TODO POR UNOS ESMALTES
¡Por fin llegué!
¡Feliz cumpleaños, LiaCollins!
o.o.o
— Es él, ¿cómo no puedes verlo?
— Sí, Sherlock, te creemos —exclamó Lestrade mientras observaban al sospechoso tras el cristal del interrogatorio, a lo que Donovan y Anderson carraspearon— pero necesitamos algo que podamos presentar en un juicio, una confesión, por ejemplo—. El detective bufó molesto y fue por sí mismo a terminar lo que consideraba algo absurdo de demasiada duración. El DI lanzó una mirada a John para que le acompañara en ello y Sherlock, consciente de la acción, bufó de nuevo. Ambos entraron en la sala, uno con más control que otro.
— Vamos, confiese ya. Sabemos que ha sido usted —inquirió el detective posando firmemente las manos sobre la mesa. El sospechoso se sobresaltó.
— Oiga, oiga, yo no he hecho nada, ¿vale? —dijo levantando las manos. Su cara se tornó vacilante. John intervino.
— Le seré sincero. No tiene ninguna probabilidad de ganar el juicio pero si coopera tal vez le rebajen la pena —espetó sereno, dejando suavemente, no como Sherlock, las palmas sobre la madera. Entonces, el sujeto hizo algo inusual.
— Qué bonitas manos tiene. ¿Se hace la manicura? —John retiró las manos con estupefacción. Sin embargo, el detective reaccionó dándole un manotazo al sospechoso.
— Sin tocar —sentenció. Éste se frotó las manos fingiendo dolor.
— Ya sé de qué va esto —rio el mismo. —Tú eres el poli bueno y él es el poli malo —dijo señalando a John y a Sherlock, respectivamente. El detective respondió con un gesto de disgusto y fue el doctor el que contestó.
— Tenemos pruebas. No alargue esto más, inútilmente —el hombre hizo un gesto de cabeza extraño que bien podía ser un tic por la presión de verse acorralado.
— No tienen nada —clamó. — Sin embargo, usted tiene unas manos tan viriles —volvió a tocar a John. Éste volvió a quitarlas incómodo y Sherlock le aplastó una al sujeto con el puño, con lo que le hizo soltar un grito que asustó hasta a Lestrade al otro lado del cristal. Él tenía que cumplir unas normas...
— Mataste a tus empleados porque te robaban —bramó Sherlock.
— No tenéis pruebas —se burló el tipo ante un John que empezaba a no estar tan tranquilo.
El detective entonces sacó unas fotos del bolsillo interior y se las tiró al sospechoso a la cara. Éste las miró y se derrumbó fácilmente.
— Me estaban robando mis preciosos esmaltes. ¿Saben lo que es eso? Esos esmaltes son mi vida —sollozó, llevándose las manos a la cara.
— Entonces, lo confiesa —quiso asegurarse el doctor. El sospechoso le cogió por las muñecas fuertemente aún con lágrimas en los ojos, asintiendo y pidiendo clemencia.
Sherlock se cansó de tanto contacto y le empujó brutalmente contra el respaldo de la silla, dejando la mano por si se le ocurría acercarse de nuevo.
Ése fue el momento que eligió Lestrade para entrar a la sala, con John aún un poco en shock. El sospechoso comenzó a agitarse y se movía sin control, gritando Mi manicura no, mi manicura no, como si estuviese fuera de sí.
Ante el ajetreo, Sherlock le dio varios toques en el hombro a John y salieron de allí a un lugar mucho más tranquilo. Ninguno dijo nada en el camino a casa, pero para John estaba claro: había puesto celoso a Sherlock Holmes. ¿Se habría dado cuenta él mismo?
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Y bien, ¿qué les pareció? ¿Algún review de retroalimentación?
¡Gracias por leer!
Me voy al aniversario del foro I'm Sherlocked. ¡Pasen por las actividades!
