DÍA INICIAL: "El Advenimiento"

Zero Kiryuu soñó con ella de nuevo. Noche tras noche, las mismas fotos; el escalofrío tortuoso que se repetía. La sangre era un hedor perenne sobre sus labios mientras mantenía los ojos cerrados, y con cada despertar regresaba el mismo nombre a sus pensamientos. Los dolores preliminares causados por sus transformaciones vampíricas ya eran muy ligeros, pero invocaban horribles cosquillas. Y al final terminó forzadamente adaptándose a la luz, por lo que los primeros rayos de sol del día no lo irritaban demasiado.

Otra jornada, y ahí yacía en su cama sin muchos deseos de levantarse. En su interior, lo único que le daba fuerzas para seguir adelante era su deber como cazador de vampiros y su responsabilidad como guardián de la Academia Cross, cuyo director aún evocaba en él un sentimiento de respeto fundido en ternura. Luego de lavarse los dientes y despabilar su pálido rostro con agua fría, procedió a vestirse con su uniforme de saco negro.

-"Probablemente te irás delante de mí..."

-"Sí..."

Seguían repiqueteando en su cabeza las memorias sobre aquel último día en que la había visto. A veces parecía que la intensidad del dolor disminuía, pero éste continuaba activo.

-"Algún día... te mataré..."

-"Te estaré esperando, Zero..."

El muchacho de cabellos platinados cerró los ojos y suspiró en silencio. Miró su revólver sobre su cama hecha, y la depresión todavía se apoderó de él, pese a haber transcurrido ya más de tres meses de aquel acontecimiento que lo había separado de su amor fallido.

Un golpeteo en la puerta distrajo su martirizante introspección. Era el director Kaien Cross, quien llamó con su alegre voz de pacifista:

-¡Buenos días, Zero! ¡Espero que ya estés vestido, porque necesito hablarte!

Sólo el silencio le respondió momentáneamente. El joven requirió unos instantes más para armarse de valor y salir.

-¡Vamos, Zero! ¡Es un hermoso día! ¡Hasta tengo el desayuno preparado para compartirlo contigo! Oh, vamos, Zero, sal de tu cuarto... Las mañanas son aburridas sin ti...; ya nadie quiere desayunar conmigo... -terminó quejándose en un aire de pena cómica.

La puerta se abrió, exhibiéndose la gélida efigie de ese hombre de diecisiete años, cuyos ojos lilas expelían terror y un aura nocturna más propia de espectros castigados.

-¡Ah, así me gusta! ¡Ven, muchacho, que tengo algo que contarte! ¡Ven conmigo, ven conmigo!

Zero le respondió con una expresión inofensiva y fue tras él con el rostro gacho. De hecho, casi siempre andaba con la mirada clavada en el piso, así que no era usual verle los ojos.

-¿Has dormido bien hoy, muchacho? -el Director le preguntó, aunque el chico contestó con un gemidito confuso. -Bueno, ¡me alegro! Cada día que amaneces es una bendición, o, ¿no lo sabías?

Zero levantó la mirada al sonar de ese comentario. Él lo sentía más como una maldición, pero los esfuerzos jolgoriosos de Kaien por mantenerlo a flote era imposible no notarlos.

Marcharon varios metros más, pero el director loco, que de tonto o loco en realidad no tenía nada, mantuvo silencio respetando la falta de espíritu del chico que, en un mes, cumpliría los dieciocho años.

Al llegar a la cocina, el legendario cazador de vampiros, Cross, se lanzó hacia la comida y fue colocándola en bandejas adornadas con dibujitos infantiles. Le ordenó a Zero que fuera a sentarse a la mesa del comedor, y aquél obedeció sin decir una palabra.

Todas las veces que él se sentaba en esa mesa miraba hacia delante y recordaba cuando solía desayunar con Yuuki. Se le llenaban los ojos de lágrimas. Desde la terrible masacre que Shizuka había librado contra sus padres cuatro años atrás, lo único que lo mantenía atado al mundo era esa chica sonriente, pero ahora, con su ausencia, la vida parecía no tener sentido.

-¡Zero...! ¡Mira lo que preparé...! -exclamó Kaien eufóricamente al ingresar en el comedor con varias bandejas repletas con comida-. ¡Tu favorito...: sopa de verduras!

El chico sintió su corazón contracturarse al percibir el delicioso aroma del plato que solía disfrutar con su hermano gemelo Ichiru. Apartó la mirada en un mohín de desagrado y declaró:

-No quiero comer eso... nunca más.

-Ah... P-Pero...

-¡Dije que no quiero! -gritó, arrojando un golpe al aire que casi revoleó el desayuno hacia el suelo. El Director se quedó boquiabierto sin saber cómo contestar, y el muchacho rápidamente cambió el tono furioso de voz para disculparse: -Perdóneme, Director... Yo... comeré otra cosa si así lo desea.

-Está bien. Preparé más cosas. La sopa me la tomaré yo. ¡Huele deliciosa! Toma -dijo, entregándole un plato con frutas y tostadas con mantequilla dulce-. ¡Que lo disfrutes!

-G-Gracias...

Luego de un silencio inicial, y antes de que Zero tomara su primera probada, habló sinceramente desde su corazón:

-Lo siento...

-¿Eh?

-Lo siento mucho, Director... No debo...

-¡Neh, neh, neh! ¡Está bien, chico! No es fácil estar en tu lugar. Por eso, no te preocupes. ¡Come, come!

Una pausa.

-Y, por cierto, debes decirme qué otras comidas te gustan. ¡Puedo prepararte un plato especial para tu cumpleaños! ¿Qué te parece?

-Gracias...

-¿Oh?

-Gracias por su amabilidad... Incluso cuando yo... -Su voz quiso entrecortarse. -Muchas gracias.

-¡Ni lo menciones, muchacho! En serio te lo digo...

Se tomó un momento para observarlo. La beldad tan joven, tan en la flor de la vida, de la que el muchacho gozaba, se opacaba por las tinieblas de sus párpados agotados, afligidos y enfermos. Se esperanzó, por ende, en que su plan fuera a dar resultado.

Oye, Zero, hay algo que debes saber, ¡y de seguro te cambiará el estado de humor!

-Escucho.

-¿Has oído hablar de la familia Airen?

-Eh..., no..., no creo... –respondió sin realmente atender a sus memorias.

-Es una familia muy popular de cazadores de vampiros del condado de Kozumi.

-Ah... Bueno, sí, puede ser...

-La cuestión es que su hija será enviada aquí.

-¿Y?

-El porqué de dicha transferencia es aún una incógnita para mí, pero, aunque sospecho que las circunstancias son un tanto oscuras, el hecho es que esta jovencita es especial y podrá ayudarte en tu labor de prefecto.

Zero Kiryuu miró a Kaien con una expresión rígida de escepticismo, ante la cual recibió una pregunta sencilla que intentó apaciguarlo:

-¿Qué? ¿Algo te molesta? -Él negó con la cabeza, arrojando la mirada por la ventana. -No te preocupes. Esa chica es sensata; la conozco desde hace unos cuantos años y realmente está compenetrada con su linaje. No es de esas personas molestas que no cumplen con sus responsabilidades. Se llevarán bien.

El joven suspiró y se rindió para consultar:

-¿Cuándo llegará?

-Mañana.

-¿Qué? ¿Mañana? ¿Tan pronto?

-¿Eso es malo?

-No -dijo gravemente al levantarse de su asiento-. Gracias por esta comida.

Lo más resumidamente que pudo, cerró el tema y se fue a clases. De diez de ellas, sólo en cuatro estaba presente, únicamente para aprobar las materias y que no lo molestaran con idioteces. Y al final, cuando llegaba el atardecer, las chicas de la Clase Diurna gritaban a unísono su fanatismo por los bellos vampiros del turno nocturno. Por otro lado, ante la ausencia de Kaname Kuran y sus compañeros Ruka, Hanabusa, Rima, Shiki, Ichijou, Akatsuki, nuevos estudiantes habían ingresado en la academia; el actual presidente de dormitorio era una vampiresa de cabello verduzco con diversas habilidades.

Consecuentemente fue que Zero había tenido que ponerse en guardia para hacerles saber a los nuevos que él no era un joven cualquiera con quien podían jugar como en el caso de los otros estudiantes humanos. Desde el comienzo de las clases nocturnas y hasta avanzadas horas de la madrugada, el cazador de vampiros trabajaba vigilando cada esquina, y sus enemigos naturales le tenían tanto miedo como a cualquier Sangre Pura.

Hacía tiempo, bastante, que la felicidad no se reflejaba en su rostro. Lucía en él tan sólo el rigor del deber impuesto y del pesar rutinario, que se adueñaba de sus amaneceres y de cada inclemente noche.

Dormía más tiempo en clase, ya que ocupaba casi todas sus horas en proteger el balance de la academia que le prestaba hogar. Por fortuna, su intelecto era lo suficientemente fresco como para absorber el conocimiento sin tener que leer dos veces un mismo libro.

Como a las dos de la tarde en ese día nuevamente despuntado, un enviado de Kaien Cross interrumpió la clase de filosofía con un mensaje para el varón ajado. Las palabras le fueron transmitidas a través del profesor al frente:

-Zero Kiryuu, preséntate en la oficina del Director inmediatamente.

Los demás alumnos farfullaron ignorantes y observaron la retirada del muchacho, quien nunca parecía ser jaqueado por nada. Con pasos calmos y seguros, avanzó hasta el despacho de su líder, mientras tanto su conciencia triste siguió elaborando pensamientos vacuos y agrios, ¿quizás por cinismo de su propia mente ya retorcida? Era su estilo de vida; imposible salir del mismo.

Tocó a la puerta antes de entrar a la oficina, y la voz de su padrastro le dijo desde dentro, con ese tono contento tan usual:

-¡Pasa, muchacho, pasa!

En el momento en que abrió la puerta, una figura se volteó hacia él y lo hizo presa de la parálisis, como no le había ocurrido en varios meses. Era una jovencita de redondeados ojos celestes y melena negra atada en una cola de caballo alta. Un listón rojo pendía de ésta, y vestía un traje de viaje beige con botones grandes. Su mirada era tan inofensiva y cándida, que el cazador de vampiros quedó embelesado y no fue capaz de reaccionar. Sólo tres meses en el pasado había visto una belleza semejante en un rostro pálido y adolorido.

Kaien habló con alegría:

-Zero, te presento a Kira Airen. Kira, te presento a Zero. Él será tu compañero en tu labor de prefecta.

-¿Kiryuu...? ¿Zero... Kiryuu...? -dijo ella. Su voz era celestial. Suave como ninguna en la Tierra, sensata e inteligente, y el joven de cabellos platinados no pudo evitar sonrojarse.

-Así es, querida. Es un cazador de vampiros como tú.

-¡Oh...! -respondió Kira con un gesto de debilidad antes de hacer una reverencia-. ¡Mis respetos, Zero Kiryuu...! ¡Es... Es un honor conocerlo...! He oído grandes cosas de usted y su familia-

-No me trates de usted -el chico la interrumpió súbitamente y con un mohín de peligro espiritual.

La dama fue retenida por esas cinco palabras y permaneció ligeramente boquiabierta al sentirse amenazada por un caballero en supuesto noble pero de sorpresa rústico. Era así de esperarse que el Director interviniese para serenar el aire.

-Oh, vamos, vamos, Zero; Kira te tiene mucha admiración. Eso es todo.

-Discúlpeme, señor Cross -la chica habló de nuevo-. No quisiera ofender a Zero Kiryuu; es que-

-No hay problema, linda. Sólo tutéalo; no hace falta que tengas tantas formalidades. Después de todo, ustedes dos son pares.

-¿P-P-Pares? ¡Pero-!

-¿Qué crees? -Zero regresó con su solemne voz-. ¿Que soy de la realeza? Pareces uno de esos vampiros cuando ven un Sangre Pura...

-¡Ah...! ¡Yo...! -ella respondió sumida en la angustia y un rubor avergonzado. Sus ojos temblaron y quiso esconderse.

-Vamos, Zero, por favor... -Kaien terció por segunda vez. Como réplica, el muchacho apartó la mirada por unos instantes. -Kira, Zero será tu compañero. Él es prefecto y custodia la Academia para mantener el orden entre la Clase Nocturna y la Diurna, como lo harás tú.

-Ah..., ¿sí...?

-Sí, claro. A eso me refería. Incluso se te asignará un arma para hacerle frente a las posibles complicaciones de tu tarea.

-Artemis ya no está -el joven hombre de ojos lilas le recordó agriamente, haciendo referencia al instrumento que solía antes emplear Yuuki, la mujer que le había dado la espalda.

-Lo tengo presente. Por eso... -empezó, buscando en el cajón de su escritorio- es que tengo... esto. -En sus manos sostuvo un látigo que brillaba como la luna. -Su nombre es Ayilai... Es todo tuyo; aprenderás a usarlo muy pronto.

-¿Es... para mí...? -Kira preguntó insegura mientras recibía el azote en sus dos manos blancas.

-Sólo para ti. Pruébalo como liana después, en la zona del bosque; verás que hasta puede resultar divertido -terminó, sonriente.

-Ah... Gracias... Muchas gracias, señor Cross... Yo...

-¡Ah...! Sólo dime "Director".

-Director... Gracias, en serio.

-¿Ya puedo irme? -Kiryuu interrumpió.

-No, no, espera. Quería pedirte que acompañaras a Kira hasta su habitación. Su maleta es pesada y su guardián ya se fue.

El chico suspiró.

-Está bien.

Sin mirar a la jovencita siquiera, tomó la gran valija y recibió la llave del correspondiente dormitorio.

-Es el cuarto veintitrés. -El varón prefecto se dispuso a abandonar la oficina, con la nueva estudiante a sus espaldas. Antes de salir el Director propuso, aún coronando su rostro con un gesto jovial:

-Oh, Zero, incluso podrías llevar a Kira a dar una vuelta por la Academia. Es un sitio grande; será mejor que la escoltes durante los próximos días para evitar que se pierda.

En contestación, Zero espesó su mirada y se retiró del despacho sin decir una palabra. En su soledad, Kaien suspiró con preocupación.

En el trecho hacia el dormitorio número veintitrés, el cazador de vampiros permaneció mudo como su nueva colega, quien, sonrojada, procuró hasta respirar con cuidado para no molestarlo. Al llegar a destino, el joven abrió la puerta y entró el equipaje. Kira se mantuvo en la puerta.

-¿Piensas quedarte ahí? ¿No vas a entrar? -dijo él fríamente.

Ella ingresó apocada.

-Es muy acogedor. Gracias por acompañarme.

-Te sugiero que te vistas con el uniforme.

Sobre la cama, el traje negro de los estudiantes diurnos estaba listo para ella. Zero la dejó sola y la muchacha se lo probó. Le quedaba genial, incluso con la insignia de prefecta en el brazo. Ni bien salió ante Kiryuu, éste recordó la silueta de Yuuki, lo cual lo avivó para irse cuanto antes. La memoria fundida en una imagen presente le comprimía el estómago y le anudaba la garganta.

Dio unos cuantos pasos lejos de Kira y la interpeló sin mirarla:

-¿Vas a venir?

La doncella Airen trotó hasta él y lo siguió en silencio. El otro la guió por los pasillos del dormitorio de chicas, quienes contemplaban horrorizadas la presencia del prefecto indiferente, así como vistazos extraños se dirigieron a la nueva estudiante.

-¿Será ésa la nueva prefecta? -mascullaban entre sí-. No puedo creer que realmente hayan cambiado a Cross... Ojalá no sea tan fastidiosa como ella...

La joven de cabello negro prestó atención a esos comentarios sigilosos. Zero habló; su voz, teñida en la severidad:

-Si tienes alguna pregunta, hazla ahora.

Ella no supo por dónde empezar y optó por callar. El látigo Ayilai estaba guardado en su cuarto, y sus manos se entrelazaron juntas sobre su falda.

Realmente para Kira no era lo más oportuno venir a cruzarse con un hombre tan áspero. Se protegió a cada segundo como pudo, repugnando los vestigios de sensibilidad que se aunaban en su pecho.

La situación fue constante por más de media hora. Los dos nuevos guardianes dieron vueltas por la academia hasta llegar al edificio de los estudiantes vampiros, destino en el cual Kiryuu aprovechó a interrogarla, sin atreverse a mirarla a los ojos:

-¿Qué es lo que sientes por ellos?

-¿Umh...?

-Dime si los odias. ¿Odias a los vampiros? O, ¿soportas vivir entre ellos?

Kira se ruborizó y apartó los ojos celestes, hipando en un nerviosismo que denotó una amargura reprimida. El hombre se quedó esperando.

-Y-Yo...

-No voy a matarte porque hables. Sólo necesito saber lo que sientes.

-P-Pero... Yo... N-No quisiera hablar de eso...

-Agh, claro... Eres como todos... -expresó Zero, tendiendo a dejarla sola a raíz de su irritación-. Incluso siendo hija de cazadores...

-Lo siento...

-No digas nada. Debe ser que la sociedad está repleta de ellos y los humanos han decidido acostumbrarse.

Kira guardó silencio con los ojos empotrados en la tierra. De pronto una emoción pesada afloró de su quid y se puso seria. Consecuentemente, cuando Zero quiso marcharse, con o sin ella, ésta declaró vacilante:

-Mi familia... odió a los vampiros desde siempre... y me enseñó a odiarlos.

-No me interesa lo que hayan pensado tus padres. Me interesa lo que pienses tú. Si vamos a ser compañeros, debo saber cuál es tu postura en el tema.

La mujer calló. El varón la miró desafiante y entonces siguió caminando con ella a la zaga.

El Director les permitió evitar las clases; consideraba más necesario que Kira se ubicara en el lugar, por lo que Zero tuvo que estar con ella hasta el anochecer.

Cuando la luz del sol comenzó a menguar, el joven le indicó cómo manejar a los estudiantes diurnos durante la entrada de los vampiros a clases. Ambos prefectos se situaron ante la multitud de chicas y contuvieron sus locuras. En realidad, la imagen de Kira no inspiraba ni la más mera autoridad, pero Zero era fácilmente capaz de lograr que nadie le pasara por encima. Sin embargo, cuando las puertas se abrieron y los vampiros comenzaban a hacerse ver por los humanos, la mirada de tal muchacha se transformó; se erizó. El espíritu de Zero percibió una extrañeza flotando en el aire. La presidenta de dormitorio de cabellera verdusca, Shikara, la miró fijamente con una sonrisa fina y sutil, mientras los hombres chupa-sangre que la escoltaban presintieron que la nueva prefecta sería un festín digno de probar.

Shikara decidió hablar, y alrededor suyo se erigió una pared de silencio.

-Vaya... Así que Kiryuu tiene compañera... Querida, ¿tendrías la cortesía de presentarte?

Kira no le contestó sino con un par de ojos filosos y vehementes.

-¿Mmm...? Mis instintos me dicen que eres alguien muy especial..., ¿podría ser?

Aún, nada como respuesta.

-Espero que podamos entablar una buena conversación... más tarde... -dijo al final la presidenta, alejándose con pasos lentos.

Ajena al perturbador tono de voz de la vampiresa, Kira Airen no contestó ni con el más mísero murmullo. Se notó su pecho inflarse en una repentina y breve aceleración una vez que la otra ya estuvo distanciada. Y Zero Kiryuu, que si por algo se destacaba era por ser perceptivo, mantuvo en la mira a su nueva acompañante, mientras no perdió rastro de los vampiros estudiantes hasta que todos desaparecieron.

Al transcurrir una hora, ya en noche cerrada, el joven que una vez había caído al Nivel E se encontraba en el balcón del ala donde, en la oscuridad, los alumnos pálidos tenían sus clases. La chica Airen estaba con él, sentada en el borde de dicha plataforma.

-Sueles pasar mucho tiempo aquí... -ella dedujo, aunque él no dio réplica.

Durante varios minutos, ninguno de los dos habló. La tensión de un desagrado mutuo aún impreciso y que no obstante se sentía más matizado con dolor o bien con temor a relacionarse, latió entre él y ella, rebotando en un compás tedioso, hasta que la mujer encaró los hechos:

-Lamento mucho ser un estorbo para ti... Supongo que tu compañera anterior era muy buena...

Con eso, Zero echó la mirada en otra dirección y apretó los puños. Fue una buena fortuna que un grito a lo lejos cortara el momento y deshiciera la aún peor rigidez que se había generado tras ese último comentario. Kira se alarmó y luego el hombre saltó del balcón con el objetivo de atravesar la arboleda antepuesta ahí abajo. Al arribar a la fuente del peligro halló a Rikken, uno de los vampiros más atractivos pero también más vagos y rebeldes. Desconociendo estos dos últimos rasgos, las chicas ingenuas del turno día se rendían ante él y se convertían en víctimas de su dentadura puntiaguda. Era una jovencita de primer año la que esta vez había sido atacada, y Zero no dudó en apuntarle al agresor con su revólver plateado.

-Ah... ¿Vienes a unirte a la fiesta? -dijo aquel perverso.

-Suéltala, Rikken.

-Agh... Eres tan aguafiestas, Kiryuu...

Con ese comentario, se lamió los labios ensangrentados y el prefecto no aguantó más, jalando del gatillo y ocasionando que el vándalo fuera fogosamente herido en su pierna. Un alarido desgarrador y un fétido olor a sangre se trasladaron por los aires, percibidos ambos por los vampiros en las aulas.

-¡M-Maldito...! -vociferó Rikken-. ¡¿Cómo... te atreves...?

-La próxima vez no actuaré de la misma manera. El Director sabrá de esto, pero te advierto: si atacas a otra estudiante, no tendré compasión contigo.

Sin más, el guardián alzó en sus brazos a la alumna herida y se retiró prestamente con la misma en dirección a la enfermería. Avanzó sigilosamente y procuró no dejarse ver por nadie a fin de no despertar rumores de cara al día siguiente.

Paralelamente, Kira Airen aguardó. De pie frente al barandal del balcón que le daba una excelente vista del firmamento azabache, fresco y joven, no pudo ordenar sus pensamientos. No fue capaz de poner en su lugar su histórica opinión acerca del linaje de los Kiryuu, cazadores de renombre, y no caer en la actual incomodidad y la vergüenza ocasionada por el evidente mal karma de Zero, el último heredero de aquella estirpe. Suspendida en la inercia de su mente fatigada y de su corazón vapuleado, su cuerpo se mantuvo estático.

A falta de estorbos, su soledad fue quebrada poco después. Aprovechando la oportunidad de dar con una humana físicamente apetecible y de momento desprotegida, Zashi y Deimou, agresivos estudiantes vampiros asimismo fugados de clases, saltaban del tejado del edificio hasta aterrizar ante la chica. Cada uno por distintos lados, terminó arrinconándola. De sus fauces brotaron palabras oscuras, que Kira escuchó, con rubor en las mejillas y con el estómago revuelto en una turbación veloz y repentina:

-Hola, prefecta...

-Así que eres la nueva...

-Muy bonita, muy bonita.

-Has venido para quedarte, esperamos.

-Hacía falta una mujer con semejante atractivo por aquí...

-Sí... Una más o menos complicada... Y a esta se le nota, ¿no?

-Sí, difícil de tener quieta.

-Sabes..., nosotros siempre les damos la bienvenida a los alumnos nuevos...

-Pero, Zashi, deberíamos enseñarle quiénes somos... No debe olvidársele...

La chica sólo los miró con hondo desprecio. No quiso dar la impresión de hallarse intimidada de cara a esas oraciones bravuconas, aunque de momento le temblaran las piernas y muriese por salir corriendo.

-¿Qué te pasa? ¿No te dan miedo los vampiros? -dijo Zashi justo antes de abalanzarse hacia Kira y sujetarla del cuello.

Eran muy ágiles. No pudo prevenirlo. Sus brazos lánguidos no fueron capaces de oponer resistencia. Ella gimió en el instante en que sintió su garganta presionada por el antebrazo del abusador, mas luchó internamente por no exponer el miedo.

-¿No vas a gritar? -Zashi siguió, susurrándole al oído-. Eres valiente... y aún no has mirado mis labios... Ni siquiera tienes deseos de besarme como las otras humanas... Me encanta.

-Las mujeres distintas valen la pena, Zashi -dijo Deimou en un tono lascivo.

Kira empezó, con los dientes apretados y a punto de gruñir:

-Tú... Suéltame, pedazo de...

-¡Oh...! ¿Eres brava? ¡Aún mejor!

La doncella no lo toleró, y con su codo dirigió gran agresión hacia la nariz del vampiro que la sujetaba. La maniobra fue complicada pero exitosa. Zashi se agarró la cara y jadeó adolorido. Luego se volteó y le arrojó una rígida patada al abdomen y un puñetazo a la sien, tumbándolo por completo. En el rostro de la enérgica joven se erigió una mueca de odio y determinación. Empero, Deimou la tomó por la espalda, sin permitirle tomar el control total. Furiosamente, le murmuró con los colmillos expuestos:

-Vas a pagar por esto, niña. Nunca debes meterte con nosotros así.

Zashi se levantó y, lleno de rabia, le sujetó las manos a la chica y acercó sus dientes a esas muñecas pálidas. Con los ojos sobrecargados con impotencia, la nueva prefecta gritó:

-¡Déjame, basura!

Ella cerró los ojos y las lágrimas cayeron por sus mejillas. Su alma gimoteó y se sintió violada por vampiros. Su integridad no se hallaba en buenas condiciones como para tolerar un acto de tal lascivia. Fue débil y se derrumbó.

Sólo un hecho oportuno, milagroso dadas las circunstancias, la salvó de perder sangre y aún más el honor, en el justo instante en que Zero Kiryuu separó a Deimou de la muchacha y golpeó a Zashi en la cara. Ella se quebró en el suelo y el guardián de cabello plateado los miró con rencor.

-¡K-yagh...! ¡Pagarán por esto, prefectos! -Deimou aulló recomponiéndose, y Zashi gruñó.

-Ya, nos ocuparemos después...

-Maldita sea...

-Vamos.

Enfrentando a un guardián que ostentaba ser imperturbable, los dos vándalos se vieron obligados a marcharse, atiborrados de cólera y con hambre. Desaparecieron en la oscuridad del bosque por allí abajo.

Kiryuu estaba acostumbrado a eso, y a los vampiros no les temía ni una pizca, pero Kira estaba tan azorada por lo sucedido, que le costó ponerse de pie. Todavía temblaba de angustia, y luchó por esconder las lágrimas en sus mejillas.

Insensible, el varón se le quedó mirando pero no la ayudó a erguirse; ella sola se animó a volver sobre sus piernas, gimoteando.

-L-Lo siento... Lo siento... Yo... –fue lo único que pudo intentar decir. Estaba pálida.

-Ya vi lo que pasó. No pongas excusas... Supongo que cuando estés armada, esto no pasará, ¿cierto?

-Lo siento tanto... No quise...

-Zashi y Deimou son vampiros conflictivos. Si no les pones un alto desde un inicio, es más difícil contenerlos después, pero no dejan de ser un par de imbéciles. De hecho, debes ir aprendiendo cómo lidiar con cada uno de todos ellos. No puedo sacarte de problemas constantemente. ¿Lo entiendes?

-Sí...

Él suspiró, frío e insípido. Se volteó hacia su próximo destino. Con las manos en los bolsillos, declaró:

-Vamos. Debes ir a tu dormitorio. Mañana tienes clases.

Caminó a la salida del balcón, y la chica siguió sus pasos abatida. La deshonra le selló los labios.

Al alcanzar la recámara, Kira hizo notar sus exasperantes deseos por entrar y refugiarse. Zero Kiryuu le dio un aviso antes de que huyera:

-Yo siempre vigilo los alrededores durante la noche. Por ahora harás guardia menos tiempo que yo, pero gradualmente tendrás que ir trabajando más.

-Está bien –ella respondió sin mirarlo, con los ojos clavados en el pomo de la puerta, que también sostuvo dentro de su mano.

-Te vendré a buscar mañana a las nueve.

El hombre dio un paso y luego dos para irse. Ella abrió la puerta bruscamente y se detuvo. Entonces se mordió el labio y habló en voz alta sin voltearse todavía. El recato apenas le dio ánimo para girar su cabeza por encima de su hombro izquierdo hacia él, pero ocultando su rostro detrás de sus mechones negros sueltos y su flequillo brillante.

-Zero Kiryuu. Yo... Gracias por salvarme... Te prometo que no volverá a pasar... No quiero ser una carga.

El hombre no le contestó ni se volteó tampoco. Sus pies se habían frenado, pero posteriormente sólo se marchó.