N/A: Está sería la primera vez en que me tomaré algo en serio. Veamos, quisiera ponerle todos mis sentimientos a este fic, y si bien no habré empezado de la manera correcta en el fandom de Frozen, (dejé sin continuar el fic que hice) quisiera arreglarlo. Ya que esté fandom, confieso un poco culpable, me marcó. No sé exactamente por qué, será por las personalidades de las chicas, quién sabe. Así que… aquí voy.

Este fic consta de capítulos cortos, es más para mi disfrute que para un público, realmente.

Frozen no me pertenece.

Capítulo 1-Entre recuerdos, dramas y olvidos.

Las personas como Ana, ciertamente, no saben qué hacer la mayoría del tiempo. Qué se supone que debía ser, a dónde se supone que debía ir, qué debía pensar, a quién debía creer. Así que en su cabeza, la mayor parte del tiempo, resuena la famosa frase: "La vida es un riesgo." Y Ana se avienta.

Hasta ahora cree que la ha llevado por un buen camino, no se arrepiente de nada. Está satisfecha, no es la persona que de niña imaginó ser. Pero estoy bien, piensa, y es suficiente. Ana es una persona bastante ruidosa, muy hiperactiva, muy distraída, muy de todo un poco. Ella suele meterse en muchos cursos; ¿Aquél es de música? Me apunto, adoro cantar. ¡¿Pintura?! Hay algo bonito en meterte ahí creando el escenario que tu corazón quiere plasmar. ¿De dónde sacas eso, Ana? ¿Bicicletas? ¿Idiomas? ¿Guitarra? ¿Teatro? O mejor aún, ya no necesitas pensar. Avienta todo eso de lado, envíciate. Videojuegos. Llena tu vida de ruido, Ana. El silencio no es una opción.

Ana tiene una hermana, su nombre es Elsa. Parece ser todo lo contrario. Elsa es, para los ojos de Ana, para los de casi todo el mundo, una persona perfecta. Elsa tiene esa aura irresistible que hace que Ana se frustre por no poder describirla, es intelectual, imponente, elegante… pero hay algo especial. Ana piensa que jamás encontrará las palabras adecuadas. Elsa es… Elsa es… Elsa es…

Elsa siempre prefería la soledad, para Ana era desesperante. ¡Maldita sea, maldita sea! La soledad nunca es necesaria, ¿a quién diablos le gusta estar solo la mayor parte del maldito tiempo? A Elsa. Era tan asocial que no soportaba grandes espacios concurridos de gente. No soportaba hablar con un grupo de personas sin sentirse abrumada, no soportaba ver los gestos, las muecas, la gente. Ana quería entenderla, de verás que lo quería. ¿Qué sentía? ¿Qué pensaba? ¿Qué era exactamente eso que no le gustaba?

Pero así es ella, decía, así es ella.

Ella, quien alzaría despreocupadamente sus hombros, y diría tal vez, a todo lo que Ana dijera. Y a Ana, como siempre, eso le habría bastado.

Elsa y Ana casi no hablaban, no porque Ana no quisiera, en el aire flotaba algo extraño cuando las dos estaban juntas, además, Elsa la evitaba. La evitaba como si tuviese lepra, como si portara una jodida enfermedad contagiosa. Sin embargo para la confusa mente de Ana Elsa actuaba diferente en contadas ocasiones. Siendo Ana como es, después de las fiestas llegaba a su departamento borracha y apunto de vomitar, Elsa estaba ahí en un segundo, como un ángel. Un verdadero ángel. La miraba con cariño y preocupación, acariciaba su mejilla y sostenía su cabello para que no lo ensuciara de vómito. Susurraba palabras bonitas.

Cariño, decía, estará bien, todo estará bien. Te quiero.

¿Eso le decía Elsa, o solo era una jugarreta de su mente alcoholizada? Ana a veces creía que no era más que un cruel, muy cruel, sueño. Y cuando abría los ojos y se encontraba en su cama, arropada y con el pijama puesto se permitía llorar. Muy en el fondo sabía que lloraba por todo lo que no pudo llorar antes.

A veces cree ver a Elsa mirándola con una sonrisa tímida, que se esfuma en un segundo. Cree sentir, las veces que cae dormida en el sillón después de ver un maratón de series, una mano suave y amorosa acomodar su cabello. Pero después de que Ana era consciente, Elsa se volvía fría y respondía a su animada charla con cortantes; "Si, no, uhm, tal vez."

Ana quería zarandearla, abofetearla. Gritarle un; — ¡¿qué mierda está pasando con nosotras?!

Ana quiere ver una oportunidad.

Mamá y papá, pensaba Ana recurrentemente, ¿qué ha sido de todos nosotros?

Pero su padre está muerto, así que… mamá, piensa Ana, ¿qué será de nosotras?