Velos de Alegría

Por: J.K. Bleu


PRIMAVERA

BLANCURA CORROMPIDA

Los rayos amarillentos fluorecentes atravesaban los enormes ventanales de la habitación, evocando una tranquilidad que teñía de magia el ambiente. Rin, rodeada por los brazos fuertes y tibios del lord, el cual estaba sumido en un profundo sueño, se dedicaba a contemplarle. Rin se hallaba embelesada, las facciones de su amo se veían tan iguales y diferentes a la vez, nuevas. Eran suaves, pero a la vez pacificas, en su semblante cotidiano, solía mostrarse frío e indiferente, pero ahora, se veía tan tranquilo.

Sesshomaru en estos meses, se permitía en ciertas ocasiones dormir, las interminables horas de acción entre él y su princesa le dejaban, además de satisfecho y con una enorme paz en su interior, ligeramente exausto.

Nada se comparaba con la tibia y suave sensación del cuerpo de Rin junto a él, aquella deliciosa fricción cuando hacían el amor, aquellos gemidos, el roce de labios cuando el jadeo constante les impedía apretarlos firmemente, la voz suplicante…

El lord soñaba con aquellas imágenes, tan intensas en sónido y color, tan vívidas, que el deseo hacía presencia aún cuando se hallaba totalmente dormido. Sus dedos podían sentir la carne suave y tibia, curvilínea y sensual, provocandole escalofríos con cada roce…

Rin, mientras no apartaba la vista del rostro pasivo de su amo, notó que sus cejas se juntaron levemente, sus brazos la apretaron más contra su pecho, las piernas se entrelazaban aún más. Ambos cuerpos se hallaban totalmente estrechados.

Rin sentía que pronto perdería el conocimiento, ella había agachado la mirada, ruborizada como nunca, notó como algo crecía en su entrepierna, algo grande, duro y caliente. Pero algo que seguro la mataría, era que cuando subió la mirada, esperando encontrar los dorados ojos, se topó contra sus párpados cerrados. El… aún estaba dormido. Rin se sentía dividida, el deseo la incitaba a moverse y apretarse más junto a él –si eso era posible-, y las ganas de reír amenazaban con explotar, ¡no! Jamás, el orgullo de su amo se vería terriblemente herido si se enterara de lo que estaba haciendo. El corazón de Rin se detuvo cuando escuchó su nombre en los labios del youkai, el tono tan hermoso que acariciaba su nombre era maravilloso, aquel tono era muy similar al que el usaba cuando ambos terminaban, el que usaba cuando respiraba en el oído de ella, aquel ténue sónido, tan nuevo y delicado en él, era tan dulce y erótico al mismo tiempo.

Los pensamientos en la cabeza del youkai, tan difusos y extraños, solo se concentraban en fundir aquella suave piel en la de él. Volviendose uno con ella.

Rin no lo soportó más y presionó sus labios contra los del daiyoukai, usando una fuerte presión. Con el cuerpo ligeramente alzado, rozando sus pechos contra la parte alta del pecho de Sesshomaru, se liberó de los brazos del youkai para luego rodear el cuello de éste.

Un fúgor blanco nublaba aquellas visiones, a tal punto que ya no se distinguía nada. Luego, aquellos rayos blancos se hacían más intensos para dar paso a una hermosa vista, Rin.

Sesshomaru se sintió confundido y perdido, notó las sensaciones que se desarrollaban en su interior y exterior, también visualizó la figura de su princesa, ligeramente encima de él, besandole desenfrenadamente. Notó que sus brazos y piernas estaban entrelazados, al igual que su pecho chocaba con el de la mujer, produciendo una fricción exquisita.

Ambos, sin saber como habían llegado hasta esa situación, se estrujaron más y siguieron compartiendo besos, renaudando lo que terminaron hace unas horas.

- ¿Habrá salido? Seguro, ohhh, me ha vuelto ha dejar, tantos siglos a su lado y sin ningúna…-Jaken pudo seguir hablando sobre historia con su amo, pero Naoko estaba tan arta que le lanzó una olla a la cabeza del enano verde.

- Cállate, me tienes arta, llevas quejandote desde hace semanas, ¿Qué te sucede? ¿Acaso no te agrada ver a Rin y al amo juntos y felices? –Naoko había dejado las patatas a un lado y dirigió una mirada cargada de fastidio hacia el sapo.

- ¡Más respeto! –Naoko cambió su expresión y se colocó en una silla, esperando respuestas- ¿Por qué viene a relucir Rin y Sesshomaru-sama en esto? –Preguntó Jaken

- Y yo pensé que eras listo, Jaken –Resopló Naoko, logrando la furia del lacayo verde- Calmate, el amo no ha salido, tonto. Se encuentra en algún lugar felíz –Naoko se ruborizó hasta más no poder, el recordar como Rin y Sesshomaru se besaron furtivamente en los jardines, rodeados por los árboles, flores, cerezos, los prados, el atardecer inminente…, que recuerdo más bonito.

- ¡Naoko! ¡Despierta! ¡Naoko! –Llamó Suzume, agitando el brazo de la youkai atontada.

Naoko se balanceaba de un lado a otro, con una expresión de boba, decorada mágnificamente por la baba que resbalaba de su boca. Suzume decidió dejarla y dirigirse a Jaken

- Jaken, ¿Qué haces ahí? El amo solicita tu presencia desde hace horas –Reprochó Suzume, riendose internamente, ya que solo fue hace dos minutos que Sesshomaru le ordenó que buscase a su lacayo.

- ¡¿QUÉ? ¡ES MI FIN! –Jaken salió fugázmente de la cocina para dirigirse a las enormes escaleras, rogando al cielo que su amo no lo matara.

- Por favor, no me diga que está enojado conmigo, porque si es así, me lastimaría mucho –Rin se hallaba detrás de la espalda de Sesshomaru, rodeandole –hasta donde podía- con sus pequeños brazos, y presionando su mejilla ruborizada contra ésta.

Una ola de calor recorrió la espalda de Sesshomaru, aquel tono tan tierno y suplicante, y aquellos brazos que lo estrujaban, qué débil se había vuelto, aunque… ya había había aplacado esos pensamientos, desterrandolos de su mente.

El mononoke se giró y quedó enfrente de la humana, que le miraba con una expresión de falsa tristeza teatral. Sesshomaru rodeó sus muñecas y la atrajo a su pecho, para luego encerrarla en la carcel de sus brazos, aquella que tanto adoraba ella.

- ¿No lo está, verdad? –Rin dejó aquella teatralidad, ahora si estaba asustada, ¿realmente estaría enojado con ella?

- No lo estoy, Rin –"No podría estarlo…"Sesshomaru, para probarle que no estaba enojado con su princesa, la estrechó más, enterrando su rostro en la cabellera negra, aspirando su dulce aroma a cerezos y miel.

- Gracias –Rin embozó una sonrisa, llena de una felicidad inmensa. Todo parecía tan hermoso, y agradecía al cielo de que aquel sentimiento de miedo y duda no apareciera.

Luego de unos minutos, pero segundos para ambos, lograron separarse. El lord se dirigió a las puertas de su recamara para salir, pero no sin antes dedicarle una mirada a su Rin

- Baja a comer, te veré en los jardines –Rin asintió y le dedicó una sonrisa dulce, éste más que satisfecho, salió de la habitación.

Rin posó sus manos en sus labios, que parecían arder, a pesar de que fueron presionados por otros hace unos momentos, que adicta se había vuelto, pensó riendose. Sinceramente aquella actividad la realizaban todas las noches, y gran casi todas las mañanas.

Recordó lo que vivieron hace unas hora, al principio inesperado, luego maravilloso, al final embarazoso e incómodo. La cara de su amo no tenía precio, jamás había visto tal expresión de desconcierto y vergüenza, y se le añadió la ira cuando ella había explotado en carcajadas. ¡Se había ruborizado! Por supuesto que sí, aquellas manchas en las hermosas y varoniles mejillas lo delataban, que tierno y malhumorado se veía, parecía un niño pescado haciendo algúna travesura.

Rin se juró que volvería a sacar aquella expresión de su amo, claro, no con aquella situación, y no de la misma manera. Pero deseaba con fervor volver a ver aquellas manchas rojizas en sus pómulos. Le hacían ver tan adorable.

Rin dio vueltas dejandose caer en el futón, riendose cantarinamente, recordando aquellas imágenes, haciendolas revivir en cada sentido.

El lord de las Tierras del Oéste atravesaba los pasillos a paso lento, escuchando a lo lejos la risa tintineante y hermosa de Rin, grabandola en su interior, y dandose consuelo para poder permanecer unos instantes sin ella.

- ¡Sesshomaru-sama! ¡Oh! –Sesshomaru se rió internamente, vió a su lacayo desplomarse a sus pies, con el sudor corriendole por toda la cara verdusca, tratando de recuperar el aliento.

- Jaken, ¿hiciste lo que te ordené? –Preguntó el Daiyoukai, con su característico tono intimidante, nada como el miedo de Jaken en la mañana, bueno… además de las tiernas miradas de Rin al despertar, o sus besos tan dulces…

- Sí, amo. Se encuentra en su escritorio, amo, amo –Jaken notó como la mirada de su frío amo se tornaba lejana y con un brillo peculiar en los ojos. ¡El mundo está de cabeza! Rin si que era una bruja, había cambiado completamente a su amo.

- Recoje esto. Dos días, ¿entendido? –Ordenó Sesshomaru, siguiendo su camino, retomando su gruesa máscara llena de frialdad

- Sí, amo –Jaken se dirigió en dirección opuesta, para ir hacía los establos en busca de Ah-Un, a buscar más y más "cosas" para Rin. Eran las tareas más abundantes que su amor le ordenaba hacer, recoger pedidos de kimonos para Rin, joyas, espejos, y más kimonos. Que deprimente, tantos años sirviendole, y ahora siendo Ministro se encontraba buscando obsequios para la mocosa, cuando debería realizar tareas dignas de su puesto.

Sesshomaru se adentró a su estudio, con una visible mueca de disgusto, la latente sensación de estar junto a ella, cada segundo, apretandola a su pecho,se le hacía insoportable, no estaba acostumbrado a necesitar. Tenía todo donde y cuando quiera, pero su princesa estaba primero, por supuesto, y ella necesitaba comer.

Se sentó en su enorme asiento, cubierto por una piel de dragón chino rojo, fue un contrincante de su padre hace siglos, la pelea que se desarrolló fue la primera que el presenció, contempló como su padre, agil, velóz, y poderosamente atacaba y finalmente vencía, reclamando el cadaver del líder como trofeo. Desde aquel día había emprendido los esfuerzos y entrenamientos para superar a su padre.

La ingenuidad e inocencia se le hacían refrescantes, era tan solo un niño, aquellas luchas se le hacían tan lejanas.

Recorrió con la mirada la estancia, buscando el encargo de Jaken, y luego enfocó la vista en una tela cubierta por un azúl imperial ceñida con un hilo plateado, ese era. Se levantó de su asiento y se dirigió a donde se encontraba la bolsa, la abrió y allí estaban. Eran kimonos, pero kimonos especiales, los había encargado especialmente para su princesa. Cogió uno y lo alzó quedando a la altura de su rostro, era ligeramente transparente, lo suficiente para ver el cuerpo de Rin, era de rojo sangre, su altura probablemente le llegaría hasta un poco más arriba de las rodillas. Al lado del escote, estaba bordado la figura de un inuyoukai, él. Sonrió ante esto, hasta las prendas de Rin denotaban que ella era únicamente suya. Aunque estas prendas solo las vería él, ya se hallaba ansioso para verlas en el cuerpo de su esposa.

Recordó lo que vivió hace una hora con su princesa, había sido lo más vengonzoso que había sufrido en su vida, y vaya que ha vivido.

Habían terminado, Rin se hallaba respirando agitadamente encima de él, presionando toda su gloriosa y sensual figura contra la de él. El sudor emanaba de ambos, aumentando la temperatura y ofreciendoles una forma más de conectarse.

Sesshomaru, luego de unos instantes, recordó cuando despertó, se hallaba algo confundido, ya que una serie de imágenes antes de encontrar a su princesa besandole con fervor, le habían dejado petrificado. ¿Acaso él…? No, IMPOSIBLE, se gritó internamente.

El daiyoukai se irguió en la cama, alarmando a su humana que aún se hallaba encima de él, pero éste no estaba más que consternado, en shock. ¿Acaso había estado soñando y… dijo… o… hizo… algo?

Su rostro se convirtió en la reencarnación del asombro, era imposible que él, Sesshomaru, Lord de las Tierras del Oéste, se hubiera rebajado de tal manera, ¡HABÍA TENIDO UN SUEÑO HUMEDO, Y CON RIN PRESENCIANDOLO!

Miró a Rin, preguntandole mudamente si aquello era cierto, los labios de ella se curvaron, apretandose posteriormente, para luego explotar en carcajadas, resonando en las enormes paredes de la habitación.

Una furia se instaló en su interior, ¡QUE HUMILLACIÓN!, y se le agregaba las risas de Rin, su princesa se estaba burlando de él.

Tomó las caderas desnudas de la humana, y la ladeó recostandola en el futón, no se molestó en cubrirse cuando se levantó, ingnorando las carcajadas de Rin, que a cada momento, se volvían débiles, para luego desaparecer, la falta de aliento le impedían volver a emerger.

- Vístete –Ordenó el youkai, dirigiendose hacia una de las alas privadas de la enorme habitación para vestirse él también.

- Amo, por favor, lo siento tanto –Rin se incorporó y siguió a su amo, el cual se hallaba ya con la parte baja de su vestuario. Miró de reojo elcuerpo desnudo de su esposa, ligeramente tapado por los tiernos brazos de ella, hubiera querido volver a poseerla, pero la vergüenza inmensa le impedía mirarla. Que débil.

- Amo, etto… me gustó, lo siento –Rin le abrazó por detrás, y besó su espalda desnuda

Sesshomaru salió de aquel recuerdo, aún con vergüenza, pero… Si ella le había complacido aquello, que se quedara así.

Cerró la bolsa amarrando de nuevo el hilo, la guardó en su manga izquierda, y salió del estudio.

Rin…

Sesshomaru se encaminaba hacía los jardines, para reúnirse con su princesa, la razón de su existir, porque ella es lo que le había hecho saber que tenía un corazón y que podía llegar a amar.


AUTORA

Hellou, espero que haya sido de su agrado.

Este fic propablemente no tenga fin, ya que se trata de más o menos 'one-shots', pequeños relatos romanticos y cómicos entre Sessh y Rin en el palacio. Pronto vendrán sus hijos, etc. Espero subir el próximo 'cap' pronto ^^ Dejen sus reviews ^^ Bay


DISCLAIMER

Inuyasha © Rumiko Takahashi