph y uno de sus contactos con el mundo criminal, seguramente con la esperanza de que su amistad con uno de los protegidos del ahora jefe del CCPD Joe West le ayudaría en el caso de que alguno de sus trapicheos llamase la atención de las fuerzas del orden. Cosa que seguramente acabaría ocurriendo, tarde o temprano.
—…Ya. ¿Cuál es ese problema? —preguntó. Normalmente, lo que los clientes denominaban problemas graves solían consistir en cuernos de la mujer (aunque Finlay no tenía anillo de casado), desfalcos, pequeños robos por parte de los empleados y cosas así.
—He sido robado. En mi trabajo.
Lo que imaginaba.
—¿Y qué le han robado? —Ralph tomó un papel para tomar apuntes, más por costumbre que otra cosa— ¿Equipo informático, material de oficina…?
Finlay no pareció darse cuenta del leve asomo de burla en su voz.
—Una información indescriptiblemente valiosa. ¿Tiene experiencia en espionaje industrial o corporativo?
—Más o menos. —Ralph no quiso comprometerse demasiado—. Pero me adapto bien a cualquier caso que tenga entre manos. Digamos que soy muy flexible. —Le gustaba emplear esa broma privada, aunque tuvo la impresión de que su interlocutor no se la habría reído, aun cuando la hubiera entendido. Este sacó un par de papeles de un bolsillo interior de su chaqueta.
—Soy el director del CCPSI, el Instituto de Ciencias Fotónicas de Central City. —comenzó. Ralph parpadeó y lo miró como preguntando "¿Y se supone que tengo que saber lo que significa?", de modo que aclaró—. Se trata de un centro de investigación de ciencias y tecnologías ópticas. Nuestras investigaciones se centran en la creación de conocimiento y nuevas herramientas basadas en la energía lumínica: trabajamos con óptica cuántica, nanofotónica, biofotónica…
—O sea, láseres y esas cosas. —sugirió el detective.
—Entre otros… —asintió Finlay, algo despectivo por la excesiva simplificación, antes de continuar—. Hace tiempo entró a trabajar allí una técnico informático llamada Anna Burgson. Durante el tiempo que estuvo allí, no tuvimos la menor queja de ella; pero un día, pasados un par de meses, ya no se presentó al trabajo y no hubo forma de localizarla. Entonces averiguamos que toda la información que teníamos de ella (sus excelentes referencias, su número de la Seguridad Social e incluso su nombre) era falsa. Anna Burgson no existía. Y el técnico que entró a sustituirla encontró la huella digital de un movimiento de archivos, la descarga de una gran cantidad de información.
Finlay le alargó el primero de los dos papeles que había sacado. Era un folio con una fotografía impresa en color, una selfie. En primer plano se veía a un chico joven, que posaba sonriendo ante la cámara en lo que parecía un laboratorio, donde había tres personas más en segundo plano, dos hombres y una mujer.
—Ignore al muchacho del primer plano y mire aquí —señaló a la mujer del fondo. Estaba sentada en un escritorio y parecía atenta al ordenador que tenía delante, ajena a la toma de la foto—. Esta es la única imagen que tenemos de ella. Antes de desaparecer, eliminó todos los registros de cámaras de seguridad correspondientes al período en que había estado trabajando, pero no se dio cuenta de a que uno de nuestros técnicos junior le daría por hacerse una foto en el trabajo. Cosa que está prohibida, y que, por cierto, le ha costado el puesto a ese estúpido, pero al menos tenemos esta prueba.
Con una mueca, Ralph se acercó el papel a los ojos, frunciendo el ceño como si así pudiera apreciar todos los detalles. No es que hubiera mucho que apreciar, la parte interesante estaba bastante borrosa. Todo lo que pudo distinguir fue a una mujer con jersey de cuello alto, cabello oscuro corto y retirado hacia atrás, y unas grandes gafas cuyo reflejo impedía ver sus ojos.
—¿Y qué archivos se llevó esa mujer "fantasma"?
—Datos concernientes a mi proyecto sobre las transiciones de fase cuántica de la luz, una investigación pionera en nuestro campo. Estamos terminando la fase de ensayos, pero más adelante podríamos obtener múltiples aplicaciones: tecnología energética, de materiales, sanitaria…
—¿…Armamentística? —preguntó él, mientras su parte más friki empezaba a divagar, recordando todas las películas de ciencia ficción donde aparecían armas basadas en láser. ¿Y si estaban creando sables láser como los de Star Wars?
El científico asintió, reluctante.
—Estamos en fase de ensayos y no puedo revelarle mucho más, solo que esa información no puede andar por ahí. No solo porque me pertenece, sino porque, en malas manos, podría ser muy peligrosa.
—Habría que localizar a esa tal Anna Burgson… —murmuró Ralph. Seguía sin intención de aceptar el caso, pero empezaba a picarle la curiosidad, y ya planeaba los pasos de una hipotética investigación—. Averiguar su auténtico nombre y para quién trabaja, si es que trabaja para alguien… qué planea hacer con los archivos robados… Lo primero sería entrevistar al resto de trabajadores de su centro, para ver si recuerdan alguna cosa sobre ella que pueda servirnos de pista.
—Lo siento, no puedo permitir que hable con ellos. Ya ha habido una grave brecha de seguridad, y no consentiré que haya otra fuga de información.
—¿Ni inspeccionar el centro tampoco? —Finlay negó con la cabeza— Y entonces, ¿cómo pretende que encuentre a su ladrona?
—Oh, pero yo sé quién es.
Ralph no pudo ocultar su sorpresa. Después de tanto marearle, ¿ahora resultaba que Finlay conocía el verdadero nombre de la persona que buscaba?
Este le pasó el segundo documento que traía consigo: un recorte de periódico, concretamente del New York Observer. Ralph leyó el titular y el texto por encima:
— "Dearbon Publishing Media busca la expansión al Medio Oeste"… "La compañía neoyorkina Dearbon Publishing Media, corporación de referencia en el sector de los medios de comunicación de la Costa Este, continúa su política de expansión hacia el oeste del país mediante la adquisición de editoriales y emisoras de ámbito regional y local…", blablablá, "…Ha establecido un centro regional de reciente creación en la franja del Medio Oeste, con sede en Central City…", etcétera; "…si bien se nombrará una comisión para la gestión de este núcleo, esta contará con representación directa de la familia Dearbon a través de Susan, hija de Justin Dearbon, el fundador y accionista mayoritario del holding."
Concluida su rápida lectura, el detective alzó las cejas y observó al doctor Finlay, quien le devolvió la mirada con la mayor seriedad del mundo.
—A ver si me entero: ¿me está diciendo que esta mujer, la hija de un magnate de los medios de comunicación, es la misma que se infiltró en su centro y le robó su investigación? —Aunque Ralph lo intentó, esta vez no pudo disimular su tono escéptico… y también algo sarcástico. De hecho, tuvo que apretar los labios para no echarse a reír.
—Así es —afirmó Finlay, convencido.
—¿Y está seguro de que se trata de la misma persona? —insistió Ralph, colocando ante sí las dos imágenes una junto a la otra para compararlas. Había que admitir que la mujer del laboratorio podría ser Susan Dearbon… pero también podría no serlo. Podría haber sido cualquiera. Con una imagen tan borrosa, era difícil saberlo a ciencia cierta.
—Del todo —respondió el científico—. La estuve viendo todos los días durante casi dos meses. La reconocería en cualquier parte.
—Y si tan seguro está, ¿por qué no la ha denunciado a la policía?
—No puedo hacer nada sin pruebas. Por si no se ha dado cuenta, su familia es una de las más ricas y poderosas del país. Y ahora mismo la policía está de cabeza, detrás de no sé qué asesino en serie de metahumanos.
Finlay no lo sabía, pero él sí. Cicada tenía a las fuerzas del orden tan (pre)ocupadas como al propio Team Flash.
Ralph volvió a examinar las fotografías, buscando infructuosamente el menor detalle que permitiera una identificación positiva. Aun en el caso de que su interlocutor no se equivocara, había algo que no encajaba. ¿Por qué iba una mujer de clase acomodada, que parecía tenerlo todo, a hacerse pasar por otra persona y encerrarse en un laboratorio durante dos meses para acabar llevándose un montón de datos científicos que seguramente no entendería? Era algo ilógico. Era absurdo. Era demencial. Era un…
Antes de que la palabra se formase en su cabeza, su nariz se adelantó con un familiar cosquilleo, para empezar a sacudirse de un lado a otro como si tuviera vida propia.
—¿Qué demonios le pasa en la nariz? —gruñó Finlay, sin esconder su desagrado— ¿Es una especie de tic o algo?
—Oh, esto —Ralph se tocó la nariz, de buen humor—. Es que acabo de oler un misterio. —explicó, enfatizando las últimas palabras con tono dramático. Por primera vez desde que Finlay había entrado en su oficina, estaba contento. Hacía tiempo que su nariz "huele-misterios" no se le activaba así.
—¿Le importaría no volver a hacer eso?
—Claro, claro… —respondió él con tono despreocupado, aunque en el fondo se sintió un poco dolido. ¿Por qué a nadie le gustaba su gesto más personal? Si era de lo más ingenioso…
Le daba igual lo que pensaran, él lo iba a seguir haciendo.
—Como decía, no necesito que localice a esa mujer, no es que se esconda precisamente —impaciente, Finlay retomó el tema—. Lo que quiero es que averigüe dónde oculta los archivos que se llevó y que los recupere.
—Creo que no me ha entendido, doctor —replicó Ralph—. Como le he dicho antes, ahora mismo no puedo ocuparme de su caso. Estoy en medio de otra investigación que exige todo mi tiempo, y…
Finlay se levantó de su asiento y se inclinó sobre la mesa, acercándosele. Los ojos le centelleaban de una forma extraña, y el detective creyó notar un olor sutil pero muy característico en su ropa. ¿Cigarrillos mentolados?
—Le necesito, Dibny. He de recuperar esos archivos, y tengo entendido que usted es el mejor encontrando personas o cosas, ¿o me equivoco?
—Sí que lo soy —replicó él, obligándose a responder por pura dignidad.
—Si se trata de dinero, puedo pagarle más de lo que…
—No es cuestión de dinero —ahora fue Ralph quien le interrumpió—. Ni de falta de interés, se lo prometo. Es cuestión de disponibilidad. Simplemente, estoy trabajando en otro caso, y yo no dejo ninguno de mis casos a medias.
Decía la verdad. Si no hubiera tenido nada que hacer, nada le habría gustado más que llegar hasta el fondo de aquel misterio tan intrigante. Pero Cicada II seguía ahí fuera, y volvería a matar si no la detenían. Sus amigos le necesitaban. O tal vez no, con el arrogante Sherloque llevando la voz cantante en la investigación; pero si faltaba, sabía que se sentiría responsable, como si les estuviera dejando tirados.
Finlay pareció rendirse, y volvió a tomar asiento.
—Todavía no ha hecho nada con los archivos… —murmuró, como reflexionando en voz alta acerca de Susan Dearbon—; tal vez no pueda. Estaban muy bien encriptados, y eso seguramente nos dé algo de tiempo. Aun así, hay que recuperarlos, pero puedo esperar un poco. Una semana… quizá dos. ¿Cuánto tiempo cree que tardará en resolver el caso del que se está ocupando ahora?
Ralph resopló.
—Uf, no lo sé… espero que no demasiado. —Por el bien de su cordura, y de la de sus amigos, estaba deseando atrapar pronto a esa chiflada venida del futuro. El caso Cicada se estaba eternizando.
—¿Podría estar disponible para encargarse de lo mío en dos semanas?
—No se lo puedo asegurar. Tal vez debería buscar a alguien más que se ocupara de hacerlo ahora.
—Me arriesgaré —dijo Finlay—. Puedo esperar dos semanas. Estos son mis datos de contacto —añadió, dándole una tarjeta—; llámeme si queda libre en ese tiempo. Si no he tenido noticias de usted en dos semanas, buscaré a otra persona.
Ralph tomó la tarjeta con una mueca de extrañeza. Qué tipo más raro, pensó. Primero tenía una enorme urgencia en recuperar esos archivos, y después estaba dispuesto a esperar hasta dos semanas, con tal de que fuese él quien investigase el caso…
Earl Cox debía haberle puesto por las nubes.
—Así lo haré, doctor.
Aquella conversación había tenido lugar exactamente doce días atrás, de modo que Ralph estaba dentro del plazo que había impuesto el doctor Finlay.
Sin perder tiempo, agarró la tarjeta que le había dado el científico y marcó en su teléfono el número que había impreso. No había nadie al otro lado de la línea, sino que saltó el buzón de voz, por lo que dejó un mensaje:
—¿Doctor Finlay? Le habla Ralph Dibny, de la oficina de investigación. Le alegrará saber que ya estoy disponible para aceptar su caso. Le enviaré un correo con las cifras de mis honorarios y bolsa para gastos, y si está de acuerdo, contésteme de vuelta y empezaré a ocuparme de su problema a partir de mañana mismo. Espero su respuesta.
Colgó el teléfono y se acomodó sobre el sillón de su despacho, cruzando las manos tras su nuca con una sonrisa satisfecha. No le cabía duda de que la contestación de Finlay sería afirmativa. Volvería al juego, y con un caso a su medida.
El recorte de periódico volvió a llamar su atención y lo tomó de nuevo, observando la imagen de la que sería su objetivo durante los días siguientes. Desde la fotografía, Susan Dearbon le devolvía la mirada con su sonrisa tranquila pero enigmática, a lo Mona Lisa… Plácida, aunque ahora que se daba cuenta, también algo desafiante; como si lo estuviera retando a descifrar su secreto.
Tenía que admitirlo, era más que guapa: era una auténtica preciosidad. Pero Ralph no había aceptado el caso por ella, sino por el misterio. Esperaba volver a sentir el cosquilleo de su nariz, pero eso no pasó. Lo que sí notó, mientras contemplaba a la joven, fue una sensación extraña en la boca del estómago.
Seguramente tenía hambre.
Abriendo uno de los cajones de su escritorio, sacó una rosquilla de la caja que guardaba ahí para emergencias y le dio un gran mordisco. La caja llevaba unos días en el cajón y el dulce ya estaba algo duro, pero era perfectamente comestible.
El misterio, no la chica. Eso era lo único que le interesaba, se repitió.
Notas de la autora:
Ralph Dibny ha sido uno de mis personajes favoritos durante la última temporada. Al igual que mucha otra gente, supongo, lo encontré odioso cuando lo introdujeron a principios de la S4, pero poco a poco lo fueron haciendo mejorar y su supuesta "muerte" en el ep. 4x18 me rompió el corazón. Me llevé una gran alegría cuando a finales de esa temporada no solo lo "resucitaron", sino que se volvió un personaje regular; y durante toda la S5 cada vez me ha ido gustando más. Entiendo que no a todo el mundo le caiga bien, ya que durante mucho tiempo ha servido casi exclusivamente como alivio cómico, pero últimamente se le está dando más seriedad e importancia a su papel como detective (que es lo que le caracteriza en los cómics). Sigue siendo histriónico, algo tontorrón y metepatas, pero para mí eso es parte de su encanto.
Como sea, me da pena la poca atención que recibe Ralph por parte del fandom de Flash, sobre todo el hispanohablante. Hay cientos de fanfics de Barry (con todos los pairings posibles: Caitlin, Iris, Snart, OCs…), hay de Cisco, de Leonard Snart, de los diversos Wells; pero de Ralph poquísimos. Por eso, he querido hacer mi aportación con este fic. Lo más probable es que no lo lea nadie, pero a lo mejor hay algún/a fan despistado/a de Ralph que está buscando fics de él en español, quién sabe.
Esta historia está basada en una de las últimas escenas del ep. 5x22, precisamente la que describe esta introducción: Ralph en su despacho, agarrando y abriendo un expediente con el nombre Dearbon. Se supone que es un teaser de la próxima aparición de Sue en la temporada 6. Como soy una impaciente, me puse a elucubrar y salió esto.
No sé si ese nombre del expediente hace referencia al cliente o al objetivo de investigación, pero me pareció más interesante la segunda posibilidad, que Sue fuera la persona a la que tiene que investigar Ralph en lugar de la cliente (puede que en la serie lo planteen de la otra forma). Esto es así porque esta historia es una versión muy, pero que muy libre de "Escándalo en Bohemia", de A. Conan Doyle. Se me ocurrió también porque Sherlock Holmes e Irene Adler son otra de mis parejas favoritas y me gustó que hubiera una versión de ellos en la S5, aunque eché de menos que desarrollasen el argumento del relato de Conan Doyle (para ser sincera, no me quedé muy conforme con la historia que les dieron, fue algo sosa para mi gusto).
Para quienes no lo sepan, Sue Dearbon (más tarde, Sue Dibny) es la esposa de Ralph en los cómics. Y no solo eso, sino que forman una de las parejas más icónicas y queridas del universo DC, al nivel de Clark y Lois o de los propios Barry e Iris. En muchos sitios que he leído califican su relación como una de las más "sanas y estables" de los cómics. Como muchos otros fans, supe de la existencia de Sue leyendo la miniserie "Crisis de Identidad", pero después he leído muchas de las aventuras de la pareja en los comics de la Silver Age, y básicamente en todos los que he podido encontrar donde aparecieran.
Mi intención es incluir muchos de esos elementos de los comics en esta historia, libremente adaptados al contexto de la serie. Sí, también de "Crisis de Identidad" *risa malvada*
Otros aspectos a tener en cuenta acerca de este fanfic:
- La historia es totalmente Dibny-céntrica, es decir, gira en torno a Ralph y Sue. Sí que aparecerán asiduamente Barry y el resto de personajes de la serie, pero solo como personajes de apoyo. De modo que si no te gusta Ralph (cosa respetable), no pierdas el tiempo con este fic; como he dicho, hay literalmente cientos de historias con el guaperas de Barry.
- La pareja secundaria es West-Allen (Barry e Iris), más que nada por seguir el canon de la serie. La verdad es que soy bastante neutra respecto a cualquiera de las posibles parejas de Barry.
- Vuelvo a recordar que, al comenzar al final de la S5, habrá spoilers tanto de esta temporada como de las anteriores.
- No sigo ni Arrow ni Supergirl ni Legends (lo sé, es un crimen, a ver si lo soluciono algún día), salvo los crossovers anuales. De modo que si meto la pata en algo del canon del Arrowverso (aunque intento informarme), os pido que no me linchéis.
- Hace ya varios años que no escribo, por lo que estoy un poco (MUY) oxidada. Además, cuando lo hacía mi especialidad era el angst, por lo que escribir sobre un personaje que aún funciona en gran parte como alivio cómico es triplemente difícil para mí. Añadir a esto que el humor se me da de pena. Creedme, he intentado meter algunos puntos cómicos, pero el resultado ha sido desastroso. Por suerte, a final de la S5 estaban dando a Ralph un carácter un poquitín más serio, que es el enfoque que le estoy dando. Espero que me disculpéis ese (¿pequeño?) OoC.
- Respecto a la caracterización de Sue, intentaré que no quede demasiado (Mary) Sue, pero no prometo nada. Aunque en los comics de la Silver Age la describen como la típica esposa un tanto superficial, obsesionada por las compras y por tener la atención de su maridito; en otros más modernos (JLE, etc.) ya le dan un carácter enérgico e independiente y diversos talentos, como ser una gran detective (aunque no tanto como Ralph), escritora y muy buena con los ordenadores. Yo he querido hacer una mezcla de ambos enfoques.
- Para acabar, y lo más importante de todo: todos estamos en esto para pasarlo bien, tanto los creadores como los lectores. De modo que no toleraré hate ni basheo de ningún tipo hacia los personajes ni hacia los pairings. Si no te gustan Ralph o Iris (o Sue), o si shippeas cualquier otra pareja diferente de las que se presentan aquí, eres perfectamente libre de hacerlo; pero no vengas a verter odio a una historia dirigida a quienes sí disfrutan de esos personajes / parejas. Mejor invierte tu tiempo en buscar historias que sí te agraden, o mejor aún, crea tú la tuya propia adaptada a tus gustos.
- Si has llegado hasta aquí y aun así te sigue interesando (Barry, ¿ya has vuelto a arruinar la línea temporal?), espero que disfrutes del fic.
