Nota de Autor: No puedo evitar comenzar nuevas historias. Simplemente no puedo evitarlo. Supongo que esto es un crossover de algún tipo pero no estoy etiquetándolo como tal porque sólo estoy usando algunos personajes, no combinando tramas. Honestamente, creo que es agradable reconocer algunos rostros amistosos, ¿no?
Es tarde y ha sido algo cansado adaptarlo, así que si encuentran errores que se me hayan pasado por favor háganmelo saber.
Summary: [UA] Alejarse de alguien que amas no es tan difícil como la gente dice; lo verdaderamente difícil es verlos desfilar con sus nuevas y mejoradas parejas. Sólo pregúntenle a Ishida Yamato.
Disclaimer: No soy dueña de Digimon, Free!, Ouran High School Host Club, Mahōka Kōkō no Rettōsei o Code Geass. Ellos (y todos sus personajes) son propiedad de sus creadores y yo sólo los pido prestados por el momento.
Llevaban horas en ello, si las palabras del rubio eran de fiarse.
Un joven con una mata de cabello castaño y desordenado se sentó en el banquillo, secándose el sudor de la frente con una toalla que la chica pelirroja le ofreció sin mirarlo. Ella, junto con el chico más joven estaban mirando a lo lejos, y su boca se curvó hacia abajo con disgusto. Su mirada se posó en la pareja y él hizo una mueca. Discutían, de eso no había duda. No podía oír lo que decían, pero su rostro estaba deformado en una expresión de enojo, sus mejillas encendidas de color rojo oscuro. Él, por otra parte, parecía lívido. Se dijeron cosas; pisoteó el suelo con su pie y el alto rubio ante ella levantó los brazos con dureza, en expresión de renuncia. Lanzando su larga cabellera color miel por encima del hombro, Tachikawa Mimi se alejó de él y de su vista.
Escuchó el suspiro colectivo y se cruzó de brazos mientras Ishida Yamato se acercaba lentamente. Masajeaba su sien y parecía a punto de implosionar. Sin decir palabra, su hermano menor le ofreció una botella de agua que tomó en silencio y bebió durante mucho tiempo.
— ¿Estás bien? —Sora, la pelirroja, le preguntó después de un momento.
—Sí—dijo, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Taichi, tratando de ser el buen amigo que era, se puso de pie, aplaudiendo su espalda con buen humor.
—Lo superará—le aseguró—, simplemente dale un día o quizás dos. Estarán el uno encima del otro en poco tiempo.
Takeru rió disimuladamente e incluso Sora tuvo que sonreír. Pero Yamato frunció el ceño por un segundo antes de que su rostro volviera a la misma y perfecta máscara de indiferencia.
—No esta vez—dijo, encogiéndose de hombros—, hemos terminado.
Ninguno de ellos lo había esperado. La mandíbula de Taichi se abrió tan rápido que la sintió desencajarse de su rostro; Sora se llevó las manos a la boca y Takeru produjo un sonido extraño, casi estrangulado. Yamato los miró a todos con una ceja levantada.
— ¿Qué les pasa? —preguntó extrañado.
— ¿Qué – qué quieres decir con qué nos pasa?—Sora le preguntó—. Tú, ¿estás bien, Yamato?
—Ya dije que lo estaba, Sora.
— ¿Qué diablos pasó?—preguntó Taichi.
—Rompimos—se encogió de hombros otra vez—. Sucede.
— ¿Por qué pelearon?—Takeru preguntó, cejas aún disparadas en alto.
Su hermano suspiró suavemente, sacudiendo la botella de agua antes de tirarla al aire y capturándola con su mano derecha. A Taichi le pareció que la agarraba con demasiada fuerza, pero decidió no comentar al respecto en caso de que decidiera poner a prueba su agarre mortal en algo más carnoso, como su cuello.
—Sólo cosas —masticó el interior de su mejilla—, no es importante.
Comenzó a alejarse, terminando su botella de agua y luego arrojándola con una precisión verdaderamente impresionante a la papelera más cercana. Luego, Taichi juraría que vio humo salir de ella.
—Yamato —Sora comenzó, pero él la cortó de golpe.
—Déjalo, Sora.
Sora se quedó en silencio, pero intercambiaron miradas preocupadas tras su espalda. Taichi se sorprendió al escuchar su extraño tono de voz; el rubio era por lo general más tranquilo que eso y era extraño, verlo tan afectado por alguna cosa. Por otra parte, pensaba que no debería sorprender a nadie que la fuente de su consternación fuera Mimi. Tenía una manera de convertir por completo a Yamato que tanto lo aterrorizaba como lo impresionaba – cualquiera que pudiera esgrimir tal poder sobre su amigo era sin duda una fuerza a tomar en cuenta.
—Iré a ver a Mimi—Sora anunció, sorprendiendo a Taichi y Takeru al soltar su bolso sobre su hombro—. Me avisan si les dice algo, ¿de acuerdo?"
—Er ... seguro —Taichi acordó, tomando su propia bolso y asintiendo con la cabeza hacia Takeru para que pudieran alcanzar a Yamato, que era ya sólo un punto indefinido en la distancia.
Lo alcanzaron en un momento, cayendo a paso silencioso a cada lado suyo. Habían sido amigos desde que tenía memoria y ellos habían sido una pareja casi por tanto tiempo. Bueno, no exactamente. Recordaba a Yamato hecho un manojo de nervios alrededor de ella durante la escuela media, pero de alguna manera pudo resolver sus cosas antes de que terminará la secundaria. Ahora, con casi tres años en su relación, pensaba que estarían más allá de las pequeñas disputas tontas pero de alguna manera se seguían acumulando.
—Yamato ...
—Juro por Dios, Taichi, voy a romperte la nariz si terminas esa frase.
—Cielos —Taichi exclamó, dejando escapar un silbido—. Había olvidado el maldito lunático que realmente eres.
Yamato suspiró audiblemente, utilizando la poca restricción que le quedaba para meter las manos en el interior de sus bolsillos en vez de escurrir el cuello de Taichi.
—Voy a dar un paseo—se volvió hacia los dos, entrecerrando los ojos peligrosamente—. No me sigan.
— ¡Hey!—Takeru se quejó—. Se supone que tienes que preparar la cena esta noche.
—Vamos—Taichi intervino, sosteniendo su brazo—. Yo te llevaré a cenar.
El joven rubio parecía a punto de quejarse, pero una mirada más a su hermano mayor le hizo callar.
—Bien—dijo—, pero tú invitas.
-x-
No pasó mucho tiempo para que Sora encontrara a Mimi, pero eso no era particularmente sorprendente; había imaginado que su amiga se iría directamente de regreso a su auto. Lo verdaderamente sorprendente fue que cuando llegó a ella, Mimi no estaba llorando. Maldecía mientras buscaba algo dentro de su bolso (y muy coloridamente, valía agregar), pero no parecía estar más molesta de lo que estaría si hubiera salido de casa sin su labial preferido.
— ¿Mimi?
— ¿Qué? —fue la grosera respuesta. Mimi se volvió, relajándose al verla—. Oh, Sora. No sé qué me pasa, lo lamento.
— ¿Qué sucede, Mi?
—No puedo encontrar mis – malditas llaves—murmuró con exasperación—. Oh no, espera – no me digas que las dejé con ese – ah, no, aquí estás, pedazo de mi—se detuvo en seco, levantando una ceja al ver la expresión de Sora.
—Siento que hayas tenido que ver—,
—No, está bien Mimi, no te preocupes por nosotros—,
—Es que voy tarde a mi cita en el salón y bueno, sabes cómo me molesta.
— ¿De qué estás hablando?
— ¿De qué hablas tú?
—Pensé que estabas molesta por Yamato—Sora dijo simplemente. No estaba dispuesta a dejar que tergiversara su camino fuera de la conversación. Siempre la impresionaba la habilidad de Mimi para frenar cualquier cosa de la que no quería hablar. Su rostro cayó por un segundo y luego reajustó los tirantes de su bolso sobre su hombro.
— ¿Por qué debería…?
—Mimi, ni siquiera lo intentes.
Cedió a regañadientes.
—Rompimos. Es un idiota. Estoy bien. ¿Qué más necesitas saber?
—Mimi, vamos, no puede ser tan simple…
—Sí lo es, Sora—Mimi la interrumpió—, terminamos y eso es todo.
Caminó alrededor del coche y abrió la puerta, entrando sin decir una palabra más. Vacilante y luego de unos segundos, bajó la ventana y miró a Sora por detrás de un par de enormes lentes de sol oscuros.
— ¿Necesitas que te lleve a alguna parte? —preguntó, más por cortesía que otra cosa. Sora lo sabía, por eso ella negó con la cabeza y le ofreció una sonrisa temblorosa.
—No, eso está bien—dijo—, cuídate, Mi.
—Te llamaré más tarde—Mimi gritó, agitando su mano antes de conducir lejos con más prisa de la necesaria. Sora la miró hasta que desapareció, una mano tocando su mejilla mientras se preguntaba qué era exactamente lo que acababa de suceder. Ella sabía que era su deber como mejor amiga respetar el deseo de Mimi que la dejara sola, pero también había aprendido (gracias a Mimi, nada menos) que era su deber conocer cuando necesitaba ignorar sus deseos. Metió la mano en el bolsillo de su falda, sacando su teléfono móvil. Marcando el número correcto, hizo la primera llamada.
—Miyako? Sí, ¿estás libre esta noche? Oh. Bueno, haz lo que tengas que hacer. Te necesito y Hikari esta noche, vamos a casa de Mimi, ¿de acuerdo? No, no no se lo digas. Er ... sí, es una sorpresa, claro. Te envío un texto con los detalles, sí? Genial, nos vemos allí.
Cuando llegó al apartamento más tarde esa noche, las luces estaban apagadas. Abrió la puerta con la llave de repuesto que había procurado después de la segunda o tercera vez que Mimi se había encerrado afuera en tantas semanas; encendió todas las luces. Los Tachikawa siempre habían sido muy acomodados, como se evidenciaba por la casa en la que Mimi creció, pero su apartamento actual era considerablemente más modesto. Pretendiendo que su hija nunca viviera cómo una mísera, Keisuke y Satoe se encargaban del alquiler, insistiendo en que se centrara en sus estudios y que recordara visitarlos de vez en cuando.
Siendo los padres cariñosos que eran, su piso era mucho más espacioso que un estudiante de su edad debería ser capaz de pagar; además de que tenía un coche que todos sus amigos agradecían los fines de semana. Con un muy amplio dormitorio principal y uno para las visitas además de su estudio y sala de estar, el apartamento de Mimi era perfecto para sus encuentros y noches de cine, por lo que Sora se sabía manejar en el lugar con los ojos cerrados.
— ¿Mimi? —gritó.
— ¿Sora? —Su voz se escuchaba lejana, suave a través de la puerta.
—Sí, soy yo —gritó Sora—. ¿Dónde estás?
—¡En el baño! ¡Salgo enseguida!
No salió enseguida. Tardó quince minutos para salir de la bañera y otros quince para vestirse y secarse, y para entonces Sora había terminado de clasificar y ordenar su refrigerador y lavar los platos que había encontrado en el lavavajillas. Estaba secando sus manos cuando Mimi salió, vestida con una cómoda pijama rosa y pasando los dedos por el cabello fino recién secado.
—No te esperaba —soltó bruscamente, haciendo que Sora se esforzara por esconder su ofensa.
—Te dije que vendríamos, ¿no recuerdas?
—No, realmente no lo recuerdo.
—Justo antes de que te fuiste, Mi —Sora murmuró en voz baja—. Ya sabes, para tu cita en el salón —miró el cabello de Mimi, arqueando una ceja. La chica, temiendo ser atrapada en su propia mentira, sólo saltó ligeramente.
—Oh sí, eso. Por supuesto, qué tonta —hizo un gesto hacia su pelo, riendo nerviosamente—. Tuve un pequeño accidente con ... jugo. Alguien derramó jugo en mí. Imagínate, qué desperdicio de una tarde, ¿eh?
—Trágico —Sora comentó secamente mientras el timbre sonaba—. ¿Puedes abrir? Deben ser Miyako y Hikari.
—Mimi —una chica de cabello color lavanda saludó, abrazándola de una manera que la incomodaba aún más que la presencia de Sora.
—Er ... ¿pasa algo?
—Creo que le emociona mucho verte —dijo Hikari, apartando su corto y castaño cabello detrás de su oreja—. Te ves bien, Mimi.
—Gracias —Mimi respondió con una sonrisa suave—, es lo que se logra con una ducha.
Ya adentro, Sora y Miyako rapiadmente sirvieron copas de helado y buscaron una película para ver en el set de televisión de Mimi. Durante todo el tiempo, Sora no dejaba de mirar por encima del hombro para detectar signos de Mimi rompiendo a llorar, pero ella estaba estirándose como un gato, enrollada cómodamente en un sofá con un plato de helado de chocolate entre sus pequeñas manos.
—Entonces, ¿qué es esto en realidad? —preguntó finalmente, metiendo más helado de lo que debería ser posible dentro de su boca. Viéndola luchar con su bocado, Sora hizo una mueca mientras Miyako mordía sus uñas ansiosamente.
Hikari, quien era más sensible y menos inclinados a gritarle a la morena, tomó la palabra.
—Sólo queríamos asegurarnos de que estás bien, Mimi.
—Estoy bien —murmuró—, qué maldito frío.
—Tal vez si tragaras primero…
No fue una buena idea. Mimi golpeó su frente con una palma, tratando de recordar lo que había leído acerca de detener la congelación del cerebro. ¿Qué fue lo – presionando su lengua en el techo de la boca o – o morder la lengua o – algo. Mordió la lengua y soltó un grito, haciendo un mohín mientras sus ojos empezaron a humedecerse.
—¡Sí! —Sora exclamó, finalmente apaciguada—. ¿Ves, Mimi? Sólo necesitas llorar un poco y podemos hablar de ello…
Con la lengua entre sus dedos, Mimi la miró desafiante.
—Me mordí la lengua, no te hagas ideas raras.
—Sólo quiero saber por qué estás siendo tan difícil —dijo Sora, exasperada y tomando un bocado de helado.
— ¡Porque yo no quiero hablar de eso, Sora! —Mimi finalmente exclamó, golpeando su copa sobre la mesa de café.
—Mimi… —Miyako comenzó, pero ella la hizo callar con una mirada.
—No fue nada, ¿de acuerdo? Tuvimos una discusión. Nos dijimos cosas – cosas que no se pueden regresar. Claro, es algo triste, supongo, pero no esperes que eche a llorar en cualquier momento—dijo, y aquí se restregó con enojo las lágrimas contenidas de sus ojos—. Si Yamato no se preocupa por tenerme en su vida, entonces yo ciertamente no lo haré, tampoco.
—Mimi —dijo Sora en voz baja—, estoy segura de que eso no cierto—,
—Lo es, Sora —dijo Mimi, y su voz era mucho más tranquila—. He hecho las paces con ello y ustedes también deberían.
-x-
—Yamato.
No hubo respuesta alguna.
—Yamato.
Una vez más, nadie contestó.
—Tú y yo sabemos que puedo hacer esto todo el día y no creo que tus vecinos van a estar de buen humor, lo sabes.
—Taichi, tal vez deberíamos irnos, claramente no quiere compañía...
—No, Koushiro. Takeru dijo que ha estado deprimido desde —la puerta se abrió, revelando a un Yamato muy disgustado con la mirada fija en los dos.
— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —gruñó.
—Ayudar —dijo Taichi, esquivándolo con facilidad y abrazando sus bolsas a su pecho. Koushiro, que era más tímido y más fácilmente intimidado, entró detrás de él, evitando la mirada de Yamato a toda costa. El rubio frunció el ceño, cerrando la puerta y siguiéndolos a su propia sala, donde Taichi ya estaba sacando un trío de cervezas frías.
Levantó una ceja, y Taichi le frunció el ceño.
—Se supone que es terapéutico —explicó, como si le molestara que su amigo no entendiera a simple vista el propósito obvio de las bebidas alcohólicas.
Yamato tomó una y hábilmente la destapó, llevándola a sus labios y dejándose caer en el sofá. Estiró las piernas sobre la mesa y miró a su amigo moreno.
—Nada acerca de ti puede ser terapéutico —dijo finalmente—. Estás consciente de eso, ¿no?"
Taichi optó por ignorarlo, pasando una cerveza para Koushiro y tomando una para sí mismo. Se acomodó en el sofá justo enfrente del rubio, mirándolo con ecuanimidad, sin pestañear. Koushiro, que estaba sentado en el medio, nerviosamente pasaba la mirada de uno a otro, sin saber por qué su presencia era necesaria para lo que parecía ser nada más que un concurso de miradas.
—Así que ... ¿cómo fue tu día? —dijo Koushiro en un débil intento de levantar un poco la tensión.
—Estás en negación —dijo Taichi.
—No lo estoy —Yamato respondió, tomando un sorbo de cerveza sin arrugar la cara en lo más mínimo.
— ¡Lo acabas de volver a hacer!
—En realidad negaba tu declaración, Taichi. Realmente no es gran cosa —dijo Koushiro, encogiéndose de hombros. Yamato alzó su ceveza hacia el pelirrojo antes de llevarla a sus labios, pero Taichi sólo le dedicó una mirada asesina, como si lo culpara del fracaso de la operación.
—Recuérdame de nuevo por qué te traje.
—Me he estado preguntando lo mismo —el pelirrojo soltó con irritación, ocupándose de su propia bebida y hundiéndose profundamente en su asiento.
Yamato cruzó los brazos sobre el pecho; entre divertido e irritado mientras miraba a Taichi, que aún trataba de intimidarlo como si eso alguna vez había funcionado con él. Con calma, tomó otro gran sorbo, sintiendo el líquido refrescar su garganta.
—Me gustaría que fueras más honesto con esto —admitió finalmente, imitando su acción de llevar la botella a sus labios. La mueca de Yamato se suavizó en una pequeña sonrisa, y finalmente a nada en absoluto.
—No tengo nada que decir —admitió en voz baja.
—Ya han pasado dos semanas —Taichi le recordó en voz baja—, y todavía no has dicho ni una palabra al respecto. Sora está preocupada.
Ante la mención de su ex-enamorada y actual mejor amiga, el rostro de Yamato vaciló por un segundo. Se recuperó con suficiente rapidez después de acabar su cerveza, tomando la siguiente sin darse un momento para cambiar de opinión.
—Porque no hay nada que decir, Taichi. Tuvimos algunas diferencias y decidimos terminar. No es algo extraño, investígalo.
— ¿Estás citando diferencias irreconciliables como el motivo de la separación? —Koushiro levantó una ceja.
Yamato suspiró, haciendo una mueca.
—Estoy diciendo que se acabó, no importa por qué.
—Mimi ha sido igual de necia —Taichi se quejó, asintiendo con la cabeza hacia Koushiro, cuyos oídos habían tomado un curioso color rosa—. ¿No es así?
El joven pelirrojo trató de evitar los ojos de su amigo, realmente lo hizo, pero sólo terminó acabando trago tras trago de su cerveza, ahora ligeramente tibia. Hizo una mueca de disgusto, limpiándose la boca contra el dorso de su mano. Jugueteando con una nueva botella, suspiró.
—Dice que ... que no tiene más que decir acerca de ti.
Si le molestaba, Yamato hizo un trabajo notable de ocultarlo. Dejó que su hombro se levantara y cayera sin cuidado, frunció los labios alrededor de la abertura de la botella y bebió un trago rápido pero generoso.
—No esperaría menos.
—Porque...
—Porque no —dijo Yamato en un tono que no admitía negativas. Se pasó los dedos por su dorada cabellera, empujándolo hacia atrás—. No espero que lo entiendas, Taichi, pero espero que puedan respetar mi decisión de permanecer fuera.
—¿Fuera de qué? —Taichi preguntó con exasperación, rodando sus ojos.
—Fuera de su vida.
