—¡¿QUE?!, ¡¿EMBARAZADA?!—Un grito se escuchaba en el consultorio del hospital de urgencias, en donde se encontraba una joven y un médico con una sonrisa.

—Así es, usted será madre dentro de pocos meses, felicidades, señorita Kinomoto— Dijo el medico para luego indicar a la paciente que saliera amablemente sin borrar ni un segundo su sonrisa, lo que empezaba a desesperar a la joven frente a él.

—Espere un segundo, yo... quiero decir, ¿cómo? —Ella se apresuró a decir mientras lo miraba con cara de horror.

—¿Cómo?, señorita, eso yo no se lo puedo contestar— Le dijo el un poco desconcertado con la actitud de ella.

—¡Yo soy virgen! —Aquello retumbo por las paredes de aquella habitación y luego de eso sonó una ligera carcajada del médico.

—Señorita, eso ya no es un hecho, me retiro, ya ha acabado mi turno, felicidades, cuídese mucho— Aquel pobre medico salió apresuradamente, ¿por qué a él le tocaban esa clase de pacientes?, dio un suspiro y se fue sin más.

Sakura Kinomoto estaba en aprietos, porque, ¿cómo le explicaría a los demás que estaba embarazada sin tener novio, en una escuela exclusiva para chicas y según ella… siendo virgen?

Sakura se quedo perpleja en su asiento, sin reaccionar hasta que una enfermera le pidió que saliera de aquella habitación.

Rápidamente se pellizco el brazo y dio un respingo por el dolor y un alarido por saber que efectivamente aquello no era un sueño.

Ella no quería ser madre a los 19 años, pero, no podía abortar, tal vez el medico se había equivocado, no… ella se había hecho una prueba de sangre, eso era casi imposible.

Iba a buscar una explicación a todo eso, ella ya no era virgen y ese era un hecho, pero, ¿quién diablos era el padre? Eso lo iban a responder sus queridas amigas.