Género: Drama.

Advertencias: Ninguna, creo.

Pareja: Ninguna. Prusia Centric.

Disclaimer: Hetalia Axis Powers/Wolrd Series no me pertenece, es entera propiedad de Hidekaz Himaruya-sempai, y lo es también de sus correspondientes distribuidores.

Este es un adelanto al regalo de Tari Deex Faelivein, también conocida como Matilde o Prusia para nuestro reducido grupo de naciones. No te enojes, lo tenía escrito hacía ya mucho, necesitaba subirlo y regalártelo. ¿Recuerdas cuando me contaste tu idea de el por qué Gilbert era peliblanco? ¿Por qué sus ojos eran rojos?

Un intento por responderte.

Título: Oda al Germano

No es suficiente sufrir. No basta con que el dolor insoportable, el hedor de la sangre llene tus pulmones y te transporte en el lujoso crucero del desquicio, la locura. Esa tibieza con que recibes el suelo y los cuerpos de tus amigos te reciben a ti. No basta.

Los ojos irritados; culpa del llanto, manchados en tu sangre y la sangre de tus enemigos; es insoportable. Insufrible, incansable guerrero germano cuyas manos han profanado y mancillado a hombres, mujeres y niños. Paga tus pecados entregando tu capa de nieve y tu honor. Paga los pecados de los que comienzan a ser tu gente. Entiende de una vez que no eres común, que estás condenado a un sufrimiento que es tuyo y no sólo tuyo: habrás de pasarlo en cruz de hierro y corazón de piedra a tu heredero.

Tú lo sabes, ellos saben que no puedes con tus piernas ni con tu cansado cuerpo de niño. No hay energía y no das abasto, tratando de abarcar lo que tus manos no pueden. Esas hebras rubias de las que tanto presumes se destiñen bajo la juventud de tu ser, bajo la presión de tu llanto reprimido; hacerse el fuerte de cara al colapso inminente conduce a un estrepitoso derrumbe de muros roídos por el paso de los siglos.

Aquel azul del cielo que adornaba tu rostro, cambiado por la belleza del carmín que arrancaste de corazones ajenos.

Un segundo antes de desertar, de lanzarte al abismo con todo el peso de tus pocos años, antes de ello, lo piensas. Decides regalarte el lujo de la oportunidad, intentarlo nuevamente.

—Por si acaso —te dices.

Con el orgullo en alto, tu espada y un corazón eufórico e insolente; te paseas frente a los imbéciles, que dudaron de tu poder y de tu fortaleza, les provocas temor, respeto.

¿Cómo saber que te harías tan fuerte, que nadie que no fuera tu igual se atrevería siquiera a mirarte a los ojos, inyectados en sangre? ¿Cómo saber? ¿Cómo imaginar?

No dejarse intimidar, ni depender de nadie.

Sin sentimiento ni verdad en el cumplimiento en el deber. Sólo el orgullo sin pureza en la misión que te encomienda.

¿Quién podría creer que a Prusia el cielo le negaría la entrada a tal punto que ni el infierno lo querría?

¿Quién podría creer que el sol presente, ni la luna lo rechazarían para no brillar otra vez sobre su piel?

¿Quién habría imaginado que la sangre en sus ojos, derramada por él, le escocería el alma y le provocaría un sufrimiento en vida que el sólo acercamiento de una gota de cariño le heriría como daga de plata?

¿Quién lo sabría?

Yo.

Entonces el infierno le abrió las puertas.