Disclaimer: ni Naruto ni sus personajes me pertenecen. Las ideas, conceptos e interacciones plasmadas a continuación sí y no permito su reproducción parcial o total a menos que se me pregunte primero y con el debido crédito. Gracias.
Capítulo 1: Cuando me perdí.
Hoy por fin cumpliré todo lo que siempre he querido en la vida: dejaré de ser una Haruno para convertirme en una verdadera Uchiha ante la sociedad. Mi reflejo no puede dejar mentir: la enorme sonrisa es solo un símbolo más de la inmensa alegría y nervios que se revuelcan en mi estómago. Incluso mis canales de chakra fluyen con más rapidez de lo usual, hoy es el día en que Sasuke Uchiha y yo, Sakura Haruno nos uniremos para toda la eternidad.
—Quieta, niña. —la mujer me aprieta los cachetes con severidad y unta la crema pálida y espesa en mi frente.
—¡No, no, no! ¿Pero qué cree que hace? —Esta vez mi reflejo se encuentra frunciendo el ceño, inclinado hacia el espejo pasándome las manos por la amplia zona, refregándome la piel para deshacerme de la plasta pálida que pretende ocultar el diamante que decora mi frente.
—Niña. —me dice jalándome del kimono para regresarme a mi asiento. —Ya no lo necesitarás más, no volverás a usar tus habilidades médicas ni de ninja.
Un nudo se estancó en mi garganta ahogándome de impotencia. La puerta se abrió y un taconeo resonó en la habitación.
—Madre… —mi voz se quebró antes de poder decir más palabra.
Y la mujer que me cuidó en la infancia caminó hacia mi poniéndose en frente, con las caderas empujó a la Uchiha que resopló por lo bajo.
—Ni se te ocurra llorar, niña. Volveré para terminar de arreglarte. —y dicho esto desapareció entre las puertas de madera.
Mi madre me tomó el rostro con la mano derecha y sonrió ampliamente, el tinte rojo que portaba en los labios se había transferido a uno de sus dientes.
—¿Qué tienes Sakura? —me preguntó y no supe qué responder. —Hija, hoy por fin traerás honor a la casa… Es un día para festejar.
—¿Qué quieres decir con por fin? —arqueé la ceja y mis labios se volvieron una línea recta. Me soltó el rostro y encendió un cigarro.
—Pues, que te estás casando con el hombre más codiciado en Konoha. Un ninja prestigioso proveniente de un clan poderoso, ¿qué acaso eso no es brindar honor a tu familia?
—Les brindo honor desde que decidí abandonar la vida de civil y convertirme en una kunoichi, madre. —aprieto los puños por debajo del kimono, que me queda inmenso.
—Basta con eso, hija. Ya no serás más una kunoichi. —mi madre a veces puede soltar comentarios que me hieren más que un arma. —Tienes al clan Uchiha a tu disposición y tienes que cumplir con las responsabilidades que eso conlleva. —tiró la ceniza de su cigarro en el piso y después me escrutó con la mirada, de arriba a abajo. —Aunque eso signifique llevar ese horrendo kimono.
Una risa se escapó de mis labios. A veces, también tenía el poder de arreglarlo todo.
—Se usa desde hace 10 generaciones. Mikoto lo usó en su boda con Fugaku.
—¿Y a ella también le quedaba así de enorme?
Ambas contuvimos la carcajada cuando escuchamos golpetear las puertas de madera. La Uchiha de nuevo.
—¿Ya puedo terminar mi trabajo? —me miraba con los brazos en jarras, solo le di un asentimiento y mi madre se fue contoneando las caderas no sin antes dedicarme un guiño.
—¿Y sientes nervios? —pregunta Ino mientras desliza un peine de hebras anchas y separadas por mis cabellos rosados.
La miro a través del espejo y sé que está dolida, después de todo Sasuke también había sido su sueño. Era un gran contribuyente a nuestra rivalidad y a pesar de que ahora somos muy buenas amigas sé que le cuesta, aunque no lo admita jamás. Al menos no en voz alta. Había ganado esta pelea y eso a Ino le enfurecía.
—Muchos. No me dejan de sudar las manos. —río un poco intentando aliviar la tensión que se posó en nuestros hombros.
—Más vale que te las limpies antes de tomar las manos de Sasuke, frente de marquesina —cada que pronuncia su nombre se le ensombrece el semblante. Me saca la lengua juguetona y frunzo el ceño. Inevitablemente voy a mi reflejo en búsqueda del diamante cubierto entre tanta mierda blanca y paliducha. No puedo contestarle nada.
Ino no habla hasta después de terminar la trenza. —No puedo creer que te dejaste crecer el cabello. —Toma el final depositándolo con delicadeza sobre mi hombro. Hoy Ino no para de mirarme.
—Tampoco yo, no era el plan realmente…
—No me digas que es otro requerimiento de los Uchiha… Es que te juro, ¿obligarte a dejar tu vida como kunoichi? ¿qué clase de clan ninja hace eso?
—Es complicado, Ino. —Contesto tajante mientras veo mis manos reposando en mi regazo. Me cuesta decirlo en voz alta pero, yo tampoco lo entiendo.
Ella guarda silencio, sabe que tocó fibras sensibles, y termina de arreglar mi cabello colocando diferentes flores en la trenza que cae a mi costado derecho. Tocan varias veces la puerta y antes de que ninguna podamos decir nada una melena rubia se asoma.
—¡Eh, chicas! —miro a Naruto a través del reflejo. Ino se disculpa y se marcha con paso presuroso. No me explica nada.
—Naruto —digo cuando mis ojos se topan con su figura, lleva un traje negro demasiado formal. Pocas veces lo he visto así.
—Sakura… —dice y las palabras no le salen más, me come con la mirada, esa que se le vuelve cristalina mientras más tiempo me tiene frente a él.
—¿Todo bien? —pregunto aunque sé que para él nada debe de estar bien.
—Te ves preciosa —dice y frunce los labios como queriendo no decir nada más, pero es Naruto y no puede mantener la boca cerrada. Busca mi mano entre todas las telas que componen ese extraño y lujoso kimono, le toma varios intentos encontrarla. En parte, porque la estaba escondiendo de su tacto. —Yo, tenía que verte antes de…
—Naruto, basta. —me acaricia la mano con el pulgar —Yo… ya sabes que…
—Ya lo sé. —entonces busca mi otra mano y dejo que la encuentre con más facilidad, me sujeta firme y seguro. —Siempre estaré enamorado de ti, Sakura-chan.
Niego con la cabeza, ahora mis ojos están igual de cristalinos. Pero los de Naruto tienen algo especial, le miro a los ojos y con las lágrimas parece que tuviera encerrado dos mares que se mueven agitadamente. Soy como su luna que levanta la marea y le causo tempestad. Se me achica el corazón dentro del pecho.
—Hinata —es lo único que digo antes de soltarle la mano izquierda y llevármela a los ojos barriendo una lágrima que amenaza con correrme el delineador.
—Ya lo sé. —pone su mano libre en mi hombro y me abraza. —Aún así, … siempre te protegeré. Lo juro, de veras.
Y nos reímos.
Y luego lloramos y él se va.
Él se va y llega la Uchiha a mentarme la existencia porque se me corrió el delineador.
Y nadie más viene a verme en lo que resta de la mañana hasta que cae el sol y la puerta vuelve a resonar, la cabellera negra de Mikoto está puesta en la misma trenza que llevo yo, solo que sin flores. Su kimono bicolor, blanco y negro y ya. Apenas lleva maquillaje.
—Sakura —dicen sus labios en un tono suave, desde que le conozco siempre ha sido así conmigo.
Hago una reverencia y ella me roza la mejilla, cierro los ojos ante su contacto.
—¿Estás lista? —me pregunta y asiento sin abrir los ojos.
—¿Y usted? —la imagen se revela lento pero claro: Mikoto no lo está.
—Claro. No puedo esperar a que formes parte de la familia. —miente, pero es su deber. Me aprecia, lo sé, pero también sé que hubiera preferido que Sasuke se casara con alguien del clan y no con una civil que jugó a ser ninja.
—¿Extrañas ser ninja? —y no sé de dónde me salen los ovarios para preguntar semejante cosa. Incluso mi Inner-Sakura intenta estrangularme, así no lo hace Mikoto misma.
—Es complicado. —dice.
Y retira su mano de mi mejilla.
—Lo lamento —le digo, porque realmente lo siento pero ella no me deja continuar. Sonríe haciendo que sus ojos se vuelvan dos líneas negras.
Mikoto tiene ojos pequeños y no muchas pestañas. Pero es muy guapa, así, natural.
—No tiene importancia. Anda que ya es hora de que hagas el recorrido tradicional.
Yo llevo una plasta de maquillaje.
—Claro. —tomo el abanico que descansaba en la mesita de noche y la otra Uchiha entra solo para poner los brazos en jarras.
—Apúrate, Niña. Vas tarde.
Me pregunto si Mikoto se veía igual de plastas que yo con tanto maquillaje en su boda.
Camino tras la Uchiha intentando mantenerle el paso aunque me es un tanto imposible: ella camina casi trotando con la barbilla bien arriba. Y yo, tratando de cogerme el kimono sin soltar el abanico o perder la postura porque me arrastra y se ensucia.
Como es tradición en el clan Uchiha recorremos todas las calles saludando a los civiles, aquellos que a pesar de pertenecer al clan no pueden desarrollar el preciado ojo rojo. Noto miradas de asombro pero más que nada de desaprobación. Se me encoge el pecho y la seguridad con la que caminaba se hace pedazos cuando nos plantamos en la que será la futura casa de Sasuke y mía.
La Uchiha se va recordándome las oraciones que tengo que proclamar. Tengo toda la casa para mi.
Es la primera vez que la veo, con el piso de madera y las puertas corredizas color beige. Hay un jardín en la parte trasera y una pequeña fuente. La cocina es amplia. Pasaré mucho tiempo ahí.
—Seré la esposa de Sasuke Uchiha. —lo digo en voz alta y de pronto la idea de pasarme la existencia en la cocina se siente superable.
Me dirijo a la habitación principal, no me entusiasma demasiado la idea. Tengo que pasar lo que resta de la tarde orando de rodillas tal como lo indican las tradiciones del clan. Se reza a la fertilidad y al buen augurio, los matrimonios para el clan solo sirven para eso, el clan. Y lo que haga falta para su supervivencia. Procrear.
—Es la tradición, después de todo.
—Una tradición bastante superflua, egocéntrica, machista… inútil. —suena como algo que diría mi yo interior pero sorprendentemente no es Inner-Sakura, lo dice Kakashi.
—¿Cómo entró aquí? —pero mi pregunta se contesta sola cuando veo la ventana abierta y el aire del jardín colándose a la habitación. —Claro. ¿Qué nunca piensa cambiar? Además, ni siquiera debería estar aquí. Tengo que orar.
—Vaya, llevas mucho maquillaje…
El hombre con las manos en los bolsillos me mira curioso. Cómo me saca de quicio.
—¡Y eso a usted qué le importa! —Él suelta una carcajada y ahora soy yo quien lo mira curiosa. —¿Por qué no va con la túnica de Hokage?
Entonces él corta su carcajada y se pone serio, me mira a los ojos y no necesito que me diga nada. Le conozco demasiado bien.
—No vendrá, ¿cierto? —y él niega con la cabeza, abre la boca por debajo de su máscara pero tampoco sale nada. —Tampoco Tsunade. —termino de intuir. Otra vez está el nudo en la garganta que ahora no solo me ahoga, me quema también.
Aprieto los puños que se ven ocultos por la amplia tela del kimono, aún así Kakashi lo nota. Él también me conoce demasiado bien.
—Piensa que estás cometiendo un error. —Me dice por fin, después de arduos segundos en silencio que se sintieron una eternidad llena de martirio.
—¿Pero cómo puede pensar eso? ¡Esto es lo que más quiero en el mundo! Ha sido mi deseo desde que tenía 7 años.
Él se tensa bajo su uniforme y me reprocho mentalmente por lo que dije. —Yo también creo que es un error, Sakura.
El hombre se baja la máscara develando un rostro que ya había tenido el placer de conocer y se acerca hacia mi para tomarme el rostro entre sus manos y meterme la lengua en la boca sin preguntar, besándome con tal pasión que el aire pasa a segundo plano. Sus manos viajan entre las infinitas capas del kimono y busca mi piel hasta encontrarla.
Le rodeo el cuello con los brazos colgándome un poco de él, siento como sus manos viajan de mis caderas hasta mi intimidad y comienza a rozar suavemente por sobre la tela que nos separa. Abro las piernas y él no pierde el tiempo en introducir el dedo índice y el dedo medio en mi.
Embiste con su mano arrancándome un gemido de la garganta y continúa con su ritmo mientras sus dientes se comen mis labios a mordidas.
Hace círculos dentro de mi provocándome un éxtasis difícil de describir y con su pulgar estimula el clítoris mandándome olas y olas de placer por el cuerpo. Siento el cabello adherirse a mi cuello por el sudor casi tan claro como siento el aumento del ritmo en las penetraciones que Kakashi me regala.
Llego al celestial orgasmo dejándome caer en sus brazos.
Entonces le miro y tiene esa sonrisa de ganador, así que le planto una cachetada y él toma su distancia.
—Amo a Sasuke —le digo con la respiración agitada y el rostro azorado.
Kakashi me mira intenso como solo él sabe hacer y entonces se mete los dedos con los que me estimuló a la boca, chupándolos. —Tu cuerpo dice otra cosa.
—¿Por qué hace esto? —mi ceño podrá estar fruncido pero mi sexo se humedece incontenible solo con tenerlo frente a mi.
La relación con Kakashi era complicada, una noche de copas se descontroló todo y desde entonces hemos estado así. Complicándonos la existencia. Pero, que rico es complicarse con Kakashi Hatake.
—Estás cometiendo un error. —dice y se desaparece en su habitual nube de humo dejando solamente una hoja como testigo de su presencia.
La tomo entre mis manos y con delicadeza la coloco bajo la almohada. Kakashi será mi secreto más grande.
Después del encuentro no puedo hacer más que arreglarme el maquillaje y a pesar de intentarlo, orar fue todo un fracaso. Incluso termino masturbándome de nuevo.
N/A: Hola a todos lectores nuevos o viejos que ya me conozcan de otras historias o que sea la primera vez que les aparezco por ahí. Imagino fue la curiosidad la que los atrajo hasta acá y me complace saber si fue al menos la razón de una persona.
Esta historia es multi-ship de Sakura, habrá diferentes parejas que se desarrollarán conforme avance la historia y volveré a algunas y otras no las verán jamás de nuevo. Que sí, que es un Sasu-Saku pero, es uno muy triste. Quiero representar todo lo vacío que Sakura se siente y espero poder plasmarlo bien con solo letras y acciones.
Otra cosa bien importante, la mayoría de "tradiciones" o acciones que leerán no están basadas de Naruto sino que salen de mi cabeza, como el recorrer las calles usando el kimono para la boda y esta misma que será una asamblea. Todo es parte de mi cabeza así que no me maten por estar mal informada, es que quiero darle mis toques creativos a todo.
Espero les guste la historia y, personalmente, esta sí que la escribo porque es mía, porque quiero y porque puedo. Un beso.
-Alex.
