Cruel Clocks
¡Hey! Regresé de la muerte :3 Bueno, no -_-
Esta ocasión traigo un regalo súper especial.
¡Un Fanfic del mundo de Tarjetas! ¡Kyaaaa!-grita emocionada mientras rueda por el suelo feliz.
Yahoooo~grito estadounidense.
Kesesese~grito prusiano.
Fusososo~grito español.
Sorry, mi emoción me gano D:
Desde que conozco el Cardverse le traía ganas, y por fin pude hacerlo.
La verdad esto era de una trama mía para Kuroshitsuji, pero al final me quedo mejor aquí en Hetalia :D
Oh casi lo olvido...
/Salen globos de colores y un pastel de chocolate/
¡Feliz Cumpleaños atrasado Ari!
¡Ojalá te guste tu regalo!
Y espero me perdones la tardanza, ya sabes tú porque demoré tanto D:
Y bien no es algo así como lo que hace Solitudely, ni en sueños alcanzó a Soli :3 pero sí con amor Tsundere de Administradora UsUk y amiga incondicional.
Y a mis lectores, también disfrútenlo.
Dedicado a: Ari, mi hermosa amiga que suele matarme de ternura, pero que Hikari no golpeará ;D
¡Te mereces más!
Te quiero mucho, mucho y gracias por ser tan comprensiva y buena conmigo ;O;
Pareja: King! Alfred X Doll! Arthur, UsUk.
Categorías: Romance, Drama, Song-Fic, Fantasía.
Disclaimer: H. Himaruya Hetalia ;)
Música H. Miku, Crypton Media.
Inspiración y parte de la trama: Cruel Clocks de Hatsune Miku.
Summary:
Aquel día en que me enseñaste a sonreír, pude comprender que el amor no tiene límites, ni un final.
Incluso si en mi cuerpo no fluye la sangre, aún puedo recordar tu calidez.
¡Ahora sí a leer!
3 2 1 ready...
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Cap. 1: Destino
*~Los sonidos rotos reverbando en el aire son fragmentos del monocromo.~*
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Desde que tenía 9 años le había llamado la atención el gran reloj suizo que yace abandonado en el sótano del castillo.
No sabía por qué, sólo que algo en ese artefacto lo estaba llamando, algo que susurraba su nombre con anhelo.
Pero no le asustaba para nada, al contrario le causaba más curiosidad.
Después de todo el futuro Rey de Espadas era muy valiente, pero lo que en ese reloj había, lo descubriría 3 años más tarde.
...
Una llave fue depositada en las manos de un niño de 12 años, cuyos orbes tornasol parpadearon confundidos.
Levantó el rostro para mirarla con fijeza.
-¿Qué esto?-preguntó sujetando el objeto entre sus manos.
-Busca el antiguo reloj que se encuentra en el sótano, ahí está tu regalo-indicó la mujer con voz suave y alentadora, por lo que el chiquillo salió corriendo apresurado en llegar al sótano del gran castillo.
Era su cumpleaños y su madre le había hecho el mejor regalo de todos.
Una vez que llegó allí se quedo plantado frente a la puerta observándola seriamente.
Tenía que entrar.
Aunque le aterrorizaba la idea.
Con temblorosas manos tomó el pomo dorado, y abrió.
Frunció el ceño aventurándose a bajar los escalones, no sin antes encender el fuego de un candelabro que no paraba de intentar apagarse por el movimiento.
Entre tantos cachivaches, cosas viejas y el polvo no podía hallar lo que buscaba.
Alfred miró de un lado hacía otro notando cuantos muebles se encontraban dejados en el olvido.
Hasta que en el fondo lo que a él se le figuraba un enorme ropero cubierto por una sábana blanca sucia, polvienta y vieja, resulto ser el reloj inservible que su madre había votado hace años atrás.
Se acercó a pasos lentos pero decididos, jaló con ambas manos la gran sábana, tirando con algo de rudeza para quitarla cayó al piso con todo y sábana polvienta encima. Se rió ligeramente y comenzó a toser debido al polvo.
-¿Qué es esto?-se auto cuestionó analizando fascinado lo hermoso de aquel reloj suizo tan antiguo y sonrió.
Abrió un par de pequeñas compuertas al introducirles en su extraña cerradura la llave que su madre le había regalado.
Un cofre largo fue lo que encontró en donde debían estar las partes restantes del reloj.
Era viejo, rústico y bien diseñado, lo tomó con ambos brazos teniendo sumo cuidado de no tropezar y dejarlo caer al suelo.
¿Realmente ese era su regalo?
Una vez bien colocado en el piso el cofre fue abierto con esa pequeña llave dorada que Alfred traía en sus manos.
Se quedó abstraído por tan magnífica belleza impregnada en aquel objeto que se hallaba dentro de ese cofre acolchonado de terciopelo blanco por dentro.
-¿Un muñeco?-murmuró extrañado sin dejar de observarle maravillado.
Era bello, bastante lindo.
Por un instante se dejo engañar creyendo que era un humano, así de real y vivo se veía.
Pero era obvio que ningún ser vivo sobreviviría encerrado en tan reducido espacio y sin oxigeno.
Era un joven de 17 o 18 años quizás, mucho más alto que él, de hermosos cabellos color oro cenizo con corte variado porque sus mechones no eran iguales.
Su piel blanca como el nácar, tersa y cremosa a la vista sin mencionar aquel par de pestañas níveas largas, y caídas hacía abajo como un aguacero.
O esa nariz respingada y simétrica, los provocativos labios cincelados y delgados, todo resultaba perfecto en él.
Parecía ser que representaba a uno de los Reyes o Reinas de los 4 Reinos en el mundo de las Tarjetas.
El traje que cubría su delicado cuerpo era un conjunto de camisa blanca de seda, un chaleco y unos elegantes pantalones elaborados en color azul cobalto.
Adornado con un sin fin de listones y encajes en la vestimenta como: un moño azul marino atado a su cuello, los zapatos eran botas color café crema de tacón semi-alto.
Una verdadera obra de arte.
Se quedo mirándolo hasta que la tentación le hizo sucumbir y con uno de sus dedos se atrevió a tocar el rostro de ese muñequito. El escalofrío placentero que recorrió su espina dorsal al sentir esa piel bajo su tacto era inexplicable en su totalidad.
Y logró percatarse de que en efecto ese muñeco no estaba hecho de porcelana, su piel era...humana.
-Qué raro...-admitió levemente sorprendido acto seguido acarició su cabellera con parsimoniosa dulzura inusual.
Su cabello era sedoso y olía bien, también era real. Suspiró.
¿De qué color serían sus ojos?
La curiosidad creciente lo apresó llevándolo a querer sentar al muñeco y hacer que abriera los ojitos.
Lo levantó con cuidado tomando la nuca con su mano derecha y notó un diminuto orificio en la misma, así que su mirada escarlata se posó en ese sitio y sonrió.
¿Con qué había que darle cuerda, eh?
Puso la llavecilla y comenzó.
-Bien aquí voy...-declaró.
Una vuelta, Dos vueltas...y espero expectante, ese juguete iniciaba un movimiento mecánico que le hizo suspirar con decepción, no era lo que creía.
O eso pensaba...
Hasta que los ojos esmeraldas tan fríos de ese ser, le observaban de manera pragmática y Alfred se sintió profundamente trastocado, aquella inusual conexión de miradas se torno intensa, el chiquillo de cabellos dorados levantó una mano con la esperanza de acariciar ese delicado rostro.
Sus orbes eran verdes como los grandes prados de sus tierras.
"No, son aún más bellos" pensó.
-¡Príncipe Alfred! ¡¿Dónde está-aru?!-gritó a lo lejos la Sota de Espadas, quién era Wang Yao.
Alfred parpadeó y se alejó del muñeco, éste le miro confundido ladeando la cabeza con elegancia.
El príncipe volteó en dirección a la entrada del sótano porque unos pasos se oían próximos a ellos.
-¿Estás aquí -aru?-volvió a insistir la Sota, por ese tono que empleaba se notaba preocupado.
¡Claro!
Hacía horas que lo dejó solo para ver a su Madre, aunque no le aviso.
-¡Sí estoy bien! ¡Enseguida subo!-respondió un tanto aturdido porque no quería que Yao bajara a darle un regaño frente a su regalo.
-¡De acuerdo, dese prisa!-
Suspiró aliviado al dejarse caer sin mucho esfuerzo al piso de vieja madera.
¿Qué había sido aquello? Era como si hubiese entrado en algún tipo de trance temporal, uno donde su objetivo era perderse en los ojos de su contrario.
Entre tanto el joven le seguía mirando quietecito desde su sitio, sin atreverse siquiera a moverse o parpadear.
Alfred hecho una leve, risueña y alegre carcajada, estaba nervioso.
-¿Por qué me miras así?-preguntó curioso, el muñeco cerró los ojos. Alfred quiso soltarse a reír... ¡Por favor, como si le fuese a contestar!
-Por ningún motivo...-afirmó el individuo de ojos verdes, el niño se quedo de piedra.
-¿H-hablaste?-su voz tembló ligeramente.
-Sí...-contestó el otro tranquilo.
-Mi nombre es Arthur Kirkland, encantado de conocerle su majestad...-musitó, pronto sintió el cuerpo pesado.
La cuerda se estaba terminando.
¿Qué clase de persona le daba tan poco tiempo?
Por lo que veía ese chiquillo.
Él, no era como los demás, aunque observándole bien eso era obvio.
-¿Ve-vendrá a verme?-preguntó con debilidad antes de comenzar a cerrar sus orbes y dejarse caer por completo quedando inmóvil.
Alfred le miro con sorpresa pero de inmediato cayó en cuenta de que probablemente Arthur se había quedado sin cuerda, acarició sus cabellos lentamente mientras le acomodo otra vez dentro de la caja.
-Claro que vendré a verte...-murmuró antes de cerrar bajo llave el baúl, y el reloj suizo, dejando en aquel solitario lugar a tan bello muñeco.
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El príncipe resopló con sumo aburrimiento por decima ocasión en la hora.
La Sota levantó una ceja inquiriendo una pregunta muda, el joven no tuvo más opción que retomar la atención a su clase de Etiqueta, en la cuál Yao insistía sobre el uso adecuado de los utensilios en la mesa, y el pobre Alfred rebatía el libre albedrío que poseía acerca de su vida, modales y más.
La Sota insistía de sobremanera guardando su compostura, el de ojos azules replicaba con argumentos aceptables pero inmaduros para su edad.
Alfred F. Jones el futuro Rey de Espadas, era un joven de cabellera dorada con un cachito que sobresalía de su rebelde peinado, ojos azules como los zafiros de su Reino, los cielos y mares.
Piel bronceada en color acanelado, alto, un poco fornido, y muy guapo.
Tenía ya 19 años pero su actitud en ocasiones era como la de un chiquillo de 12.
Luego de unos minutos la clase se terminó.
Jones dibujo una sonrisa enorme en sus labios.
Yao empezó a dar instrucciones acerca de la siguiente lección mientras recogía los utensilios utilizados.
-Puede retirarse Príncipe Alfred y recuerde qu...-pero cuando se dio cuenta Alfred se había ido rápidamente.
-¡Qué rápido-aru!-exclamó sorprendido antes de salir de la habitación e ir a cumplir el resto de sus labores.
Por su parte Alfred llegó a sus aposentos, en dónde tocó la puerta con suma tranquilidad a pesar de su emoción.
Una voz leve se escuchó desde dentro otorgándole la autorización necesaria para ingresar, el joven aumentó su sonrisa complacido.
Y allí, sobre la enorme cama cubierta por doseles índigo, estaba Arthur, el muñeco de aparentemente 17 años, sentado elegantemente con las piernas cruzadas mientras bebía una taza de Té caliente y le dedicaba una mirada pragmática a su dueño.
-¿Cómo estuvo su clase, su majestad?-preguntó con acento refinado mientras depositaba la taza en el buró al lado de la cama.
El joven heredero surco una sonrisa tranquila, e hizo un leve gesto de molestia.
-Aburrida, nada nuevo. Además, te he dicho que me llames Alfred...-se acercó a Arthur acariciando su mejilla con tacto grácil al tiempo que el muñeco se ruborizaba con suma ligereza.
-Lo lamento, aún no me acostumbro. No debe decir cosas así, esas lecciones son necesarias para el futuro monarca...-aquel contacto sobre su mejilla derecha logró avergonzarle.
Sin embargo Arthur no comprendía los sentimientos humanos, sólo podía sentirlos.
-Arthur...Arthur, quiero que seas mi Reina...-murmuró a su oído delicadamente, el inglés se sintió extraño.
No entendía por qué la voz de su dueño le parecía un susurro sutil para adormecerlo y hacerle sentir bien, se sonrojo más.
Arthur Kirkland era un muñeco creado para actuar y ser un humano, para reemplazar a alguien que jamás volvería, pero eso Alfred lo desconocía y Arthur no era consciente de ello.
-N-no puedo...Usted lo sabe, lo lamento-soltó un jadeo cuando el de ojos azules besó su cuello y de inmediato retomó su postura seria pero sumisa con Alfred.
-Lo sé, tsk...estúpidas reglas-renegó Jones soltando a Arthur para cruzarse de brazos molesto.
-No son estúpidas su majestad, digo...Alfred.
Las reglas existen para proteger a su pueblo y a usted por supuesto...-le miró con sus finas esmeraldas mientras los zafiros se entrecerraban convencidos más no derrotados.
-¿Ves? ¡Serías la Reina perfecta! Agregando el hecho de que yo...-más fue interrumpido por el sonido de la puerta siendo suavemente golpeada.
El príncipe de Espadas se sintió capaz de mandar a decapitar a la persona que osaba irrumpir en su declaración amorosa.
Porque efectivamente, estaba profunda e irrevocablemente enamorado de Arthur Kirkland.
-Adelante...-dio la orden y la Sota abrió muy lento sólo asomando su cabeza gacha.
-Mi señor, la Reina solicita su presencia en sus aposentos...-dijo serio, no se atrevía a levantar la cabeza y eso extraño demasiado a Alfred, pero asintió a las palabras de Yao.
-Enseguida voy, gracias Yao...- segundos después la puerta fue cerrada.
Alfred pestañeo varias veces intentando comprender lo que había ocurrido mientras que Arthur clavó su mirada en la taza de Té que dejo sobre el mueble.
Se imaginaba que deseaba la Reina, más no tenía el atrevimiento de comentarlo.
-Iré a ver que necesita mi Madre, vuelvo enseguida...-le dijo suavemente al inglés, Arthur le regresó la mirada pragmática repleta de dudas pero sumisa.
-No se preocupe, aquí esperaré...-para que Jones se fuese tranquilo intentó sonreír consiguiendo sólo mover un poco los labios.
Pero el simple hecho de haberlo intentado logró dibujar una gran sonrisa en los labios de Alfred.
-Arthur...que hermosa es tu sonrisa...-aseguró depositando un beso en sus blancas mejillas, mismas que adquirieron un leve tono rojizo.
Nuevamente la puerta fue abierta y cerrada dejando al muñeco solo.
Se llevó una mano al pómulo tocando con sus finos y delgados dedos el lugar donde el príncipe posó sus cálidos labios.
Se dejo caer en el colchón con parsimonia, mirando el techo intentó recordar ese simple pero significativo gesto que Alfred hace con sus belfos, quería hacerlo para verle feliz.
"-¿Qué es eso?-preguntó Arthur señalando la boca del chiquillo que le acompañaba en los jardínes reales.
-¡Mi boca Arthur!-respondió con aire burlón mientras ampliaba su sonrisa.
-No, hablo de lo que hace con ella... ¿Qué es?-insistió Kirkland extrañado pero fascinado con aquel acto tan común.
-Una sonrisa...-Alfred se acercó al muñeco tomando sus manos mientras levantaba la vista fijándola en su contrario.
-¿No sabes qué es?-murmuró preocupado.
Arthur negó con la cabeza, el príncipe de 13 años abrió sus orbes sorprendido pero de nuevo sonrío.
-¡Yo te enseñaré! ¡Así podrás sonreír sólo para mí!-recargó su cabeza en el pecho del mayor, entrecerró sus ojos sonriendo levemente, era egoísta y no compartiría a Arthur jamás."
Kirkland abrió sus ojos ante el fugaz recuerdo, se tocó con sutileza los labios.
-De verdad...quiero sonreír para usted, deseo hacerle feliz...-pronto la sensación de pesadez invadió su cuerpo, gruñó molesto.
La cuerda se le acababa, su tiempo siempre estaba limitado, soltó un suspiro profundo antes de abandonarse al sueño que era obligatorio.
-Es cierto...no soy humano...-fue su último susurro antes de cerrar los ojos quedando inmóvil, no despertaría hasta que Alfred le diese cuerda otra vez.
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-¿Q-qué estás diciendo Madre?-tembló ante las frías palabras de su progenitora, no podía ser cierto, no podía serlo.
-Es la verdad hijo, Arthur no tiene corazón...-
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Arthur anhelaba aprender a sonreír, ser un humano, y quedarse con Alfred eternamente, por su parte Alfred no sabía que aquella plática con su Madre le cambiaría la vida, destrozaría sus planes y rompería sus ilusiones.
Porque ese era su destino, ya estaba escrito, ellos sólo debían seguirlo.
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*~Mientras pisoteaba los engranajes caídos en la tierra...[Me reí].
El cruje instalado en mi mano derecha, escuchó como el sonido desaparece...~*
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Continuará...
Próximo: Sin corazón.
¿Y? ¿Qué les pareció?-tiembla.- ¡No me lancen cosas malvadas! D:
Pues... ¿Qué decir?
Tiene más trama de lo que creen, será Caps. Aproximadamente, porque Arthur no es un simple muñeco inútil.
Hahaha~
Ari, sino te gustó troléame en Facebook.
Debo más Fanfics así que me retiro no sin antes avisarles que actualizaré esto el miércoles de la otra semana, aunque si lo tengo antes mejor :3
Espero les haya gustado.
AVISO: Estimados lectores, en esta semana o la otra estaré subiendo el Cap. 3 de "Más allá de la Muerte", Cap. 2 y final de "El amor de Arthur."
Y puede que otros que debo.
Gracias por su atención.
Att: Nekitsu-kuroi15
~Un Review es como un chocolate para mí... ¿Me dejas uno? ;O;~
